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El movimiento Nuit Debout y el proyecto de transformación social

A finales de marzo apareció el movimiento Nuit Debout inspirado en los «Indignados» españoles. Este movimiento surgió de las protestas contra la reforma propatronal de la ley laboral, conformando una de las expresiones de la activación de la lucha social en Francia y con un carácter claramente progresivo. El flujo de gente descontenta que circula por la Plaza de la República, un punto caliente en la vida de la sociedad atacada por las reformas reaccionarias del gobierno burgués de Hollande, un lugar de contactos, un desafío colectivo al orden oficial, es muy bueno y lleva consigo un impulso muy sano y digno.

Por N. François

Pero también es evidente que sólo un mes después de la aparición de este movimiento muchos de sus partidarios tienen un sentimiento de callejón sin salida y de ausencia de perspectivas claras para su desarrollo. Incluso su extensión a los suburbios parisinos y a las otras ciudades no cambia la cuestión: “y, entonces, ¿cómo continuar?”.

Para responder a esta cuestión es necesario analizar las contradicciones que provocan las tendencias de crisis del movimiento desde su nacimiento.

El problema de la incoherencia con la estructura de la sociedad

Nosotros vivimos en una sociedad estructurada y la oposición a cualquier estructura, si quiere ser exitosa, debe corresponder a ella, es decir, golpear sus elementos más sensibles y claves. La base material de la sociedad actual está formada por los grandes sistemas técnicos de producción, compuestos por las grandes empresas productivas especializadas y funcionalmente vinculadas entre ellas, por las redes de infraestructuras como el transporte, las comunicaciones de todo tipo, los depósitos y supermercados, etc. Éstas son las “estructuras portadoras” materiales de la economía capitalista de hoy. La educación y la salud también son elementos estructurales de la sociedad. Es difícil llevar una lucha eficaz contra el sistema fuera de estas estructuras reales, pasando al lado de la organización orgánica de los trabajadores y de los jóvenes en sus lugares de trabajo o de estudio. Necesitamos una respuesta orgánica y estructural a las agresiones del gobierno patronal, a través de la organización y la acción orgánicas de los trabajadores y de los jóvenes.

En este sentido, Nuit Debout es, por su origen y por su idea, una respuesta fuera de las estructuras de la sociedad capitalista porque, en lugar de la organización y de la acción orgánicas en las bancas de la sociedad, presupone la acción no orgánica en las plazas de las ciudades, la resistencia fluida, inestable y con la débil capacidad de continuar.

A veces, el sentimiento de este aislamiento de las estructuras de la sociedad lleva a los llamados “bloquear todo”. Este llamado podría ser realizado bien por los trabajadores y los estudiantes desde dentro de sus establecimientos, lo que al mismo tiempo les ayudaría a organizarse y “entrenarse” para tomarlos en sus manos un día verdaderamente glorioso. Esto sería un bloqueo orgánico. Pero el llamado a “bloquear todo” hecho dentro de la estrategia no orgánica de Nuit Debout significa de hecho el llamado a las acciones “desde fuera”, aisladas de los colectivos de trabajadores de los establecimientos bloqueados. Este método no ayuda a fortalecer el carácter orgánico de la resistencia (y puede incluso provocar la incomprensión de los trabajadores o, peor aún, engendrar entre ellos la opinión de que no deben organizarse para bloquear sus empresas porque hay gente buena que lo hará por ellos) y puede no llegar a la continuidad de las paralizaciones tan necesarias ahora. Esto significa una eficiencia muy débil de las acciones de este tipo. Y más aún, estas acciones, aisladas de las masas, dejan a sus participantes expuestos a las represiones. Fuera de la masa, los activistas son impotentes y vulnerables frente a la máquina represiva del Estado.

El problema de clase

Otra característica de la estructura de la sociedad es que ella está dividida en clases, entre las cuales las principales son la clase burguesa, que posee los sistemas de la producción de la sociedad, y la clase trabajadora, que es privada de ellos, alienada de ellos, pero al mismo tiempo los tiene en sus manos y con su trabajo los hace funcionar. Estas dos clases son las “estructuras portadoras” sociales de la sociedad que corresponden a sus estructuras portadoras materiales.

Eso significa que la respuesta al sistema debe ser antes de todo la de la clase trabajadora. En especial de la clase obrera porque sin ella la electricidad no pasa por las líneas, la cadena de producción no funciona, el tren no se mueve, los productos no se descargan y la producción capitalista se para. Aquí se encuentra la papel particular de la clase obrera imbricada en el mecanismo mismo de la producción y capaz de tomar al capitalismo por la garganta de manera decisiva, comparado con los maestros, los estudiantes, los médicos, cuyo papel es enorme pero por su emplazamiento en el sistema social no pueden parar inmediatamente los engranajes de la producción capitalista.

Así, Nuit Debout contiene en sí mismo la negación de esta respuesta de clase, porque ve un espacio prioritario de lucha no en las estructuras de la sociedad sino en las plazas de las ciudades, donde los trabajadores y en especial los obreros no pueden permanecer mucho –a la diferencia de las capas menos oprimidas, más libres, relativamente más privilegiadas–. Por eso son, antes que todo, gente blanca de las capas medias y pequeñoburguesas las que predominan en la Plaza de la República, con la ausencia casi total de los obreros, en especial las obreras, y de los inmigrantes. Incluso si los trabajadores vienen a la Plaza, la fuerza misma de Nuit Debout los convierte en “ciudadanos”-individuos.

El problema de la democracia

Es imposible dar una respuesta popular sin que el “demos” tome las decisiones.

La mencionada exclusión de los trabajadores y de los obreros hace ridículas todas las tentativas de presentar a Nuit Debout como la “soberanía popular” o la “reconstrucción de la democracia”. En este sentido, las asambleas generales en la Plaza de la República evocan más la democracia de la sociedad esclavista antigua: los “ciudadanos” libres deliberaban “democráticamente” mientras que los esclavos trabajaban.

Pero incluso dentro del movimiento Nuit Debout es imposible hablar sobre la deliberación democrática, porque la tendencia principal de Nuit Debout es la aprobación plebiscitaria de las propuestas dominantes de la masa que concurre, sin posibilidades reales para las propuestas alternativas, sin posibilidades de discusión sustancial y, finalmente, sin la deliberación democrática.

Los participantes de la Asamblea en la Plaza de la República solo hacen gestos para expresar sí o no. La Asamblea aprueba “todo lo bueno y progresivo”, que después se llena con el contenido esencial y político por los jefes verdaderos del movimiento, elegidos por nadie pero que hacen las declaraciones en nombre de Nuit Debout, utilizan los recursos electrónicos de la información (diciendo lo que ven necesario y omitiendo lo que no ven necesario; presentando los hechos en la forma que estiman necesaria; definiendo el cuadro), y definen el orden del día y las convocatorias, y así manejan el movimiento. No queremos insultar a nadie pero, desgraciadamente, los participantes de la Asamblea de la Plaza de la República son una fachada democrática de la toma de decisiones de un grupo pequeño no elegido, que flota sobre el flujo humano desestructurado. Los dirigentes reales siempre existen. Si ellos no son elegidos, con el argumento del “repudio a los dirigentes”, de la “democracia absoluta” y del “horizontalismo”, pero al mismo tiempo hay alguien que habla en nombre del movimiento y redacta su prensa, esto solo significa la presencia de la dirección impostora e incontrolable, es decir, usurpadora.

Y el problema no está en la buena o mala voluntad de esta dirección. Incluso si ellos quieren hacer “todo lo bueno posible” para el movimiento, lo hacen partiendo de sus visiones que son subjetivas y pueden ser equivocadas. Pero, más aún, todas las “visiones subjetivas” no son producto de la razón pura individual sino que contienen las ideologías presentes y, sobre todo, dominantes en la sociedad.

Probablemente, el ejemplo más puro de esta “democracia” es el resultado de los “Indignados” españoles en que Nuit Debout se inspira: es explotando esta tendencia plebiscitaria y matando todo lo progresivo que existió en los “Indignados” que se desarrolló la organización súper burocrática de Podemos, cuyo líder Pablo Iglesias tiene el poder casi autoritario.

El problema del proyecto

Suele decirse que Nuit Debout no tiene un programa. Por un lado, es verdad: Nuit Debout, que expresa el descontento espontáneo de la gente frente la situación del país y el anhelo de cambios, no tiene un programa preciso. Pero, por otro lado, Nuit Debout es perseguido por la pregunta “¿cómo cambiar la sociedad?”, que es la cuestión del programa y, más aún, del programa político.

Y aquí aparecen todo tipos de proyectos.

Para responder a la cuestión “cómo transformar la sociedad” sin ser desplazados de la realidad, se precisa comprender qué es esta sociedad que queremos cambiar.

Como se ha dicho antes, vivimos en la sociedad de los grandes sistemas técnicos productivos (las centrales eléctricas grandes, las plantas muy especializadas, las redes de transporte, las infraestructuras, las comunicaciones, etc., hasta los sistemas de la canalización y estaciones de depuración urbanas). Ellos constituyen las “estructuras portadoras” materiales de la sociedad. Y el que las posee, controla la sociedad y las dispone a su interés.

Y también como ha sido dicho, las “estructuras portadoras” sociales son la burguesía y los trabajadores/as, en correspondencia con las estructuras portadoras materiales.

Por eso, la cuestión de la transformación social se plantea antes que todo, de manera simple: ¿quién maneja los sistemas principales de la producción de la sociedad? Aquí, hay solo dos variantes posibles: o es la clase burguesa, como hoy, o son los trabajadores que hacen funcionar todos estos sistemas.

Así, se presentan objetivamente dos proyectos: el proyecto burgués y el proyecto proletario. Y como las formas de la propiedad sobre los medios de la producción son preservadas por el Estado, esta cuestión está vinculada con la del poder político de una clase o de la otra. Entre estos dos proyectos no hay OBJETIVAMENTE espacio para ningún otro proyecto alternativo intermediario viable: ni para un proyecto “sin clases” ni para el de las clases intermediarias que se encuentran fuera de las estructuras portadoras de la sociedad (como son los pequeños productores, las profesiones liberales, o administradores que no hacen el trabajo sino que manejan a los que lo efectúan) y que no forman estructuras portadoras sociales. Ellos solo llenan los nichos en el marco formado por las estructuras portadoras y dependen de ellas, y esta situación no tiene que ver con el “tamaño” de estas capas.

Los proyectos pequeñoburgueses de transformación social

La ausencia objetiva de un proyecto intermediario entre el proyecto proletario y el burgués, que corresponden solo a la estructura existente en la sociedad, significa que las capas medias, la pequeño burguesía son obligadas a seguir a una de las dos clases “estructurales”: seguir la burguesía avec son proyecto de la sociedad (en que las capas medias también son golpeadas como los otros trabajadores pero mantienen privilegios relativos respecto del proletariado, y su miedo mayor es “caer” al nivel del proletariado); o seguir al proletariado avec son proyecto, incluso, de la toma del poder por él, a través de sus organizaciones. Como las capas medias sufren el poder de la burguesía, ellas tienen tendencia al proyecto proletario. Pero el miedo a la proletarización y los privilegios que la sociedad burguesa les promete, empujan a las capas medias al proyecto burgués. Por eso, una de las tendencias fuertes de la sociedad capitalista es la de la división política de las capas medias.

No obstante, otra tendencia es la aparición del pensamiento pequeñoburgués, muy específico. Por un lado, los golpes de las capas medias como consecuencia del capitalismo, pero, por otro, su estrato social superior al del proletariado y la falta de deseo por ser el pedazo para completar el peso del proyecto proletario, hacen aparecer los innumerables proyectos y alternativas pequeñoburguesas “anticapitalistas” destinados a liberar la sociedad de las desgracias del capitalismo pero pasando por alto la toma del poder por el proletariado.

Por ejemplo, cambiar la sociedad a través de la plantación de árboles, o a través de las huertas para producción agrícola pura y local, o a través de las cooperativas, o a través de las energías alternativas. Proyectos que se gestan siempre con la idea de que, poco a poco, eso va a andar y a cambiar el mundo: CO2 será absorbido, los pequeños productores expulsarán a las multinacionales, los eólicos sustituirán la energía fósil, las riquezas serán compartidas, etc. En Francia, estas ideas florecen y encontraron su expresión en la película “Demain” («Mañana»), que tuvo gran éxito. Nuit Debout está lleno de proyectos así.

Los rasgos característicos de estos proyectos son las acciones locales, lo que refleja la visión pequeñoburguesa del mundo “alrededor de sí mismo”; la consumación –un pequeño dios de la pequeño burguesía; el individualismo y la pequeña propiedad, incluso colectiva; el a-clasismo, porque solo a condición de “disolver” mentalmente las clases, que son las estructuras portadoras entre cuales la pequeña burguesía está apretada, ella puede encontrar su “Yo” social independiente y proponer su propio proyecto.

En realidad, la mayoría de los proyectos de este tipo contienen ideas sanas o, por lo menos, discutibles. Pero el problema es que estas ideas pueden tener sentido solo siendo planteadas en el marco de uno u otro proyecto social: el burgués o el proletario.

Si estas ideas están puestas en el proyecto proletario, que incluye la toma del poder político por los trabajadores, la destrucción de la máquina del Estado burgués (que preserva la propiedad y los intereses del capital financiero), la expropiación de todos los sistemas principales de la producción de la sociedad para abrir el camino a la transformación social, en este caso, las ideas del modelo energético alternativo, del cambio de las relaciones de la humanidad con el ambiente, la agricultura alternativa, el decrecimiento productivo y otros pueden servir para cambiar el mundo y enriquecer el proyecto proletario.

Pero si estos proyectos son tomados en el marco del proyecto burgués o, lo que es lo mismo, “en sí” (es decir, sin el proyecto proletario, en la sociedad actual), en este caso, estas ideas se hacen, en la mejor opción, los sueños “naives” [ingenuos, cándidos] de hacer la sed del lucro capitalista más ecológica, más humana, más generosa. Y, más aún, así, estas ideas se entierran ellas mismas, porque serán destruidas por la lógica despiadada del gran capital. Y en la peor de las opciones –la más común– ellas desvían el descontento y la energía militante por la toma del poder por los trabajadores y la expropiación de la gran burguesía, es decir, llevan a un callejón sin salida, y, por eso, son los proyectos reaccionarios, destinados a salvar la dominación del gran capital y la sociedad burguesa decadente.

Se puede discutir cuanto se quiera la necesidad de la industria grande como hoy, la energía alternativa, la agricultura biológica, las cooperativas, etc., pero mientras los trabajadores no rompan la máquina del Estado burgués –el guardián de la propiedad y de los privilegios de la burguesía– y no arranquen los sistemas de producción de las manos capitalistas, el sistema no cambiará, y todo continuará en la dirección de la degeneración como hoy. La posibilidad de cambiar algo en interés de la mayoría de la población aparecerá solo después de que la clase trabajadora rompa el Estado burgués, tome el poder y la economía en sus manos, a través de sus organizaciones.

La ilusión principal de la pequeña burguesía

La pequeña burguesía y las capas medias comprenden que el poder pertenece a la gran burguesía, y que ellos no resuelven nada. Pero como ellas poseen unos privilegios relativos en la sociedad de la burguesía, tienen miedo de la transformación de la sociedad por el proletariado. Por eso los pensadores pequeñoburgueses no se cansan de inventar los medios que podrían poner fin a la arbitrariedad de la gran patronal, pero dejando de lado el poder del proletariado. Y aquí surge un proyecto pequeñoburgués principal: el de sacar a la sociedad capitalista del control del capital por la vía de su “democratización”.

Se puede hablar cuanto se quiera sobre la “democracia”. Pero el hecho es que la burguesía, controlando la base material de la sociedad, controla toda la sociedad, y lo hace no solo a través de su aparado represivo sino también a través de los medios, la Iglesia, la escuela, imponiendo a la población su cultura, su moral, su “opinión pública”, basada en el “sentido común”, en la alienación y en la ignorancia. La agresión policíaca sin precedentes del gobierno de “izquierda” contra la manifestación del 1 de mayo y los comentarios tendenciosos y mentirosos de los medios francesas son solo uno de los hechos cotidianos que testimonian que todas las afirmaciones sobre la posible “reconstrucción de la democracia” dentro del sistema capitalista sin su destrucción previa son una mentira.

Mientras el proletariado no rompa el Estado burgués, no tome el poder político y no arranque los sistemas de producción de las manos de la burguesía –la base material de su dominación–, es decir, mientras no liquide a la burguesía como clase social, no se puede hablar de ninguna democracia que no sea la democracia de la minoría burguesa contra la mayoría de la población. Y tampoco de ninguna “reconstrucción de la democracia”, tan frecuentemente evocada en las escenas de la Plaza de la República.

En serio se puede hablar sólamente sobre la necesidad de la organización democrática de la clase trabajadora para destruir el estado burgués y el capitalismo.

Así como el ecologismo “en sí”, tomado fuera del proyecto proletario se hace una tentativa miserable de “ecologizar” la rabia capitalista por el lucro, las tentativas de resolver los problemas de la sociedad por la vía del proyecto de la “verdadera democracia” (sin toma del poder por la clase trabajadora) dejan el poder en las manos del puñado de grandes burgueses, y por eso se convierten en tentativas lastimosas de democratizar la dominación de un grupo minúsculo. La lucha por la “democratización” refleja el deseo de la pequeño burguesía de participar más en el sistema de la gran burguesía.

Los proyectos “democráticos” de este tipo no amenazan a la burguesía, pero desvían la conciencia de la gente de la necesidad de la toma del poder por los trabajadores, lo que es imposible hacer a través de la maquina del Estado burgués, cuyas herramientas y mecanismos fueron creados y perfeccionados para mantener el poder en las manos de la gran burguesía.

Los ideólogos pequeñoburgueses del proyecto democrático han elaborado sus principios:

La sociedad se percibe como una sociedad de “ciudadanos”. Porque la presentación de la sociedad como la de clases deja a las capas medias (los intelectuales, las profesiones liberales, los escritores, los periodistas, etc.) un papel del tampón intermediario entre las clases burguesa y trabajadora. Las capas medias, muy individualizadas, pueden tener un peso solo si las clases principales desaparecen. La concepción de “ciudadanos” opuestos a la “casta” (u “oligarquía”) con que los intelectuales pequeñoburgueses intentan sustituir la oposición de las clases trabajadora y burguesa sirve a esta necesidad de “emancipación” de las capas intermedias.

Un carácter no orgánico de la organización. En el terreno de la organización orgánica, las capas medias pierden por sus tendencias individualistas. Por eso, la forma “natural” de la organización en los proyectos pequeñoburgueses es la de las plazas de la ciudad, a través de internet y redes sociales, donde, por la desestructuración, los intelectuales públicos van a formar el marco para seguir y tener el poder real.

El repudio de toda representatividad. Para luchar contra la burguesía bien organizada, la clase trabajadora se ve obligada a organizarse, incluso elegir sus representantes para un comité de huelga, para la dirección del sindicato… La centralización de la lucha exige la representación de grupos diferentes de los trabajadores en las organizaciones de la lucha unificada. Es la lógica de la lucha en la sociedad de hoy la que lo exige.

Al contrario, las capas medias, individualizadas por su lugar en la sociedad, apenas pueden tener los representantes en forma sistemática. La forma “natural” de la organización para la pequeña burguesía es el agrupamiento de los admiradores alrededor de un ídolo intelectual de moda. Solo entre la muchedumbre no organizada el intelectual pequeñoburgués se siente alentado. Cuando los trabajadores se organizan, y en el proceso de la organización forman sus propios cuadros e intelectuales dedicados a la lucha de la clase trabajadora, los intelectuales pequeñoburgueses pierden el público.

Cuando los proyectos pequeñoburgueses se ven obligados a reconocer la necesidad de una representatividad, ellos suelen elogiar el “sorteo”, que en realidad niega la representatividad, se hace de manera formal, rompiendo los lazos entre la gente. El sorteo debilita la selección de los cuadros más capaces y dedicados a la lucha, impide la organización de los trabajadores y la aparición de sus líderes. Es decir, el sorteo actúa contra las tendencias que amenazan transformar a los intelectuales pequeñoburgueses en los bufones de calle.

Los trucos de Fakir

Ahora vale la pena retomar una vez más la tesis sobre la ausencia del programa de Nuit Debout.

El problema se ve de manera casi ejemplar en los materiales de Fakir [el grupo de los periodistas e intelectuales de izquierda que publica un periódico que critica todo y que lanzó el llamado para Nuit Debout– NdR], que en su material suplementario para mayo-junio, en la nota titulada “Nuit Debout: ¿pero qué quieren ellos?” dice sobre la ausencia del programa de Nuit Debout pero agrega: “pero en las asambleas generales los temas emergentes” son…

“Verdadera democracia”. La democracia representativa no nos representa más, con los jóvenes, obreros, no blancos ausentes en la Asamblea Nacional… una Asamblea que no pesa nada frente del presidente, un gobierno al servicio de la oligarquía. Frente a esto los participantes de Nuit Debout quieren reescribir la Constitución evocando en especial “la elección por el sorteo”.”

Entonces…

“La democracia representativa no nos representa más”. Pero, los participantes de Nuit Debout, en cuyo nombre habla Fakir, ¿están de acuerdo que en un momento el parlamento burgués sirvió a la gente humilde?

“… con los jóvenes, obreros, no blancos ausentes en la Asamblea Nacional”. Pero los visitantes de la Plaza de la República, ¿están de acuerdo que el problema no está en el sistema del poder burgués sino solo en la falta de los obreros, no blancos, los jóvenes en el parlamento, y caso ellos estuviesen allá el mundo se cambiaría?

“… una Asamblea que no pesa nada frente del presidente”. Pero los participantes de la Asamblea general, ¿están de acuerdo que caso el parlamento estuviera por encima del presidente, viviríamos mejor?

“… un gobierno al servicio de la oligarquía”. Pero, ¿todos están de acuerdo que el problema está solo en la usurpación del poder por un pequeño grupo y no en el hecho de que el gobierno sirve al sistema capitalista y lo preserva?

En verdad, el sentido de la frase de Fakir es simple: «Antes el parlamento representaba los intereses de la gente humilde, pero ahora no. Pero él puede aún hacerlo caso haya más jovenes, no blancos y obreros en él, caso el parlamento esté encima del presidente y caso la gente en el sistema se cambie periódicamente; con esto el gobierno no sería más el de un grupo pequeño sino sería democrático”.

A esta imagen solo le resta que la policía de choque lanzaría el gas contra sí misma y que sus cañones de agua serían cargados con agua bendita.

Lo que dice Fakir significa la ausencia de ruptura con el sistema capitalista, es decir, ausencia de lo que quiere –consciente o instintivamente– la mayoría de los participantes de Nuit Debout.

Más aún, para confirmar esta su idea, en la misma edición Fakir da como ejemplos positivos el Frente Popular y Mitterrand –los gobiernos donde las organizaciones de trabajadores, a través de la burocracia, fueron domesticados por el poder burgués. Con el Frente Popular de los años ’30 sus organizadores (el PCF, el PS, la burocracia sindical y el Partido Radical pequeñoburgués), en nombre de la democracia y el “progreso social” desviaron las movilizaciones revolucionarias del proletariado de la toma del poder, salvando así la dominación de la burguesía (cuya consecuencia fue la victoria del fascismo). El gobierno de Mitterrand tampoco tocó los pilares del sistema burgués francés.

Las propuestas son presentadas por Fakir como los “temas emergentes en las asambleas generales” en la Plaza de la República. En verdad, otras ideas, como la expropiación de los capitalistas, surgen también y son bienvenidas por la gente. Pero las ideas así no entraron en la lista de Fakir; ellas fueron filtradas antes de ser presentadas como la opinión de la asamblea sobre la base de la ausencia de cualquier mecanismo democrático en la toma de las decisiones y la presencia de los jefes incontrolables de Nuit Debout.

Detrás de la crítica brillante del capitalismo, cuya fealdad para muchos ya no es un gran secreto, Fakir propone como la solución un surtido de banalidades que explotan el “sentido común”, y las propagandiza en nombre de los participantes de Nuit Debout. Más aún, aconsejamos a los lectores leer una entrevista muy interesante a Ruffin, el líder de Fakir y autor de la exitosa película “Merci patron”(http://www.reporterre.net/Le-rapprochement-rouge-vert-est-une-necessite) donde él expone más claramente sus visiones sobre la sociedad:

“Yo estoy a favor de la regulación de los flujos migratorios. Estoy a favor de la regulación, del capital, de las mercaderías, y también de los trabajadores, de los refugiados”.

Eso significa organizar mejor los flujos de capitales, enviar a una parte de los migrantes a sus países devastados por el imperialismo o al fondo del mar Mediterráneo, regular los recursos de trabajo para la economía capitalista. Es decir, es la política de todos los gobiernos burgueses, de Hollande, de Merkel, de Tsipras, de Putin…

En la misma entrevista, Ruffin caracteriza su actividad de manera siguiente: “Cuanto a nosotros, el periódico Fakir, pretendemos ser populistas… Lo que yo quisiera ahora es la aparición de un movimiento populista de izquierda. Hoy hay un movimiento populista de derecha, que funciona muy bien. Hay que abrir el camino para un movimiento populista de izquierda. Lo que pasa ahora con la ley del trabajo, ¿provocará esto una onda y la aparición de una nueva figura? Esto pasa en todo lugar, desde Podemos en España hasta Syriza en Grecia, hasta el partido laborista en Inglaterra o en los Estados Unidos con el surgimiento de Berni Sanders”.

Entonces, para Fakir, el proyecto político es un populismo (como él precisa, eso significa decir lo que la gente quiere oír) y él propone ejemplos políticos que respetan muy bien el sistema capitalista y el estado burgués.

Por lo menos, en esta entrevista hay que honrar la sinceridad de Ruffin.

La llamada de Fakir a la colaboración de Nuit Debout y de los sindicatos, hecha en abril, es muy interesante, así como la concentración de la atención sobre la reforma de trabajo, que es eclipsada frecuentemente en Nuit Debout por las otras cuestiones de orden más general.

Este giro refleja el sentimiento de callejón sin salida de Nuit Debout, por la ausencia de apoyo en la clase trabajadora. Por eso aparece este “Sindicatos, SOS!”.

Esto toma la forma de una linda llamada a la “conjunción de clases” entre “intellos” [intelectualoides] y proletarios, e incluso de una alegoría crítica, que “Nuit Debout y sindicatos se miran [como] perros de loza, con desconfianza”.

Fakir confunde las cosas

Primero, la gente que viene a la Plaza de la República mira con la desconfianza a la dirección burocrática de los sindicatos… y tienen toda la razón. Al contrario, ellos saludan la lucha de la clase trabajadora y se alegran con todos sus éxitos.

Segundo, los trabajadores no miran con desconfianza a los participantes de Nuit Debout sino que reciben este movimiento con simpatía, en especial cuando en Nuit Debout se habla más contra la reforma laboral, el problema nodal de este momento. Pero sí, ellos pueden mirar con cierta desconfianza –y eso sería correcto– a los dirigentes de Nuit Debout elegidos por nadie y a los proyectos pequeñoburgueses naives [cándidos] y dudosos.

Tercero, es verdad que Fakir mira con la desconfianza del “perro de loza” a los trabajadores y prefiere una ambiente pequeñoburgués “intello” [intelectualoide]. Y la burocracia sindical mira como “perro de loza” a todo el movimiento incontrolable, en especial de los jóvenes.

Cuarto, es probable que Fakir y la burocracia sindical se miren con la desconfianza del “perro de loza”, porque miran sus movimientos como sus “huertas”.

Globalmente, la tentativa de Fakir de ponerse a un nivel con los sindicatos es ridícula. Dos veces más gracioso es poner al mismo nivel (en forma de “conjunción de clases”) al proletariado y la “clase intello” que nunca sufre la falta de modestia.

Existe solo una posibilidad de “conjunción” del proletariado y de los “intelós” (las capas intermediarias): es cuando las capas intermediarias siguen al proletariado en su proyecto. El objetivo de la clase trabajadora no es confluir con las capas medias sino atraer a una parte de ellos, es decir, dividirlas. Pero detrás de la llamada de Fakir hay una llamada al proletariado para seguir a los “intelós” en su proyecto pequeñoburgués, que –como eso no es posible– es siempre un proyecto burgués. Como lo son los proyectos de Frente Popular y de Mitterrand mostrados por Fakir como un ejemplo, y también como el proyecto de regulación de los capitales, de migraciones, de recursos de trabajo, que Ruffin propone en su entrevista.

Entonces, al mismo tiempo, Fakir afirma la ausencia de programa de Nuit Debout pero propone él mismo un proyecto burgués claro y lo hace en nombre de Nuit Debout. Si la negación de la existencia de la dirección del movimiento solo significa la existencia de la dirección de facto, no elegida por nadie y sin posibilidades de su reelección, la negación de la presencia del programa de este movimiento solo significa que sus dirigentes poseen un programa no discutido por nadie pero presentado como el programa del movimiento. Es feo, y ningún talento periodista de Fakir debe eclipsar esta realidad.

Con la metodología con que funciona en Nuit Debout, eso obtiene rasgos especiales. Por ejemplo, durante la Asamblea en la Plaza de la República el 1 mayo, una persona de la “Comisión de economía” propuso el tema –preparado de antemano– para la discusión “democrática”, que sonaba de la manera siguiente: “Las cooperativas pueden resolver el problema. Pero, ¿si no crean los otros?”. Entonces, la idea de que las cooperativas NO resuelven el problema porque no resuelven la cuestión central –a quién pertenecen las “estructuras portadoras” de la producción, la base de la sociedad– fue eliminada de la discusión y de manera que no deja dudas de que esto fue hecho consciente, fue bien pensado. Y la Asamblea, que es una masa siempre corriente de 1.500 personas, frente a la escena de hecho, no puede oponer nada a esta manipulación.

La misma manipulación hubo con la propuesta de discutir la “democratización de las empresas” [en las manos de capitalistas] y sobre la participación de los trabajadores en su dirección.

El proyecto de Frederic Lordon

Frederic Lordon, un intelectual de izquierda, probablemente el más popular en Francia, también tiene un proyecto que puede parecer más fino que el de Ruffin (http://www.monde-diplomatique.fr/2016/03/LORDON/54925).

Lordon propone un proyecto de “República social”, caracterizada por el autor de la manera siguiente:

“¿Qué es la república social? Es la tomada en serio de la idea democrática que fue puesta generalmente por [la revolución francesa] 1789 pero ‘cantonada’ [dejada de lado] en la esfera política… La república social es la democracia general, la democracia en todo lugar…

Digamos aún más directamente: lo que la Constitución de una república social debe pronunciar es la abolición de la propiedad lucrativa –por supuesto no por la colectivización estatal (cuyo balance es bastante conocido), sino por la afirmación local de la propiedad de uso, en el marco de todo el movimiento de sociedades cooperativas y participativas, de las empresas autodirigidas de España o de Argentina, etc.; las medidas de producción “pertenecen” solo a los que les sirven. Lo que le es dedicada a la actividad particular de abastecer con los productos y servicios, no impide a una colectividad productiva obtener… un carácter de la comunidad política –y ser autogobernada democráticamente…

El único camino…: el movimiento destituyente-reinstituyente de república social, es decir: el pueblo que toma de nuevo lo que le pertenece, la Constitución para extirpar el núcleo venenoso de la propiedad y poner…, de acuerdo con 1793, la democracia, pero democracia completa, democracia en todo lugar.

El primer lugar del movimiento constituyente es la calle, las plazas.

La república social es la democracia total…

… meter la democracia en todo lugar donde ella no está aún, y entonces en el imperio de la propiedad.

… la república social y la democracia total serán ganadas solo con las conquistas de la lucha fuerte.

Lordon es un crítico hábil del capitalismo actual. Pero, como se puede ver, él ve el proyecto de la transformación social a través del prisma falso de la “democratización” de la sociedad actual. Pero él continua la democratización del terreno político al terreno económico, a través del pasaje –impuesto por la lucha sobre todo en las plazas de la ciudad– de la propiedad grande a la propiedad privada colectiva en forma de las cooperativas y las empresas autogestionadas de sus trabajadores, vinculadas al uso local (es decir, consumación) y a la organización política que les corresponde en firma de comunidades locales.

Entonces, se pueden ver todas las características principales de los proyectos pequeñoburgueses de transformación de la sociedad. Como todos los proyectos así, el de Lordon ignora el hecho de que hoy la estructura material de la sociedad no es un suma de pequeñas empresas separadas, en las manos de capitalistas individuales, con el ciclo productivo más o menos completo y con la consumación local como fue en el siglo XVIII (¡y Lordon evoca directamente 1789!) sino que está compuesta por los grandes sistemas tecnológicos de producción, en las manos de los monopolios multinacionales (los sistemas nacionales y internacionales de energía, de transporte, de logística, de comunicaciones, de las plantas muy especializadas, etc., muy vinculados entre sí por el flujo de la producción, de la energía, de la información). Y es completamente inadecuado hablar sobre ellos como las empresas separadas, autogestionadas, como también es poco razonable hablar sobre la propiedad de uso local porque su producción se consume en todo el país y fuera de él. Por eso, el camino de las empresas relativamente autosuficientes, autogestionadas, con consumación local y con comunidades políticas locales, es absolutamente imposible por la estructura material de la sociedad actual.

Hay también otro problema. La burguesía y su máquina represiva son organizadas en el nivel nacional e internacional, y la “afirmación local de la propiedad de uso” es imposible sin imposición de la derrota política a la burguesía en el nivel nacional e internacional; antes que todo, sin destrucción de su Estado.

El único camino posible pasa por la toma del poder político por la clase trabajadora en nivel nacional para expropiar las estructuras portadoras de la producción de las manos burguesas y para ponerlas al servicio de todo el pueblo a través de un plan económico nacional centralizado. Y este proyecto –por el carácter mundial de la economía– tiene alcance internacional.

Lordon niega directamente este proyecto, niega la revolución y el proyecto proletario para agarrarse a la ilusión de pequeñas empresas autogestionadas con consumación local. Él evita el corazón del problema.

A propósito, las empresas autogestionadas en Argentina (a que Lordon se refiere) aparecieron sobre la ola revolucionaria de los años 2000 y después tuvieron una tendencia degenerativa porque se quedaron en el marco de la economía capitalista, que no fue derrocada. Estas empresas autogestionadas comenzaron a ahorcarse por las razones económicas, por los problemas con las materias primas y en especial con la distribución. Porque las pequeñas empresas no pueden competir con el gran capital, y es por eso que históricamente el gran capital ha absorbido las fábricas particulares, formando los monopolios.

Las perspectivas de Nuit Debout

El movimiento en las plazas de las ciudades, Nuit Debout, aunque es progresivo lleva por su origen y su carácter todas las faltas de los “Indignados” españoles: el predominio de las clases medias, el carácter externo respecto de las estructuras reales de la sociedad, la incapacidad de dar una respuesta estructural a la reforma del trabajo y la disimulación del problema central y unificador del momento por otros problemas. Y todo esto se acompaña con la aparición de los “jefes” del movimiento, sobre la base de su carácter amorfo, desestructurado, supuestamente democrático.

Sin resolver estas contradicciones (sin la organización orgánica y de clase, sin democracia, sin concentración de la lucha por una exigencia grande como la anulación de la reforma laboral, en lugar de las pequeñas reivindicaciones –porque es mejor golpear con el puño que con los dedos), Nuit Debout tiene pocas posibilidades de desarrollarse en la dirección positiva.

Pero caso Nuit Debout resuelva sus contradicciones, ella probablemente dejaría de ser Nuit Debout, porque esto significaría la organización de los trabajadores y de los jóvenes en sus lugares de trabajo y estudio, la unificación de la lucha sobre la base de las reivindicaciones de clase y, por ejemplo, la formación en la perspectiva de un frente de lucha unificado de los trabajadores con representación democrática, es decir, todo lo que el proyecto Nuit Debout niega en la forma como este fue pensado.

La lucha actual de los trabajadores y de los jóvenes necesita acciones unificadas: las huelgas prolongadas, las manifestaciones unificadas y bien preparadas. Por eso, para el progreso del movimiento, la actividad más importante es la organización democrática en los lugares de trabajo y de estudio, y la participación en las manifestaciones. Si en este camino es posible apoyarse en Nuit Debout, sería bueno.

También hay una necesidad grande de resistir a los proyectos reformistas ilusorios de los intelectuales pequeñoburgueses y promover el proyecto proletario revolucionario.

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