Escuchar a los tertulianos, opinadores, y demás fauna de los medios de comunicación sobre las intervenciones de los acusados del «procés» es un insulto a la inteligencia.
Desde Pepa Bueno hasta Risto, sea la cadena que sea, todos inciden en lo mismo: «no hay arrepentimiento», «no hay propósito de enmienda», «tienen que chocar con la realidad» (¿qué realidad? ¿la del voto de millones de catalanes el 1 O o la de los «piolines»?), y el más descerebrado de ellos, Jimenez Losantos, «la cárcel moldea los pensamientos», como si fuera un Torquemada redivivo.
Todos y todas dan por hecho, primero, que van a ser condenados, enviando la presunción de inocencia a la basura. Además, se supone que los casi dos años de cárcel que llevan castigados («la letra con sangre entra», porque eso y no otra cosa es la prisión preventiva) ya los debería haber reblandecido, como para que fueran ahora a «pedir perdón»; hicieran un acto de contrición, se arrodillaran ante la sacrosanta Constitución, y gritaran como un converso: «creo en dios».
Porque en el fondo las intervenciones de tertulianos, opinadores y demás lo que transmiten es un pensamiento absolutamente religioso. Hasta los términos son los que usa la Iglesia cuando uno se confiesa y el cura le impone la penitencia; arrepentimiento, propósito de enmienda, acto de contrición … ¡Son términos religiosos, no políticos!
Una persona que defiende unas ideas políticas, correctas o incorrectas, no se arrepiente de ellas, no pide perdón por ellas, no hace propósito de enmienda. Las puede corregir, las puede modificar, puede cambiar las ideas, porque la realidad o lo que sea le dice que las cambie, pero no hace actos de contrición como si de un «pecador» se tratara.
Esos conceptos religiosos en política no son más que la expresión de la mentalidad inquisitorial del Tribunal Supremo en los medios, que mientras «absuelve» al dictador Franco de su Golpe de Estado (eso sí fue un golpe de estado), se atreve tan siquiera a pensar que lo ocurrido en Catalunya lo fue.
La realidad, sres y sras tertulianos, es que la mentalidad inquisitorial española sigue muy viva, aunque no lo parezca (el TS y la Audiencia Nacional) la Inquisición desapareció hace siglos, y el llamado «problema» catalán no solo no ha desaparecido, sino que se mantiene y muy vivo.
El problema no es que Catalunya tenga o no encaje en la «España» del 78, sino que la «España del 78» es un traje que le viene pequeño no solo a Catalunya, sino tambien a Euzkadi, a Galiza,… al conjunto de los pueblos que hacen parte de ella. Es un traje en el que sólo caben los que habitualmente se sientan en el verdadero nido del poder, el poder central y centralista del capital español, ubicado simbólicamente en el palco del Bernabeu.
Es esa «España» que niega el gallego como idioma vehicular en Galiza -que ya tiene narices, y luego nuestros españolistas se quejan de que en los EE UU se persiga el castellano-, esa «España» que no exige a lo bancos que devuelvan el dinero que les prestamos, y amenzan con nuevos recortes, etc… Esa «España» es la que tiene un problema serio, y no Catalunya, Euskadi, Galiza, … o los trabajadores / as del estado.
El problema de éstos es la existencia de esa «España», que es clerical hasta muchos de los medios de comunicación supuestamente laicos, y que sólo saben pensar en términos religiosos frente a unas decisiones políticas.