Si los análisis de la crisis quedan atados a los métodos de la burguesía, de sus medios y apologistas, va a ser difícil levantar una crítica al sistema que rompa con él. Si seguimos sus esquemas contables no ayudaremos a la clase trabajadora, a la juventud a armarse críticamente contra los medios capitalistas. Al igual que no se puede derrotar a la burguesía desde las instituciones del estado burgués, no se puede analizar al capital y sus crisis con las herramientas teóricas del capital.Por Roberto Laxe (Publicado en noviembre de 2013)
Desde hace un tiempo, mas o menos el final del verano, se instaló en la propaganda del gobierno, de los medios y de un sector de las grandes empresas el mantra: “vemos luz el final del túnel”. Fue Botín quien mejor expresó esta imagen, «el dinero esta entrando en España a raudales». Frente a ello, desde un sector de la izquierda se lanza el mensaje de que el «final del túnel» no existe si tenemos 6 millones parados, la pobreza aumenta y la juventud emigra como en los mejores tiempos, por docenas de miles.
Sí bien son ciertos estos argumentos para decirles que para la clase trabajadora no existe «final del túnel»; no dejan de ser unos argumentos reformistas, parciales que no van al centro del problema, la estructura de las relaciones capitalistas, y en el fondo expresan una esperanza muy extendida en la clase trabajadora de que esta crisis va a pasar y vamos a volver a los “buenos tiempos”.
Uno, al capital le importa un comino que la clase trabajadora no vea el final del túnel, porque para los capitalistas su túnel remata cuando es capaz de imponer un retroceso en los derechos sociales y laborales, y recuperar de alguna manera los beneficios empresariales. Con las reformas laborales lo han conseguido, hoy es mas barato fabricar un buque en un astillero español que en el resto del mundo.
Dos, para los apologistas del capital, desde su punto de vista, es cierto que hay «luz al final del túnel», que no es otra cosa que la aplicación de la teoría general del equilibrio de los precios de las mercancías, según la cual, el salario – precio de la fuerza de trabajo- tiene que bajar hasta un punto en el que la creación de empleo se equilibre; algo así como cuando la carga de un buque se mueve, desequilibrándolo. Hasta que no se pone la carga en su sitio, el buque va a ir escorado. Y esto ya lo han conseguido, los salarios en la empresa privada se han reducido en un 20%.
Tres, hay inversión extranjero, dicen. Es cierto, porque la economía española perdió entre un 20 o un 25% de su peso, desde mayo del 2010, cuando Merkel anunció que «o lo mejor hay que rescatar» a España. A partir de este momento ZP anuncia las medidas de guerra social y el nivel de vida español se devaluó en esa proporción. Ahora las empresas españolas están, no en venta, sino a precio de saldo. Las viviendas pasadas el SAREB están a ser vendidas a los nuevos ricos rusos y chinos. Por eso entra dinero a «raudales», porque para el capital extranjero es cómo ir cara un «outlet», y por eso el Sr. Botín tiene razón a su manera, y su Banco a fe que canaliza muchas de esas inversiones, que para eso es uno de los bancos mas importantes de Europa.
En este cuadro muchos sectores sociales golpeados por la crisis suspiran por la «soberanía monetaria» de la peseta, olvidando que desde los años 50 con el Plan de Estabilización, todas las crisis en el Estado Español fueron enfrentadas con la devaluación de la moneda (la peseta), es decir, con la pérdida de poder adquisitivo y de peso de la economía, y la soberanía se traducía en una entrada masiva de capital extranjero, aprovechando los bajos salarios y la pérdida de valor de las empresas. En los años 50 fueron los años de «Bienvenido mr. Marshall», es decir, de los yanquis; en los 80 Felipe González hizo lo mismo, y entraron capitales alemanes y franceses; con Aznar y la ley del suelo, aconteció exactamente lo mismo.
La soberanía monetaria no es ninguna panacea, antes el contrario, mientras se mantenga esta división del internacional del trabajo en el que el Estado Español es un imperialismo de segundas en el cuadro de un acuerdo interimperialista (la UE), el resultado es exactamente el mismo: devaluación de la moneda, empobrecimiento social, emigración y pérdida de derechos. Si el problema fuera economicista, la entrada de dinero o la máxima de que “la escasez genera valor”, Botín y el PP tendrían razón. Gracias el euro entra dinero, hay inversiones extranjeras y los salarios -valor de la fuerza de trabajo- han bajado por mor del desempleo masivo, conclusión: salimos del túnel.
Pero, es cierto que “salimos del túnel”, o es un espejismo de la propia burguesía, incluso de los sectores mas lucidos, incapaces de comprender la profundidad de la crisis? El capitalismo con las crisis recuperaba el equilibro general entre trabajo y desempleo. Eso fue posible en el siglo XIX porque el capitalismo todavía tenía fuerzas internas para desarrollarse…, hasta la crisis del 29, cuando la recuperación del equilibrio vino precedida por la II Guerra Mundial. Sin embargo estamos en la época en el que el capitalismo ya no de más de si. El mundo ya esta repartido, ahora solo caben “nuevos repartos”, dijo Lenin en el Imperialismo Fase Superior del Capitalismo, lo que significa guerra, en sus más diversas variantes; guerra comercial, diplomática… o guerra-guerra.
La recuperación del equilibrio dentro del sistema capitalista, y por eso la crisis es como es, sólo es posible sobre la base de los datos que para el estado español se dan desde todas las esferas de la izquierda; millones de parados, empobrecimiento social, etc. Pero, justo por el calibre de la crisis, este empobrecimiento no resuelve nada de los problemas estructurales,
Uno, la crisis es mundial, no sólo española. Si los capitales entran en el “outlet” que hoy es la economía española no lo hace porque sea muy rentable, sino que por la pérdida de derechos es más rentable que otras, pero ninguna de ellas escapa de la quema, incluso los “emergentes” BRICS que ven su crecimiento atemperado.
Dos, entran en sectores no industriales. La industria, ya tocada en la línea de flotación con las reconversiones de los años 80 en la industria pesada, no renta y esta a punto de ser hundida: la quiebra del buque insignia de la industria basca Fagor (4500 trabajadores/as), o la crisis del buque insignia de la pesca gallega, Pescanova (10 mil trabajadores/as), son dos ejemplos de este hundimiento.
Denunciar a Botín y el PP por afirmar lo que afirman es una perogrullada el servicio de un discurso reformista, puesto que con mejorar las cifras de desempleo e incluso subir los salarios suponen que resolverían la situación. Para los social liberales de la izquierda es el camino, por eso fían todo a que la lucha social se traduzca en un aumento de sus votos; ellos resolverán el drama social sin llegar a la revolución.
La crisis que vive el capitalismo en la actualidad es de las que no tiene una salida pacifica ni “electoral”. La capacidad del sistema para recuperar el equilibrio es frenada por su capacidad para producir mucho mas de lo que el sistema puede asumir, generando una caída sistemática de la tasa de ganancia. Además, los mismos descubrimientos científicos que podrían abrir las puertas a un nuevo proceso de acumulación están encorsetados por las relaciones sociales de producción actual, basada en la industria del petróleo y derivados. No es concebible que las grandes petroleras, las constructoras y los bancos a ellos ligados rompan la situación actual. De hecho, el desarrollo del fraking, el gas de esquisto tiene que ver con este freno a las nuevas tecnologías.
Por ello, no hay “luz el final del túnel”, es sólo un espejismo de una burguesía, la española, especialmente ligada justo a la banca y a las grandes constructoras, y sólo la lucha de la clase trabajadora y los oprimidos pueden derrotarlos. Las denuncias de los datos de desempleo, de empobrecimiento social, sin ir a las raíces estructurales del sistema capitalista que lo generan, no es más que un saludo a la bandera que sólo abre las puertas a una “alternancia” electoralista dentro del sistema. Por la gravedad de la crisis, europea y mundial, se impone un poco de rigor en los análisis de la izquierda para poder levantar un programa de transformación socialista de la sociedad a partir de las contradicciones del sistema y del momento concreto de la lucha de clases.