¿Por qué una enfermedad con un índice de mortalidad que no pasa del 4%, tiene a medio mundo en pánico, provocando caídas de las bolsas, reducción de una décima en el crecimiento del PIB mundial, etc…?
Es obvio que el miedo a lo desconocido es un componente muy importante de la psique humana. La gripe, que tiene un índice de mortalidad superior, es parte de la rutina invernal y hay vacuna conocida mientras el corona virus es una novedad; no hay vacuna conocida, y aunque no es muy peligrosa, se contagia como la gripe, rápidamente.
El imaginario colectivo de la sociedad está más que predispuesto para asustarse; está lleno de filmes posapocalipticos, de zombis y thrillers a cada cual más retorcido en la capacidad de describir asesinatos. Han encontrado que en el “corona virus” y las fake se han hecho realidad estas premoniciones atizadas por los conspiranoicos (¡cuánto daño ha hecho series como Expediente X!): el colmo fue la utilización en las redes de fotos de los crímenes nazis con miles de cadáveres en las calles, para venderlas como la situación provocada por la enfermedad en ciudades chinas .
“El miedo conduce a la oscuridad”, repiten como un mantra los jedis en la serie Star Wars; y no les falta razón. El miedo colectivo desarma a los seres humanos ante la realidad; le impide verla con claridad y en esa oscuridad crecen como hongos aquellas fuerzas sociales que buscan en “el diferente”, en el inmigrante, en la mujer, … las causas de todos los males. Sin pararse a pensar dos veces, atacan virulentamente todo lo que se siente como una amenaza. Si a ello le unimos unos medios de comunicación que tienen como centro de su negocio la desinformación y el amarillismo, resaltar lo anecdótico para ocultar lo fundamental; tenemos todos los ingredientes para que haya, no una pandemia tipo peste negra o «gripe española», sino una justificación para tapar las miserias del sistema.
Porque de esto es de lo que, de últimas, se trata. Cuando la epidemia comienza a extenderse en China, con el “cierre” de ciudades enteras en cuarentena, el mundo descubre algo que era público, la “chinadependencia” que existe tras las deslocalizaciones masivas de los años 90. Las fábricas del automóvil, uno de los pilares del sistema, se vieron con problemas para tener muchos de sus componentes como la Nissan en Japón, y así en todos los sectores productivos.
Resulta que un virus que no mata ni como una gripe, pone patas para arriba toda la cadena de la economía. El capital que si es algo, es miedoso, se asustó, y la semana pasada las bolsas cayeron en un nivel que no se recordaba desde el comienzo de la crisis en el 2007; cayeron al nivel del pánico que generó la quiebra del banco Lehmann Brothers, hasta el punto que The Economist habla ya de unas perdidas mundiales de 80 000 millones de dólares… hasta ahora, que no se ha cerrado la epidemia.
Los cisnes negros y las debilidades del sistema
Un “cisne negro” en economía es un fenómeno imprevisible, normalmente extra económico, que con su aparición sacude todo el árbol del sistema, poniendo de manifiesto sus debilidades.
Era un secreto a voces que el mundo se deslizaba en la pendiente de una nueva recesión. Todos los indicadores oficiales señalaban un enfriamiento de la economía en estados centrales como Alemania o Italia, en el marco de la agudización de la guerra comercial de Estados Unidos contra todos. Porque no es cierto que fuera China la única afectada por la política arancelaria de Trump, aunque fuera la más importante; las movilizaciones agrarias españolas tenían como uno de sus motivos el fin de la exportación al mercado yanqui del aceite oliva o del jamón español por esas políticas.
Pero vayamos de la parte visible del iceberg de la crisis, a la que no se ve; la que está bajo el agua. El capitalismo no había cerrado la crisis iniciada en el 2007; sino que había dado un patada al balón de la especulación para delante. No había recuperado la tasa de ganancia generada en la producción de bienes y servicios a un nivel que permitiera un nuevo proceso de acumulación de capital, y abierto un nuevo ciclo expansivo atrayente para los capitales que se van a los paraísos fiscales.
Las deslocalizaciones de los 90, de las que ahora están pagando el pato con la “chinadependencia”, no habían resuelto de manera permanente esa caída, puesto que la recuperación de la ganancia generada no se basaba en un aumento cualitativo capacidad productiva del sistema, sino sobre la base de la destrucción de las condiciones laborales, no solo en los países dependientes, sino también en las potencias imperialistas, y el incremento del endeudamiento privado que permitiera mantener la capacidad de consumo de la clase trabajadora y los pobres. El empobrecimiento de la clase obrera europea y norteamericana es un hecho que nadie puede negar.
Al tiempo, los ricos se han hecho más ricos, con un aumento insultante de las desigualdades en todo el mundo, especialmente en los llamados estados centrales (Europa, EE UU, Japón, China, …) Teniendo en cuenta la dificultad (por no decir, imposibilidad) para acceder a los datos en los paraísos fiscales, comenzando por los estados yanquis de Delaware o Florida, o las europeas Luxemburgo o Suiza, la concentración de la propiedad ha aumentado en todo el mundo. Dependiendo del país, si en los 70/80 el 1% de la población mundial acumulaba entre el 10 y el 25% de las propiedades privadas, hoy se sitúa en la horquilla entre el 20 y el 40%; en una tendencia al alza (Thomas Piketty, Capital e Ideología).
La existencia de los paraísos fiscales ha hecho que todos los países del mundo reduzcan de una manera importante la presión impositiva sobre las grandes fortunas; así suceden con las exenciones de impuestos de sucesiones. En el Estado Español, Madrid es una especie de “paraíso fiscal”, pues las fortunas están exentas del pago de la cuota autonómica de ese impuesto. Este mecanismo fiscal, no ligado a la producción de bienes y servicios, sino al control del Estado, permite a los ricos hacerse más ricos. Su riqueza no surge de la producción, sino de la especulación, de la legislación fiscal permisiva, que conduce a que los bancos españoles hayan pagado menos impuestos desde que comenzara la crisis.
El otro gran nicho de enriquecimiento es la especulación con la deuda pública, pues los estados se ven obligados a financiarse en los mercados, que en el caso europeo está establecido en el mismo Tratado de Maastricht. Especular con la deuda privada, aunque se mantiene, ha bajado algunos enteros tras el batacazo de las hipotecas subprime en los EE UU, que fue el detonante de la crisis en el 2007. Unas hipotecas que se sabían incobrables, puesto que eran adquiridas por sectores sociales empobrecidos, fueron vendidas entre los bancos convenientemente adornadas, transformadas en lo que se llamó “productos financieros tóxicos”; y lo que comenzara en los EE UU se extendió a todo el mundo, infectando todo el sistema bancario. La quiebra de Lehmann Brothers fue la imagen en la que se miraron todos los bancos centrales.
Todos salieron a “salvar al soldado Ryan” como locos; la máquina de hacer dinero en los EE UU primero, y en la Unión Europea después echaba humo por salvar un sistema financiero que hacia aguas por todos los lados. Había que tapar la vías por las el sistema estaba amenazado y Sarkozy grito: “hay que refundar el capitalismo”. Lo hicieron como sólo saben hacerlo, vendiendo hasta la camisa del estado (¡privatizaciones!) y endeudandolo hasta el punto de que hoy Japón (más del 200%), Grecia, Italia, los EE UU, tienen una deuda pública superior a lo que son capaces producir en un año. Deben más de lo que ingresan, y en el mejor de los casos, como el Estado Español, Francia o Gran Bretaña, debe lo mismo que produce al año.
En el 2014 los EE UU y luego la UE dijeron que la crisis había pasado, y que el mundo entraba en una fase de nuevo crecimiento. Habían tapado los agujeros a base de crear dinero, que como la pintura, solo ocultaba los defectos y rápidamente olvidaron el grito de Sarkozy, de “refundar el capitalismo”. Pero no habían resuelto ninguna de las causas que habían provocado la crisis, especialmente la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, que como el bosón de Higgs es difícil de ver salvo por sus efectos: la crisis del gigante eléctrico Enron o la de las sociedades “.com” a comienzos del milenio fue el aviso de lo que pasaría poco después, en el 2007.
Desde los años 80 el volumen de una empresa no se mide por su facturación ni por sus inversiones reales, sino por su valor en bolsa. A partir de este momento toda empresa que quiera aparecer como poderosa, tiene que tener un gran valor bursátil; y cómo lo logra, pues comprándose (especulando) a si misma acciones, a través de sociedades interpuestas.
El drama para el capitalismo, que se convierte en tragedia para la población, es que este mecanismo sobrevalora las empresas en un fenómeno de tijeras que termina por romper por algún lado cuando la realidad de la producción, expresada en el balance de perdidas y ganancias demuestra que ese valor en bolsa no se corresponde con los hechos. La quiebra es al única salida; le paso a Enron, paso con las .com, le paso al gigante de la alimentación italiana Parmalat, etc. Al final de la especulación se encuentra, siempre, la producción de bienes y servicios sobre la que construir todo el entramado financiero.
La crisis del 2007 hundió la deuda privada para la compra de cualquier bien (vivienda, automóvil, viaje turístico, estudios, etc.) sobre la que baso su recuperación en los años 80/90 y ahora no encuentra un recambio en la producción de bienes y servicios que generare una tasa de beneficios lo suficientemente potente para sustituir al petróleo y sus derivados (automóvil, plásticos, turismo, etc.) como eje de la acumulación de capital. Hay indicios en los desarrollos tecnológicos de los últimos años como la nanotecnologia, el grafeno, la industria verde, … pero no tiene la suficiente entidad, todavía, para sustituirlos como la columna vertebral de la acumulación de capital que arrastre tras de sí la inversión productiva.
Parafraseando a Marx, el desarrollo de las fuerzas productivas se rebela contra las relaciones sociales de producción presentes basadas en la industria del petróleo, pero sin la entidad suficiente para sustituirla; y en este interregno, “surgen los monstruos”… o “los cisnes negros”.
El “corona virus”, paralizando ciudades industriales chinas, golpeando sobre la industria del turismo en todas sus variantes como las compañías aéreas, las cadenas hoteleras como la Wyndham china que ha cerrado 1000 hoteles y los 300 restantes la ocupación está al 25%, la cancelación del Mobile en Barcelona o el carnaval de Venecia, es ese “cisne negro” que con el pánico al contagio ha sacudido una recuperación económica que tenía los pies de barro.
El Estado Español en la pendiente
La ministra Nadia Calviño dijo que el crecimiento de la economía española se apoyaba en la mejoría de la economía mundial… si no fuera porque cuando llega una crisis, quien la paga es la clase obrera y los sectores pobres de la sociedad, sería interesante ver cómo la ministra justifica esas palabras ahora, cuando uno de los sectores más vulnerable al miedo generado por el “corona virus” es la niña bonita de la economía española, el turismo.
¿Cómo el gobierno de “progreso” va a enfrentar la caída de las reservas hoteleras, en la entrada de turistas, que generan el 17% del PIB español; y que se basa en la precariedad más absoluta de las relaciones laborales? Porque si el gobierno fiaba todo al viento en popa de la mejoría a nivel internacional para hacer pequeñas concesiones al movimiento obrero y a los sectores en lucha, como el 0,9% de los pensionistas o la subida del SMI, ¿qué va a hacer ahora que lo que sopla es el viento de proa de la recesión?
En fin, si le falla la “mejoría” de la economía mundial; ¿de dónde va a sacar los recursos para hacer lo que prometió, políticas sociales?, teniendo como tiene un sistema fiscal regresivo donde los impuestos a las empresas han disminuido en todos los países de la OCDE desde el 2007 hasta el 2014, mientras han subido los impuestos indirectos (IVA especialmente); con un estado del bienestar en desguace, con las privatizaciones avanzando en todas las administraciones, desde los ayuntamientos hasta el estado, con una deuda pública que es igual al PIB, …
Conociendo al PSOE ya sabemos la repuesta: Felipe Gonzalez y ZP, en condiciones similares de crisis internacional y crisis estatal, hicieron contrarreformas laborales, de pensiones, privatizaron y comenzaron el desmontaje del estado del bienestar, al que el PP le ha dado la puntilla; por lo que es obvio que el periodo de concesiones del gobierno se va a terminar a corto plazo; en el momento en que los vientos de la recesión golpeen duro. Y para eso debemos prepararnos, para enfrentarlo desde la movilización.
Humildemente desde estas líneas lanzo algunas propuestas: que la crisis la pague el capital, que es quien la creo. Que se nacionalice la industria en crisis como toda la electro intensiva amenazada, que se hagan planes de transición en la industria del carbón (minas, térmicas, …), garantizando todos los puestos de trabajo. Que se deroguen todas las contrareformas laborales y de pensiones realizadas por los gobiernos del PPSOE. Que se renacionalicen todos los servicios públicos, de sanidad, educación, etc…, privatizados, sea en ayuntamientos, comunidades autónomas o el estado.
Porque hay otra opción, que es construir un programa de emergencia obrera y popular, que se base en dos principios, la resolución de las necesidades sociales y la planificación democrática de la economía. Los “cisnes negros” sólo son posibles en una sociedad basada en la irracionalidad de la búsqueda del beneficio privado por encima de toda otra determinación. Sólo desde la conciencia de la lucha por el socialismo a nivel internacional, se podrá evitar que el miedo a los “cisnes negros” den al traste con las esperanzas de futuro de la sociedad.
Una correción necesaria que no modifica el fondo
En el artículo firmado por mi, “el corona virus, los cisnes negros y la crisis economica que no cesa” se hacía una afirmación equivocada; que la gripe “tiene un índice de mortalidad superior” que el llamado corona virus; cuando lo cierto es justo al revés. Mientras el coronavirus tiene una mortalidad, de media, del 4%, aunque según informaciones de Centro para el Control de Enfermedades de China, esta se situa en el 2,3% (Elplural, 13/03/20), la gripe está en una horquilla entre el 0,1 y el 0,01%.
¿Porqué no modifica el fondo? Simplemente porque sigue siendo una mortalidad baja, y según ese mismo Centro, el 80,9% de los casos son leves, mientras que el 13,8% son graves y solo el 4,7% son críticos; pues se complican con otras enfermedades pulmonares o cardiopatias previas.
Por ello, la pregunta es pertinente, ¿por qué una enfermedad que afecta al 20% de los contagiados ha puesto patas arriba todo el sistema productivo mundial? Ciertamente, porque hay un fondo de verdad para que cuele la mentira de una crisis generada por el corona virus, es más contagiosa que la gripe y no tiene vacuna conocida. Pero el fondo del artículo justo iba a señalar que la crisis no surge del corona virus, sino de que la globalización hace interdependientes a todos los paises del mundo, en un efecto mariposa; y una enfermedad no excesivamente grave en Wuhan ha provocado que las grandes empresas españolas pierdan estos días 143 mil millones de euros, o que Wall Street haya caído un 14%.
La pregunta, desde el punto de vista económico es absolutamente pertinente. ¿Qué hace que una sociedad supuestamente avanzada tecnologicamente, pierda los papeles ante esta enfermedad? Por ejemplo, cuando apareció el SIDA, se tardó dos años en descubrir qué tipo de virus lo provocaba; en el caso del corona virus se logró en 1 mes como mucho, y no se cerraron ciudades, países ni nada por el estilo; total era una enfermedad de los homosexuales. Y no olvidemos, el SIDA sigue matando a millones todos los años, 1,8 en el 2016.
¡Ah!, el SIDA está relativamente controlado y no afecta a las cadenas de producción y distribución de mercancias. Para ser más precisos, la extensión del SIDA no se da en la “fabrica del mundo”, China, sino que está confinado en ese continente maldito; el que el imperialismo lleva siglos saqueando, África, donde está el 67% de los infectados; pero poco les importa, son muchos. Eso sí, si 100 mil europeos y chinos se contagian con el coronavirus, afectando a las cadenas de la economía, saltan todas las alarmas: el sistema está en peligro.
Este es el fondo del artículo; el sistema reacciona con una virulencia exagerada cuando le tocan, no la vida de los seres humanos, que les importa un comino, sino los bolsillos de los grandes capitales. Por eso, el análisis de que esta enfermedad ha detonado la crisis económica que estaba larvada no se ve modificado por la precisión que, ciertamente, hay que hacer sobre las diferencias entre el corona virus y la gripe.