Finalmente, se ha cumplido la peor hipótesis. Después de unas agónicas negociaciones de más de tres meses, la CUP ha acabado firmando deprisa y corriendo un Acuerdo Parlamentario de investidura que la incorpora a la «gobernabilidad» y la convierte en base de apoyo del govern de Junts pel Sí (JPS). Ahora cumple el mismo papel que cumplió ERC con el gobierno de CiU. Este acuerdo inaceptable se carga a la CUP como herramienta rupturista y anticapitalista.
Por Felipe Alegría y Nuria Campanera
Un “relato” destinado al autoengaño
Sin embargo, se está construyendo un “relato” para justificar el acuerdo y resaltar las “victorias” conseguidas. Según esto, la victoria sería haber desplazado a Artur Mas de la presidencia. Pero después de repetir que la beligerancia contra Mas era por lo que representaba, cuesta ver qué victoria representa poner en su lugar a un político como Carles Puigdemont: fiel a Mas y uno de los hombres fuertes de CDC, que en los últimos años se ha manifestado en defensa de Pujol, de la privatización de la Sanidad, de la escuela privada o del estado sionista de Israel. CDC está herida, pero ahora, con el acuerdo, ha encontrado la ocasión para resucitar, con Mas al frente.
El precio pagado por la CUP para evitar el “Mas o Marzo” [fecha de las elecciones anticipadas] ha sido comprometerse con la estabilidad parlamentaria del govern de JPS, aceptando su parodia del «plan de choque» y su hoja de ruta. Y como postre, la humillación pública por “la beligerancia hacia Junts pel Sí”.
El relato ideado para legitimar el acuerdo dice que es “interpretable” y que no compromete la aprobación de los presupuestos, pero si hay algo que afecta a la estabilidad parlamentaria de un gobierno son los presupuestos. Y los que pronto hará aprobar Junqueras, sometidos como estarán al pago de la deuda y a los diktats de la UE y de Madrid y serán, a buen seguro, antisociales y mantendrán la política de austeridad, disfrazada con concesiones menores y una política de gestos.
Se ha dicho que las dos diputadas de la CUP-CC que “participarán en todas las deliberaciones y actuarán conjuntamente en las tomas de posición del grupo de Junts pel Sí» serán “fiscalizadores” y no lo que realmente son: rehenes y correa de transmisión del govern hacia la CUP, cuya libertad de voto desaparece en todo lo fundamental.
Una programa que caduca con la campaña electoral
Una de las causas que nos ha traído hasta aquí es una concepción del programa como una herramienta electoral que caduca el día de las votaciones y no como un compromiso firme con las trabajadoras que guía y condiciona la política. Según esta concepción, si el resultado electoral te obliga a asumir responsabilidades, cómo ha sido el caso, el programa defendido antes y durante la campaña se convierte en material para hacer discursos los domingos.
De hecho, el mismo día de las votaciones las candidatas electas ya tiraron por la borda el programa y la hoja de ruta que habíamos aprobado democráticamente en las asambleas y que se había reflejado en la Declaración de Ripollet.
Desaparecía el compromiso con los «cinco puntos irrenunciables»: la declaración unilateral de independencia (que a la vista de los resultados, podía transformarse en soberanía del Parlamento y convocatoria de referéndum unilateral); un programa de emergencia social por encima del pago de la deuda; un proceso de desconexión con el estado español y la UE basado en la suspensión de la legislación estatal y de la UE lesiva para las clases populares; el impulso de un proceso autoorganizado y popular; y la búsqueda del reconocimiento internacional. Se pasaba a defender un «programa de mínimos», como si el programa aprobado no correspondiera a las necesidades de la mayoría trabajadora.
Una visión parlamentarista y «patriótica» de la lucha por la independencia
Hay también una visión de que la independencia se conseguirá a través de la vía parlamentaria, complementada con la presión de civilizados desfiles en la calle. De hecho, el pacto firmado acepta esta estrategia, que para JPS es irrenunciable. La ruptura independentista sólo puede ser una ruptura traumática con un estado que hace de la negación del derecho a la autodeterminación y de la unidad forzada uno de sus pilares esenciales y que es, a la vez, una pieza clave de la arquitectura de la UE. La proclamación de la república catalana exige una lucha decidida que cuestione la «seguridad jurídica» y donde el protagonismo no puede recaer en las clases medias acomodadas que no tienen consistencia social y sí bastante cosas a perder, sino en los sectores más conscientes de la clase trabajadora, junto con los sectores más radicales de las clases medias, sin olvidar la solidaridad de los sectores más conscientes de la clase trabajadora española y de los pueblos del estado.
Esta visión parlamentarista provocó el miedo de ir a elecciones “en marzo”, pues se preveía un “fracaso” electoral, en primer lugar de la propia CUP y también una posible pérdida de la mayoría parlamentaria independentista y de “la oportunidad histórica”. Al final, todo ha quedado fiado al juego parlamentario y a las falsas esperanzas en el gobierno de JPS. La CUP-CC ha renunciado así a su programa rupturista y a la lucha consecuente por la república catalana y contra la política de austeridad y la troika.
Esta visión parlamentarista va unida a la falsa creencia de que la liberación nacional pasa inevitablemente por un frente con la burguesía catalana. Pero no es así. La historia demuestra que cada vez que ha tenido que escoger entre “la bandera o la cartera», no ha tenido ningún reparo a unirse con el estado central contra el pueblo trabajador. Y si venimos a la actualidad, sólo hace falta ver la reacción de JPS ante la primera amenaza importante del Estado a raíz de la declaración inicial del Parlamento: hacer alegaciones al mismo Tribunal Constitucional que habían declarado “deslegitimado y sin competencia”, diciendo que la declaración era sólo “una voluntad”, “sin fuerza legal”. ¿Qué harán si el Estado interviene la Generalitat, más allá de protestas verbales, recursos legales y alguna manifestación «civilizada»?
Un acuerdo de inmolación
La CUP-CC no debe intentar autoengañarse sobre un acuerdo que la compromete a hacer de ala izquierda del govern de JPS, al que será necesario combatir por sus medidas socioeconómicas, su enfrentamiento a las luchas que surjan y su inconsecuencia y claudicaciones en la lucha nacional. El acuerdo lleva la CUP a la autodestrucción.