Egipto vive en el último periodo una ola de huelgas y protestas obreras que pueden anticipar un nuevo ascenso de las luchas contra la dictadura militar que gobierna el país desde 2013, cuando se llevó a cabo el golpe de estado organizado por el actual presidente Abdel Fattah al-Sisi, quien derrocó al presidente y miembro de la Hermandad Musulmana Mohamad Morsi.
Por Gabriel Huland
El centro de la resistencia al régimen militar se encuentra en las regiones industriales de Mahalla, en el Delta del Nilo, así como en Asyut y en la región del canal de Suez, más concretamente en las ciudades de Ismaylia y Port Said. Según el portal de noticias independiente Mada Masr, “las protestas más notables se dan entre los trabajadores empleados en siete empresas subcontratadas por la Autoridad Estatal del Canal de Suez (SCA), así como en la Compañía de Cemento Assiut y dos fábricas textiles privatizadas: la desmotadora de algodón del Nilo y la compañía textil Shebin al-Kom”.
Las reivindicaciones más importantes son: salarios más altos, paridad en el lugar de trabajo, la aplicación de las sentencias judiciales, el reintegro de trabajadores despedidos y el pago de bonos vencidos. El número de trabajadores involucrados en las protestas es desconocido, pero se calcula que son miles. En la ciudad de Asyut, más de 240 trabajadores han empezado una huelga el último lunes exigiendo el pago, por parte de una empresa de cemento, de los bonos del 10% sobre los beneficios previstos en la ley.
Otra de las demandas presentes es la reintegración de los trabajadores despedidos. Cerca de 300 trabajadores echados de la compañía téxtil Shebin al-Kom han organizado una protesta el pasado martes 7 de diciembre.
Hace poco más de un mes los obreros de dos grandes empresas textiles públicas de Mahalla, 17.000 trabajadores de un total de 25.000, paralizaron las actividades con la demanda del pago de los bonos del 10% (sobre los beneficios obtenidos) que la empresa se negaba a pagar con la justificación de que había tenido pérdidas en el curso anterior. Los trabajadores lo niegan. La huelga que duró diez días solo fue suspendida cuando el gobierno se comprometió a pagar el dinero debido a los trabajadores. El comité de huelga hizo público un comunicado en el que afirma que, caso no se cumpla lo prometido, volverán a convocar una nueva huelga por tiempo indeterminado.
En la fábrica de procesamiento de alimentos Jawhara, en la provincia de Beheira, también en el Delta del Nilo, alrededor de 5.000 trabajadores suspendieron sus actividades en protesta contra los salarios miserables recibidos y, así como en otros casos, por la negativa de la empresa a pagar los bonos del 7% determinados por la legislación laboral vigente. Un trabajador de Beheira denunció que su salario no supera las 500 libras (U$50,00) y que hace más de tres años que no recibe un aumento.
Este cuadro de huelgas en los principales centros industriales del país no es mera casualidad sino que expresa el creciente descontento por parte de los trabajadores más explotados del país, que después de un año de la elección de al-Sisi (en unas elecciones nada limpias) no ven mejora alguna en su nivel de vida. Puede estar en gestación un nuevo ascenso obrero que cambie la situación política en el país y abra un nuevo momento en la revolución egipcia.
Los sindicatos oficialistas, en particular la Federación Egipcia de Sindicatos, ni siquiera difunden en sus páginas web la existencia de estas huelgas, así como tampoco lo hacen los medios de comunicación públicos. Hay un verdadero boicot mediático y de la burocracia sindical a las luchas obreras en curso. De hecho, la federación oficialista, creada en 1957 por el todo poderoso Gamal Abdel Nasser para controlar el movimiento sindical egipcio, intentó hasta el último momento convencer a los trabajadores de las distintas regiones a no empezar los movimientos huelguísticos.
En 2011 se creó la EFITU (Federación Egipcia de Sindicatos Independientes) como parte del proceso de reorganización sindical abierto con la revolución que derrocó a Hosni Mubarak en enero de 2011. En los últimos dos años se llevó a cabo un proceso de cooptación de la mayoría de la EFITU, con raras y honrosas excepciones, cuyos principales dirigentes claudicaron al discurso del gobierno de unidad nacional para combatir el terrorismo, representado mayoritariamente por la Hermandad Musulmana, en palabras de los militares.
Crisis económica y autoritarismo creciente
Hemos señalado en artículos anteriores que la economía egipcia atraviesa un periodo de fuerte deterioración. Los aspectos que más evidencian esta realidad son la creciente inflación (este año los datos oficiales señalan 12%), el dólar en alta, los bajos salarios y la crisis en la industria turística, acentuada tras el derrumbe del avión ruso en la península del Sinai. La expansión del Canal del Suez ha sido un total fracaso y la construcción de la nueva capital, anunciada por el presidente, posiblemente no se realizará por falta de inversores.
Lo que sí se hace realidad es la creciente imposición de leyes autoritarias por parte de la dictadura militar. Las leyes anti protestas y anti huelgas siguen vigentes, el número de presos políticos es desconocido, entre ellos la activista de derechos humanos Mahienour e incontables activistas, bloggers y periodistas. El fotoperiodista Mahmoud Abou Zeid está detenido hace más de 850 días sin juicio. El Tribunal Constitucional sancionó en abril las leyes aprobadas por el gobierno que criminalizan las huelgas y sentadas.
Los malos tratos y la falta de información imperan en el sistema carcelario del país. Muchas familias denuncian casos de torturas y una gran cantidad de presos no han tenido derecho a un proceso judicial mínimamente imparcial. El sindicato de los periodistas de Egipto lanzó una campaña recientemente para denunciar esta situación y exigir que los presos políticos reciban por lo menos una atención médica decente. Hay casos absurdos en los que la policía detuvo a personas por portar un libro o llevar una camiseta.
La península del Sinai y la acción de grupos armados
El otro foco de inestabilidad en el país es la acción de grupos armados centralmente en la península del Sinai, pero también en el Cairo y otras ciudades como Alejandría. Un artículo publicado recientemente en el periódico al-Araby ayuda a entender la dimensión de la cuestión.
“Hay más ataques que nunca antes. Los números hablan solos: en 2014 hubo un promedio altamente preocupante de 30 ataques por mes, cuatro veces más que en años anteriores. Pero en 2015 estos números explotaron, con un promedio de 100 ataques por mes.”
Como se ha dicho anteriormente, no solo en el Sinai, en la región de la frontera con Libia, en el Cairo y Alejandría también se están produciendo ataques a objetivos militares, turísticos y de grandes empresas multinacionales, como el intento de hacer explotar una bomba en el aeropuerto del Cairo y matar a un ejecutivo de IBM. Confrontaciones entre grupos armados y el ejército se han convertido en algo frecuente.
El gobierno, en una demostración de prepotencia y poco sentido de la realidad, afirma que Egipto es un país “libre, seguro y estable” y que el Sinai está totalmente controlado. Las autoridades intentan convertir el “terrorismo” en el gran enemigo a derrotar, utilizando este discurso para atacar toda y cualquier manifestación de oposición a sus políticas. Sin duda hay distintos grupos reaccionarios y de carácter fundamentalista islámico actuando en Egipto, pero hay distintos medios de comunicación serios que hablan de una verdadera “insurgencia” contra el gobierno militar, dirigidas por grupos con una ideología y un método equivocados, pero apoyados en un legítimo sentimiento de insatisfacción popular.
En el Sinai, por ejemplo, muchas tribus se armaron en la época de las guerras con Israel, recibieron armas del gobierno y ahora las utilizan contra el ejército. También actúan grupos como Ajnad Masr, de ideología salafista, o el Movimiento Aliado de Resistencia Popular, que lleva a cabo acciones armadas contra objetivos militares y corporaciones internacionales. Otros grupos como Walaa y Punición Revolucionaria, supuestamente formados por simpatizantes de los Hermanos Musulmanes, actúan en la región de Giza. Reafirmamos nuestro desacuerdo con este tipo de acciones armadas que, así como la acción del EI, solo proporciona la legitimidad necesaria para que el gobierno reprima y ataque a los trabajadores y los movimientos sociales en su conjunto.
La tradición de lucha del movimiento obrero egipcio
Egipto es el país más industrializado del mundo árabe, con una enorme tradición de organización y lucha. Los otros dos países con fuerte presencia de clase obrera con tradición de lucha son Irán y Turquía, que no son árabes. Las primeras huelgas obreras remontan al año 1899 cuando los trabajadores de la industria del tabaco realizaron una importante huelga.
El afloramiento del movimiento sindical tuvo lugar sin embargo en los años 40 y 50, cuando el país vivió sus años dorados de industrialización y el Cairo se convirtió en la Perla del Nilo, con la expansión también de su industria cultural. Nasser, con su política de cooptación y represión, prohibió el derecho de huelga y creó como se ha mencionado antes, la ETUF en 1957. Durante los años dorados de Nasser la economía crecía a un ritmo acelerado, cerca del 6% al año y fueron creados más de un millón de empleos, lo que contuvo las luchas por un periodo.
En los años 70, cuando se inicia el proceso de liberalización económica llevado a cabo por Anwar al-Saddat, con su política de “puertas abiertas” al imperialismo, hubo un gran ascenso sindical, con fuertes huelgas salariales y contra las privatizaciones. Las más importantes fueron la huelga del transporte de 76 y la revuelta del pan en 77. En los años 90, más concretamente en el 91, Mubarak firmó un gran acuerdo económico con el FMI que provocó en los años siguientes un nuevo ascenso obrero y popular.
Vale recordar que todavía hoy, una parte importante de las fábricas egipcias son propiedad del ejército y son los soldados, los jóvenes obligados a cumplir el servicio militar y que pueden ir a la cárcel si no lo hacen, los que trabajan en las líneas de producción. Con el proceso de privatización muchos militares se asociaron a capitales internacionales y pasaron a ser los nuevos burgueses egipcios.
De 1998 a 2010 se contabilizaron entre 3400 a 4000 huelgas en todo el país, que involucraron a cerca de 4 millones de trabajadores, contra las privatizaciones y la enorme precarización de las relaciones laborales. Hasta julio de 2015 cerca de 800 huelgas habían ocurrido y esto sin contar la oleada iniciada en setiembre hasta ahora.
Actualmente se puede estar gestando un nuevo ascenso obrero, que tendría un impacto no solo en Egipto, sino en todo el mundo árabe, que puede ser derrotado, pero puede también reactivar un proceso de luchas en la región. El papel de los sindicatos independientes y de los activistas que vivieron la experiencia de la revolución de 2011 será fundamental en el desenlace de este proceso. Además, está convocada una movilización en el quinto aniversario de la revolución, el 25 de enero de 2015, por el movimiento “Volvimos a la plaza”, que llama a una gran manifestación contra al-Sisi. No sabemos qué sucederá. Las cartas están en la mesa. Debemos llenar la lucha de los trabajadores egipcios de solidaridad y hacerles saber que tienen camaradas en los cuatro rincones del planeta.