¡Por una Ucrania unificada y libre de la opresión rusa!
Putin acaba de rubricar un decreto reconociendo a las “autodenominadas repúblicas” de Donetsk y Lugansk como Estados independientes, ajenos a Ucrania. En paralelo, amparándose en unos “tratados de amistad” firmados con las autoridades títere de esos territorios, ha enviado tropas a la zona con la cínica excusa de “salvaguardar la paz”.
El reconocimiento de estas “repúblicas” títeres, sostenidas por bandas paramilitares controladas por Moscú, con el apoyo del ejército ruso, son una agresión frontal contra la soberanía nacional y la integridad territorial de Ucrania. Esta agresión rusa es continuidad de la anexión de Crimea en 2014.
El reconocimiento de estas falsas repúblicas independientes por parte de Putin dinamita el Acuerdo de Minsk, firmado en 2015 para detener la escalada militar. Este acuerdo, impuesto a Ucrania amparándose en la superioridad militar rusa, mantenía el statu quo favorable a Rusia y reconocía la “autonomía” de estos territorios del Donbás. Sin embargo, aun así, estos territorios eran reconocidos formalmente como parte de Ucrania. El Acuerdo incluía además la retirada de los grupos paramilitares prorrusos de la zona y la recuperación del control de las fronteras por parte del gobierno ucraniano. Pero los grupos paramilitares nunca se marcharon, sino que fueron reforzados y tampoco Ucrania recuperó el control de sus fronteras orientales. Ahora Putin ya no reconoce a estos territorios como parte de Ucrania y manda a su ejército para asegurarlo.
El reconocimiento plantea el riesgo directo de una agresión contra el resto de los territorios del Donbás, del cual las repúblicas títeres de Donetsk y Lugansk solo ocupan una tercera parte, aunque reclaman la totalidad de ese territorio en sus “constituciones”. Esto desencadenaría una guerra con miles de muertos, devastación y consecuencias imprevisibles.
El reconocimiento de la independencia de estas “repúblicas” y el envío de tropas rusas ha sido acompañado de un discurso televisado de Putin de gran trascendencia en el que, además de justificar su actuación con acusaciones surrealistas de un supuesto “genocidio” de la población rusa en los territorios del Este o del carácter “nazi” del régimen ucraniano, ha expuesto, con la solemnidad de las grandes ocasiones, las aspiraciones imperiales del capitalismo ruso. Un capitalismo débil, financieramente dependiente y reducido a un papel de abastecedor energético, pero al mismo tiempo, una superpotencia militar heredada de la URSS. Sus aspiraciones descansan, en primer lugar, en el sometimiento de las antiguas repúblicas soviéticas que pertenecieron a la URSS.
Putin, amigo de toda la ultraderecha europea, que admira su régimen ultranacionalista y autoritario, ha sido muy claro al decir que Ucrania fue “una creación de los bolcheviques” cuando no pasa de ser una parte integral de Rusia. Ha atacado con saña los principios de Lenin sobre las nacionalidades: “Les dimos el derecho de abandonar la URSS sin términos ni condiciones. Esto es una locura”. En cambio, enalteció a Stalin, que reprimió en sangre toda aspiración nacional de los pueblos soviéticos e impuso una feroz opresión del nacionalismo gran-ruso, en directa continuidad con la política zarista que Lenin combatió frontalmente.
Para Putin, el colapso de la antigua URSS, que permitió la libertad nacional de los pueblos sometidos al nacionalismo gran-ruso fue “la mayor catástrofe del siglo XX” que debe ser revertida. Y como no puede hacerlo de otra manera, se vale de la fuerza militar. Además de Ucrania, es el caso del apoyo al régimen autoritario de Lukashenko en Bielorrusia ante la insurrección popular. O la reciente intervención de tropas rusas en Kazajistán (bendecida en esta ocasión por EEUU, la UE y China), destinada a aplastar el levantamiento popular contra el régimen de ese país, que fue realizada bajo el paraguas de la alianza militar CSTO (formada por el gobierno ruso y los de las exrepúblicas soviéticas).
Uno de los argumentos que ha estado utilizando Putin para justificar su política hacia Ucrania es el cerco militar al que, efectivamente, Rusia es sometida por la OTAN. Pero para defenderse de verdad de este cerco, el gobierno ruso debería apelar a una movilización de los pueblos ucraniano y europeos, norteamericano y ruso contra el aumento de la presencia y de las amenazas militares y exigir, así mismo, medidas radicales de desarme mutuo. Pero Putin y los oligarcas rusos a quienes representa, temen más a las masas populares que al imperialismo y no están dispuestos a debilitar el militarismo gran-ruso, su gran baza frente al pueblo ruso y los pueblos de su periferia, su único punto fuerte donde apoyar sus aspiraciones frente a las grandes potencias. Así, la “defensa” de Putin frente a la OTAN es una brutal agresión contra la nación ucraniana. Con ello no hace otra cosa que ofrecer argumentos a EEUU, la OTAN y la UE para que aparezcan como los protectores de Ucrania, para que la conviertan en una semicolonia militar de la OTAN y para que incrementen su presencia militar en el Este de Europa.
¡Fuera las garras de los Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea!
Pero la actuación de EEUU, la UE y la OTAN nada tiene que ver con la defensa de la soberanía ucraniana, cínicamente manipulada en función de los intereses de dos bandos contrarrevolucionarios: la Rusia de Putin de un lado y, de otro, el imperialismo norteamericano, su OTAN y sus socios europeos. Ambos bandos están utilizando el conflicto ucraniano para defender sus posiciones, fortalecer el militarismo en Europa y en el mundo e impulsar una carrera armamentista.
El conflicto de Ucrania es también un teatro de operaciones en el que EEUU busca afianzar su autoridad en relación a la Unión Europa, en particular Alemania, a costa de las relaciones de esta con Rusia, su gran abastecedora energética. En último término, EEUU quiere disciplinar rígidamente a Alemania en su gran disputa con China.
Rusia no tiene ningún derecho sobre Ucrania. Fuera las tropas y los paramilitares rusos del Donbás. Retirada de las tropas y equipamientos militares rusos de la frontera oriental y de Bielorrusia. Devolución de Crimea.
Disolución de la OTAN. Fuera las tropas y bases americanas de los países de Europa occidental y el Este europeo.
Disolución de la alianza militar CSTO (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva) del Estado ruso con las exrepúblicas soviéticas, utilizado para el envío de tropas para aplastar levantamientos populares y sostener a oligarcas sumisos, como en Kazajistán.
Por una Ucrania unificada y libre de la opresión rusa, fuera de las garras de los Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea.
Contra la política opresora del nacionalismo “gran ruso” de Stalin y Putin, reivindicamos la política leninista del derecho a la autodeterminación nacional de los pueblos.
Alto a la militarización y la carrera armamentista. Disminución drástica de los presupuestos militares. Destrucción de los arsenales nucleares y de las armas de destrucción masiva.