La experiencia de la Comuna de París, primer experiencia de una revolución obrera, frente a la cuestión del Estado, Marx y Engels llegaron a una trascendental conclusión: A diferencia de procesos revolucionarios anteriores, la conquista del poder político en una revolución por parte de la clase obrera no la llevaría a tomar el aparato del Estado para perfeccionarlo y adaptarlo a sus propios fines, sino que debía destruirlo y sustituirlo por un Estado totalmente diferente, un estado obrero, una dictadura del proletariado que le permitiera imponer a las minorías privilegiadas aferradas a su poder y sus privilegios, las transformaciones en la sociedad y la economía para conducir la transición hacia la extinción de la explotación y las desigualdades propias de las clases sociales en una transición socialista hacia el Comunismo.

También alertaron que la transición hacia la sociedad sin clases, “presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede”[1].

La experiencia de la revolución rusa dirigida por los bolcheviques duró mucho más que los 74 días de la Comuna de París. En sus más de siete décadas de existencia, el estado obrero ruso desde el periodo revolucionario con Lenin a la vanguardia, hasta las largas décadas de contrarrevolución estalinista se enfrentó no solamente a la dura prueba de lograr triunfar como revolución sino que ya, la clase obrera en el poder bajo la conducción de los bolcheviques enfrentó en la práctica las manifestaciones de esas “marcas de nacimiento” del nuevo estado obrero, así como contradicciones no previstas por Marx y Engels del triunfo de la revolución socialista en un país con un capitalismo atrasado.

En febrero de 1917, en plena guerra mundial, triunfa una insurrección que logra derrocar al Zar, tras lo cual se instaura un gobierno provisional en la perspectiva de terminar de saldar cuentas con el zarismo y desarrollar en Rusia un estado plenamente burgués. Los sucesivos meses de convulsión política, intentos contrarrevolucionarios y una situación de doble poder, prepararon la segunda revolución, la de octubre en la que los soviets toman el poder gracias a la conducción de los bolcheviques, que a su vez contaron con el decisivo papel de Lenin, quien termina coincidiendo con la concepción de Trotsky acerca de la naturaleza de la revolución en Rusia y logra que el partido supere sus vacilaciones y conduzca exitosamente la revolución.

Pero la decisiva existencia del partido bolchevique y su dirección revolucionaria no podían minimizar el hecho de que la revolución triunfara en medio del imperio ruso, en que el peso del atraso feudal en el campo, la predominancia del campesinado sobre las otras clases en la población (80%), la existencia de un capitalismo frágil dependiente del capital extranjero y de una clase obrera minoritaria. Esas “marcas de nacimiento” particulares de Rusia, significaban un gran obstáculo para las tareas del programa socialista, situación ya de por sí desfavorable, que era agravada por la desastrosa situación de guerra que desangraba a Europa.

Para esa dirección que condujo la revolución de octubre, lo fundamental era el triunfo de la revolución socialista en Europa. Ellos, en especial Lenin y Trotsky eran conscientes de la precariedad y fragilidad de la revolución rusa y que su suerte dependía en lo fundamental de la ayuda internacional que le pudiera proporcionar la clase obrera europea mediante el triunfo en los principales países capitalistas de revoluciones socialistas, que llevaran a la clase obrera al poder, derrotaran el imperialismo y empezaran la construcción del socialismo a nivel mundial.

Por eso para ellos, la consolidación de los revolucionarios en una organización, la Internacional Comunista (III Internacional) para impulsar y dirigir la revolución mundial era la principal estrategia, y a ella supeditaban incluso la propia existencia de la Rusia soviética. Mientras la revolución no triunfara en Alemania o en algún otro país europeo, todas las peripecias que pudieran hacer los bolcheviques en el poder, no serían más que medidas contingentes destinadas a la supervivencia de la revolución mientras la revolución mundial llegara.

Lenin Internacional Comunista (III Internacional)
Lenin en el tercer congreso de la III Internacional (1921) De Alexander Bulla (1881-1943) – scan from Mrazkowa.

El régimen revolucionario: la Rusia de los soviets

La toma del poder dirigida por los bolcheviques fue ratificada por el II Congreso Panruso de los Soviets que además, aprobó los primeros decretos que daban forma al nuevo poder, dando respuesta a las reivindicaciones de las masas de obreros, campesinos y soldados: El decreto de una paz justa y democrática dirigida a los gobiernos y los pueblos de las potencias imperialistas en guerra; la expropiación sin indemnización de la tierra de nobles, terratenientes y la iglesia; y el control obrero de las fábricas. Además, fue definida la cuestión del poder, un asunto de vital importancia y de fuertes polémicas dentro del Partido bolchevique y entre este y los otros partidos. La cuestión era: derrocado el gobierno provisional de Kerensky ¿quién debía ejercer el poder?

La política de Lenin era dar todo el poder a los Soviets, manteniendo la hegemonía de los Bolcheviques, único partido capaz de ejecutar los decretos aprobados y seguir conduciendo la revolución y el nuevo estado obrero. Los demás partidos socialistas (Los mencheviques, Socialistas Revolucionarios e Internacionalistas) sumidos en una profunda crisis causada por su colaboración con la burguesía en el depuesto gobierno provisional, además de estar en contra de la insurrección, exigían que el poder fuera entregado a un gobierno de coalición que tendiera un puente a la burguesía y las potencias extranjeras. En síntesis, continuar con un gobierno de colaboración de clases. Otros mantenían las ya caducas formas de la democracia burguesa, clamando por una salida “democrática”. Pero ya la experiencia de los obreros, soldados y campesinos estaba agotada con las instituciones de la democracia burguesa. La Duma, y el gobierno provisional, incluidos los ministros socialistas, no habían hecho más que engañar y posponer las reivindicaciones de las masas, al tiempo que mantenían la guerra imperialista y reprimían y encarcelaban a la oposición. Solamente continuaban las expectativas hacia la elección y realización de la Asamblea Constituyente, asunto que más tarde, a pesar de las polémicas, también mostró su obsolescencia en medio de la construcción de un nuevo estado de la clase obrera.

Soviets
Asamblea de los Soviets, Petogrado (1917) De User Kristallstadt on en.wikipedia

Finalmente, el Congreso de los Soviets termina aprobando la propuesta de los bolcheviques en que se concretaba finalmente la consigna de todo el poder a los soviets. A pesar de la protesta de los eseristas y del sindicato de ferroviarios bajo su control, que insistían en un gobierno de coalición, la propuesta fue aprobada por abrumadora mayoría.

El régimen soviético

Desde los días de la revolución, la insurrección y la toma del poder trató de ser desfigurada calificándola de un golpe de estado protagonizado por una minoría que le imponía su poder sobre el “democrático” gobierno provisional. Aún hoy en día persiste esa idea simplista y policiaca, propia de las teorías de la conspiración que aún hoy en día siguen argumentando acerca de la teoría del golpe de estado. Ya entonces, Lenin y Trotsky se encargaron de demostrar la verdadera naturaleza de la toma del poder. Los bolcheviques habían logrado ganar la mayoría de los soviets a su política sintetizada en sus consignas: “Todo el poder a los soviets” y “Pan, paz y tierra”. Por eso, el momento de la insurrección no cayó como rayo en cielo sereno. Era esperado por las masas, que ya en julio habían mostrado su hartazgo con Kerensky. El apoyo fue mayoritario en los soviets, los frentes de guerra y el campo. La revolución entonces no fue un asunto de una élite a espaldas del pueblo. Lenin tenía plena confianza en “la iniciativa creadora de las masas” es decir, la capacidad de la clase obrera y las masas de tener iniciativa revolucionaria para la acción y la organización. Las calles, cuarteles y el campo ebullían de ímpetu revolucionario y Lenin supo interpretarlos.

Integrantes del Gobierno provisional derrocado por los Soviets
Integrantes Gobierno provisional derrocado por los Soviets.

En las vísperas de la revolución, Lenin defendía vehementemente el poder para los soviets en contraposición a otras fórmulas tangenciales al problema central del poder, que clase lo ejerce. En ese sentido es plenamente consecuente con las lecciones de la Comuna de París y con el pensamiento de Marx y Engels. La fórmula de Lenin correspondía con el problema fundamental de una revolución obrera y socialista: destruir el viejo aparato del estado para construir sobre sus ruinas otro que responda a la misión histórica de la clase obrera de conducir la superación del capitalismo, hacia la construcción del socialismo. Debatiendo con quienes defendían las salidas en el marco de la democracia burguesa Lenin decía

“El poder a los Soviets” significa transformar por completo y de manera radical la vieja máquina del Estado, un aparato burocrático que frena todo lo democrático; significa suprimir dicho aparato y remplazarlo por otro nuevo, popular, o sea, auténticamente democrático, el de los Soviets, el de la mayoría organizada y armada del pueblo: obreros, soldados y campesinos; significa ofrecer la iniciativa y la independencia a la mayoría del pueblo no sólo en la elección de los diputados, sino también en la administración del Estado y en la realización de reformas y transformaciones[2].

En varios de sus escritos en los días previos a la insurrección, mostraba una confianza en el poder auténticamente democrático de los soviets, incluso al punto de ser garantía de una revolución relativamente pacífica como lo argumenta en La Revolución rusa y la guerra civil (septiembre de 1917)

El desarrollo pacífico de cualquier revolución es, en general, una cosa extraordinariamente rara y difícil, pues la revolución representa el enconamiento máximo de las más graves contradicciones de clase. Pero en un país campesino, cuando la alianza del proletariado y del campesinado puede dar la paz a las masas extenuadas por la guerra más injusta y criminal y dar toda la tierra a los campesinos; en un país así, en un momento histórico tan excepcional, el desarrollo pacífico de la revolución es posible y probable con el paso de todo el poder a los Soviets[3].

y Las tareas de la revolución Lenin plantea como hipótesis

Si los Soviets asumieran todo el poder, podrían asegurar ya hoy -y, probablemente, ésta sea su última oportunidad- el desarrollo pacífico de la revolución, la elección pacífica de los diputados por el pueblo, la lucha pacífica de los partidos dentro de los Soviets, la constatación práctica de los programas de los distintos partidos y el paso pacífico del poder de un partido a otro[4].

La resuelta política con que Lenin impulsó la insurrección de octubre, la transferencia del poder a los soviets y las primeras medidas del gobierno obrero, eran consecuentes con esta visión. Sin embargo, la acción contrarrevolucionaria fue decididamente violenta y sangrienta desde el principio, lo que obligó a responder por la fuerza para lograr la supervivencia de la revolución.

Los soviets y la democracia obrera

Soviets
Delegados al segundo congreso de los Soviets (1917) De Transferido desde uk.wikipedia a Commons.

Los soviets revolucionarios continuaron la experiencia iniciada en la Comuna de París. Fueron su continuidad y el instrumento a través de los cuales los obreros principalmente, pero también los soldados y campesinos pudieron ejercer la “iniciativa creadora” y gobernar sus propias vidas. Los soviets conformados como organismos de lucha de las masas contra el zarismo, se transformó colocando esa naturaleza de lucha en otro plano, el de la lucha por la supervivencia de la revolución y la de gobernar para aplicar el programa revolucionario.

Los soviets fueron consejos conformados por delegados elegidos en la base de las fábricas, barrios, regimientos y campos. Tomando la descripción de Pierre Broué[5] tenían autonomía para resolver cuestiones locales al tiempo que la obligación de hacer cumplir los decretos del poder central. Ejercían las funciones ejecutivas y legislativas basados en asambleas deliberativas y democráticas. La elección de los miembros del soviet se realiza por votaciones basadas en un criterio de clase, en que los obreros tienen un mayor número de miembros en los soviets en relación con el campesinado. Además, quienes emplean mano de obra asalariada pierden el derecho al voto. Todo miembro del soviet o de cualquier otro cargo en el estado es revocable.

La cuestión de las libertades y la democracia fueron encaradas desde un principio otorgándolas bajo el criterio de clase (mayores libertades a los obreros) y siempre y cuando no pusieran en peligro la dictadura del proletariado. El régimen soviético empezó otorgando amplias libertades democráticas. Por ejemplo, volvió a prohibir la pena de muerte, que luego se vio obligado a reimplantar en 1920 en el momento más crítico de la guerra civil. Incluso las primeras detenciones de contrarrevolucionarios fueron bastante benignas. El general blanco Krasnov tras ser detenido fue liberado bajo palabra, con el compromiso de no actuar más contra la revolución. Luego escapó y organizó parte del terror blanco.

El propio Lenin tenía la intención de otorgar grandes libertades de prensa y organización, insistió en que el poder de las masas a través de los soviets fuera realmente efectivo.

Los partidos existentes antes de octubre en su mayoría continuaron actuando en el nuevo régimen soviético. Durante los primeros meses los Socialistas Revolucionarios de izquierda y de derecha, los Mencheviques, grupos anarquistas, e incluso el partido burgués de los Kadetes tuvieron la posibilidad de actuar públicamente, manteniendo sus locales y periódicos, incluso agitando contra los bolcheviques y el poder soviético. En las elecciones a la Asamblea Constituyente participaron tan sólo en Petrogrado se presentaron 19 partidos, y a nivel nacional se presentaron partidos socialistas, burgueses y de minorías nacionales[6].

Pero los partidos en la oposición no se limitaron a los debates en los soviets, o a opinar sobre los aspectos más candentes y polémicos. Tanto los mencheviques como los SR seguían considerando la insurrección y el estado soviético un grave error, y su actuación política estaba jugada al fracaso de los bolcheviques, para así retomar el camino de la democracia burguesa. Los mencheviques terminaron apoyando la contrarrevolución blanca, Los SR, fieles a su origen terrorista ejecutaron varias acciones terroristas con el objetivo de desestabilizar el gobierno bolchevique. El atentado contra Lenin en agosto de 1918 en que resultó herido fue ejecutado por una terrorista de los SR. Los Kadetes desde un comienzo conspiraron con los generales blancos en la conformación de los ejércitos blancos.

Las circunstancias de la guerra civil, las posturas de los SR y Mencheviques que oscilaban entre el apoyo a la contrarrevolución y el apoyo a los soviets hicieron que las medidas contra esos partidos y sus periódicos no fueran permanentes. Esto muestra que no existía un “principio” de instaurar un régimen de partido único o de suprimir a priori libertades. Las restricciones a las libertades políticas fueron dictadas por la necesidad de defender la dictadura del proletariado y garantizar su supervivencia en medio de una realidad hostil.

El régimen soviético luego de decretado fue construyéndose en medio de las complejas y enormes dificultades que el momento planteaba. Ese régimen tenía una perspectiva fundamental: ser el punto de apoyo político para el desarrollo de las fuerzas revolucionarias, tanto en Rusia como en el mundo.

Lo fundamental era la perspectiva internacional de la revolución. Para Lenin y Trotsky el triunfo de la revolución socialista en Europa era su principal objetivo y esperanza de supervivencia. Ellos comprendían plenamente tanto el carácter internacional del capitalismo, especialmente en su fase imperialista, como el enorme obstáculo para la construcción del socialismo que significaba el triunfo de la revolución en un país atrasado. Este carácter internacionalista de Lenin y Trotsky y del partido bolchevique era fundamental y el mejor punto de cohesión para los revolucionarios internacionalistas consecuentes que quedaron desorganizados con la traición de la socialdemocracia y la Segunda Internacional.

Desde el internacionalismo bolchevique, ahora en el poder, el primer problema a superar en el terreno internacional era la guerra imperialista que seguía su curso. Por eso la importancia del llamado a los pueblos de Europa a la paz democrática y justa, sin anexiones. Las negociaciones de paz entre Alemania y Rusia de Brest-Litovsk propició una aguda discusión dentro del propio partido. La necesidad urgente de terminar con ese frente de batalla implicaba aceptar condiciones y concesiones ignominiosas a Alemania, que para algunos dirigentes bolcheviques eran inaceptables y para otros directamente una traición. Finalmente, la línea de Lenin de aceptarlas se impuso. El imperativo era ganar tiempo mientras se consolidaba el gobierno obrero en Rusia y triunfaba la revolución en Europa. A pesar de que los procesos revolucionarios se dieron en varios países, ninguno logró triunfar. Estas derrotas no minaron la confianza de Lenin y Trotsky en la revolución mundial, tarde o temprano llegaría. Por eso una de las tareas a las que le dieron mayor importancia fue a la reorganización de los revolucionarios en la III Internacional.

La cuestión del desarrollo de las fuerzas revolucionarias dentro de Rusia eran la otra gran tarea. Avanzar hacia “edificar el orden socialista” implicaba a partir del poder político en manos de los soviets para reorganizar la economía sobre nuevas bases. Se decreta el control obrero sobre toda la actividad industrial, comercial, agrícola y de servicios por parte de comités o consejos conformados por los trabajadores, el secreto comercial queda abolido y las comisiones obreras de control pueden ordenar todo lo correspondiente a la producción (mínimo de rendimiento, pecio de las mercancías, etc). Estas comisiones tenían también la misión de levantar la producción semiparalizada hasta el momento. Eso implicaba la abnegación y disciplina de los obreros para producir los bienes necesarios para alimentar y satisfacer las necesidades básicas de la población y combatir el sabotaje.

Otro decreto plantea la nacionalización de los bancos, el desconocimiento de la deuda externa e interna de la nación, la implantación general del trabajo obligatorio entre los 16 y 55 años para todos los ciudadanos, la distribución controlada de los bienes de consumo básicos a los ciudadanos.

Los bolcheviques no se planteaban todavía la expropiación de la propiedad privada de los medios de producción[7] eran conscientes que, en un primer momento, la propiedad de los capitalistas se mantendría mientras la clase obrera adquiría la experiencia y formación necesarias para tomar el control total de la producción, proceso del cual el control obrero es también un instrumento de aprendizaje. Las circunstancias, especialmente la necesidad de sostener la guerra civil contra los ejércitos contrarrevolucionarios hizo que el estado tomara el control de las ramas estratégicas de la economía.

Pero además del histórico atraso de la economía rusa, el aparato productivo estaba semidestruido por los desastres de la guerra y las crisis políticas que atravesaron 1917. A esto se sumaban las acciones de sabotaje, especulación y pillaje de los burgueses y empleados hostiles a los bolcheviques y al nuevo poder.  Estos problemas fueron seguidos por la guerra civil, en la que la acción combinada de los ejércitos blancos, el imperialismo y todos los enemigos de la revolución, incluidos buena parte de los mencheviques y eseristas, atacarían con el “Terror blanco” al naciente estado soviético. Entonces se impuso la necesidad de combatir la contrarrevolución con la conformación y organización del Ejército Rojo, tarea encomendada a Trotsky. Entonces, durante la guerra civil la prioridad en el campo y la ciudad era garantizar lo necesario para el combate en defensa de la revolución.

A partir del triunfo en la guerra civil, la respuesta a los problemas de la economía pasó al frente. La necesidad de supeditar la producción del campo y la industria a garantizar la comida y pertrechos para los soldados del ejército rojo postergó la resolución de los problemas más básicos de la población. La escasez y el hambre seguían siendo la constante en el campo y la ciudad.

En el campo crecía el descontento. Los campesinos estaban cansados de que sus cosechas fueran confiscadas para alimentar a los soldados. Al no poder vender sus cosechas prevaleció el cultivo de apenas lo necesario para su supervivencia. En la ciudad, el control obrero de la producción no fue suficiente para levantar la industria y la producción. Los mejores obreros estaban en el frente de batalla, muchas industrias permanecían paralizadas, por falta de materias primas o por simple abandono y desorganización. En las calles primaba la supervivencia individual, y la exhortación a la disciplina y al objetivo supremo del socialismo no eran suficientes para mantener alta la moral revolucionaria, pero tampoco la coacción propia del comunismo de guerra bastaba. El descontento crecía peligrosamente.

Entonces fue necesaria una nueva política. La necesidad de revitalizar la economía impuso la implementación de medidas de carácter capitalista, centradas en la estimulación de la producción de excedentes en el campo a través de los mecanismos del mercado. Nuevamente esta medida de emergencia era una medida temporal, mientras se lograba superar la hambruna y levantar la industria.

Estas medidas podían fortalecer a los campesinos ricos (Kulaks) quienes tarde o temprano buscarían expresión política para resguardar la posición ventajosa que las medidas de libre mercado les darían. Este riesgo sería contrarrestado fundamentalmente por impuestos progresivos en especie, mientras la colectivización del campo avanzaba por la vía del convencimiento al campesinado pobre.

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La ruptura con el régimen soviético

Durante un periodo que abarca alrededor de diez años desde el fin de la guerra civil hasta el inicio de la colectivización forzosa del campo, el régimen revolucionario junto con el propio Partido Comunista (Bolchevique) y la III Internacional sufren un proceso de burocratización que implica una verdadera contrarrevolución en el terreno político al interior de la Uniòn Soviética. Este periodo coincidió con la enfermedad y posterior muerte de Lenin, quien en sus últimos meses de vida empezó a alertar sobre el curso burocrático que ya mostraba el partido, pero la muerte interrumpió el inicio de esta batalla contra la burocratización. Tras su muerte, mientras Stalin y sus aliados de turno, mediante la intriga, la calumnia y la amalgama fueron aislando y suprimiendo a los sectores críticos del partido, lo que implicó en la práctica la aniquilación de prácticamente todos los cuadros que dirigieron la revolución de 1917.

La guerra civil de los primeros años trajo consecuencias en millones de muertes y en la prolongación de las penurias económicas para las masas, pero también implicó un debilitamiento de los dos sostenes del Estado soviético. Lo mejor de la clase obrera protagonista de la revolución en 1917, la más abnegada, disciplinada y ganada para el programa socialista fue también la que marchó primero al frente de batalla para defender la revolución del terror blanco. Junto con ellos, la militancia del partido bolchevique formada durante los duros años previos a 1917, fue parte fundamental del Ejército Rojo que defendió valerosamente la revolución y logró derrotar la contrarrevolución blanca.

Soldados del éjercito rojo
Soldados del ejercito rojo (1921) En el centro Lenin, Trotsky y Voroshilo. De Лев Яковлевич Леонидов (1889 – 1952)

Este triunfo costó millones de vidas, entre ellas la de gran parte de esa vanguardia obrera y bolchevique. En las fábricas los puestos de trabajo son ocupados por una clase obrera más inexperta, recién reclutada del campo, golpeada y desmoralizada por los años de guerra y de penurias. Sin la formación técnica ni la conciencia socialista, la energía revolucionaria se debilitó.

Por otro lado, en el propio partido se da un proceso similar. Desde 1917 el partido tiene un crecimiento exponencial luego del triunfo de la revolución de octubre. Pero no solo entró lo mejor de la clase obrera al partido. El triunfo de los bolcheviques provocó que muchos vividores y oportunistas entraran al partido con la esperanza de obtener beneficios al lado de los vencedores. También el proceso de bancarrota de los viejos partidos hizo que muchos militantes formados en el reformismo y el oportunismo buscaran ahora en el partido bolchevique expresión política.

A nivel del estado, aunque los soviets fueron una herramienta poderosa, su efectividad en administrar el Estado dependían también de su capacidad para resolver innumerables problemas que surgían cada día. En ese sentido fue necesario desde el principio mantener ciertas funciones y cargos de funcionarios del viejo estado. Esta capa de funcionarios, hostiles a los bolcheviques en un primer momento, guardaban la misma esperanza de los SR y los mencheviques de que fracasaran y fueran derrotados. Pero los bolcheviques pasaron la prueba dirigiendo la guerra civil, y muchos burócratas terminaron resignándose al nuevo poder, y buscando en su seno preservar sus intereses. Esta casta de funcionarios prosperó en contraste con el agotamiento de la clase obrera y su partido. Y buscó expresión política dentro del partido en el poder.

Esa expresión política terminó siendo el estalinismo. Stalin, que ya había demostrado comportamientos burocráticos y tendencias a la intriga y al autoritarismo, los cuales fueron alertados por el propio Lenin en su testamento, terminó aglutinando a su alrededor a los cuadros más vacilantes y paulatinamente a los sectores más conservadores del aparato del partido y a los nuevos miembros del partido provenientes de la vieja burocracia zarista.

A diferencia del partido bolchevique en tiempos de Lenin, en que la característica fundamental eran los militantes profesionales, forjados en la clandestinidad, la disciplina, que construian un partido con centralismo democrático, en el que las diferencias, luchas internas y debates eran lo normal, el Partido Comunista a comienzos de la década de los años treinta era un partido monolítico, donde las desiciones eran tomadas en una pequña cúpula y la base sólo tenìa la posibilidad de obedecer y aplicar lo que venía desde arriba.

En ese entonces Stalin y sus aliados justificaron todo su método y su política  en una supuesta continuidad del pensamiento y las orientaciones de Lenin. Esta ideología, caracterizada por la idolatría, la mentira histórica y la miseria teórica, fue mal llamada “leninismo”. Pero esta ideología no es más que la degeneración de los postulados de Lenin y una ruptura con la experiencia revolucionaria, el programa y la teoría marxista. Construyó una doctrina estéril, desprovista de toda dialéctica materialista, esquemática y vulgar, que intentó construir una justificación teórica al abandono de la estrategia de la revolución mundial, a la colaboración de clases y a la burocracia estalinista.

Prácticamente en todos los aspectos de la vida soviética se expresó esta contrarrevolución. Los avances sociales conquistados con sangre y sacrificio, fueron retrocediendo poco a poco, la estratificación y la desigualdad aumentaron cada día entre una casta de burócratas del partido en funciones del estado en contraste con la clase obrera y el campesinado sumidos en las privaciones y la represión.

Desde el punto de vista del régimen político la relación entre el partido dirigente (El Partido Comunista) y los soviets, dejó de ser una relación entre una vanguardia política que dirige y educa a los obreros y a través de ellos al conjunto de las masas en la conducción del Estado, la economía y la sociedad, para transformarse en su contrario, sofocar la iniciativa revolucionaria para imponer un control totalitario y antidemocrático para garantizar el control político y los privilegios de la nueva casta burocrática.

Todas las medidas restrictivas de la democracia obrera en el Estado, la sociedad y el partido; y las medidas económicas capitalistas (NEP), fueron para Lenin y la dirección revolucionaria medidas transitorias que tenían el único objetivo de garantizar la supervivencia del estado obrero  ante las amenazas contrarrevolucionarias.

Pero para Stalin y la casta burocrática la democracia obrera y las libertades democráticas así como la conciencia y acción revolucionaria de las masas, amenazaba su poder y sus privilegios. En el terreno económico lo que defendían era las bases sociales y económicas que sustentaban sus privilegios.

De esta forma la actividad creadora y revolucionaria de las masas expresadas en los soviets, defendidas por Lenin, bajo el poder de Stalin perdió todo su ímpetu y terminó siendo un cascarón formal del verdadero poder: una burocracia estatal entre el partido comunista y los órganos del estado fue reemplazada por un cascarón formal, soportada en la brutal represión de todo atisbo de descontento u oposición.

Socialmente las desigualdades en vez de disminuir, lo que se esperaría de un proceso de construcción de un estado obrero, aumentaron, producto del fortalecimiento de los funcionarios del partido y del estado en contraposición a la persistencia de la escasez, las privaciones y la represión para las masas.

El internacionalismo proletario defendido por Lenin y Trotsky fue reemplazado por un retorno al nacionalismo, tomando la derrota de los alzamientos revolucionarios en Europa en los años 20 y la supervivencia de la Unión Soviética en medio de un mundo imperialista hostil, como demostración de que era posible construir el socialismo en Rusia independientemente de la suerte de la revolución mundial. A partir de esto termina adoptando la pseudoteoría del Socialismo en un solo país.

La relación con el campesinado también cambió. Lenin y Trotsky defendieron siempre una política de convencimiento de las ventajas del socialismo y la producción colectiva y tecnificada del campo en contraposición a los viejos métodos y costumbres de producción heredadas del feudalismo. Sabían que esto no sería fácil ni automático y dependía por un lado de la emancipación de los campesinos de los terratenientes y sobre todo de que la clase obrera mantuviera su rol dirigente y hegemónico sobre la sociedad, es decir la dictadura del proletariado.

En consecuencia, la principal política era el convencimiento paciente. El sentido de los decretos de repartición de la tierra haciendo concesiones al campesinado en la tenencia de la tierra, posponiendo la socialización completa de la propiedad rural.

También lo expresó Trotsky en 1933

La dictadura del proletariado como organización para la liquidación de los explotadores era necesaria para reprimir a los terratenientes, a los capitalistas, a los generales y a los kulakis, en la medida en que éstos apoyaban a los estratos poseedores. No se puede ganar a los explotadores para el socialismo; había que quebrar su resistencia, costara lo que costase. Durante la Guerra Civil fue cuando más ejerció su poder la dictadura del proletariado.

Para el conjunto del campesinado, la tarea era y es completamente distinta. Es menester ganar al campesinado para el régimen socialista. Debemos demostrarle en la práctica que la industria estatal puede proporcionarle bienes en condiciones mucho más ventajosas que las que imperan en el capitalismo y que el trabajo colectivo de la tierra es más fructífero que el trabajo individual[8].

Pero la política de Stalin fue otra. La colectivización forzosa del campo reemplazó la política leninista del convencimiento. Ante el fortalecimiento de los Kulaks y el desarrollo de peligrosas tendencias capitalistas por fuera del control del aparato, Stalin quien se había apoyado varios años en estos campesinos ricos, terminó imponiéndoles a ellos y a los campesinos pobres, la expropiación violenta de las tierras, las cosechas y los animales, lo que generó nuevamente descontento, protestas y un desplome en la producción de alimentos.

Dentro del partido, al volver permanente la prohibición de las fracciones y agrupamientos, le siguió la persecución y expulsión de todo dirigente o militante que expresara críticas al aparato. Los años treinta se caracterizaron por las detenciones, deportaciones, asesinatos y falsos juicios, en los que cayeron uno a uno los miembros de la vieja dirección bolchevique y a Trotsky primero expulsado del partido, luego exiliado para terminar asesinado por un agente estalinista en México. Ni siquiera era garantía haber servido a los intereses de Stalin. Sus antiguos aliados Kámenev, Zinóviev, Bujarin, entre otros, luego de caer en desgracia terminaron siendo acusados de contrarrevolucionarios,  agentes del imperialismo, agentes del fascismo, etc.

La Checa, el organismo creado durante los primeros años para reprimir las actividades contrarrevolucionarias y de sabotaje, fue reemplazada por la GPU, una policía política más parecida a la Ojrana zarista que a la Checa, encargada de las detenciones, torturas y espionaje en masa. En el año 1936 inician los Procesos de Moscú, farsas judiciales bajo las cuales fue detenida, condenada y ejecutada prácticamente toda la generación de militantes y dirigentes bolcheviques.

Las dimensiones de la purga indican que el objetvo alcanzado por Stalin era aniquilar a la vanguardia revolucionaria responsable de haber dirigido la revolución.

El cotejo de las listas de ejecutados con la de miembros de los órganos dirigentes resulta igualmente instructivo: una cifra superior a la mayoría absoluta de los miembros del. Comité Central de 1917 a 1923, los tres secretarios del partido entre 1919 y 1921, la mayoría del Politburó entre 1919 y 1924 han sido eliminados. Entre 1924 y 1934 nos vemos obligados a interrumpir la comparación por falta de datos. En cualquier caso, de los 139 titulares o suplentes que el Congreso de l934 eligió para formar parte del Comité Central, por lo menos diez se encontraban ya en prisión durante la primavera de 1937, otros 98 fueron detenidos y ejecutados durante el bienio de 1937–1938, 90 de ellos entre el segundo y tercer proceso de Moscú. Sólo 22 miembros, es decir, menos de la sexta parte, volverán a encontrarse en el Comité Central designado en 1939: la inmensa mayoría de los ausentes, ya han sido ejecutados por estas fechas[9].

Desde muchas orillas se ha insistido en señalar el terror stalinista y la burocratización de la URSS como consecuencia directa de las concepciones de Lenin acerca del partido, el Estado y la lucha política. Pero tanto las ideas de Lenin, expresadas en sus escritos, su experiencia concreta como dirigente del partido bolchevique y del estado obrero, como la propia evidencia histórica, muestran que el estalinismo, contrario a un “desarrollo” una “desviación” del leninismo y el marxismo, significó una ruptura, una nueva realidad política enquistada en la URSS y luego en los otros estados obreros surgidos durante la segunda postguerra.

La diferencia fundamental entre Lenin y el periodo revolucionario de los primeros años de la Unión Soviética y Stalin y el proceso de burocratización y degeneracón de ese mismo estado es  cómo enfrentaron las “marcas de nacimiento” capitalistas profundizadas por adversidades y fuertes contradicciones que implicó el triunfo de la revolución socialsita en un país atrasado.

Lenin, mantuvo una confianza en la clase obrera y por lo tanto una política de apelar a la lucha de clases y a la iniciativa revolucionaria de las masas, y en que ellas son capaces de dirigir un estado hacia el socialismo, y que frente a las amenazas y el peligro contrarrevolucionario las restricciones a la democracia obrera y las libertades dependen de las necesidades concretas y son en todo caso medidas transitorias, destinadas a desaparecer.

En cambio Stalin frente a las contradicciones y las “marcas de nacimiento” a pesar de su pasado bolchevique, terminó siendo la expresión política de los intereses de la burocracia, contrapuesta a la democracia obrera y a la participación de las masas en el estado a través de los soviets. La supresión totalitaria de la democracia obrera, la centralización absoluta y burocrática de los asuntos del estado y la sociedad a través del aparato del partido fueron la garantía de la superviviencia de la burocracia y de sus privilegios, y a la postre, como lo mostró la restauración del capitalismo en la URSS y los demás estados obreros, la principal razón de la asfixia y colapso de las bases sociales y económicas de los estados obreros.

Referencias

Broué, Pierre. El Partido Bolchevique. Ediciones Alternativa Socialista, 2005.

Lenin. «El problema fundamental de la revolución». En Obras Escogidas, Vol. 7. Moscú: Editorial Progreso, 1973.

———. «La revolución rusa y la guerra civil». En Obras Escogidas, Vol. 7. Moscú: Editorial Progreso, 1973.

———. «Las tareas de la revolución». En Obras Escogidas, Vol. 7. Moscú: Editorial Progreso, 1973.

Marx, Karl. «Crítica al Programa de Gotha.» En Carlos Marx y Federico Engels obras escogidas en dos tomos, Vol. II. Moscú: Editorial Progreso. Accedido 26 de noviembre de 2019. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gotha/gotha.htm#iv.

Pipes, R. La revolución rusa. DEBATE. Penguin Random House Grupo Editorial España, 2016. https://books.google.com.co/books?id=CzoxDQAAQBAJ.

Trotski, León. «Control obrero y nacionalización». En Naturaleza y dinámica del capitalismo y la economía de transición. Buenos Aires: CEIP León Trotsky, s. f.

———. Historia de la Revolución Rusa. 3 vols. Bogotá: Pluma, 1982.

———. «La degeneración de la teoría y la teoría de la degeneración». Accedido 16 de noviembre de 2021. https://ceip.org.ar/La-degeneracion-de-la-teoria-y-la-teoria-de-la-degeneracion.

[1] Marx, «Crítica al Programa de Gotha.», 15.

[2] Lenin, «El problema fundamental de la revolución», 93.

[3] Lenin, «La revolución rusa y la guerra civil», 98.

[4] Lenin, «Las tareas de la revolución», 105.

[5] Broué, El Partido Bolchevique, 67.

[6] Pipes, La revolución rusa, 585.

[7] Trotski, «Control obrero y nacionalización», 229.

[8] Trotski, «La degeneración de la teoría y la teoría de la degeneración».

[9] Broué, El Partido Bolchevique, 213.