Del 3 al 12 de diciembre se celebrará en Madrid la 25º edición de la conferencia de la ONU sobre cambio climático (COP25). Estamos en un momento clave. La concentración de CO2 en la atmósfera ya ha alcanzado las 415 ppm, desde las 200-300 ppm que se han registrado durante los últimos 40.000 años. El último informe de la propia ONU indica que, si continúa la dinámica actual, entre los años 2030 y 2050 rebasaremos la frontera de 1´5º de calentamiento global. A partir de ese límite, las consecuencias son imprevisibles.
A día de hoy, ya podemos notar en primera persona efectos del calentamiento global. La AEMET nos dice que el clima veraniego ya dura 5 semanas más de lo que debería y que se han duplicado las noches “tropicales”. La sequía también es ya una realidad notoria.
De no frenar la dinámica actual, toda la economía y la sociedad se verán impactados. La agricultura y la pesca están en riesgo, la disponibilidad de agua se reducirá drásticamente, los fenómenos meteorológicos extremos (como las lluvias torrenciales que inundaron recientemente el levante) serán cada vez más comunes y virulentos. Los ecosistemas naturales, de los que dependemos en última instancia, están desmoronándose: la tasa de extinción de especies es entre mil y diez mil veces mayor a la natural.
El año pasado, el informe del IPCC (principal organismo científico sobre cambio climático) advertía que necesitábamos “cambios rápidos, profundos, de largo alcance y sin precedentes”. Estamos ante una situación de verdadera emergencia climática. En un futuro no tan lejano, es posible que vivamos colapsos sociales de consecuencias difícilmente imaginables.
Sin embargo, la historia de las cumbres climáticas internacionales son la historia de una gran tomadura de pelo. Cerca de 30 años de declaraciones altisonantes y cenas llenas de pompa no han servido para casi nada. El consumo de combustibles fósiles se ha mantenido inmutable en un nivel del 80% del consumo energético global, que ha ido creciendo anualmente. El Acuerdo de París, actualmente vigente, y que no están cumpliendo, es completamente insuficiente, incluso para los parámetros de la propia ONU.
Grandes empresas, culpables…
Suelen decirnos que “todos somos responsables” del cambio climático. Pero nunca aclaran que es una pequeña élite quien concentra abrumadoramente la culpabilidad.
Según un estudio de Kevin Anderson, del Tyndall Centre for Climate Change Research, el 10% de la población es responsable de la mitad de las emisiones, y sólo un 20% es responsable del 70% de las emisiones globales. Si hablamos de empresas, son un puñado de ellas las responsables de la gran mayoría de emisiones..En la otra cara de la moneda, son los menos culpable quienes más sufren las consecuencias, en los países semi-coloniales y entre los sectores más pobres de los países imperialistas.
Esa élite de la que hablamos; los banqueros, los altos gobernantes, los dueños de las grandes corporaciones energéticas, eléctricas e industriales, jamás renunciará a sus ganancias por un bien común. Ellos buscan acumular beneficios, así sea al coste de la explotación de la clase trabajadora o de la destrucción del planeta. Un ejemplo nos lo da el propio Fondo Monetario Internacional. Según sus datos, los combustibles fósiles reciben sólo en subvenciones 18 veces más que la inversión total en energías renovables. Esa es la realidad del “mercado libre” regulado por la búsqueda de beneficios.
… y los gobiernos, responsables
Ante la renuncia de Chile, Pedro Sánchez corrió a ofrecerse voluntario para acoger esta cumbre climática y “anotarse un punto”. Pero este tipo de gestos de cara a la galería no puede engañarnos, su gobierno representa al “capitalismo verde”. El Estado Español debería reducir un 55% sus emisiones en el año 2030 , para alcanzar las emisiones cero en 2050. Pero el camino actual está muy lejos de ese objetivo: el gobierno español continúa subvencionando los combustibles fósiles, dando concesiones a la industria automovilística, aeronáutica y a las grandes eléctricas. El anteproyecto de Ley de Cambio Climático está muy por detrás de lo necesario. Sánchez, y cualquier gobierno que lidere, es incapaz de llevar a cabo las medidas que se necesitan porque jamás atacará los intereses de los grandes empresarios. No es de extrañar si nos fijamos en las puertas giratorias, por las que los gobernantes terminan recalando en grandes empresas energéticas, como Felipe González en Gas Natural o Aznar en Endesa.
El PP o Vox son los representantes del “capitalismo sucio”. Vox, en la estela de Trump (que ha abandonado los acuerdos climáticos internacionales), ignorando toda evidencia científica, directamente niega el cambio climático. El PP muestra su hipocresía celebrando que la COP25 se celebre en Madrid, cuando justo antes han eliminado “Madrid Central”, que había reducido parte de la contaminación de la ciudad.
Necesitamos medidas reales y efectivas y no discursos huecos
Es necesario exigir medidas reales y efectivas. Hay que pasar a una energía renovable al 100%; reforzar el transporte público drásticamente e implantar su gratuidad para reducir los vehículos privados; preservar los espacios naturales y la biodiversidad; transformar la agricultura y la industria a criterios de sostenibilidad, que impliquen una drástica reducción del uso de materiales y energía.
Todas esas medidas deben aplicarse asegurando el empleo para todos los trabajadores y trabajadoras. Es más, el paso a una economía ecológica debería crear miles de nuevos empleos para la adaptación de los sectores económicos a las nuevas formas.
Imposible sin atacar los intereses del gran capital
Para ello es necesario tomar medidas anticapitalistas como nacionalizar la banca y las principales industrias, empezando por las compañías energéticas y eléctricas. Eso permitiría planificar democráticamente la economía de manera racional, al servicio de las necesidades sociales de la mayoría y respetando los límites ecológicos.
Los trabajadores y la juventud al frente
No podemos confiar en que los gobiernos actuales vayan a tomar medidas de este tipo. Somos los trabajadores y las trabajadoras y la juventud quienes debemos encabezar una verdadera rebelión social que ponga fin a esta locura. Desde Corriente Roja apostamos por la lucha social masiva para atajar y revertir la emergencia climática y ecológica, por la autoorganización democrática de la clase trabajadora y el pueblo, por un gobierno de los trabajadores basado en ella que abra camino a la transformación ecológica y socialista de la economía, en una batalla que hay que llevar adelante junto a los trabajadores y pueblos de toda Europa.