El 15 de noviembre hay una convocatoria de protestas en Cuba en continuidad con las dadas durante el verano y en contra de la represión con la que el régimen castrista viene atacando a activistas y artistas que han respaldado estas justas reivindicaciones. Esta fecha ha abierto un debate en toda la izquierda internacional sobre si apoyar o no estas movilizaciones, y desde Corriente Roja, como parte de la LIT-ci, hemos querido participar en este debate publicando diversos materiales y artículos tanto propios como de nuestro partido internacional. Reproducimos uno más que esperemos siga ayudando a abrir y fortalecer esta discusión:

Los meses siguientes mostraron que las manifestaciones del 11 de julio inauguraron un nuevo escenario político en Cuba. Los factores objetivos que detonaron el hartazgo popular expresando en las calles –carestía, dolarización, desabastecimiento, crisis sanitaria, poca o ninguna perspectiva para la juventud precarizada, etc.– siguen presentes, puesto que Miguel Díaz-Canel y los mandamases del régimen cubano no han hecho nada para resolver esos flagelos.

La principal respuesta del gobierno es una represión sistemática que se materializa en las más de 1.200 personas detenidas desde el 11 de julio, cerca de 600 presos y 120 acusados de sedición a la fecha[1]. Las condenas –muchas de ellas dictadas en juicios sumarios, sin la presencia de abogados defensores ni otras garantías jurídicas elementales– llegan a 25 años de cárcel y hasta cuatro años de trabajos forzados. Todo esto en medio de una intensa campaña de calumnias y amedrentamiento contra cualquier atisbo de oposición.

El estalinismo y el grueso de la izquierda internacional, lejos de posicionarse a favor de los intereses y de las libertades democráticas del pueblo cubano, justifica la represión del régimen repitiendo la falacia de que las protestas no pasaron (ni pasan) de una “conspiración imperialista” para liquidar el supuesto carácter socialista del Estado en la isla.

Esto, como hemos explicado, es una doble mentira. Primero, porque las protestas del 11J tuvieron un carácter popular y democrático sin un convocante claro; fue un desborde social sin una dirección. Fue un “basta”, producto de la desesperación de amplios sectores populares ante las carencias materiales, sanitarias y un alarido ante la asfixia que impone el régimen castrista. Ese fue el sentido del “!Abajo la dictadura!” que resonó de un extremo a otro del país caribeño. Suponer que los miles de manifestantes que, arriesgándolo mucho, tomaron las calles en distintas ciudades eran “agentes del imperialismo” es tirado de los pelos.

En segundo lugar, ninguna acción política en Cuba es o podría ser contra el “carácter socialista” del Estado, por la sencilla razón de que tal cosa ya no existe hace décadas, puesto que la propia burocracia castrista restauró el capitalismo para mantener sus privilegios.

La marcha convocada para el próximo lunes 15 de noviembre y las acciones preparatorias y solidarias con la misma, a la que hemos declarado nuestro apoyo y adhesión, son una continuación del proceso progresivo que se inició en julio. La protesta convocada por el grupo Archipiélago y decenas de activistas que participaron del 11J, exige esencialmente la liberación de los presos políticos y, en términos generales, la garantía de derechos democráticos básicos en el país, como la libertad de expresión, reunión, organización. No se trata de una acción política espontanea, como la del 11J, pero su eje de reivindicaciones es progresivo, ante todo porque cuestiona una dictadura capitalista que se erige como el principal obstáculo para el desarrollo de la organización y movilización democráticas de las masas trabajadoras en Cuba.

Es evidente que la burguesía cubana exiliada en Miami y el imperialismo de EEUU disputan de muchas maneras el proceso en curso. Su pretensión política es usurpar el proceso, secuestrar el movimiento para encaminarlo hacia sus intereses injerencistas. Pero Washington no incide para “restaurar el capitalismo”, como dice el castrismo y repiten sus satélites, sino para controlar una economía de mercado ya vigente, pero dominada por la cúpula política y miliar del régimen cubano, que a su vez no pasa de ser socia menor de un puñado de empresas imperialistas europeas y canadienses. La injerencia estadounidense, por lo tanto, hace parte de la disputa interburguesa por la hegemonía en los negocios del país. La LIT-CI rechaza categóricamente cualquier declaración política, sanción u otras medidas intervencionistas de los EEUU y de cualquier otra potencia imperialista en Cuba. Decimos a la vanguardia y a los honestos luchadores cubanos, que nada bueno puede venir de la lacra imperialista y de sus lacayos; por el contrario, solo pueden traer todavía más hambre, miseria y represión, como demuestra su actuación en todo el planeta.

La semana pasada, la Cámara de Representantes de EEUU aprobó una moción de “solidaridad” con el pueblo cubano, cuestionando la represión y el encarcelamiento de los presos políticos. La embajada de EEUU en La Habana, por su parte, en reiteradas ocasiones ha exhortado por medio de sus redes sociales a que el régimen cubano “respete las libertades fundamentales del pueblo cubano y libere a todos los manifestantes pacíficos detenidos”[2]. Asimismo, insta a “permitir las manifestaciones pacíficas el 15 de noviembre”[3]. Los imperialistas posan de “democráticos” para ganarse la confianza de la juventud y del pueblo en la isla. Pero, una vez más, alerta, son lobos vestidos de cordero.

El movimiento no debe depositar ninguna confianza en los cantos de sirena del imperialismo de EEUU, que con ese tipo de declaraciones no hace más que demostrar un cinismo sin límites. Washington no está en condiciones de dictar normas democráticas ni morales a nadie. Históricamente, promovió y financió todo tipo de atrocidades contra los derechos humanos y libertades democráticas de los pueblos. Impulsó guerras de conquista, puso y depuso gobiernos por medio de golpes de Estado, apoyó las dictaduras militares sanguinarias en Latinoamérica. Y sigue sosteniendo dictaduras en el Estado de Israel, Arabia Saudita, Egipto, entre otros países.

Si al gobierno de EEUU le importaran los presos políticos, liberaría a los presos en la cárcel de Guantánamo, antro de todo tipo de torturas y vejaciones, además de ser una afrenta a la soberanía cubana. Si al gobierno de EEUU le importara la suerte del pueblo cubano, acabaría con el embargo comercial inhumano e inmoral que lleva más de 60 años.

Es fundamental mantener una estricta independencia política del imperialismo de EEUU y sus agentes directos, como el llamado “Consejo Nacional de Transición”, que también apela al discurso democrático para encubrir su programa económico profundamente reaccionario: la devolución de las propiedades confiscadas luego de 1959 a la burguesía cubana residente en Miami, que anhela volver a ser la facción hegemónica de la clase dominante. Tampoco merecen confianza los “observadores” o “misiones” de la ONU, institución dominada por las potencias imperialistas y cómplice, por acción u omisión. de dictaduras y genocidios a lo largo de su historia.

Sin embargo, el apoyo expresado por el gobierno de EEUU y por el CNT, así como sus intentos de usurpar y darle una dirección reaccionaria al proceso, no cambia el carácter progresivo de la marcha del 15N, que debe ser definida por su pauta política, por su sentido objetivo, no por la retórica de sus organizadores y participantes. El 15N tiene el potencial de profundizar la crisis de la dictadura castrista, y ellos lo saben. No es casual todo el ensañamiento del régimen con los presos del 11J y con los organizadores del 15N.

Teniendo claro lo anterior, la política del imperialismo plantea dos tareas cruciales dentro y fuera de Cuba.

Por un lado, Archipiélago y los principales promotores de la marcha tienen la obligación de salvaguardar la más estricta independencia política con relación al imperialismo, sus agentes y, en ese sentido, promover la autoorganización y libre participación democrática de amplios sectores descontentos dentro de la clase trabajadora.

Por otro, la izquierda internacional debe reflexionar y romper con la influencia del castrismo. Debe pasar de ser un sostén –explícito o matizado– de la dictadura cubana a defender una solidaridad activa con las protestas y el proceso de lucha del pueblo. Esa es la única forma de disputar el rumbo de ese proceso con las intenciones siniestras del imperialismo y sus agentes. Mantener la política actual de la mayoría de la izquierda significa seguir entregando en bandeja de plata la bandera de la lucha democrática al imperialismo, divorciándose cada vez más de los intereses del pueblo y, por ende, facilitando los planes de Washington y Miami. La izquierda debe dar un giro de 180 grados y cambiar su ubicación política. Si no lo hace, estará allanando el camino para una dura derrota. Todavía hay tiempo.

A pocos días del 15N, la LIT-CI reitera su apoyo a la marcha, compromete sus fuerzas a impulsar y ampliar este apoyo, convoca a manifestaciones de solidaridad en todo el mundo con la lucha del pueblo cubano y renueva su compromiso con la lucha popular contra la dictadura burguesa del Partido Comunista de Cuba. Luchamos para imprimir a esa lucha antidictatorial un carácter socialista y antiimperialista. En ese sentido, es necesario mantener la movilización hasta caída del régimen cubano a manos de la acción independiente de la clase trabajadora y el pueblo, como punto de partida para una nueva revolución socialista en la isla.

Notas:

[1] Ver: <https://www.facebook.com/justicia11j/posts/184721370480906>.

[2] Ver: <https://www.facebook.com/USEmbCuba/posts/10159385149343911>.

[3] Ver: <https://www.facebook.com/USEmbCuba/posts/10159409544783911>.