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Cuba eleva a rango constitucional la propiedad privada, y cierra el circulo: abandona el término «comunista» en su constitución.

Puede parecer una discusión terminológica, pero las palabras tienen contenido programático, salvo para los post modernos de Podemos y sus significantes flotantes. Cuando Felipe Gonzalez preparaba su llegada al gobierno, impuso moralmente que el PSOE abandonara el termino «marxista» de su programa; llegó a dimitir de sus cargos, si el partido no lo admitía e hicieron un Congreso Extraordinario para debatirlo. No era baladí la discusión, la burguesia española no admitiría nunca un partido que en su programa se definiera como «marxista», con todo que ello conlleva. Gonzalez preparaba el camino para lo que hizo después del PSOE, meter el neoliberalismo en el Estado Español. Santiago Carrillo, por su parte, cuando el PCE firmaba pactos de la Moncloa, admitía constituciones monarquicas y demás, quitó el término «leninismo» del programa del PCE, y dijo aquello de «dictadura, ni la del proletariado». Estaba claro que el leninismo era contradictorio con su politica de admisión de un regimen heredero del franquismo.

En ambos casos, quitar el término «marxista» o «leninista» era la punta del iceberg que tenía como contenido la aceptación del regimen capitalista del 78 y la pesada herencia franquista.

Cuba esta preparando una reforma de la constitución para adecuar los cambios en la estructura económica de estos años, en los que se legalizó el llamado «cuentapropismo», es decir, la posibilidad de pequeños empresarios que, hasta hace unos anos tenían limitada su actuación, y que desde el 2010 pueden contratar asalariados / as.

Este cambio no es menor; sino que afecta a toda la estructura de un estado. Si en un estado que se llama «socialista», que por definición es lo contrario a un estado capitalista, de mercado, admites el asalariado / a, puedes adornarlo como quieras, pero eso se llama explotación capitalista. Gorbachov adornó su política de restauración del capitalismo con citas de Lenin.

Más temprano que tarde, ese estado tiene que optar, o mantiene las estructuras socialistas o se va al capitalismo; no caben términos medios entre uno y otro. La dirección cubana ha optado hace tiempo al fomentar las medidas restauracionistas, y ahora se prepara para darle cobertura constitucional.

Dice Juventud Rebelde el 14/07/18, que no es trotskista por cierto, por si alguno se despista (como confunden a Putin con un antiimperialista, todo es posible): «El sistema económico que refleja mantiene como principios esenciales la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción y la planificación como componente principal de dirección, a lo que se añade el reconocimiento del papel del mercado y de nuevas formas de propiedad, entre ellas la privada, en correspondencia con la Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista y los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, resultado de la consulta con amplios sectores de la sociedad.»

Y añade, para más inri: «Asimismo ratifica constitucionalmente la importancia de la inversión extranjera para el desarrollo económico del país, con las debidas garantías».
Primero, que no salgan con la NEP de las narices, pues Gorbachov la utilizó para justificar el desmontaje de la propiedad estatal en la URSS. La NEP se dió en un momento muy preciso de la URSS, cuando estaba DESTRUIDA POR SIETE AÑOS DE GUERRA CONTINUADA. Destruida, no bloqueada relativamente (la UE, Canada, China, hacen negocios con Cuba), que es muy distinto. Fue una medida absolutamente excepcional de reintroducir muy controladamente elementos de mercado y capitalismo para capitalizar una economía hecha polvo.

Lo que en Cuba quieren aprobar es algo muy distinto, es elevar a rango constitucional ese eufemismo de «las nuevas formas de propiedad» (parece que fueran de Podemos con eso de las «nuevas formas» de hacer algo que es muy viejo), aunque luego aclara, «entre ellas, la privada». Que se sepa, desde que el capitalismo fue restaurado en el mundo en los noventa, solo hay una forma de propiedad, la capitalista. La propiedad estatal con planificación es lo opuesto, es transición al socialismo, y eso desapareció en casi todo el mundo, hasta el punto de que la segunda economía del mundo, China, solo planifica para construir capitalismo, aunque lo haga bajo una bandera roja, reivindique a Mao, y siga hablando del marxismo leninismo. China, más allá de las formas, es un estado capitalista con un poder económico creciente.

Intentar combinar «planificación» con «mercado» lo intentó Yugoslavia y acabo como acabo. Son el agua y el aceite de la sociedad; la primera se mueve sobre la base de la racionalidad y la conciencia de los actos sociales, el segundo es una “mano oscura” que funciona automaticamente y de una manera incontrolable: el choque es inevitable. Es como intentar conciliar a la clase obrera con sus explotadores, como hacen todos los reformistas, y siempre acaba mal … para la clase obrera. Porque los explotadores cuentan con todo el poder político y militar que les da la propiedad privada de los medios de producción, distribución y financieros.

Hablando de China, ¿no tendrá nada que ver con otra de las reformas constitucionales que pretenden en Cuba?, la que dice que «ratifica constitucionalmente la importancia de la inversión extranjera para el desarrollo económico del país, con las debidas garantías». El capital chino está entrando con sus inversiones, en el «sindicato de agraviados por el imperialismo yanki». La diplomacia china, que es algo así como la del Vaticano por sus miles de años de experiencia, sabe que no puede ir al choque frontal con los EE UU, mas también sabe que estos están en retroceso y dejan huecos, y sobre todo «agraviados» (con Trump estos aumentan exponencialmente). Y por ahí entran sus capitales, que son tan expoliadores y saqueadores como cualquier otro capital imperialista: ya lo dijo Xi, el dirigente chino; frente a la política aislacionista de Trump, lanzo la consigna de «libertad de comercio»… Esto, para un capitalista, no es otra cosa que «fuera aranceles, facilidades y libertad de movimiento para mis capitales, que necesitan sangre fresca».

Las dos reformas constitucionales elaboradas por una comisión presidida por el mismo Raul Castro (Cuba hoy), son la cristalización de una realidad que se viene dando desde hace veinte años, un acelerado proceso de restauración del capitalismo en lo que fue el primer estado no capitalista del continente americano. De aprobarse, se trasladaría a lo que en derecho es la máxima norma de un estado, la constitución, lo que en la realidad ya es un hecho, que Cuba ha dejado de ser un estado socialista para transformarse en un estado capitalista.

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