Mustafá Bachir Mohamed trabajador marroquí candidato por la lista de Movimiento Corriente Roja
La Ley de Extranjería convirtió de un día para otro a miles de personas en “ilegales”. Una Ley que fue decretada como requisito para entrar en la Unión Europea y estrenarse como Frontera Sur de Europa. La valla de Ceuta y los primeros CIE fueron establecidos entonces.
Con el PP y Zapatero los ataques tampoco cesaron. Se produjeron devoluciones en caliente, se colocaron las cuchillas en las alambradas de las vallas y se establecieron cupos de detenciones de inmigrantes.
Y con Pedro Sánchez la política anti-inmigrante ha continuado a pesar de sus declaraciones. Sólo hicieron falta dos meses de su anterior legislatura para que su ejecutivo optara por defender estas devoluciones ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos: “No hay una expulsión sino una prevención de entrada” (el mismo argumento utilizado por el PP).
Tampoco han sido muy diferentes las políticas llevadas a cabo por Manuela Carmena más allá de los gestos para la galería. En marzo se ha cumplido ahora un año de la muerte del mantero Mame Mbaye. Una muerte que se produjo después de salir huyendo de la policía municipal tras una de las habituales persecuciones a manteros. Mame llevaba casi 12 años en España y no tenía “papeles” así que la única opción que le quedaba era la venta ambulante. La Ley de extranjería le había denegado hasta en tres ocasiones sus intentos de regularización.
Los empresarios siguen haciendo su gran negocio valiéndose del chantaje: “Te voy a hacer los papeles, pero te quedas más horas a trabajar”. Una realidad que se agrava aún más si hablamos de mujeres migrantes. Los diferentes gobiernos, a golpe de Ley de Extranjería combinado con la barrera idiomática, la dependencia económica que tiene la víctima hacia el agresor o patrón (muchas veces el mismo), una falta de red de apoyo familiar y la denegación de tarjeta sanitaria, son cómplices de los abusos y explotación hacia estas mujeres migrantes.
En el Movimiento Corriente Roja no aceptamos que existan personas de primera y segunda clase. No aceptamos ni una muerte más en el Mediterráneo o en las vallas.