Resolución política sobre Europa del XII Congreso de la LITci, 3 de julio de 2016La crisis económica: nuevas tormentas en el horizonte
Los mecanismos que permitieron remontar temporalmente la crisis económica de los países centrales de la UE, evitando la quiebra de los grandes bancos y el estallido del euro y facilitando una recuperación de las ganancias de los grandes grupos capitalistas se agotan. Eses mecanismos han sido:
- a) el ajuste y expolio de la periferia, imponiendo un nuevo patrón de explotación y hasta modificando el estatus nacional de países como Grecia, reducido a condición de semicolonia
- b) el flujo de exportaciones a los EEUU y sobre todo a China
- c) la caída de los precios de las commodities que hinchó el globo especulativo en el que se embarcó la banca europea
Los remedios de Mario Draghi (BCE) comprando deuda a las grandes empresas y a los estados, ofreciendo barra libre a los bancos y colocando tipos de interés nulos o negativos, empiezan a no funcionar; el estancamiento prosigue y no vuelve la inversión. En cambio, la sobreproducción se agrava, la tasa de ganancia disminuye y la deuda pública ha aumentado. Y lo que es peor: se quedan sin los recursos monetarios y fiscales a los que han estado recurriendo para evitar la depresión: la política monetaria ya no da para más y el volumen alcanzado por las deudas públicas inviabiliza nuevos endeudamientos masivos de los estados para rescatar el capital privado. Es por eso que un semanario portavoz del capital financiero internacional como The Economist habla de que nos hemos adentrado en «aguas desconocidas«.
La actual coyuntura debe entenderse en el marco de la fase descendente de la «curva de desarrollo» capitalista iniciada con la crisis de 2007-2008, quedando lejos la perspectiva de una nueva fase ascendente basada en la recuperación masiva de la inversión capitalista. La actual fase descendente se caracteriza por recuperaciones débiles y especulativas y por recesiones profundas y prolongadas, tal como hemos vivido estos años.
La situación descrita abre un nuevo período en Europa en el que la crisis y la consiguiente ofensiva del capital contra las conquistas y derechos de la clase trabajadora pasa, sin abandonar la periferia, desde ésta hacia al centro del imperialismo europeo. Este es el significado profundo del pulso por imponer la reforma del código laboral en Francia, del fin del «modelo social belga», de la ofensiva capitalista en Gran Bretaña o del pesado ataque contra el derecho de huelga en Italia.
La clase obrera francesa toma la vanguardia
El conflicto en Francia es el más importante desde el referéndum griego contra el Memorándum de la troika. Lo que está en juego con la Ley El Khomri no es, ni más ni menos que el intento de imponer un nuevo patrón de explotación a la clase obrera francesa. Es –como señalaba un reconocido inspector de trabajo francés- «la condena a muerte de Código de Trabajo construido desde hace un siglo«. La contrarreforma laboral disloca el actual sistema de relaciones laborales, atacando el corazón de la negociación colectiva y el propio papel de los sindicatos, amén de acabar de liquidar las 35 horas, facilitar el despido, imponer la flexibilización o recortar el subsidio de desempleo. Es una reforma que sigue el mismo modelo empleado antes en el estado español, Portugal y Grecia, sólo que la caída es desde un nivel de derechos muy superior. Es la misma orientación para Italia.
La contrarreforma laboral francesa se intenta imponer contra la voluntad del 70% de la población y aprovechando y utilizando los mecanismos del estado de excepción, que se ha ido renovando desde el atentado jihadista del pasado 13 de noviembre, con un grado de represión desconocido contra la movilización obrera. El proyecto de ley ni siquiera ha sido aprobado por la Asamblea Nacional para su paso al Senado sino por decreto del Gobierno y así se espera que vuelva a suceder cuando la ley vuelva a la Asamblea Nacional.
La actual movilización es la mayor desde 2010, cuando el gobierno Sarkozy impuso su ley de reforma de las pensiones. Son ya cuatro meses de movilización sin que la burocracia sindical, particularmente la de CGT, haya logrado todavía desmoralizar al movimiento. La clase obrera se ha colocado en el centro, con las refinerías, los portuarios, los ferroviarios o los trabajadores de la limpieza al frente, con sus métodos de lucha (huelgas, en particular las «huelga reconducibles» [cuya continuidad se decide cada día], manifestaciones, piquetes, bloqueos…) arrastrando a la juventud estudiantil y a los jóvenes precarizados. La clase obrera ha evidenciado su capacidad de paralizar el país.
Al calor de la lucha de los sectores obreros organizados, ha surgido el movimiento #Nuit Debout, con características semejantes al 15M español o al movimiento Generaçao a Rasca en Portugal. Pero #Nuit Debout, a consecuencia del protagonismo de la clase obrera, con sus métodos y organizaciones, ha quedado muy lejos del papel que aquellos representaron en sus países.
Hay que señalar las graves limitaciones que la burocracia sindical y las direcciones reformistas continúan imponiendo a la protesta, ya que no ha habido un movimiento de huelgas de carácter nacional en el que haya participado el grueso de trabajadores franceses; las huelgas «reconducibles» no compatibilizan con la convocatoria de jornadas de acción muy espaciadas en el tiempo y, además, no están coordinadas entre sí. La CGT, que continúa siendo la principal central sindical, cierra el paso a la convocatoria de una huelga general, más aún indefinida, y, por supuesto, se niega a movilizar para echar al gobierno Hollande.
Es toda una política de desgaste, cabalgando al movimiento, a la espera de traicionarlo abiertamente cuando la ley sea definitivamente aprobada, puesto que la «legalidad republicana» no puede ser cuestionada. Es una política en la que la burocracia de la CGT es experta, que ya aplicó en 2010 cuando la reforma de las pensiones y en 1968, cuando llamó a la vuelta al trabajo traicionando las reivindicaciones y llamando a participar en las elecciones anticipadas a las que convocó De Gaulle, que en su libro de memorias reconoce expresamente que fue el PCF, que era la dirección monolítica de la CGT, quien salvó entonces al capitalismo francés.
Pero la CGT ya no es lo que era, comenzando por su afiliación, que ha bajado de tres millones a 600.000. Su antigua burocracia, todopoderosa y férreamente controlada por el PCF, entró en crisis al calor de la propia crisis del PCF, fatalmente empujada por el derrocamiento de las dictaduras del Este europeo y la consiguiente caída del aparato estalinista internacional. Hoy, la burocracia de CGT se ve incapaz de cerrar el conflicto, tiene importantes problemas de control sobre los sectores más radicalizados del sindicato, como los trabajadores de las refinerías y se enfrenta al surgimiento de organizaciones como Solidaires, con una fuerte implantación, como es el caso de los ferroviarios. En la manifestación más multitudinaria del conflicto hasta la fecha, la del 14 de junio, la policía bloqueó la marcha multitudinaria y la cabeza de la manifestación, compuesta por el aparato de la CGT (y de Force Ouvrière), se retiró, pero los portuarios de El Havre, junto con Solidaires, hicieron retroceder a la policía y llegaron al término previsto, convirtiendo en un triunfo lo que pudo ser una retirada vergonzosa.
El conflicto francés ha dejado en evidencia el papel de la Unión Europea, la gran abanderada de la reforma junto a la gran patronal francesa. La UE declara que esta reforma es lo mínimo que debe cumplir el gobierno Hollande. También ha dejado en evidencia al régimen de la democracia burguesa, que aparece como el instrumento de una minoría que impone antidemocráticamente su voluntad ayudándose de la prepotencia y la violencia institucional. Otro elemento a destacar es el acelerado proceso de «pasokización» del partido socialista francés, abandonado masivamente por su base social y en plena descomposición interna, siguiendo la pauta del PASOK griego. Más de 80 locales del PSF han sido atacados en estos meses y sus sedes principales han debido ser protegidas por la policía.
Crisis interburguesas y la xenofobia al servicio de la división de la clase obrera
El conflicto francés se en el marco de la mayor crisis de la UE desde la fundación del Mercado Común. Uno de los elementos más importantes de esta crisis viene como consecuencia del enorme drama humano de los refugiados, que sólo tiene comparación con los desplazamientos forzados de la Segunda Guerra Mundial. No sólo porque esta crisis ha enfrentado a unos gobiernos con otros y ha quebrado el Acuerdo de Schengen de libre circulación de las personas, una de las bases de la UE, sino más aún por el carácter criminal de la respuesta del imperialismo europeo a una tragedia en la que las potencias europeas tienen una responsabilidad directa. La UE y sus gobiernos han violado abiertamente tratados y leyes internacionales y pagan 6000 millones de euros al verdugo Erdogan para evitar, si es necesario disparando a matar, que los refugiados sirios atraviesen la frontera turca y puedan acceder a Europa.
La batalla contra la conducta criminal de la UE y sus gobiernos, expresión de la barbarie imperialista, y por la solidaridad activa, en particular de las organizaciones obreras, con los millones de refugiados de las guerras de Oriente Medio y también de África, es uno de los grandes compromisos de la LITci en cada uno de nuestros países. Es una batalla que divide aguas y que se asocia de manera inseparable a la denuncia de la UE y a la lucha por derrocar el régimen sanguinario de al Assad en Siria, aguantado por la Rusia de Putin con la colaboración de EEUU y las potencias europeas.
El Brexit y sus consecuencias
La victoria del Brexit en el referéndum es el mejor reflejo de la profunda crisis que vive la UE, que es el proyecto central que ha ido construyendo el imperialismo europeo desde la II Guerra Mundial. El choque oficial ha sido entre dos opciones abiertamente reaccionarias: el «Bremain» (quedarse en la UE) liderado por Cameron y el Brexit (salir), encabezado por Farage (UKIP) y Boris Johnson (el ala más chovinista y xenófoba del Partido Conservador). Cameron hacía campaña a favor del acuerdo que había alcanzado con la UE en el que Gran Bretaña permanecía en la UE asegurando la autonomía de la City (el gran lavadero de dinero negro del mundo y enlace entre el capital financiero de EEUU y Europa) y con una nueva andanada de medidas contra los trabajadores y trabajadoras inmigrantes avalada por la Comisión Europea y los gobiernos del continente. Contaba con el apoyo abierto de Obama, la mayoría aplastante de la City y las multinacionales americanas y europeas. Farage y Johnson defendían la salida acentuando la xenofobia, especialmente dirigida contra los trabajadores del Este y apelando al estatus del viejo imperio británico que nunca volverá.
El referéndum se ha dado en medio de una profunda crisis económica y social, con desempleo masivo en las ciudades del Norte, un alto grado de precarización laboral y ataques a los servicios públicos fundamentales, junto a una acentuada decadencia de importantes sectores de la pequeña burguesía y de sectores medios de la burguesía británica que no se han beneficiado de la integración en la UE y, ante la crisis, se repliegan a posiciones nacionalistas.
En este marco, la victoria del Brexit, recogiendo una votación muy heterogénea, ha provocado una enorme crisis en el establisment británico que afecta a sus partidos e instituciones fundamentales y que pone incluso en el alero la continuidad de Escocia y de la misma Irlanda del Norte en el Reino Unido.
El Brexit trae a corto plazo un importante impulso recesivo a la economía británica y lo traslada a la estancada economía europea. Este serio problema viene provocado por un déficit comercial estructural de la economía británica, que hasta ahora se ha compensado con capitales volátiles que acudían a la City y que ahora, al cambiar la localización de Gran Bretaña, la abandonan. La razón de fondo de este déficit comercial no es otro que el carácter parasitario de la economía del Reino Unido, con una City responsable de más del 10% de su PIB.
Pero el gran problema del Brexit es, sobre todo, político, porque fragiliza de forma extremada el proyecto de la UE, cuyo abandono ha dejado de ser un tabú y ha colocado en el orden del día la exigencia de referéndums sobre la permanencia. Esta enorme fragilización se da en medio de una creciente polarización social donde amplios estratos de la pequeña burguesía y de los sectores del capital no oligopolistas y más golpeados por la crisis, protagonizan un fuerte repliegue nacionalista en muchos países, en gran parte capitalizado por la ultraderecha parlamentaria, mientras la izquierda reformista y neorreformista se alinea con el proyecto imperialista de la UE.
Pero el repudio a la UE no es privativo de la pequeña burguesía y de sectores medios del capital sino que afecta de lleno a crecientes sectores de la clase trabajadora, en la periferia europea y cada vez más en países centrales, como hemos visto en Francia. Es por eso que el Brexit nos ofrece la oportunidad de plantear la batalla contra la UE y denunciar al neorreformismo con más fuerza que hasta el presente. Por eso estamos obligados a tener una política para agrupar la vanguardia obrera y juvenil en torno a la lucha contra a la UE y el euro, para simultáneamente desenmascarar a los reformistas e impedir que el repudio a la UE sea tomado por la derecha xenófoba y utilizado en pro de la división de la clase trabajadora.
El neorreformismo y el ejemplo de Syriza
La profunda crisis económica que sufre el continente está provocando la ruptura de los viejos equilibrios entre los países y entre las clases sociales y está en la base de la polarización que se va adueñando de Europa. Esta polarización, hasta el momento, está siendo capitalizada electoralmente por direcciones pequeño-burguesas o directamente burguesas, como la ultraderecha parlamentaria más xenófoba y chovinista. Este último es el caso de Francia, Alemania, Gran Bretaña, Austria, varios países del Este o los países nórdicos. En cuanto a las nuevas direcciones pequeño-burguesas, tenemos movimientos como el de Grillo en Italia y, en otra ubicación política, los partidos neorreformistas Syriza en Grecia, Podemos en el Estado español, el Bloco d’Esquerda en Portugal o el PTB en Bélgica.
Este neorreformismo, capitalizando las crisis de la vieja socialdemocracia aburguesada y del estalinismo, tiene como misión institucionalizar y neutralizar la movilización obrera y popular y, cuando se hace necesario, sustituir a los partidos socialistas como eje de gobiernos de colaboración de clases encargados de imponer los planes de choque comandados por la UE.
El caso de Syriza es espectacular por la extrema rapidez y virulencia del giro que dio tras la traición abierta al pueblo griego cuando éste rechazó el memorándum de la troika haciendo frente a inmensas presiones y amenazas. En pocos meses, Syriza, el gran modelo del neorreformismo europeo, pasó de aparecer como el abanderado de la oposición a la troika y el enemigo jurado de los viejos partidos, a convertirse en el sicario griego de los planes de expolio de la troika y ejecutor de la política criminal de la UE contra los refugiados, un invitado permanente a las reuniones la cúpula de los partidos socialdemócratas europeos y socio y amigo de Israel.
El ejemplo de Syriza refleja el hecho de que, a diferencia de la vieja socialdemocracia de la segunda posguerra mundial, el nuevo reformismo ahora no tiene ningún estado de Bienestar que administrar sino todo lo contrario, sólo le cabe corresponsabilizarse de la política para acabar con el conjunto de las viejas conquistas. Syriza capitalizó el descontento profundo de la clase trabajadora y el pueblo pobre griego y ahora ya son tres las huelgas generales llevadas a cabo contra su gobierno.
Más allá de cómo evolucione en el futuro, vale la pena señalar el batacazo electoral sufrido por Podemos en las últimas elecciones generales españolas, con la pérdida de más de un millón de votos, particularmente concentrada en las barriadas populares y las ciudades obreras. Este golpe, antes de haber asumido responsabilidades en el gobierno del país, es propio de un partido que es, ante todo, un aparato electoral sin arraigo orgánico en la clase obrera y en los sectores populares, que ha experimentado un espectacular viraje a la derecha en menos de dos años y que se postula para asumir el papel de «nueva socialdemocracia» en el marco del estricto respeto a la UE.
La reorganización de la clase obrera por abajo y nuestra construcción
En este momento es central para las organizaciones de la LIT -cuyo objetivo es construir partidos revolucionarios arraigados en nuestra clase- insertarnos en el proceso de reorganización que, en medio de un cambio generacional, se está produciendo en las profundidades de la clase obrera europea y que descansa en el movimiento de resistencia a la ofensiva del capital y en el avanzado proceso de degeneración de las viejas burocracias sindicales, que acentúan su íntima relación con el Estado y con la patronal.
La reciente constitución, con nuestra contribución, del «Frente de Lucha No Austerity» en Italia, agrupando a los sectores más combativos del movimiento obrero del país, es -sin olvidar que está en una fase inicial- una de las muestras más avanzadas del proceso en curso, que también se expresa en el desarrollo de Cobas en el Estado español o en los pasos en la coordinación de sectores como portuarios, telemarketing o aeropuerto de Lisboa en Portugal. Estamos en medio de un proceso de reorganización donde están jugando un papel importante organizaciones de tendencia anarcosindicalista, cada una con sus características nacionales, como la CGT española o Sud Solidaires en Francia. Un aspecto a hacer notar, que refleja las desigualdades y la complejidad del proceso de reorganización, son los casos de rápida degeneración de sindicatos «alternativos» que, si bien rompieron con las viejas burocracias sindicales, no lo hicieron con sus viejos métodos burocráticos. De ahí la importancia capital de la lucha por la democracia obrera en el seno de las nuevas organizaciones sindicales y en su relación con los trabajadores.
Apoyándonos en los puntos más avanzados de este proceso de reorganización del movimiento obrero europeo e internacional, es necesario intervenir en los procesos de lucha a escala europea.
Nuestra construcción en Europa depende de nuestros progresos en el terreno de la reorganización del movimiento obrero y de nuestra inserción en la juventud obrera, en primer lugar en las fábricas, pero también en las barriadas. Sin olvidar el trabajo en el movimiento estudiantil como elemento auxiliar.
Toda la táctica electoral depende y está subordinada a nuestro trabajo para insertarnos en el proceso de reorganización de la clase obrera y se basa en la defensa del programa revolucionario y en la construcción del partido sobre esta base, frente a los programas y partidos reformistas. Debemos ser conscientes de las limitaciones del trabajo electoral para nuestros partidos durante un período prolongado, ya que luchamos con escasas fuerzas ante maquinarias descomunales, frente a una legislación cada vez más antidemocrática y unas campañas electorales abiertamente «americanizadas», con enormes gastos electorales y convertidas en un show mediático.
Nuestros partidos no podrán construirse sin mantener un perfil de oposición abierta a los gobiernos de colaboración de clases hegemonizados por el neorreformismo o apoyados por él, como en Portugal, donde somos el único partido de izquierda que se opone al gobierno de colaboración de clases. No podremos construirnos sin una clara y profunda delimitación política, programática e ideológica con el neorreformismo y su estrategia de «radicalización de la democracia» y «refundación» de la UE.
La lucha para destruir la UE como instrumento central del imperialismo europeo y por la construcción de una nueva Europa, la de los trabadores y los pueblos, es capital para nuestros partidos. La UE está en el centro de la ofensiva contra los trabajadores y los pueblos de Europa y es el gran escudo en el que se apoyan todos los gobiernos para su ofensiva antiobrera y antipopular. Esta lucha sin cuartel, debe tener en cuenta la localización de cada país en la jerarquía de la UE, pues no es lo mismo pertenecer a una semicolonia como Grecia (donde la política tiene como eje la salida del euro y de la UE) o formar parte de Alemania, el país que domina la UE, o de Bélgica, que se integra el centro imperialista europeo, donde el eje es acabar con los tratados imperialistas sobre los que se basa la UE. En un país imperialista de tercera fila, como el Estado español, la política de ruptura con el euro y la UE tiene plena vigencia.
La LIT y sus partidos en Europa debemos tener un perfil claro y diferenciado: de lucha frontal contra la UE y por una Europa de los trabajadores y los pueblos; de partidos obreros comprometidos en el proceso de reorganización de nuestra clase, que buscan identificarse con la juventud obrera y que ponen en primer plano la bandera de la democracia obrera; profundamente internacionalistas en las palabras y en los hechos, en la solidaridad activa con las luchas de los trabajadores y como los más resueltos luchadores por la solidaridad con los refugiados frente a la política criminal de la UE, contra el racismo y la xenofobia que se extienden como una plaga por el continente. Como vanguardia en la lucha contra las opresiones nacionales, de raza y de género.
XII Congreso de la LITci, 3 de julio de 2016