ANTECEDENTES DEL MOVIMIENTO OBRERO EN ESPAÑA. DE LA ESPONTANEIDAD Y LA REBELDÍA A LA LLEGADA DE LA AIT. Presentación de la serie

Se considera que la historia del movimiento obrero en España es un fenómeno que surge a principios del siglo XIX con la llegada de la Revolución Industrial. Para entender por qué el movimiento obrero español y el posterior nacimiento de la conciencia de clase tuvieron unas peculiaridades concretas en comparación con el resto del movimiento obrero en Europa en el siglo XX, se antoja de vital importancia conocer los orígenes de este fenómeno. Adentrándonos en este marco histórico, quizás podamos entender por qué todavía a día de hoy existen ciertas diferencias en la clase trabajadora de Andalucía o de Cataluña, de dónde provenían las ideas que influyeron en el origen de la conciencia de clase y del movimiento obrero español y cómo se integra posteriormente al movimiento obrero internacional con la llegada de la AIT.

En este primer artículo, se hablará de la llegada de la revolución industrial a España y del impacto que ello supone en la clase trabajadora española, y de cómo ésta reacciona y comienza a organizarse para defender sus derechos. Ante dicha organización, la reacción de la nueva clase dominante y del gobierno no se hace esperar, y veremos cómo tratan de prohibirse las primeras asociaciones obreras.

Ya en el segundo artículo, enmarcado en el momento histórico de la Década Moderada (así llamada porque durante esos diez años los liberales conservadores del Partido Moderado detentaron en exclusiva el poder gracias al apoyo de la Corona, sin que los liberales progresistas tuvieran la más mínima oportunidad para acceder al gobierno), comenzó cuando el líder de dicho partido, el general Narváez, asumió la Presidencia del Gobierno en mayo de 1844. Esta época será propicia para los beneficios de la burguesía apoyada en todo momento por el gobierno y la corona española, pero a pesar de eso, el movimiento obrero seguirá en la clandestinidad y trataremos de seguir su desarrollo.

Con la caída del gobierno de Narváez en 1854,  comenzará en España el Bienio Progresista liderado por el General Espartero (1854-1856)  produciéndose un auge en el movimiento obrero español tanto en las tendencias asociativas como en los conflictos, es aquí donde se centrará la publicación del tercer artículo.

El cuarto artículo abordará el periodo del fin del Bienio Progresista, se produce la vuelta a la Constitución de 1845, lo que supone que el desarrollo del movimiento obrero español que se estaba empezando a experimentar bajo el gobierno progresista de Espartero sufra un fuerte retroceso y se quede a la cola en comparación con el resto del movimiento obrero europeo.  La represión con que O´Donnell clausura el Bienio Liberal destruye las aspiraciones obreras y cierra el camino de la participación abierta en la lucha política a los grupos más avanzados que contaban con el apoyo  de las masas populares, por lo tanto, las figuras más radicales del republicanismo, vuelven a adoptar las tácticas de las sociedades secretas, especialmente carbonarias, extendiéndose rápidamente por gran parte de las provincias españolas. La sublevación de Loja de 1857 así como la huelga industrial de Barcelona de 1858 son los ejemplos más significativos de la existencia de una estructura secreta de organizaciones obreras de carácter republicano que empujan a las masas al reclamo no solo de la República sino también del reparto de tierras, sobre todo en la zona de Andalucía.

Por otra parte, la creación de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT)  el 28 de septiembre de 1864, es un hecho vital a tener a cuenta en cuanto al desarrollo del movimiento obrero internacional y por supuesto también en España. A finales de octubre de ese mismo año Marx redacta el Manifiesto Inaugural de la AIT, que se conocerá en todos los países europeos, entre ellos España, a través de un folleto en noviembre de 1864.

En todo caso, los posibles contactos de la AIT con España, antes de la revolución de 1868 donde se proclamará la I República en España, fueron efímeros y no se puede hablar  de un movimiento obrero español relacionado con la AIT. Éste fenómeno se presentará a partir de 1869 y con preponderancia bakuninista. Todo esto, será lo que se desarrollará en el quinto y último artículo.

 

CAPÍTULO 1

ESPAÑA ANTE LA LLEGADA DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL. EL DESENCANTO DEL CAMPESINADO  ANTE LAS DESAMORTIZACIONES DE LAS CORTES DE CÁDIZ. PRIMEROS CONFLICTOS EN LAS ZONAS INDUSTRIALES Y CREACIÓN DE LAS PRIMERAS ASOCIACIONES OBRERAS. PRIMERA IDEAS DEL SOCIALISMO UTÓPICO EN ESPAÑA

España ante la llegada de la revolución industrial

España, a las puertas del segundo tercio del siglo XIX, es un país principalmente agrario, donde la economía de mercado es prácticamente inexistente debido a que los síntomas de las Primera Revolución Industrial proveniente de Inglaterra tardarán en hacerse sentir. Las  Cortes de Cádiz se presentaban al pueblo español como la panacea a los distintos y graves problemas que arrastraban a la mayoría de la población de una nación a la miseria. Pero lejos de esto, las normas emanadas de las propias Cortes de Cádiz o las de Trienio constitucional (1820-1823) dirigidas a romper las estructuras legales propias de carácter medieval como los señoríos, mayorazgos, gremios, etc, no obtuvieron ninguna efectividad debido al retorno restaurador. Comenzarán a surgir algunos puntos industriales de carácter embrionario en algunas zonas como Barcelona, Vizcaya o Cádiz, pero no afectarán de momento en la sociedad española de aquel periodo. Así, podemos afirmar que España era casi en su totalidad un país agrario en los años treinta del siglo XIX.

El desencanto del campesinado ante las desamortizaciones de las Cortes de Cádiz

Tras la supresión de mayorazgos y desamortizaciones, la superficie de cultivo del país se extenderá considerablemente. La primera desamortización ( hasta el año 1844) tuvo como resultado la venta de 176.499 fincas rústicas, según el estudio llevado a cabo por el historiador Manuel Tuñón de Lara. Pero los campesinos, tan solo con dinero metálico, nada podían hacer en la competición de las subastas. Es decir, la desamortización podemos definirla como una mera transferencia de tierras pertenecientes al clero a un nuevo sector de terratenientes, a la nueva burguesía o grandes comerciantes, por lo tanto, no se cambió la estructura latifundista, ni se creó los soñados pequeños y medianos propietarios, con lo que la reciente burguesía de negocios se suma así al nuevo régimen liberal, dejando al margen y en la misma miseria a los campesinos españoles.

Por ello, no es de extrañar que el aumento de propietarios y la falta de soluciones hacia el campesinado propiciaran que ya en el año 1840, se hablase del mito “reparto de tierras” y se produjeran en distintos puntos de Andalucía apoderamientos de fincas  por parte de los trabajadores agrícolas. En 1855, con la llegada de la nueva desamortización, no se hizo más que agravar la situación del campesinado.

Por otro lado, la industria española cuenta como tal a partir del decenio de los años treinta, aunque las manufacturas textiles tuviese ya una sólida implantación en ciudades como Cataluña, Valencia o Castilla, teniendo como fecha clave 1832, año en el que se empieza a introducir y trabajar la energía de vapor, coincidiendo la instalación de la fábrica El Vapor en Barcelona de la familia Bonaplata. Además, se hacen importantes inversiones en otros sectores como la industria textil, la industria lanera, así como en el sector siderúrgico y minero en general.

En el marco político-legal de la época se favorece la libertad de industria aumentando notablemente  el desarrollo de la producción, así, un decreto aprobado el 20 de enero de 1834, liquidaba prácticamente los gremios al hacerlos prácticamente innecesarios para la producción industrial.

Aunque el desarrollo industrial se va a producir en distintos puntos de la España de la época, es en Barcelona donde aparecerá una empresa moderna con una clase obrera también moderna, produciéndose los primeros enfrentamientos entre el auge de las dos clases sociales antagónicas.

Las condiciones de vida, de precios y salarios seguían siendo prácticamente las mismas, y no iba acorde con las numerosas ganancias de los años de bonanza con la llegada de la industria. Además, a partir de 1835 se produce un alza de los precios en aspectos fundamentales de la dieta popular en productos como la harina y el trigo cuya subida llegará hasta 1839. Las condiciones de trabajo, sanidad, o vivienda se puede afirmar que eran pésimas, con jornadas laborales de más de doce horas, a ellos habría que sumar la falta de precauciones por parte de los patronos en seguridad en los centros de trabajo. Con frecuencia los obreros y obreras así como menores de edad sufrían amputaciones dedos e incluso de brazos.

Con la suma de estas pésimas condiciones era de esperar una respuesta de la nueva clase trabajadora que se estaba formando en España, aunque no gozaría en principio de ningún tipo de organización, sino más bien estarían basada en la espontaneidad al igual que en el terreno agrícola.

Primero conflictos en las zonas industriales y creación de las primeras asociaciones obreras

Ya en 1831, los obreros de la industria textil algodonera que trabajaban a destajo, comenzaron sus protestas, ya que cada vez alargaban más las piezas de tela y seguían pagando lo mismo por ella. Serán numerosos los enfrentamientos durante esta época, debido a la resistencia del sector gremial en contra de la suplantación de máquinas industriales. Quizás el acontecimiento más destacable sea la quema de la Fábrica el Vapor de la familia Bonaplata, que llevó a la intervención directa del gobierno, acabando incluso con el fusilamiento de algunos obreros implicados en el acto.

La tensión estructural entre fabricantes y operarios continuará mostrándose por muchos puntos geográficos. Mientras los patronos presentaban quejas contra “obreros ingratos” que solo buscaban un aumento del jornal, la nueva clase trabajadora que va creciendo en España, llevan a cabo siempre una respuesta de acción en relación con el salario o la profesión, pero que comenzará a unirse a  un nuevo estado de conciencia, caracterizado por la necesidad de asociarse para lograr esos fines. En 1839, el gobierno autoriza la demanda de los obreros de poder crear asociaciones obreras de ayuda mutua y beneficencia, y así es como se fundaría la Asociación Mutua de Tejedores en Barcelona, que contaría en un principio con 3.000 asociados, creando una gran inquietud entre los patronos, representados en la Comisión de Fábricas.

Con todo esto, el conflicto se manifiesta de una manera más evidente a mitad de 1840, produciéndose numerosos disturbios y desavenencias entre fabricantes y operarios, cerrándose así muchas fábricas. Como consecuencia de estos enfrentamientos, el auge de La Sociedad será notable, extendiéndose por la provincia, creándose incluso asociaciones locales con 7.000 asociados en Barcelona y 8.000 en las localidades fabriles de la provincia. Con este crecimiento, se planteó la posibilidad de la creación de otra asociación, la Sociedad de Tejedores de Algodón. Pero debido a la actitud reaccionaria de los patronos y de su presión al gobierno, la creación de esta nueva asociación se prohibió en 1841, pero no tuvo apenas efecto y durante aquel año su popularidad y éxito fueron en aumento, y también van asociándose otros obreros textiles.

No obstante, con la llegada del gobierno de la Regencia de Espartero, se establecía que solo se permitiesen las asociaciones obreras que tuvieran fines de mutua protección y socorro, y se imponían hasta penas de prisión para quienes pretendieran cerras las fábricas, impedir a los obreros que trabajasen y se prohibía además cualquier reunión sin previo aviso.

Pero a pesar de toda la represión del nuevo gobierno, la Sociedad siguió funcionado y a finales de 1841, concretamente el 20 de diciembre de 1841, un llamamiento firmado por la propia Sociedad decía así:

“Nuestra asociación no necesita aprobación ni reprobación de nadie; con los derechos que nos conceden la naturaleza y la ley tenemos bastante y los que digan lo contrario son nuestros perturbadores, por consiguiente, nuestra asociación es un lazo voluntario y recíproco que no está sujeto a disolución…”

En un principio, es difícil caracterizar a la Sociedad como un grupo vinculado a un grupo político, pero inevitablemente se observará que irá adquiriendo una naturaleza sindical, donde la conciencia de los asociados de su función en la producción y de su fuerza aumentará. Con el peligro que conllevaba este tipo de asociaciones frente a los patronos, representados en la Junta de Fábricas, y con la posterior presión de ésta sobre el gobierno, se decide ilegalizar la Asociación de Tejedores en 1845, justificándose por su mezcla de carácter político. A pesar de esta suspensión, con la existencia de ésta Asociación durante varios años y su posterior expansión a otras zonas, marcará un primer paso de conciencia sindical en España, lo que conlleva a la persecución de un fin profesional, pero no limitado al oficio, sino con vivencias de pertenecer a una clase. Es por tanto, que estamos hablando de un germen efervescente, que no es otro que el principio de la conciencia de la clase trabajadora española, algo que marcará el curso de gran parte de la historia de España durante el siglo XIX y su posterior desencadénate en el siglo XX.

SOCIALISMO UTÓPICO

Por otra parte, además de todos los cambios que se experimentan en la sociedad española durante el siglo XIX, hay que tener presente la llegada de las primeras ideas e influencias de carácter socialista. Éstas llegaran de la mano de aquellas personas desterradas que volverán a España tras la muerte de Fernando VII. Las principales corrientes socialistas de carácter utópico provienen de los intelectuales Saint-Simón, Fourier y Cabet.

No concierne a este artículo profundizar en las ideas de cada uno de ellos, pero si es interesante saber cómo dichas ideas influirán en el desarrollo del nuevo movimiento obrero español que empieza a gestarse.

Los primeros contactos españoles con Charles Fourier se remontan a la época del destierro y se deben sobre todo  a Joaquín de Abreu, quien mantuvo contacto directo con él. Con las ideas de Fourier se propone una mejor distribución  de los beneficios económicos, mayor desarrollo de la agricultura y la industria, aunque ésta última debería ser un complemento de la primera. Así mismo se propuso la organización social en falansterios constituidos por un número determinado de personas de origen e intereses distintos donde se trataría de conseguir la armonía de todas las clases. Las ideas de Fourier tuvieron sobre todo acogida en la parte de Andalucía, donde se llevaron a cabo cerca de Jerez de la Frontera, pueblo de la provincia de Cádiz.

Sin embargo, será en la zona más industrializada de España donde las ideas comunistas de Cabet tengan mayor acogida, que a diferencia de Fourier es un defensor del desarrollo industrial y de la modernización técnica y serán promovidas principalmente por  la figura de Abdón Terradas

Otras corrientes pre-marxistas aparecen en España ya entrada la década de 1840 con los intelectuales Robert Owen, Leonard Simonde de Sismondi, Louis Blanc, Blanqui o Proudhon, los cuales influirás más o menos en el pensamiento político español, atrayendo el interés de los grupos radicales más activos. De entre todos, serán los dos últimos los más influyentes. Por un lado, Blanqui, contribuirá a la organización de sociedades secretas republicanas de carácter revolucionario en los años que seguirán al Bienio Progresista. Por su parte, las ideas de Proudhon, serán conocidas en España a través de lafigura de Francisco Pi y Margall. Las ideas federalistas de éste intelectual son una crítica dirigida a la propiedad y al Estado, y se incorporarán a la facción más radical del republicanismo. Su importancia será reconocida incluso por los sectores más tradicionalistas españoles.

 

 

ANEXO: Manifiesto de la Sociedad de Tejedores Catalanes ante la prohibición del Gobierno (1841)

 «Algunos días hace que se difunde la voz por esta ciudad de que el Gobierno ha decretado la disolución de las sociedades de socorros mutuos. Si así fuese, no podemos concebir qué motivos puede alegar el gobierno para ello a no ser porque a su tiempo no le hagamos responsable ante la Nación de la espantosa miseria que tanto tiempo nos tiene sumergidos, o con el fin de poder llevar a cabo con más seguridad el tratado de comercio con la Inglaterra, que tanto tiempo nos amenaza: nosotros, como representantes de la Asociación de Tejedores, recomendamos encarecidamente a los asociados que altamente desprecien voces tan misteriosas y de intenciones muy dañadas. Por otra parte, no contamos que el gobierno haya pensado en eso, a la par que sabemos el empeño que tienen nuestros adversarios de disolvernos, que para lograrlo se desprenden hasta del oro que poseen, y aún cuando fuese así que lograsen sus deseos, su triunfo sería perjudicial a ellos mismos.

Así pues, tejedores y demás jornaleros asociados, no os dejéis sorprender, nuestra Asociación no necesita la aprobación ni la reprobación del gobierno ni de nadie; con los derechos que nos concede la naturaleza y la ley tenemos bastante; y los que digan lo contrario son nuestros perturbadores; de consiguiente, nuestra Asociación es un lazo recíproco y voluntario que no está sujeta a disolución.

Mucha firmeza y mucho silencio es lo que debemos guardar, y vengan decretos.

Prudencia y confianza con los individuos que habéis puesto al frente, ellos os marcaran la senda que debéis seguir; no escuchéis mas voz que la nuestra; considerad que hay muchos enemigos que están minando nuestro edificio; permaneced tranquilos en vuestros talleres y descansad al celo y la vigilancia de nuestros protectores.

Barcelona, 20 de diciembre de 1841.

Juan Muns, director.

José Sugrañés, vocal primero.

Pedro Vinyets, secretario

Sociedad de tejedores.»