El acuerdo de libre comercio CETA que firmaron finalmente la UE y Canadá este domingo estuvo a punto de descarrilar la semana pasada por las objeciones de los belgas de habla francesa (Valonia), mostrando las dificultades para los nuevos acuerdos comerciales globales. El acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) entre Asia y los EE.UU., se acordó a principios de este año, pero todavía tiene que ser ratificado por las Asambleas de todos los países firmantes. Y los dos candidatos a la elección presidencial de Estados Unidos se oponen ahora a la ratificación. El acuerdo de Asociación de Comercio e Inversión Transatlántico (TTIP) entre Europa y los EE.UU. permanece a la espera, con poca probabilidad de un acuerdo en el futuro previsible.
Por Michael Roberts
Los partidarios deL CETA dicen que incrementará el comercio entre Canadá y la UE en un 20% y aumentará la economía de la UE en 12 mil millones de euros al año y la de Canadá por12 mil millones de dólares canadienses. Sin embargo, hemos oído hablar de tales beneficios de los acuerdos comerciales globales antes y siempre resultan ser mucho menos, especialmente para los socios más débiles del acuerdo.
Por otra parte, CETA fue firmado pero sólo porque se acordó que sus partes más controvertidas quedan congeladas, a saber, la reducción de los aranceles a los productos agrícolas canadienses que amenazaban los agricultores de Valonia y los llamados tribunales para dirimir las disputas sobre las inversiones que permiten a las empresas demandar a los gobiernos por cualquier acción que amenacen sus ganancias (¡a través de tribunales con representantes empresariales!). Además, puede tardar otros dos años antes de que se complete la plena ratificación por los 28 estados miembros de la UE.
Como he indicado anteriormente, los acuerdos de bloques regionales han sustituido los acuerdos que abarcaban a todo el mundo a través de la Organización Mundial del Comercio (OMC), debido a que estos últimos han fracasado una y otra vez desde la crisis financiera global. Y la razón es clara. Se debe a que el crecimiento del comercio mundial ha disminuido drásticamente. Cuando un pastel se hace más y más grande, los que lo cortan están contentos de llegar a un acuerdo para compartir. Pero cuando un pastel empieza a ser más y más pequeño, nadie quiere renunciar a su ración y compartirla. Esa es la situación ahora. La Larga Depresión, con su baja tasa de crecimiento del PIB real y su no inflación de los precios de los productos básicos, ha reducido el pastel.
La OMC recientemente redujo el pronóstico de crecimiento del comercio mundial de este año más de un tercio. Ahora se espera un crecimiento de sólo 1,7% en volumen, por debajo de la anterior estimación del 2,8%. La OMC también espera ahora un crecimiento más lenta para 2017, con un aumento entre el 1.8 y el 3.1% en lugar del 3,6% estimado en abril.
Como he señalado antes, desde el final de la gran recesión, ya no hay un crecimiento del comercio mundial que supere el crecimiento del PIB real sino al contrario. En promedio, desde 1945, el comercio mundial crecía 1,5 veces más rápido que el PIB e incluso dos veces más rápido cuando la «globalización» se aceleró en la década de 1990. Las estimaciones de la OMC señalan el primer revés de la globalización desde 2001 y el segundo desde 1982.
Incluso las previsiones de la OMC parecen optimistas. La agencia de comercio holandesa, CPD, considera que hasta agosto de 2016, el volumen de comercio mundial era en realidad plano. Y si nos fijamos en el registro del comercio mundial desde la Gran Recesión, el crecimiento medio anual en volumen ha sido sólo un 2% frente al 5,6% de antes de 2008.
Los EE.UU. no son una excepción a la tendencia más amplia. El valor total de las importaciones y exportaciones de Estados Unidos se redujo en más de 200 mil millones de dólares el año pasado. En los primeros nueve meses de 2016, el comercio cayó adicionalmente en 470 mil millones de dólares. Es la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que el comercio con otras naciones ha disminuido durante un período de crecimiento económico.
Todo esto preocupa seriamente a los estrategas del capital, especialmente a los que representan a las principales economías. «La reducción de libre comercio estancaría un motor que ha traído ganancias de bienestar sin precedentes en todo el mundo durante muchas décadas», escribió Christine Lagarde, directora gerente del FMI, en un reciente llamamiento a las naciones para que renueven su compromiso con el comercio.
Todo esto hace que las perspectivas del capitalismo británico para conseguir un buen acuerdo de comercio con la UE en los próximos dos años de negociación sean sombrías. Y como he señalado antes, la idea de que los exportadores británicos van a ganar más cuota de mercado después de la devaluación del 20% de la libra esterlina resultará falsa. Después de la depreciación del 25% de la libra tras la gran recesión en 2008, los exportadores británicos no pudieron conseguir un aumento de su cuota de mercado. Y en 2013, cuando la moneda se apreció, la cuota de exportación se redujo aún más.
La razón era doble. Las empresas exportadoras británicas prefirieron obtener más beneficios y mantienen los precios de exportación aunque la libra esterlina cayó. Pero también la devaluación significó el aumento de los precios de importación y la mayor parte de los componentes de las exportaciones británicas (coches o servicios financieros) son importados. Así que los mayores precios de importación hicieron difícil bajar los precios de exportación.
El comercio mundial ha dejado de crecer. Los acuerdos comerciales regionales están en peligro. La globalización ha terminado. Un buen momento para el Brexit.
Publicado originalmente en inglés en: https://thenextrecession.wordpress.com/2016/10/31/ceta-and-the-crisis-in-world-trade/