A la dimisión de Íñigo Errejón anunciada el 24 de octubre de 2024 se le sumaron una avalancha de denuncias anónimas en redes sociales que lo señalaban como agresor sexual y maltratador psicológico. En ese momento fueron muchas las voces que se volvieron en contra de las mujeres que, con valentía, relataban las agresiones que habían sufrido. Eran esas voces las que exigían que el lugar idóneo para denunciar una agresión era el juzgado y no Instagram. Pues bien, el mismo 25 de octubre la actriz Elisa Mouliaá interpuso una denuncia contra Errejón por violencia sexual. Semanas más tarde, el 15 de noviembre, la presentadora de televisión Aída Nizar interpuso otra denuncia por, también, agresión sexual.
Por: A. Guerrero
Aunque la segunda denuncia, la de Nízar, ha sido archivada por el Juzgado de Instrucción número 11 de Barcelona al haber prescrito los delitos de los que se acusa a Errejón, la denuncia de Elisa Moliaá salió adelante y en estos días se está celebrando la vista.
A mediados de enero, Errejón y Mouliaá declararon por primera vez ante el juez de instrucción, Adolfo Carretero, y relataron dos versiones muy distintas de una misma noche. Lo verdaderamente indignante es que lo que debía ser una declaración de la denunciante se convirtió en un interrogatorio de más de dos horas en las que Carretero actuó con violencia, cuestionó repetidamente el relato de Mouliaá llegando a preguntarle si la denuncia escondía, en realidad, despecho, e insinuó que no manifestó una negativa expresa:
-¿Decía usted acaso yo me quiero ir?¿Usted le dijo que parara?
-No, le dije que estaba muy incómoda.
– Muy incómoda no, ¿le dijo que parara?
Una situación que se asemeja mucho a la pregunta de la jueza Carmen Molina que, en 2016, preguntaba a una mujer víctima de agresiones sexuales si había cerrado bien las piernas. O al juez Ricardo González que, en 2018, vio un “ambiente de jolgorio” en una escena en la que cinco hombres sometían a una mujer en un portal.
Mientras tanto, la declaración de Errejón se desarrolló en un ambiente amable, casi de compadreo, en la que él defendió su inocencia alegando que Mouliaá, lejos de sentirse incómoda, participó activamente en la relación sexual. Carretero calificó como “muy extraña” la declaración de Mouliaá, aludiendo a que había numerosas incongruencias, le preguntó si se había bajado las bragas y, para colmo, admitió que la defensa de Errejón le preguntara a Mouliaá por una denuncia emitida años atrás contra su ex y que ella mismo retiró.
Esta penosa situación es una clara evidencia de cómo los derechos conquistados en el terreno de la lucha contra el machismo se siguen topando contra el muro de togas que es el poder judicial español.
Al final de la declaración, Carretero pregunta a Mouliaá el por qué no había denunciado hasta ahora:
-¿Por qué usted ha tardado más de tres años en denunciar a este señor?
-No me atrevía.
-¿Por miedo a Errejón?
-Sí.
No es difícil entender que solamente entre un 11% y un 21% de las mujeres que sufre violencia lo denuncie, pues actuaciones como la del juez Adolfo Carretero mandan un mensaje aleccionador muy claro a todas las mujeres: si denunciáis, a quién juzgaremos será a vosotras. Por eso, por más que Ana Redondo, ministra de Igualdad, insista en que hay que denunciar, mensajes como este impiden que las mujeres y otros colectivos oprimidos confíen en que la judicatura está de su parte, porque la realidad es que no lo está.
Cambiar las leyes es importante y la Ley del solo Sí es Sí fue ampliamente celebrada cuando se aprobó, pero son los jueces y juezas quienes interpretan y aplican las leyes y a ellos/ellas corresponden que la situación vivida por Mouliaá no se vuelve a repetir. Sin una depuración total del Sistema judicial, machista y retrógrado, las leyes son totalmente insuficientes y ello no es posible sin echar abajo el régimen monárquico, heredero del franquismo.