El carácter caótico, irracional, profundamente desigual y bárbaro de la economía capitalista y de su devastador crecimiento a toda costa amenaza ahora el planeta como ecosistema y actualiza cada vez más necesarias medidas socialistas. Socialismo, o sea socialización de la sociedad, socialización de los medios de producción, de la economía. Esa respuesta es una economía planificada a partir de las necesidades de la mayoría trabajadora y de una gestión ecológica de los recursos naturales, equilibrándolos de modo organizado y científico. Tal sistema implica inevitablemente, como punto de partida, la expropiación de los expropiadores, como lo dijo Karl Marx, o sea la confiscación y colectivización de los principales medios de producción, así como de la banca. También imprescindible es la internacionalización de tal economía si nunca se pudiera acabar con su brutal explotación al nivel mundial. Lo que vivimos es la acelerada decadencia de las fuerzas productivas en destructivas en la fase pútrida del capitalismo. Así es la dictadura financiera imperialista en las manos de una todopoderosa diminuta minoría.
La idea de una economía planificada, nos dicen los defendedores del totalitarismo económico actual, es utópica y la terrible experiencia de la Unión Soviética, de China o de Cuba nos evidenciaría además su absurdidad. Pero, y dejando al lado el hecho de que la joven Unión Soviética estuviera arruinada por la primera guerra mundial, por una devastadora guerra contra la intervención imperialista y la sangrienta reacción interna, sufrió sobre todo de dos factores cruciales. El primero fue su aislamiento como economía (además a principios extremamente débil) en un entorno capitalista, y el segundo y no menos, la descomunal burocratización de toda la sociedad por el estalinismo, reacción totalitaria contra los históricos avances de la revolución rusa. Y aún así: la economía soviética, aunque planificadas a golpes de ordenes desde arriba, se mostró capaz de realizar un auge hasta entonces nunca visto.
Otra importantísima ventaja de la economía planificada es la ausencia de crisis coyunturales y de depresiones que implica, esas plagas inevitables del capitalismo.
Y por cierto, ¿cómo si las actividades de cualquier empresa privada, capitalista, empezando con las más grandes multinacionales, no fueran en alto grado planificadas?
Respecto a los ejemplos soviéticos o chinos, sólo demuestran que una economía planificada según las necesidades públicas más bien que la actual y su motor la ganancia si no el lucro privado, exige la activa y generalizada participación y gestión de los trabajadores y trabajadoras, y esto en cada nivel de decisión y planificación. O sea: una democracia decisiva, la democracia obrera y popular. Los recientes desarrollos tecnológicos la harían aún más efectiva.
Tal economía, armonizada al servicio de la gran mayoría de la sociedad y adaptada a las exigencias medioambientales y climatológicas, es inaceptable e imposible en el mundo burgués y sus intereses de clase, y se demostró con sus diversos intentos, empezando con la intervención militar contra la Rusia revolucionaria, de sofocarla, y luego, ya en la época de degeneración estalinista, mediante la invasión nazi.
La solución de los ingentes problemas y la crisis permanente de la economía capitalista mundial exige la toma del poder por la clase trabajadora y el establecimiento de gobiernos obreros capaces de acabar de una vez con la ya tardía explotación y dominación de un llamado “orden” que amenaza el mundo entero con un desastre apocalíptico irreparable.
La economía será socialista o la barbarie se profundizará, peor que nunca.