Estamos a pocos días del segundo turno de las elecciones que elegirán el próximo presidente de la República. Y la misma ola que empuja a Bolsonaro a la posición de favorito en esta disputa, causa perplejidad y confusión en el interior de las organizaciones de la clase trabajadora y entre los activistas de vanguardia por todo el país.

Por: Zé Maria, metalúrgico y presidente nacional del PSTU, Brasil

¿Cómo puede ser que una candidatura tan nefasta, en todos los sentidos de término, atraiga el voto de una parte tan grande de los trabajadores y del pueblo pobre? Y, más allá de buscar comprender qué pasa, surge la pregunta: ¿cómo enfrentar esa situación y, especialmente, los ataques a los derechos de los trabajadores en este escenario político?

En este artículo quiero tratar esas dos cuestiones, pero voy a invertir lo que sería el orden más normal de la discusión. Voy a comenzar tratando de la perspectiva con la cual debemos enfrentar el escenario político que se aproxima, qué hacer frente a este cuadro. Solo después, voy a tratar de presentar una explicación de cómo llegamos a esta situación.

Esta decisión obedece a una motivación precisa, y no es porque no sea importante un balance que explique cómo llegamos hasta aquí. Precisamos y debemos hacer esa discusión entre nosotros y con los trabajadores.

El motivo de esta decisión es dejar sentado que, a pesar de las diferencias que existen entre nuestras organizaciones y en el seno de la propia clase trabajadora, es fundamental que trabajemos para unir a nuestra clase y prepararla para la lucha en defensa de sus derechos e intereses, que están amenazados.

El escenario político que se avecina

Sea cual fuere el resultado de la votación en el segundo turno de las elecciones, sabemos que va a ser inmensa la presión de los bancos y de las grandes empresas para que el próximo gobierno prosiga y profundice el ajuste fiscal en curso en el país y el ataque a los derechos de la clase trabajadora. Esta no es una opinión sino una información difundida abundantemente en los grandes medios de prensa por los portavoces más renombrados de los grandes grupos económicos que controlan la economía aquí y fuera del país.

Eso significa que los ataques que ya sufrimos con la reforma laboral, la ley de tercerizaciones, la PEC [Proyecto de Enmienda Constitucional] del techo de los gastos, aún no es el fondo del pozo para estos señores. Quieren más: atacar el derecho a la jubilación con la reforma de la previsión., ampliar y profundizar la reforma laboral atacando el aguinaldo y las vacaciones, apropiarse de todo lo que es público con las privatizaciones, y un largo etcétera.

Eso sin hablar de que, en un eventual gobierno Bolsonaro, las pocas y limitadas libertades democráticas que todavía tenemos también estarán en riesgo, sea el derecho de huelga, de organización de los trabajadores para luchar por sus derechos, sea el derecho de los negros, de las mujeres y de las LGBTs a organizarse para luchar contra la discriminación y la violencia que sufren en esta sociedad.

Es para esta situación que necesitamos prepararnos. Y, pese a las diferencias políticas existentes en el interior de las organizaciones y de la propia clase trabajadora, sabemos por nuestra propia experiencia que la mejor forma de defendernos ante una situación como esa es uniendo y movilizando a la clase trabajadora. Unida y en lucha, ella es más fuerte que los que quieren atacar sus derechos, y puede derrotarlos a todos.

Construir un Frente Único para la lucha en defensa de nuestros derechos

El año pasado, en los meses de marzo y especialmente abril, con la Huelga General la clase trabajadora se impuso en el escenario político e impidió la aprobación de la reforma de la previsión pretendida por el gobierno Temer en aquel momento. Para que aquella movilización fuese posible, fue fundamental la unidad de todas las centrales sindicales, de los sindicatos y movimientos populares, en un llamado único para la lucha en torno a un objetivo también preciso y que fue abrazado por los trabajadores: impedir la aprobación de la reforma de la previsión y en defensa de los derechos de la clase trabajadora.

Precisamos retomar esa metodología, ahora con más energía todavía. Precisamos construir un Frente Único que una a todas las organizaciones de los trabajadores, a toda nuestra clase, para luchar en defensa de sus derechos, para resistir contra los ataques que vendrán. Para eso, el primer paso es definir un programa mínimo, que recoja las cuestiones más sentidas por nuestra clase, sus derechos fundamentales que están amenazados: defensa de la jubilación – contra cualquier reforma de la previsión; defensa de los derechos de los trabajadores – ningún derecho menos; revocación de la reforma laboral y de la ley de tercerizaciones; empleo digno para todos – reducción de la jornada de trabajo sin reducción salarial; aumento de los salarios y de las jubilaciones – salario mínimo calculado por el DIEESE; aumento de las inversiones públicas en salud, educación, vivienda y transporte; contra las privatizaciones – en defensa del patrimonio y de los servicios públicos; derecho de organización y de manifestación – en defensa de las libertades democráticas.

Esta es la idea que tenemos de un programa mínimo para la situación presente, pero puede ser otro. El mejor programa es aquel que –respondiendo a las necesidades de los trabajadores– posibilite esa unidad que queremos y precisamos construir. Y alrededor de ese programa debemos construir un plan de acción que permita la movilización y organización de nuestra clase, preparando las condiciones para una nueva Huelga General, aún más fuerte que la del año pasado, para derrotar los ataques que vendrán.

Las centrales sindicales precisan reunirse y discutir seriamente la necesidad de este Frente Único. Definir un programa común, y dar los pasos necesarios para la concreción y organización de un plan de acción que prepare una nueva Huelga General en el país. Plan este que deberá ser puesto en marcha en la medida en que se concreten los ataques que vendrán.

Y es necesario hacer esta discusión a fondo con los trabajadores, que también están divididos en este momento –una parte vota Haddad, una parte vota nulo o no vota, y una parte inmensa vota Bolsonaro–.

Lo peor que se puede hacer en esta situación es insultar a aquellos que no piensan como nosotros. Es necesario comprender y respetar. Conversar abiertamente con los trabajadores, mostrarles y proponerles que, independientemente de la opinión que cada uno tiene sobre el escenario político, independientemente de cómo va a ser o fue el voto de cada uno, debemos unirnos y prepararnos para la lucha en defensa de nuestros derechos y intereses más sentidos.

Ese diálogo respetuoso es fundamental, pues hay un descrédito grande también con los sindicatos, las centrales sindicales, los movimientos sociales, que son vistos por una gran parte de los trabajadores como parte de “todo eso que está ahí”, como parte del “sistema” que él rechaza.

Muchos trabajadores no van a creer que con el nuevo gobierno vendrán los ataques que estamos diciendo. Necesitamos tener paciencia para explicar que sí, y para acompañar la experiencia que los propios trabajadores van a hacer, porque los ataques van a venir, e independientemente de cómo votó, el trabajador va a reaccionar y va a querer luchar para defenderse.

Nuestra clase puede estar dividida, tomada por mucha confusión en este momento, pero no está derrotada. Va a reaccionar cuando vea atacados sus derechos, va a disponerse a luchar. Las organizaciones sindicales y los movimientos populares precisan ponerse a la altura de los acontecimientos, ayudar a la clase a comprender la situación y proporcionar la organización necesaria para la lucha.

La construcción de la unidad y de la lucha por la base también es fundamental

Es necesario llevar esta discusión a los lugares de trabajo y las comunidades. Los sindicatos deben hacer asambleas, reunir a los trabajadores en los lugares de trabajo; es preciso organizar reuniones en las comunidades; discutir en todos lados el programa común y la necesidad de la unidad y de la lucha.

Y organizar plenarios locales y regionales que reúnan sindicatos, movimientos populares, activistas y militantes de vanguardia del movimiento, construir por la base ese sentimiento a favor de la unidad y de la lucha. Hasta para presionar a la cúpula de las centrales sindicales a asumir su responsabilidad o, en ausencia de ellas, tratar de construir espacios de unidad que permitan unir y poner en lucha a nuestra clase.

Este es el llamado que hacemos

Otra vez: sabemos de la cantidad y la amplitud de las divergencias existentes entre nuestras organizaciones. Es el desarrollo de la lucha de clases en el país el que va a crear condiciones de resolverlas de una u otra forma. Ahora, lo que sí es nuestra responsabilidad en este momento, es poner por encima de nuestras diferencias la construcción del Frente Único que una y prepare a nuestra clase para la lucha. Esa es la tarea y la exigencia que está planteada en este momento a todos los sectores del movimiento sindical, las organizaciones y movimientos populares, de los estudiantes, y de lucha contra la opresión.

Esa no es solo la mejor manera de defender nuestros derechos a la jubilación y nuestros derechos laborales que están bajo amenaza. Es también la única forma de defender consecuentemente nuestro derecho de organización y manifestación ante un eventual gobierno Bolsonaro. En caso de que venza el candidato del PSL y, sea por decisión suya o por fuerza de las circunstancias camine en el sentido de implantar una dictadura en el país, la única garantía que tendremos para evitar lo peor es la lucha de nuestra clase.

Los precedentes de la situación actual

Ni reír ni llorar, comprender. Es necesario buscar una explicación para el espacio que consiguió entre los trabajadores una candidatura como la de Bolsonaro. Desde ya, no vale colocar la culpa en el enemigo. Todas las iniquidades que se atribuyen a esta candidatura son justas. Todas las acusaciones de falsificadores, embusteros, fábricas de Fake News, todo eso también es verdad. Pero ellos son los enemigos, están en su papel.

El problema real que debemos plantearnos es: ¿por qué esa cantidad enorme de cosas absurdas tuvo tanto espacio y tanta audiencia en el interior de nuestra clase?

Lejos de la actitud arrogante de insultar de fascistas o estúpidas a las personas que decidieron votar en el candidato del PSL, es necesario comprender lo que pasa. Son estos mismos trabajadores los que, hasta ayer, votaban a Lula y el PT. Y es con ellos también que tendremos que luchar en un futuro próximo para defender a nuestra clase de los ataques que están viniendo por ahí. Sabiendo que el asunto es polémico, presentamos aquí nuestra opinión.

Cómo llegamos hasta aquí

Hace tiempo que veníamos alertando que estaba en curso un proceso profundo de ruptura de la clase trabajadora con el PT. El cansancio con la desigualdad, la injusticia, los abusos, la corrupción, la violencia a que está sometida en el capitalismo, que transforma la vida del pueblo que trabaja en un verdadero infierno, llevó a una parte cada vez mayor de nuestra clase a mirar para el PT con una esperanza que ya no tenía en los partidos tradicionales de la política brasileña. Eso culminó con la elección de Lula en 2002.

Trece años después, la decepción acumulada con el “conjunto de la obra” de los gobiernos petistas era enorme. Las grandes manifestaciones de 2013 abrieron una nueva situación política en el país y fueron un mensaje nítido para todos los que quisieran ver.

No fue solo la corrupción que llevó a la ruptura de los trabajadores con el PT, aun cuando este sea un elemento importante, sí. Fue también la percepción de que el PT hablaba de una cosa y hacía otra. Hablaba de la defensa de los derechos de los trabajadores, pero lo que defendía eran los intereses de los ricos. El resultado es este que estamos viendo hoy.

Por eso fue tan fuerte el sentimiento de traición que se diseminó entre los trabajadores en relación con el PT cuando fue percibiendo, en el transcurso de los acontecimientos, que el PT gobernaba para los ricos, los grandes empresarios y los bancos que lo financiaban, y no para los pobres, no para aquellos que trabajan. Eso se hizo evidente en el estelionato electoral practicado por Dilma en 2014 y en la profusión de casos de corrupción envolviendo a los gobiernos y dirigentes de este partido. La alianza de clase con los grandes empresarios y banqueros, que Lula y el PT hicieron para las elecciones y gobernar, cobraba así su precio.

Es ese proceso de ruptura que está en la base de la crisis política que liquidó el apoyo que Dilma tenía en la población. Creó las condiciones que fueron aprovechadas por la llamada derecha tradicional, con el PSDB al frente, para llevar adelante el proceso de impeachment que derrocó a Dilma en 2016.

La responsabilidad de la llamada izquierda en todo ese proceso

El rechazo de los trabajadores al gobierno Dilma, en aquel momento, no era señal de apoyo a los partidos de la derecha tradicional en el país, como fue alardeado por el PT y sus seguidores de forma oportunista, intentando huir de un balance honesto de sus gobiernos.

Hoy se puede ver nítidamente lo que el pueblo de este país piensa de partidos como el PSDB y el MDB, que fueron destruidos en la elección. El rechazo era a lo que el PT estaba haciendo en el gobierno, que era lo mismo que estos partidos tradicionales siempre hicieron. ¡Por eso se convirtió en un rechazo contra todos ellos! Un rechazo contra todo el “sistema”, pues ni el PT había sido diferente.

La amplia mayoría de las organizaciones de la izquierda brasileña, la mayoría de los sindicatos y las grandes centrales sindicales, en lugar de abrazar la revuelta de nuestra clase contra “todo lo que está ahí” y defender y construir una alternativa de los trabajadores para gobernar el país, abrazó la defensa del PT.

Primero, la defensa del gobierno Dilma, y después, en la campaña hecha por ese partido para intentar librarse del balance del desastre causado por sus gobiernos. Era ese el objetivo de la cantilena del “golpe de la derecha”, de la defensa de las “Directas ya” y, por último, de la campaña “Lula Libre”. En última instancia, esas campañas eran todas de defensa del PT, una especie de campaña electoral anticipada para llevar de vuelta a este partido al gobierno.

No fue casualidad que, por más que lo intentasen, el PT y la CUT nunca consiguieron promover ninguna movilización seria de sus bases para defender al PT y sus dirigentes. No era eso lo que los trabajadores querían.

En este proceso, la amplia mayoría de la izquierda brasileña desertó de presentar una alternativa de clase, socialista, para los trabajadores de nuestro país. Se sumó al PT para intentar imponer de nuevo a los trabajadores una alternativa que ella ya había experimentado, y –con toda razón– rechazado. Fue así que la izquierda dejó el campo abierto al crecimiento, en el interior de nuestra clase, de aventureros como Bolsonaro.

El episodio de desmarque de la Huelga General de junio pasado

No se sostiene en pie el argumento de que “la clase no quiere luchar”. La clase precisa de organizaciones y de dirección para luchar, y precisa de un motivo claro para luchar, que, obviamente, sea la expresión de su necesidad o su deseo. Ella sabe, aunque instintivamente, que la lucha en determinados momentos es más política que económica, es más general y nacional que local, porque no hay cómo cambiar su vida sin cambiar el país. Y una lucha nacional precisa de la unidad de toda la clase y de una dirección que la organice.

Disposición de lucha no faltó. Se probó incontestable no solo en las inmensas movilizaciones del 8 de marzo, el 15 de marzo, pero especialmente en la Huelga General del 28 de abril [2017], la mayor en la historia reciente de nuestro país. La ocupación de Brasilia dio el tono del tamaño de la revuelta y del descontento con las instituciones que gobiernan el país.

Muchos dirigentes de centrales sindicales criticaron la “radicalización” de la acción que los trabajadores hicieron en Brasilia aquel 24 de mayo. Pero si hubiesen preguntado la opinión de sus bases, hubieran visto que ellas se sintieron muy bien representadas por el apriete que la movilización impuso al gobierno, que acabó llamando al Ejército para enfrentar a los manifestantes. Más bien querían que ella hubiese invadido el Congreso Nacional para dar un lección a esa banda de corruptos que habita aquel lugar.

Había plenas condiciones –desde el punto de vista de la disposición de nuestra clase– para seguir aquella lucha, impedir la aprobación de la reforma laboral y incluso derrocar el gobierno Temer. La Huelga General marcada para el 30 de junio [2017] podría haber sido decisiva para eso.

El PT y sus seguidores actuaron en ese proceso para abortar aquel proceso de movilización, para desviarlo para su campaña electoral anticipada (en aquel momento la defensa de las “Directas ya”). No querían derrotar “todo lo que está ahí”, como la clase estaba dispuesta a hacer. El PT no quería derrotar el “sistema”, pues es parte de él.

Embalado en las encuestas que “daban” muchos votos a Lula, querían transformar la lucha de los trabajadores por sus derechos en lucha a favor del PT. Y la cúpula de las grandes centrales capituló al PT y a las relaciones que mantiene con el empresariado. Desarticuló la huelga de junio e impidió, así, el avance la movilización.

No se puede pensar que una acción de esa naturaleza pasa inadvertida a los trabajadores. Los trabajadores, sintiéndose traicionados por el PT, sienten ahora que sus organizaciones les faltaron en el momento en que más precisaban de ellas. Todo eso tiene consecuencias. Fue aprobada la reforma laboral, lo que podría evidentemente haber sido evitado si la lucha hubiese seguido. Eso es una derrota. Y derrota disemina confusión entre los trabajadores, desorganiza, corroe la confianza en sus propias fuerzas. Eso también tiene consecuencias, y parte de ellas las estamos viendo en el proceso electoral en curso. Y también va a cobrar su precio, ahora, cuando precisamos poner nuevamente a la clase en la lucha para defender sus derechos.

De esa situación se alimenta Bolsonaro

Una parte inmensa de la clase trabajadora da su voto a una candidatura como la de Bolsonaro porque ella aparece para estos trabajadores como la única alternativa contra todo lo que ella repudia, “contra todo lo que está ahí”, contra el “sistema”.

Y todo lo que de nefasto representa esa candidatura le parece un problema menor que el rechazo que siente por el sistema representado por el PT, PSDB, MDB y un largo etcétera.

Solo eso explica la dimensión de la votación de este candidato en el seno de la clase trabajadora. Los electores de derecha y ultraderecha que piensan igual que él, representan solo una parte minoritaria de su electorado actual.

Es en este sentido que la “ola Bolsonaro” no deja de ser, en parte, fruto de la traición del PT y del hecho de que las grandes organizaciones sindicales desertaran de su función, de ser una alternativa para la lucha de nuestra clase cuando ella más lo precisó. Por eso ahora, en lugar de ofender, es necesario comprender. Es preciso reconstruir la confianza de la clase en sus propias fuerzas, y en la lucha como medio para mejorar sus condiciones de vida.

Una alternativa de clase y socialista

La tarea es construir una alternativa para nuestra clase, que represente efectivamente sus intereses, y que le sirva para la lucha en defensa de sus derechos. Y esta salida solo se puede construir en la lucha contra Bolsonaro y todo lo que él significa, en la lucha contra la derecha tradicional, representada por el PSDB, DEM, y compañía, pero también en la lucha contra el PT. Esa es la dimensión del trabajo que tenemos por delante: construir una alternativa obrera y socialista para nuestra clase y para nuestro país.

La clase trabajadores unida y organizada puede perfectamente impedir los ataques a sus derechos, vengan de donde vinieren. Puede perfectamente derrotar, en las calles, esa caricatura de dictador en caso de que él salga victorioso en las urnas. Y, en ese proceso, crear las bases para una transformación más profunda en el país, que lo libere de la expoliación del imperialismo, de la explotación y la opresión del capitalismo. Es de esa forma que nosotros, del PSTU, vemos el proceso.

Las centrales sindicales pueden hacerlo y los sindicatos tienen un papel fundamental en este proceso. Pueden ser parte importante de este proceso, o podrán transformarse en un obstáculo contra él. En este caso, cabrá a los trabajadores, con los recursos y organizaciones que tengan a mano, avanzar en la construcción de su unidad y de la lucha para derrotar a sus enemigos de clase.

Traducción: Natalia Estrada.