Vivimos una de las mayores crisis del capitalismo. Sin embargo, esta crisis no nos afecta a todos por igual. Mientras los grandes bancos continúan lucrando billones en Brasil, el desempleo es la dura realidad para más de 66 millones de trabajadores y trabajadoras. Mientras los grandes inversores internacionales lucran con la entrega del petróleo, de la Petrobras y de todas nuestras riquezas al capital extranjero, millares de familias se ven obligadas a volver a cocinar con leña y el hambre afecta a más de 10 millones de brasileños. Todo eso en una de las mayores economías del mundo.

 

La crisis evidencia la faceta más cruel e inhumana del capitalismo. Los sucesivos gobiernos, en época de crecimiento, les destinan migajas a los trabajadores y a la población más pobre. Durante la crisis, arrojan violentamente los efectos en las espaldas de la clase trabajadora y del pueblo pobre. Violencia que más que una metáfora, es una realidad muy concreta en un país en el cual mueren, por año, más de 60 mil personas asesinadas; en el que la juventud pobre y negra de las periferias es víctima de un genocidio y del encarcelamiento en masa, mientras los grandes corruptos gozan de la más completa impunidad; y en el que las mujeres trabajadoras mueren en clínicas clandestinas de aborto o víctimas del feminicidio.

Sufrimos los años del neoliberalismo descarado de Collor y Fernando Henrique Cardoso (FHC), con la apertura comercial indiscriminada, el desempleo y la recesión. Vivimos la traición de los gobiernos del PT que, surfeando en una ola de crecimiento económico, priorizaron los intereses y las ganancias de los grandes contratistas, de los bancos y del agronegocio. Por ese motivo, no se resolvieron los grandes problemas históricos que nos afligen. Al contrario, aumentó la dependencia de nuestra economía y la desigualdad, que provoca que 6 billonarios concentren hoy las riquezas de 100 millones de brasileños. Temer ha profundizado los ataques contra la clase trabajadora con una reforma laboral, que aumenta todavía más la explotación y amenaza con una reforma de la Seguridad Social, cuyo único sentido es el de garantizar el pago de la deuda a los grandes banqueros extranjeros a costa de nuestra jubilación.

En este momento de gran crisis económica, política y social, vemos varias candidaturas colocándose a disposición para continuar y profundizar la política económica de los últimos gobiernos. Son varias candidaturas que, de una forma u otra, tienen el mismo proyecto: continuar gerenciando el capitalismo, que condena millones al hambre y al desempleo.

Ante eso, el PSTU se ve en la obligación de presentarle a la clase trabajadora y al pueblo pobre de Brasil, una alternativa socialista y revolucionaria; un programa que apunte la ruptura con el capitalismo, los grandes bancos y empresas, llamando a la clase obrera y a la población pobre a rebelarse, a hacer una revolución, que destruya el capitalismo y construya, en la lucha, un gobierno socialista de los trabajadores, basado en consejos populares. Solo un programa socialista puede acabar con la dominación imperialista en nuestro país, garantizar una segunda y verdadera independencia y acabar con toda la explotación y la opresión.

1 – ¡Revocación de todas las reformas que retiran derechos! No a la reforma de la Seguridad Social.

La primera tarea que se le coloca a la clase trabajadora es la revocación de todas las reformas que retiraron derechos en el último período. Del ataque al seguro-desempleo, al PIS/PASEP y las pensiones en el gobierno Dilma a la reforma laboral de Temer, que aumenta la explotación para elevar las ganancias de los empresarios. Es necesario revocar la ley de las tercerizaciones y la PEC del límite de gastos, que congela inversiones públicas por 20 años. Tampoco vamos a permitir ninguna reforma de la Seguridad Social y llamamos a los trabajadores a luchar y resistir contra cualquier ataque contra nuestra jubilación, independientemente del gobierno de turno.

2 – ¡Por el derecho al trabajo! Reducción de la jornada sin reducción de salarios.

El desempleo es una de las consecuencias más crueles de la guerra social contra los trabajadores y las trabajadoras en esta crisis. A pesar de que el índice oficial dice que hay 13 millones de desempleados, más de 66 millones de personas están sin empleo en este país. Sin contar las personas que enfrentan el duro cotidiano del subempleo y la informalidad. Necesitamos reducir la jornada a 36 horas semanales, sin reducir los salarios, abriendo puestos de trabajo a costa de las ganancias de las empresas. Necesitamos extender el seguro-desempleo a dos años urgentemente.

3 – Planes de obras públicas para generar empleo y resolver problemas estructurales.
Necesitamos un plan de obras públicas, controlado por los trabajadores, que genere empleos y, al mismo tiempo, respete el medio ambiente, resuelva problemas estructurales, como el déficit de saneamiento básico, escuelas y hospitales, financiado con los recursos que hoy están destinados al pago de la deuda pública y de las exenciones fiscales a las grandes empresas.

4 – Aumento general de los salarios y las jubilaciones.

Defendemos el aumento general de los salarios y las jubilaciones, estableciendo como mínimo el salario apuntado por el Departamento Intersindical de Estadísticas y Estudios Socioeconómicos (Dieese), para que se cumpla la Constitución, o sea, el mínimo para mantener una familia de cuatro personas. En agosto, ese valor era de R$ 3.804,06 o cuatro veces más que el salario mínimo en vigor (R$ 954).

5- Estatización de las 100 mayores empresas bajo el control de los trabajadores.

La economía brasileña está controlada hoy por un puñado de grandes empresas, gran parte de ellas controladas por el capital extranjero. Las 100 mayores empresas facturan el 40% de todo lo que se produce en Brasil en un año. Pero solo son responsables por 2 millones de empleos, en un universo de más de 100 millones de trabajadores brasileños. Es necesario estatizar estas empresas, colocarlas bajo el mando de los trabajadores y hacer que produzcan de acuerdo con las necesidades de la población y no con las ganancias de media docena de billonarios.

6 – ¡Vivienda, Educación y Salud pública y de calidad para todos!
Es necesario desapropiar los inmuebles y terrenos vacíos que hoy sirven para la especulación de grandes constructoras y bancos y destinarlos a la vivienda popular, bajo el mando de los propios habitantes. Es necesario también regularizar inmediatamente las áreas ocupadas por el pueblo pobre y trabajador, suspendiendo todos los desalojos. Además de invertir en la construcción de viviendas populares hasta reducir a cero el déficit habitacional.
Educación y salud tampoco pueden ser mercancías. Son derechos básicos a los que todos deben tener acceso. Para ello, es necesario estatizar las escuelas y universidades privadas, así como los hospitales privados, garantizando educación en todos los niveles; asistencia y tratamiento médico integral para los trabajadores y la población pobre. Es necesario invertir de forma maciza en salud y educación, revirtiendo en esas áreas sociales lo que hoy se destina al pago de la deuda a los banqueros.

7 – ¡El campo para quien lo trabaja! ¡Nacionalización y expropiación del latifundio! Revolución y reforma agraria radical.

Hoy el campo brasileño está en manos del agronegocio, controlado por un pequeño número de grandes empresas y por el capital financiero internacional. Se produce para la exportación y no para alimentar a la población. La desnacionalización de la economía brasileña tiene en el campo su principal extensão. Defendemos la nacionalización y la estatización del gran latifundio y del llamado agronegocio bajo el mando de los trabajadores para que definan su producción, de acuerdo con las necesidades del pueblo y en harmonía con el medio ambiente.

Defendemos la división de parte del latifundio con el propósito de garantizarle tierra a los campesinos sin tierra que la reivindican, así como todas las condiciones de producción y comercialización de sus productos, con acceso a crédito barato al pequeño propietario y apoyo técnico. Sería posible garantizarle alimentos baratos a la población.

8 – ¡Regularización y titulación de las tierras indígenas y palenqueras!

El avance del agronegocio provoca un verdadero genocidio de la población indígena y palenquera. En los gobiernos del PT y de Temer, la violencia en el campo aumentó más y hoy Brasil es el país donde más se mata en el campo. Es necesario garantizar ya la titulación, regularización y protección de esas áreas.

9- ¡Prisión y confisco de los bienes de corruptos y corruptores!
La corrupción forma parte del capitalismo. Uno no existe sin la otra. Es necesario meter en la cárcel a los corruptos y a los corruptores. Los pocos que van presos hoy pasan poco tiempo en la cárcel y después vuelven a sus mansiones para aprovechar todo lo que robaron. Es necesario que se mantengan presos y que tengan sus bienes confiscados. Las empresas involucradas en la corrupción deben ser tomadas y colocadas bajo el mando de los trabajadores.

10 – ¡Suspensión del pago de la deuda y de la auditoría! 
Las deudas interna y externa constituyen uno de los principales mecanismos de subordinación de Brasil a los países ricos, sus bancos y sus empresas. Es un verdadero robo que, anualmente, le regala aproximadamente 40% del presupuesto federal a un puñado de grandes banqueros. Es imposible cambiar el país de verdad sin acabar con ese agiotaje. Es necesario suspender el pago de la deuda, abrir la caja negra y realizar una auditoría. El fin del pago de la deuda es una condición fundamental para invertir en salud, educación y empleo.

11 – ¡Prohibición de las remesas de lucro! ¡Estatización del sistema financiero!
Las grandes empresas multinacionales dominan nuestra economía. Se aprovechan de subsidios y exenciones, explotan nuestra mano de obra barata y remiten a las matrices, en los países ricos, el resultado de nuestro trabajo. Financiamos con nuestro sudor las ganancias de los grandes capitalistas. Es necesario prohibir las remesas de lucros y estatizar las grandes multinacionales bajo el mando de los trabajadores, incluyendo los bancos como el Santander. Para ello, el sistema financiero debe ser también controlado por los trabajadores.

12 – ¡Fin de la Ley de Responsabilidad Fiscal! ¡Por una Ley de Responsabilidad Social Social!
La Ley de Responsabilidad Fiscal aprobada por FHC y mantenida por los gobiernos del PT tiene el objetivo de priorizar el pago de la deuda en detrimento de las inversiones en salud y educación. Es necesario acabar con esa ley y sustituirla por una ley de responsabilidad social. El límite de gastos públicos ejerce la misma función al congelar los gastos por 20 años.

13 – Reestatización de las empresas privatizadas, bajo el control de los trabajadores.

Brasil está siendo entregado en bandeja al gran capital extranjero, a precio de banana. Necesitamos suspender todas las privatizaciones, recuperar todo lo que se entregó y dárselo a los trabajadores. Eso incluye la Petrobras, la Vale, la Embraer y todas las otras estatales.

14- ¡Por el fin de la criminalización de las luchas y de la pobreza! ¡Revocación de la ley antiterrorismo! ¡Desmilitarización de la Policía Militar (PM) y descriminalización de las drogas!
Los sucesivos gobiernos aprobaron leyes cuyo objetivo es el de criminalizar las luchas, la pobreza y la juventud pobre y negra de las periferias. La ley antiterrorismo, aprobada por el gobierno Dilma, y la ley de drogas de Lula son ejemplo de ello. La intervención militar en Rio de Janeiro, decretada por Temer es una ofensiva contra la población pobre de la ciudad, cuyo objetivo es aumentar la represión del pueblo pobre y evitar una rebelión social.

Defendemos la descriminalización de las drogas para ponerle fin al tráfico y a la disculpa usada para matar y encarcelar jóvenes negros. El control de la producción y distribución debe estar en manos del Estado y el vicio y la dependencia deben ser tratados como casos de salud pública.

Defendemos también la desmilitarización de la PM, resquicio de la dictadura militar, que todavía persiste. Por una policía civil unificada bajo el control de la población y de los trabajadores, con derecho a la organización y sindicalización.

¡Fin de la ley antiterror, que solo tiene como objetivo criminalizar las luchas! ¡Por el libre derecho de organización y lucha de los trabajadores y del pueblo pobre!

Por el derecho de los trabajadores y del pueblo pobre a la autodefensa, organizada en las luchas, en los barrios, las ocupaciones, etc.

15 – ¡Por el fin de toda forma de opresión! ¡Contra el racismo, el machismo, la LGBTfobia y la xenofobia!
La juventud pobre y negra sufre un verdadero genocidio en las periferias. A cada dos horas una mujer es asesinada en Brasil. Por no mencionar las que mueren víctimas de aborto clandestino. Este país es también el que más mata LGBT’s en el mundo: una víctima cada 19 horas. Esas cifras son producto de la explotación, de la desigualdad y de la opresión impuestas por el capitalismo.
Defendemos el combate al racismo y al mito de la democracia racial: Por reparación histórica, por el fin de la superexplotación, del genocidio de la juventud negra y pobre y de las desigualdades sociales entre negros y blancos.

En defensa de la mujer trabajadora, combatimos todo tipo de violencia contra la mujer; pedimos igualdad de derechos y salarios, así como aborto libre, público y gratuito.

Defendemos la criminalización de la LGBTfobia ya. Por el reconocimiento de las identidades trans y la despatologización de la transexualidad. Por la reglamentación del nombre social. Es necesario también garantizarle a la población LGBT atención médica para sus demandas por el Sistema Único de Salud (SUS). Defendemos una educación que enseñe el respeto a la diversidad. No al proyecto “Escuela Sin Partido”.

Documentos para los trabajadores inmigrantes y derechos iguales a los de los trabajadores brasileños.

16 – Por un gobierno de los trabajadores basado en consejos popular 
Un proyecto socialista significa colocar a Brasil en manos de los trabajadores y del pueblo pobre. Son los trabajadores quienes deben decidir los rumbos de la política diariamente, no solo cada 4 años en las elecciones de cartas marcadas, dictadas por los contratistas y los bancos. Es necesario construir consejos populares en los barrios, las fábricas, los locales de trabajo y estudio y transformarlos en instancias reales de gobierno. Los consejos populares deben controlar y tener poder de decisión sobre el 100% del presupuesto y del funcionamiento de los barrios, de las ciudades, del estado y del país.