El fanatismo de la gente y el avance de las nuevas tecnologías constituyen dos magnitudes directamente proporcionales. Las imágenes transmitidas hoy son más propias de una película de terror psicológico, o bien podría ser un capítulo de Black Mirror, esos que muestran un futuro no tan lejano, un futuro cada vez más palpable y a la orden del día.
Las colas kilométricas, las carreras, las peleas, las estampidas, los gritos y ese espectáculo único de ver a dos seres humanos hechos y derechos dándose guantazos no son sino prácticas síntoma de una sociedad en decadencia, de un capitalismo cada vez más salvaje y de un consumismo cada vez más feroz, del vicio que se convierte en enfermedad.
Despojados de cualquier capacidad de raciocinio, despojados de cualquier atisbo de humanidad, porque el consumismo convierte a los humanos en no humanos.
Muchos se llenan la boca alegando que el problema son las personas, no la cultura ni la educación que recibimos…
Me remito a lo que con mucha razón pronunció Rosseau:
“El humano es bueno por naturaleza”, a lo que añado “hasta que la sociedad lo corrompe”.
El capitalismo y el sistema de economía de mercado nos intenta implantar valores, ideologías y estereotipos, fruto de ello tenemos el machismo, el racismo, el consumismo y la xenofobia, desde medios de comunicación como la televisión y también la educación…
Parte de ese pensamiento que intentan grabarnos a fuego en la conciencia es la sumisión, el miedo, el conformismo, el consumismo…
Y luego nos preguntamos por qué la conciencia de la inmensa mayoría es la que es, porque la ideología dominante es la de ‘’gastamos dinero que no tenemos, en cosas que no necesitamos, para impresionar a gente a la que no le importamos’’ como diría el bueno de Will Smith, y esa filosofía sale a flote en Navidad, donde compramos mucho para demostrar cuánto queremos a nuestra familia. Y todos, sin excepción reproducimos esa actitud. Yo me incluyo el primero. No hay que culparse, simplemente identificar el problema y ya desde ahí, intentar no caer en las trampas. Os animo a que hagáis un ejercicio de autocrítica y que sepáis de dónde viene todo esto.
Ahí es donde quería llegar.
Me ahorro las presentaciones.
Soy un humano, el animal genocida por excelencia.
Soy un humano, como tú, como lo son tus padres, como lo fueron aquellos que lucharon para que ahora pudieras estar perdiendo tu valioso tiempo en interpretar las ideas de un joven que nunca supo disfrutar.
Soy un humano, como aquellos que no valoran lo que tienen, como aquellos que tienen el consumismo por norma, como aquellos que se evaden a mundos de psicodelia, huyendo de una realidad que, para qué engañarnos, para todos desprende cierto desencanto.
Y ahora que se acercan estas entrañables fechas de soñar con loterías, todos queremos ser clase media.
La realidad queda en un gigantesco centro comercial, como el Nevada de Armilla: consumismo fanático, luces, ruido por todos lados y trabajadores precarios echando más horas que un reloj.
Pero claro, como acertadamente explicaba Alicia Olascoaga :
‘’Detrás de una camiseta de tres euros hay dos pobres: el que la compra y el que la cose.
Cada uno en una parte del mundo.
En el medio el explotador,
que une la necesidad de las dos pobrezas
en su beneficio.’’
La necesidad es la sensación de carencia de algo; el marketing identifica las necesidades, canaliza los deseos según los intereses del individuo, y estimula la demanda.
Es un arma de doble filo, ¿no os parece? También crean necesidades sin base real solo para forzar la maquinaria de un consumo de usar y tirar y crea deseos que no para todos son alcanzables porque no se dispone de la renta necesaria para seguir la pauta de un consumo que no tiene límite y siempre tiene que ir a más….
“No sois vuestro trabajo, no sois vuestra cuenta corriente, no sois el coche que tenéis, no sois el contenido de vuestra cartera, no sois vuestros pantalones, sois la mierda cantante y danzante del mundo”. ¿Os suena?
Lo cierto es que el mercado y el comercio funcionan de manera que cueste mucho más arreglar un móvil que comprar uno nuevo (que dura de media un año). Se elaboran productos de pésima calidad para que tengan una corta duración en el uso del consumidor, obsolescencia programada le llaman.
Por otra parte, la publicidad y sus campañas inducen al consumismo y derroche, al despilfarro y al gasto sin límites, con productos alejados de los bienes de primera necesidad que se van adhiriendo a la vida humana cotidiana a través de las macroempresas y multinacionales, que responden a sus propios intereses capitalistas de la propiedad de los medios de producción. Aunque no urja la necesidad, la publicidad es el negocio que busca constantemente, la actividad económica con el individuo, y por ende. sacar el peor rostro de la gente.
También hay una polémica envuelta en cuanto a los orígenes del Black Friday, y con ello, los bulos que se desprenden para explicarlo.
Esta imagen que está circulando por redes sociales carece de rigor histórico y no tiene validez alguna. No os creáis y rebotéis todo lo que veáis por ahí. Sed responsables a la hora de compartir determinada información. Es fundamental comprobar la veracidad de la información y ser exhaustivos.
Ante el problema, os traigo la solución. En el siguiente enlace, se profundiza, brevemente eso sí, en los posibles y reales orígenes de la denominación de Black Friday.
Que tengáis un buen viernes, negro, o del color que queráis, pero no demos patadas a la Historia, por favor.