El 25 de noviembre se celebra el Día mundial de la eliminación de la violencia contra la mujer, establecida por las Naciones Unidas en 1999. Este día se ha convertido, lamentablemente, sólo en una ocasión para hacer cada año, un balance más sangriento. La violencia contra las mujeres permanece como un problema muy serio de esta sociedad capitalista: superando todas las fronteras, no hay lugar en el mundo donde la violencia contra las mujeres haya sido eliminada, no hay lugar en el mundo que se puede decir seguro para las mujeres.
Por Secretaría Internacional de Mujeres – LIT-CI
Las diferentes caras de la violencia contra las mujeres
La primera causa de muertes de mujeres en el mundo es el homicidio por personas conocidas. Mujeres que fueron asesinadas “por ser mujeres”, porque su culpa fue la de haber violado el papel ideal de mujer obediente, buena madre y buena esposa; mujeres que han tomado la libertad de decidir qué hacer con sus vidas, que se han sustraído del poder y control del propio padre, compañero, amante y, por su autodeterminación, han sido castigadas con la muerte. El fenómeno es tan amplio que ha generado la necesidad de una nueva palabra para indicarlo: el feminicidio.
Las violaciones, los intentos de violaciones, los asaltos sexuales y las violencias domésticas no disminuyen para nada, sino que la gravedad de ellas aumenta: el 70% de las mujeres, de acuerdo con un informe de la ONU, por lo menos una vez en su vida es víctima de un episodio de violencia por parte de un hombre, que a menudo es el esposo, el padre o un pariente conocido: esto significa que mil millones de mujeres y niñas han sido golpeadas o violadas durante su existencia. Y luego están las niñas que son víctimas de la mutilación genital y los matrimonios forzados.
La violencia implica una experiencia traumática con un impacto devastador en la salud física y mental de las mujeres y niñas víctimas de la violencia, y con consecuencias que van desde fracturas a embarazos problemáticos, desde trastornos mentales a las relaciones sociales comprometidas.
Feminicidios y violaciones constituyen la parte más notable del fenómeno llamado “violencia de género”, son la parte más visible y más atractiva para los medios de comunicación que buscan subir su ”reiting”. En efecto, lo que las cifras y la estadísticas no dicen, es que hay una ola de violencias “ordinarias” contra niñas y mujeres de proporciones dramáticas, que incluyen también las formas más disimuladas, menos llamativas, que están destruyendo la subjetividad de las mujeres psicológica, económica y socialmente, con consecuencias destructivas de forma insidiosa y de gran envergadura.
En el plano productivo, con la lógica de “la ganancia a cualquier costo” el capitalismo utiliza a las mujeres como mano de obra de acuerdo a sus necesidades: cuando las necesita en la producción hace campañas elogiando su capacidad y cuando hay crisis y desempleo, las empuja al borde para que vuelvan al interior de la casa, ya que no les necesitan más, son las primeras en ser despedidas. A pesar de eso, las mujeres hoy día son la mitad de la clase trabajadora en todo el mundo y son cada vez más incluidas en la producción social. Sin embargo, esta incorporación en el mercado laboral se ha desarrollado con el tiempo en grandes niveles de desigualdad salarial, en empleos mal pagados, en peores condiciones laborales y muchas veces por fuera del mercado formal.
Esta desigualdad laboral histórica se ha profundizada como consecuencia de la crisis económica mundial. La diferencia salarial entre hombres y mujeres se ha incrementado y también la proporción de mujeres que trabajan a media jornada es mucho más elevada que la de los hombres, debido principalmente al hecho de que le mujeres están también involucradas en el cuidado de niños, ancianos o enfermos, es decir los miembros improductivos de la sociedad, esto hace que a menudo sea imposible para ellas aceptar el trabajo a tiempo completo, así encuentran precariedad y flexibilidad en tiempos de crisis, para dejar espacio para los hombres. Como consecuencia, las pensiones que reciben las mujeres de edad avanzada son más bajas que las de los hombres y por lo tanto hay más mujeres que hombres que caen en la pobreza en la vejez.
A esto están asociados los recortes en el gasto público y la privatización de los servicios que afectan a las mujeres más severamente dado que estos inciden en los sectores profesionales (salud, educación, enfermería y servicios personales) donde más están empleadas y debido a que la falta de servicios a menudo es asumida por la mujeres mismas: estas faltas son, de hecho, compensadas individualmente por las mujeres, de acuerdo a una idea, socialmente compartida, de “subsidiariedad” con la cual ven consagrado el confinamiento de las mujeres en el ámbito privado del cuidado de la familia y del trabajo doméstico. Particularmente grave en un contexto social en el cual la vida es más difícil para las mujeres, especialmente las madres, es el ataque a los derechos y las libertades individuales en el ámbito de la maternidad, del apoyo para el embarazo, del derecho al aborto, a la anticoncepción, a la educación sexual. Son más de 225 millones las mujeres que desean planificar un embarazo, pero no tienen éxito porque no usan un método anticonceptivo eficaz. En el origen de esta situación, según la Organización mundial de la salud (OMS), estarían las dificultades de acceso a los anticonceptivos, la mala calidad de los servicios designados para orientar y seguir las mujeres, y barreras culturales y políticas. Cada año en el mundo 300 mil mujeres mueren de complicaciones relacionadas con el embarazo y el parto, es decir, aproximadamente 830 por día. Pero se trata solo de estimaciones, porque, tal como señala a la OMS, en realidad aproximadamente el 60% de los países no tiene un sistema de estadística y detección adecuados de estas muertes. En la mayoría de los casos se podrían haber evitado con una asistencia de calidad y con la intervención de la medicina prenatal. Son 26 millones las mujeres en edad reproductiva que en el mundo viven en situaciones de emergencia y necesitan de los servicios de salud.
La violencia machista es el acoso sexual en el lugar de trabajo o de estudio, es la publicidad y la propaganda que pone a las mujeres como objeto sexual. Es el tráfico de seres humanos con fines sexuales, de los cuales el 80% son mujeres: cada año se estima que alrededor de 800 mil son expatriadas para ser vendidas para este fin.
La violencia machista es la utilización del cuerpo femenino como un trofeo de guerra, manejado como un símbolo del poder de los conquistadores y del sometimiento de los pueblos y de las naciones vencidas. Las agencias de las Naciones unidas estiman que más de 60 mil mujeres fueron violadas durante la guerra civil en Sierra leona (1991-2002), más de 40 mil en Liberia (1989-2003), hasta 60 mil en la ex-Yugoslavia (1992-1995), y por lo menos 200 mil en la Republica democrática del Congo durante los 12 años de guerra. Y hoy día en Siria, de las cuales nadie habla, o en el Darfur, región de Sudán en la Africa central.
La violencia machista es negar el asilo a las familias y a las mujeres con sus hijos después de viajes agotadores y peligrosos producto de la emigración forzada por las guerras. Cuando llegan a las fronteras de los Países europeos y son recompensadas con otra violencia y represión por parte de los aparatos de policía, como se ve a través de las imágenes que han dado la vuelta al mundo en la crisis reciente. Según las estimaciones de la OMS, en los países afectados por conflictos o por crisis migratorias aumentan los casos de violencia sexual y de violencia por parte de la pareja contra las mujeres. Dentro de estos contextos, prácticas tradicionales nocivas para la salud, como la mutilación genital femenina o los matrimonios forzados y de menores, se pueden exacerbar aún más. Las mismas condiciones en la cuales niñas y mujeres se mueven las hacen especialmente vulnerables: muchas viajan sin documentos, hacen trabajos de salarios bajos, o no regulados. Por la falta de protección, se encuentran en condiciones de especial dependencia y a menudo son víctimas de violaciones, violencias, y trata.
Derrotar al machismo es parte de la lucha para derrotar al capitalismo
El aumento de la violencia contra las mujeres es un grave síntoma de la expansión de la ideología machista, de la creencia de que los hombres son más fuertes y más capaces que las mujeres y que, entonces, deben gobernar el mundo. Esta ideología nefasta afirma que independientemente del color de la piel, de la edad, de la nacionalidad, del nivel de educación, de la religión, las mujeres nacen para ser amas de casa, tener hijos y hacerse cargo de la familia, y que no son aptas para la producción social y la política; trata a las mujeres como “seres inferiores”, destinadas a ser esclavas de la casa, a ganar menos que los hombres y a ocupar peores puestos de trabajo, a hacerse cargo de las tareas domésticas y a ser propiedad privada de sus esposos y compañeros, convirtiéndose en la excusa perfecta para justificar todo tipo de violencias domesticas que llega aun al homicidio de las mujeres por parte de sus compañeros. Esta ideología se transmite socialmente a través de la familia, la escuela, la religión, la cultura y las tradiciones.
La ONU es perfectamente consciente de la situación, porque los datos que hemos utilizados antes son difundidos por su agencia de la salud (OMS), pero se limita a promover una jornada conmemorativa para la eliminación de la violencia contra las mujeres. Como es una organización al servicio de los gobiernos capitalistas y del imperialismo mundial, al promover esta jornada, de acuerdo con un hábito que ya se utiliza para otras cuestiones como los derechos humanos, los derechos de los niños, el derecho a una licencia de maternidad, etc. Intenta “legitimar” el sistema capitalista, demonstrar que hay una solución a la opresión y al machismo dentro del sistema, canalizando la atención sobre un problema cada vez más grande en un solo día. Humo en los ojos para las masas oprimidas y explotadas, un intento insignificante de reducir la cuestión y de cargar a las mismas victimas el peso de la solución.
La raíz de la violencia contra las mujeres se encuentra en el podrido sistema capitalista, que utiliza a la ideología machista para explotar, oprimir y discriminar en general a los más débiles de la sociedad, en este caso las mujeres. El capitalismo se alimenta de la desigualdad innata entre hombres y mujeres y la utiliza para dividir a la clase trabajadora y para obtener más ganancias. Este sistema no puede y no quiere resolver la cuestión de género porque sobre estas diferencias se basa el control social de una clase sobre la otra. La ola de violencia que ha afectado a la población femenina mundial no es resultado de una emergencia, sino la consecuencia de decisiones específicas, operadas por un sistema, el capitalista, que intenta auto conservarse. Por lo tanto es hipócrita pensar que el Estado capitalista, que contribuye a fomentar esta situación de aislamiento domestico de las mujeres, esta falta de autonomía económica y de autodeterminación, pueda tutelar sus derechos. Las condiciones de miseria y pobreza son el terreno ideal para que las violencias y los maltratos contra las mujeres se exacerben.
Como mujeres proletarias, oprimidas y explotadas, somos llamadas a participar a las movilizaciones que serán organizadas sobre este tema, porque pelearemos hasta la muerte para derrotar la violencia machista de la mujer y de todos los oprimidos. Pero tenemos que denunciar al mismo tiempo esta política engañosa tan propagandizada por la ONU.
Es necesario transformar este día en una jornada de lucha contra las causas concretas de la violencia que sea parte de una lucha mas en general en contra el sistema capitalista que impulsa guerras, genocidios y explotación contra los pueblos, haciendo el mundo cada vez más peligroso para las mujeres, especialmente para las más pobres, las negras, las inmigrantes y las trabajadoras de todo el planeta; contra los gobiernos que engañan a las mujeres con su políticas de empoderamiento y de bienestar, haciéndoles creer que ésta es la manera de resolver el problema de la opresión y de la violencia, mientras le descargan sobre las espaldas de los trabajadores y de los pobres sus planes de miseria y de explotación.
Hay que luchar para decir basta a la violencia y al empeoramiento de las condiciones de vida de las mujeres, que están reaccionando a estos ataques dirigidos a limitarles la libertad. Ellas han sido y son la vanguardia de la clase trabajadora que se levanta en muchos Países contra los regímenes (Egipto, Túnez, Siria), contra el ataque a los derechos en Europa (España y Polonia), contra las violaciones (India), contra las maniobras económicas (Brasil), contra la violencia y los feminicidios (Argentina).
Es necesario empezar un camino de lucha capaz de extenderse a todos los sectores de la clase trabajadora, en el cual todos somos llamados a participar, expresando solidaridad a la condición de la mujer, incluidos los hombres, porque no hay liberación de la humanidad si no a través de la liberación de la mujer. La lucha por la igualdad de las mujeres trabajadoras no és solo de las mujeres, es también una obligación de los hombres de la clase trabajadora, puesto que el machismo además de ser odioso divide la clase. Y las mujeres son mitad de la clase. Es por medio de la unidad de la clase trabajadora sobre la base de una común posición de clase, independiente del género, de la raza o de la orientación sexual, y con la lucha por el objetivo común del socialismo que se derrotan hasta el final los prejuicios, en contra de los cuales las y los socialistas debemos luchar diariamente. La lucha por el socialismo se basa en el poder de la clase trabajadora–de todos los trabajadores, sean hombres, mujeres, inmigrantes, LGBTS, negros y negras. En esta lucha cada trabajador y trabajadora tienen un papel fundamental: la victoria de clase trabajadora solo será posíble si junto a los hombres trabajadores hay una igual lucha por parte de las mujeres trabajadoras. És por esto que el trabajador consciente que quiere cambiar el mundo debe combatir el machismo, incluso en el interior de clase trabajadora, y defender a las mujeres trabajadoras como su igual en la lucha de nuestra clase en contra de la burguesía y el sistema capitalista-imperialista.
Basta de machismo y explotación! Basta de violencia en contra las mujeres! El sistema económico socialista eliminará las bases materiales de la opresión de género, y la lucha por instaurarlo derrocará los prejudicios sexistas, demostrando en la práctica la igualdad entre hombres y mujeres.
Hay que seguir el ejemplo de las mujeres argentinas y de su vanguardia las trabajadoras que comienzan a organizar paros de la producción, juntamente con los trabajadores, contra la violencia y por los derechos de la mujer
¡El capitalismo mata! ¡Muerte al capitalismo!