Hay quienes como los dirigentes de CCOO y UGT se unieron vergonzosamente al coro patriótico que hoy encabezan Rajoy, Sánchez y Rivera. Es normal, porque se trata de sostener el Estado y el régimen que les da de comer.
Y los hay que, como Garzón, acuden a supuestos “argumentos marxistas”, en nombre de la «unidad de la clase obrera», para “combatir el nacionalismo”, ponerse del lado del régimen, del nacionalismo español, contra Cataluña.
Para un sector de la llamada izquierda, se llame marxista o anarcosindicalista, parece que las “reivindicaciones de clase” son una cosa y reivindicar la autodeterminación nacional es otra, ajena a los trabajadores y propia de burgueses. Pero una política de clase que omite las reivindicaciones democráticas de los oprimidos, no merece este nombre, o es una infamia para ocultar la capitulación al más grande de los nacionalismos (el español) y al régimen, o es corporativismo estrecho, obrerismo barato.
Cuando una nación no puede decidir si se queda o no en un Estado, eso es opresión, ahí no hay unidad, sino anexión. Todos claman que defienden el derecho a la autodeterminación, pero cuando un pueblo como el catalán viene años saliendo masivamente a la calle, cuando se producen hechos monumentales como el 1 y el 3 de Octubre, cuando el gobierno y el régimen les intervienen ¿cómo quieren tan doctas celebridades de la “izquierda” que se ejerza el derecho de autodeterminación que afirman defender? Con un referéndum pactado, claman Colau e Iglesias. ¡Perfecto! Pero eso se lo cuentan al Rey, a Rajoy y a la Unión Europea, que son los que insisten que sobre la unidad de España, no hay nada más que decir.
Dicen, querer buscar el “dialogo”, el “referéndum pactado” para que “Cataluña se quede en España”. Es decir, lo estratégico, es preservar la unidad nacional española. Como Garzón, Iglesias…hunden sus raíces en el PCE (pasado uno y presente otro), son herederos, de las viejas tradiciones estalinistas: defienden la autodeterminación pero… siempre que respete la preservación de la unidad estatal existente.
Y ahí recurren a todo el viejo argumentario que el estalinismo empleó, a sangre y fuego, para deshacer todo el camino andado por los bolcheviques en la revolución que ahora cumple su centenario. Que si es reaccionario pretender conformar pequeñas naciones; eso no tiene viabilidad económica; así se divide a la clase obrera; eso es hacer el juego a las burguesías nacionalistas… Vale todo, salvo demostrar, en los hechos, una actitud sincera y práctica ante los oprimidos, que la clase obrera somos la única garantía de que el derecho a decidir se ejerza.
Baste contrastar toda la retahíla de su añejo argumentario con las palabras del propio Lenin ante el “escándalo” suscitado por la “Declaración de los Derechos de los pueblos de Rusia”, uno de los decretos aprobados por el primer gobierno obrero revolucionario de la historia, apenas una semana después de asumir el poder:
“Nos dicen que Rusia se desintegrará, se dividirá en repúblicas, pero nosotros no tenemos por qué temerlo. No tenemos nada que temer, no importa cuántas repúblicas independientes haya. Lo que para nosotros tiene importancia no es la demarcación de las fronteras del Estado, sino que los trabajadores de todas las naciones continúen unidos en su lucha contra la burguesía, no importa de qué nación”
A los sectores más conscientes y luchadores de la clase obrera y de la juventud nos debe importar cómo lograr la mayor unidad obrera para luchar por el pan, trabajo, techo, igualdad y derechos democráticos (como el derecho a decidir). Y si eso es así, algunas preguntas se hacen inevitables: ¿Quién empuja a la división de la clase obrera y echa en brazos de las respectivas burguesías a la clase obrera? ¿Los que no tememos la independencia porque son las fronteras de clase las que sí o sí queremos sostener? ¿O los que adornan con un ritual “marxista”, de “izquierdas” la esencia de su política: preservar la unidad de España?
La historia, hace ahora un siglo, mostró que un Gobierno obrero, con los bolcheviques al frente, fue el único capaz de resolver este complejo y laberintico problema heredado de las tareas inconclusas de las viejas revoluciones burguesas. Hoy los cuadros surgidos del PCE, que siguen dentro o se fueron a Podemos, se muestran como los herederos históricos del estalinismo y sostienen ante la cuestión nacional el mismo argumentario que llevó a los sepultureros de aquella revolución a volver a convertir la URSS en una cárcel de pueblos.