El sábado 8 de diciembre se realizó una nueva jornada de movilización de los “chalecos amarillos” en París y otras ciudades francesas. Esta lucha ya había obligado al gobierno de Emmanuel Macron a dar marcha atrás con el aumento de los combustibles (medida que había originado el inicio del proceso), a pesar de haber dicho que no retrocedería y de haber intentado derrotar la lucha con represión.
Luego de este primer triunfo, el proceso de lucha continúa: el sábado se dieron enfrentamientos muy duros con el impresionante aparato represivo desplegado por Macron en todo el país: 90.000 policías, carros blindados y operativos previos de intimidación, como los allanamientos a los liceos secundarios tomados por los alumnos. Las informaciones de esta jornada del sábado varían entre 40.000 y 120.000 chalecos amarillos en todo el país, con epicentro en París. El saldo de la represión y de los enfrentamientos fue de 130 heridos y más de 1.000 detenidos.
La derrota que significó este retroceso en el tema de los combustibles produce un gran debilitamiento de Macron que, un año y medio atrás había asumido con una alta votación y gran apoyo popular. Por eso, intentó mostrarse duro para parar esa sangría y la posible dinámica del proceso hacia una renuncia anticipada.
Es muy difícil prever el curso de la situación inmediata en Francia porque existen diversas alternativas posibles. Más aún cuando este análisis se realiza desde otro país, sobre la base de informaciones periodísticas y algunos informes “desde el terreno”. Seguramente, contendrá imprecisiones que deberán ser corregidas en las próximas semanas, así como el desarrollo de los elementos que se combinan en la situación y que, en este artículo, nos limitaremos a exponer.
Los chalecos amarillos
Este proceso y la velocidad con que se masificó sorprendieron no solo al país sino al mundo. La realidad es que se venía gestando en las redes sociales desde hace varios meses, como resultado del aumento de los combustibles: 18% en lo que va del año (la inflación anual es de poco más de 2%). El marco más de fondo es el empobrecimiento, lento pero permanente, de sectores cada vez mayores de la sociedad francesa.
El último aumento anunciado por el gobierno (escudado en “razones ecológicas”) fue el detonante: “Lo de la gasolina es solo la gota que derramó el vaso”, afirma un agricultor que vive en Craponne-Sur-Arzon, una comuna en el sur de Francia [1]. En las pequeñas ciudades del interior, los comerciantes, los camioneros y sectores de trabajadores se sumaron a los agricultores. Comenzaron a realizar bloqueos de caminos.
El reguero fue llegando a París y otras ciudades grandes, donde fue motorizado también por pequeños propietarios (como los taxistas) y, esencialmente, por los jóvenes trabajadores “precarizados”. “Aquí hay de todo, gente como nosotros: trabajadores y autónomos, y gente con pequeños negocios”, cuenta Justine, una jubilada de 69 años, militante de izquierda [2]. Algunas jornadas de movilizaciones congregaron 300.000 personas (un tercio en París).
Podemos definirla entonces como una movilización de carácter plebeyo-popular en la que se unificaron, sin diferenciación, diversos sectores empobrecidos por el capitalismo-imperialista francés. Es un proceso tremendamente progresivo, alrededor de un programa básico: baja del precio de los combustibles, aumento de salarios y fin de los despidos, impuestos a los ricos, acción social del Estado, etc. Había también un claro cuestionamiento al gobierno Macron y, más en general, al régimen político de la llamada V República, que algunos sectores hicieron explícito en sus consignas y reclamos.
Es un tipo de movilización que se viene dando de manera creciente en varios países del mundo. Con algunas características comunes y otras específicas, podemos mencionar las Asambleas Populares de Argentina (2001/2002), los Indignados españoles (2010), Occupy Wall Street (2011), Geração à Rasca en Portugal (2011), las movilizaciones de junio de 2013 y la huelga de camioneros (2018) en el Brasil, etc. Con todas sus contradicciones, son movilizaciones muy progresivas, que muchas veces tienen (o pueden tener) un gran impacto en el debilitamiento de los gobiernos y regímenes democrático burgueses, y una dinámica positiva de la lucha de clases.
Uno de sus elementos muy importantes es que expresan una radicalización de los métodos de acción de sectores medios empobrecidos en una dinámica anticapitalista y, con ello, socavan la base social tradicional de estos regímenes. Por ejemplo, arrojaron excrementos sobre la Asamblea Nacional y se paseó una guillotina, recordando la Revolución Francesa de 1789.
Por eso, los revolucionarios no solo debemos apoyarlas sino impulsarlas e intervenir activamente en ellas para proponer un enriquecimiento de su programa y la incorporación de la clase obrera organizada con sus métodos de lucha. Es la única forma de disputar la dirección y la dinámica del proceso no solo con los sectores reformistas que quieren limitar su alcance sino también con las corrientes de ultraderecha que quieren montarse sobre ese proceso.
¿De qué lado estás?
En el caso de los chalecos amarillos, no existió una dirección centralizada sino diversas “coordinaciones” que confluían en las movilizaciones. Algo que se expresó en la gran dificultad del gobierno de conformar la mesa de negociaciones con que intentaba neutralizar la lucha. Esta diversidad se expresó también en los métodos de lucha. Algunos sectores planteaban mantener la protesta “pacífica” (algo imposible dado el operativo represivo del gobierno) mientras una vanguardia muy amplia enfrentaba la represión y, en varios casos, la obligaba a retroceder.
Hubo también un llamado a formar los “chalecos verdes” para participar de las movilizaciones contra el aumento de los combustibles pero proponiendo una “pauta ecológica” de lucha contra la contaminación que provoca el uso de combustibles fósiles. No estamos en contra de este punto pero, en el contexto de esta lucha, abría un flanco a los argumentos del gobierno y, en los hechos, dividía la movilización y el enfrentamiento con Macron. Hubo también coordinaciones de ultraderecha y manifestaciones de xenofobia y machismo en algunos cortes y bloqueos. Pero fueron rápidamente aislados y frenados por el conjunto de los manifestantes.
El accionar de estos sectores (como los afines a Marine Le Pen) se vio favorecido por la posición dubitativa (o directamente contraria) de los sectores que se siguen llamando de izquierda (un término que hoy genera más confusión que claridad). El Partido Socialista del ex presidente François Hollande se dividió y no tuvo posición pública. El Frente de Izquierda de Jean-Luc Mélenchon primero guardó silencio y, recién después de varios días (en la medida en que sus simpatizantes participaban activamente de las movilizaciones) pasó a apoyarlas. El Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) primero “hesitó” y luego pasó a apoyar e intervenir, pero lo hizo desde una perspectiva esencialmente “verde”. Las grandes centrales sindicales estuvieron ausentes. Incluso la CGT llamó a una movilización solo por aumento de salarios, con el claro intento de dividir y debilitar el proceso central (acabó siendo muy pequeña).
El proceso de los chalecos amarillos comienza a replicarse de modo incipiente en Bélgica y España, y existen llamados similares en Portugal. La historia nos enseña que cuando el pueblo francés lucha, esa lucha repercute en todo el mundo.
Nos quedan muchas cosas “en el tintero”: la lenta decadencia del imperialismo francés que da marco al empobrecimiento de los sectores que generaron este proceso, la necesidad de todos los gobiernos burgueses de realizar ataques cada vez más duros, la dificultad del imperialismo francés de derrotar a sus trabajadores y su pueblo (y los recurrentes procesos de lucha que esto genera), la crisis de la instituciones burguesas de la V República, el debate con la mayoría de la izquierda sobre cómo responder a estos procesos (y más en general, sobre la supuesta “onda reaccionaria” que caracterizan en el mundo)… Intentaremos abordarlos en un próximo artículo.
Aquí queremos reiterar que, frente a este tipo de movilizaciones que produce crecientemente la realidad de la lucha de clases, “los revolucionarios no solo debemos apoyarlas sino impulsarlas e intervenir activamente en ellas para proponer un enriquecimiento de su programa y la incorporación de la clase obrera organizada con sus métodos de lucha”. Estamos entusiasmados: los trabajadores y el pueblo de Francia toman el camino de lucha de sus mejores tradiciones: la Revolución Francesa de 1789, la Comuna de París (1871), la derrota y la expulsión de los nazis (1944), el Mayo Francés (1968)…
Queremos terminar agradeciendo a los camaradas de la Tendencia Claire del NPA los informes y análisis que nos han suministrado, y señalar nuestra coincidencia general con ellos y con su propuesta de cómo intervenir en este proceso [3].
Notas:
[1] http://agendapublica.elpais.com/hombres-blancos-con-chalecos-amarillos/
[2] ídem.
[3] Ver https://www.youtube.com/watch?v=RQ6Bpfx_I8E y https://litci.org/es/menu/mundo/europa/francia/clima-insurreccional-toda-francia-amplifiquemos-organicemos-la-movilizacion/