Toda la generación que nació con las libertades democráticas, y que constituyen el núcleo duro de lo que se ha dado en llamar «nueva política», está descubriendo a golpe de juicio, que el franquismo no se había ido; que esas libertades democráticas que creyeron, habían existido siempre -en su experiencia vital, era cierto, nacieron tras los años 70-, no son más que una concesión del franquismo para adaptarse a los estándares que exigía Europa de aquella para incorporarse a la CEE, hoy Unión Europea.

Esa generación que se educó en esa “noche de piedra” neoliberal y anticomunista de los años 90, donde la movilización social era un vago recuerdo de los años 70; hijos de la vacuidad intelectual de la movida de los 80, donde se gesto todo; están descubriendo que el mundo puede retroceder. Que las conquistas que otras generaciones logramos, pueden ser barridas de un plumazo; como así está sucediendo.
No es que el «PCE se autoengañara», amigo Garzon; los Carrillo, los Camacho, Ariza, y demás sabían muy bien lo que hacían, pues lo habían teorizado 20 años antes con la «reconciliación nacional», versión ibérica del «compromiso histórico» del PC Italiano y de la «coexistencia pacifica» de la URSS.
No es que os «engañaran», representantes de la «nueva» política, porque minoritarios, pero si existían, gentes que decíamos que el montaje del régimen del 78 fue para conservar lo fundamental del franquismo.
No es que estos debates huelan a «naftalina» amigo Sande, concelleiro de A Coruña, sino que esa «naftalina» nunca se fue; estaba ahí, aunque no lo quisierais reconocer cuando algunos ya lo decíamos en los 90 y en las asambleas del 15M. Pero eso era «vieja» política.

En lo que engañaron, y bien, a esa generación fue en que las libertades existieron siempre, y son irrevocables.
Pues no; de la misma manera que su conquista costo sangre, sudor y lagrimas, su defensa va a costar sangre, sudor y lagrimas… Nada dura para siempre.
Es una lección que esa generación está aprendiendo a golpe de juicio, porque no quiso mirar para atrás con realidad; lo despachaba con frases huecas como «la mochila», o «vieja política» y estos años se lanzo a un frenesí electoralista que asustaba.

La echaron por la puerta, y les vuelve por la ventana: y ahora toda poner la política en el puesto de mando. Las libertades no solo son algo lúdico, poético o para el carnaval; que sí… Pero las libertades son algo más grande, permiten a la clase obrera tener márgenes para organizarse y enfrentar al capitalismo; porque no es un capricho de una viuda, de cuatro nostálgicos del franquismo ni de un loco de la vida, es una política del capital cercenar las libertades para mejor poder imponer sus planes de reformas laborales, de privatizaciones y de retrocesos sociales.
La defensa de las libertades es una tarea que tiene que implicar a la clase obrera, si ésta no asume su defensa, como algo tan importante como la subida de salarios, por mucho folklore que hagamos, las perderemos.