Un nuevo (y largo) paso de amplios sectores de la izquierda en el camino de la capitulación.
Por Alejandro Iturbe
Han comenzado las elecciones primarias en Estados Unidos, proceso con voto popular mediante el cual los dos grandes partidos de la burguesía imperialista estadounidense eligen su candidato para las próximas elecciones presidenciales. La elección final de ambos candidatos se realiza, en realidad, de modo indirecto, a través de sendas convenciones en las que votan no sólo los delegados electos en las primarias sino los representantes de los comités de las direcciones nacional y de los estados de ambos partidos.
Si bien hasta ahora sólo se han realizado primarias en dos pequeños Estados que envían pocos delegados a las convenciones (Iowa y New Hampshire), ya tienen un papel destacado dos figuras que no pertenecen a los aparatos centrales de los partidos: Donald Trump por los republicanos y Bernie Sanders por los demócratas.
Como reflejo de una situación económica que no consigue levantar vuelo, y de un deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores y las masas (también de la decepción de muchos de sus votantes con Obama), la tendencia parece encaminarse a una polarización del electorado (o por lo menos de una franja significativa).
De esta forma, Donald Trump, con su discurso xenófobo y derechista, lidera dentro de los republicanos, y Bernie Sanders, con un discurso más radicalizado que el habitual, pelea mano a mano con Hillary Clinton en la primaria demócrata. Este último hecho (un candidato que gana peso y apoyo popular con un discurso que algunos califican como “socialista”) ha generado muchas expectativas y alegría en numerosos activistas en el país y en el mundo. ¿Estas expectativas están justificadas? ¿Quién es verdaderamente Sanders?
Para comenzar a responder, señalemos que, en el caso de los demócratas, es habitual que tengan dentro del partido figuras más “radicalizadas”, y representantes de los sindicatos y las minorías étnicas. Por ejemplo, el gran dirigente de la lucha antirracista por los derechos civiles de la década de 1960, el pastor negro Martin Luther King, fue muchos años miembro del partido demócrata y ayudó a canalizar esta revuelta dentro de las instituciones, evitando que una mayoría de los activistas negros fuese hacia posiciones más radicalizadas y contestatarias como las expresadas por Malcolm X, Stokely Carmichael o los Panteras Negras. “Tenemos que transformar nuestro movimiento en algo positivo y creativo”, decía King cuando debatía con las corrientes negras más radicalizadas[1].
Tampoco es nuevo que los demócratas coopten activistas de los movimientos de lucha: Bill Clinton era un asiduo participante de las marchas contra la guerra de Vietnam. O que impulsen figuras nuevas y distintas cuando situaciones complejas en el país y en el mundo así lo exigen. Fue el caso del impulso que dos de los “cerebros” del partido (Ted Kennedy y Zbigniew Brzezinski) dieron a la candidatura presidencial del joven senador negro de Illinois (Chicago) Barack Obama. El partido demócrata (dirigido por un sector de la burguesía imperialista estadounidense) tiene una gran experiencia en elaborar tácticas y maniobras de integración y contención de sectores sociales y políticos, y así evitar su desborde y ruptura con las “instituciones”.
Tampoco es nuevo el hecho de que la gran prensa cargue las tintas y presente a Sanders como un “radical” o “socialista” enfrentado con “el sistema”. Después de todo, es la misma prensa que calificó de “izquierdistas” a los gobiernos de Dilma Rousseff en Brasil o de Cristina Kirchner en Argentina, y caracterizaba a Alexis Tsipras y Syriza como de “extrema izquierda”.
Argumentos que se repiten
El problema (y el debate) comienza cuando vemos que amplios sectores de la izquierda internacional apoyan a Sanders y llaman (de modo explícito o implícito) a votar por él. Es el caso del site portugués esquerda.net (que expresa las posiciones del Bloco de Esquerda); del MES brasileño (corriente interna del PSOL), o del profesor brasileño Ruy Braga (quien hace menos de un año rompió con el PSTU).
El argumento central que utilizan es “no se puede quedar afuera de los procesos progresivos” (Pedro Fuentes, del MES) y “del movimiento social (los luchadores sindicales, la juventud y los activistas negros) que impulsa su campaña” (Ruy Braga). La organizacion internacional trotskista Comité por una Internacional de los Trabajadores (CWI en inglés) y su sección en EEUU (Socialist Alternative) también apoyan claramente a Sanders.
Aunque el MES y Ruy Braga no lo digan explícitamente, la orientación correcta sería hacer una especie de entrismo en ese movimiento y, para ello, hay que identificarse con Sanders. El CWI y Socialist Alternative, por su parte, llaman a construir el Movement4Bernie (Movimiento por Bernie). Esto es especialmente grave porque el CWI tiene en EEUU una organización de algún peso, que hace poco logró elegir una concejal en la ciudad de Seattle (Kshama Sawant). Es decir, tendrían la posibilidad de impulsar una política revolucionaria independiente.
Para estas corrientes, por el contrario, adoptar una política de crítica y combate a Sanders (como propone la LIT-CI y ha sido expuesta claramente en el artículo de los camaradas de la Voz de los Trabajadores de EEUU[2]) sería una nueva muestra de nuestro “sectarismo incurable”.
Son argumentos (y debates) que se repiten de modo recurrente. En esencia, fueron los mismos que se dieron ante el proceso venezolano y el chavismo, o con Alexis Tsipras y Syriza, en Grecia[3]. Pedro Fuentes y el MES se movilizaban en los Foros Sociales Mundiales (FSM) de Porto Alegre en apoyo al gobierno de Chávez y, más recientemente, tanto él como Luciana Genro se presentaban diciendo “Somos Syriza en Brasil”. Es bueno recordar el desastroso resultado final de estas experiencias.
Nuevamente, el error de este razonamiento es confundir dos niveles diferentes de la realidad. Por un lado, están los procesos de lucha que se han dado en EEUU (como Occupy, la lucha de los trabajadores de Wisconsin, Black Lives Matter, la campaña por los 15 dólares de salario mínimo, etc.) y la radicalización política que esas luchas (y el desencanto con Obama) han producido en los activistas y en la base. Esos procesos son inmensamente progresivos (en esto coincidimos todos). Pero, por el otro lado está quién recibe el apoyo electoral y la confianza de los luchadores como resultado de esa radicalización: Sanders. Para nosotros, este último es el aspecto negativo y regresivo de la combinación que se da en la realidad y al que, por lo tanto, hay que combatir para que los procesos progresivos (luchas y radicalización de la conciencia) avancen. En otras palabras, combatir las falsas ilusiones de las masas como condición indispensable para un curso progresivo del proceso.
Aquí entra el nudo central del debate. ¿Qué papel juega Sanders frente a los procesos progresivos que analizamos: quiere impulsarlos y desarrollarlos o frenarlos y esterizarlos llevándolos por el camino de la vía muerta de las elecciones y las instituciones? La respuesta a esta pregunta es el eje que ordena una orientación correcta. Para nosotros, claramente es la segunda opción y de allí se desprende una orientación de claro combate político a Sanders.
¿Quién es Sanders?
Para clarificar el debate (es decir, definir cuál es el objetivo de Sanders), es necesario dar una mirada a su trayectoria política y al signo de su dinámica. Sanders tiene 74 años, estudió Ciencias Políticas en la Universidad de Chicago y, en los inicios de la década de 1960, fue un activista de la lucha por los derechos civiles e ingresó en la Liga de Jóvenes Socialistas (YPSL por su sigla en inglés), organización juvenil del Partido Socialista Americano (socialdemócrata).
Radicado en el pequeño Estado de Vermont, se ligó al LPU (Partido de los Sindicatos y la Libertad). En la década de 1970, se opone a la guerra de Vietnam y es candidato de este partido a diversos cargos (sin éxito) hasta que, en 1980, gana la alcaldía de Burlington. En 1990, es electo diputado “independiente” y, en el Congreso, actúa junto con la bancada demócrata. En 2005, con el apoyo de este partido, es electo senador y, poco después, ingresa formalmente en él.
Es decir, es una trayectoria que (más allá de su retórica) no está en un proceso de radicalización y ruptura (como fue por ejemplo, el último año de Martin Luther King) sino que va claramente de izquierda a derecha, cada vez más integrado al aparato demócrata.
Pero lo que expresa con mayor claridad aún esta dinámica hacia la derecha son las leyes que él votó como diputado y senador, en clara contradicción con sus posiciones a favor de los derechos civiles y antibélicos de años anteriores. Entre ellas, leyes que avalaban:
* Los bombardeos a Irak desde 1992 en adelante.
* Las sanciones económicas a Irak en 1992.
* El envío de tropas a Kuwait y Arabia Saudita para “defenderse de Irak”.
* Todas las intervenciones de tropas estadounidenses desde que ocupa cargos en el Congreso: además de Irak, Somalia, Haití, Bosnia, Liberia, Zaire, Congo, Sudán, Afganistán y Serbia.
* Numerosas leyes de apoyo a Israel contra los palestinos y los pueblos árabes, desde el respaldo dado en 2006 a la invasión al Líbano hasta el apoyo al último ataque de Israel a la Franja de Gaza. Todo en nombre del “derecho de Israel a su autodefensa”. En esto ha sido coherente: desde su juventud (cuando viajó varias veces a Israel para compartir la vida en los kibutz) ha sido proisraelí.
* Con respecto a la legislación interna, en 1984 apoyó la Federal Crime Bill (también conocida como Three Strikes Crime Bill o Ley de los Tres Delitos) que ha sido ampliamente usada por la burguesía y la Justicia para encarcelar de modo creciente a la población negra y latina.
Es decir, más allá de su discurso (y de algunos aspectos de su programa interno que, aisladamente, son progresivos), cuando están en juego los problemas centrales, como la intervención militar del imperialismo estadounidense en el exterior o la represión al pueblo pobre, Sanders vota sin dudar con los “dueños del poder”. ¿Alguien tiene alguna duda de qué lado va a jugar este hombre en el proceso actual?
Caminos equivocados
Pero cuando exponemos esta realidad y sacamos las conclusiones políticas necesarias, Ruy Braga nos responde con un leve alerta: “Bernie Sanders no es socialista. Por lo tanto, sin ilusiones en el individuo o en sus motivaciones y aspiraciones personales”. Pero de inmediato nos dice que “quedar afuera” del proceso de las bases que le dan apoyo es un “enorme error político”.
Pedro Fuentes da un paso mucho más largo, olvidando completamente quién es Sanders y su trayectoria para “embellecerlo” de un modo increíble: “Sanders tiene programa. Sanders es socialista”. El mismo camino recorre el Bloco de Esquerda portugués que publica en esquerda.net un artículo con el título “¿Un socialista en la Casa Blanca?”.
Pero ya sea “confiados” o “con desconfianza”, ambos nos proponen un camino equivocado: el de la capitulación a Sanders para “no quedar por fuera”. Un camino que ya en Venezuela con el chavismo y en Grecia con Syriza mostró que conduce al desastre.
¿Cuál debe ser la política de los socialistas revolucionarios?
Queda un aspecto central en el debate: ¿el combate político contra Sanders no nos aleja (no nos “deja afuera”) del diálogo y del trabajo con los activistas y luchadores sindicales, con los jóvenes del movimiento Occupy y de los activistas del Black Lives Matter (lo mejor de la vanguardia que ha surgido en los últimos años en EEUU) y nos condena al propagandismo?
El punto central es cuál es hoy la tarea principal de una corriente revolucionaria en procesos que están naciendo y que son incipientes. Para nosotros, esa tarea es apoyarse en los factores progresivos y revolucionarios (la movilización y la organización de las masas, los avances en su conciencia) para combatir el elemento negativo y así ayudar a las masas a hacer su experiencia con Sanders y romper con él. Sin este avance en la conciencia y en la lucha, estos procesos incipientes están condenados a la derrota o al retroceso por la vía de la cooptación al partido demócrata (cosa que ya ocurrió varias veces en el pasado con muchos movimientos progresivos). La línea de “estar con las masas” (es decir, adaptarse a sus falsas ilusiones) nos lleva por el camino opuesto: “embellecer” a Sanders y ayudar a reforzar su influencia en las masas y, con ello, su política de frenar los procesos y cooptar a los mejores activistas.
¿Qué hubiera pasado en Rusia después de febrero de 1917 si Lenin, Trotsky y los bolcheviques hubieran aplicado la política de “estar con las masas”? En lugar de impulsar la “explicación paciente” sobre que la salida de fondo era que los soviets tomaran el poder (la dictadura del proletariado), impulsar la movilización independiente de las masas por “paz, pan y tierra”, y combatir la política de las corrientes reformistas (mencheviques y socialistas revolucionarios, que eran mayoría entre las masas al inicio del proceso), tendrían que haber apoyado (e incluso entrado) al gobierno provisional burgués, porque era esa la “conciencia de las masas”. Es decir, no habría habido Revolución Rusa ni se habría construido el primer Estado obrero de la historia.
Frente a esto, es totalmente secundario si se puede crecer o no en una construcción política. En primer lugar porque ese crecimiento será al costo de incidir negativamente en el avance de los procesos progresivos. Pero, además, ese crecimiento y esa construcción se harán no como organización revolucionaria sino como “otra cosa”: como una “tendencia de izquierda” del partido demócrata.
Nosotros también queremos “estar por dentro” de los procesos progresivos y dialogar con esa vanguardia, pero no para adaptarnos a los aspectos más atrasados de su conciencia y a sus falsas ilusiones sino para avancen cada vez más, al compás del avance de su movilización y organización independientes. Para esta tarea, Sanders es claramente un enemigo.
Es un camino aparentemente más difícil (“sectario y propagandista”, dirán nuestros críticos), porque inicialmente (y a lo largo de todo un proceso de experiencia de las masas y los activistas) “estaremos en minoría” (como decía Lenin), dado que chocamos con sus falsas ilusiones. Pero es el “único camino posible” si realmente queremos que el proceso avance en la perspectiva estratégica de la toma del poder por los trabajadores y las masas.
De aquí para allá, hay muchas posibilidades de propuestas tácticas. Por ejemplo, al tiempo que llamamos a no depositar ninguna confianza en Sanders ni a votarlo, proponerles a los activistas que confían en él que le exijan que, si realmente quiere que se consigan los aspectos progresivos de su programa (como el salario mínimo de 15 dólares o la defensa del derecho de aborto), llame a movilizarse por ello en lugar de prometer que es él (por el camino legislativo o presidencial) quien lo va a garantizar.
Existen también propuestas posibles en el terreno de las ilusiones electorales de las masas. Pero ellas arrancan por la ruptura con el partido demócrata y la necesidad de una candidatura realmente independiente de la burguesía, con contenido de clase trabajadora. Más aún, la formación de un partido obrero independiente de ambas organizaciones de la burguesía imperialista, como proponían Trotsky y el SWP en la década de 1930. Pero en todas estas propuestas tácticas, Sanders también es un enemigo.
Para terminar, es necesario señalar que estas corrientes le han capitulado a toda “falsa ilusión” y “propaganda engañosa” que apareció por el mundo en los últimos años (Chávez, Tsipras, Pablo Iglesias, Corbyn, etc.). Hemos combatido duramente estas capitulaciones, pero ellas eran a figuras que, como Chávez o Tsipras (por lo menos en el discurso), decían estar contra el imperialismo.
Ahora dan un paso aún más largo (un salto, diríamos) en ese camino: la capitulación es a un hombre de las filas de uno de los principales partidos del imperialismo estadounidense que hoy está en el gobierno. Es decir, le capitulan al partido que, como dirección del imperialismo, es hoy el principal enemigo de las masas y los trabajadores del mundo. Como decía el Quijote de la Mancha a su fiel escudero: “Cosas veredes Sancho, que non crederes” (Verás cosas Sancho, en las que no creerás).
(1) Martin Luther King rompe con el partido demócrata en 1967 por su oposición a la guerra de Vietnam. Fue asesinado en 1968.
(3) Ver revistas Correo Internacional n.° 13 y n.° 14.