Si alguien pensaba que los procesos electorales del pasado año, las municipales y después las generales, iban a ser una especie de 14 de abril de 1931, es decir, el del “cambio”, o se autoengañaba, o lo que es peor, engañaron a la población trabajadora. En función de esta ilusión, se paralizaron todas las movilizaciones en la calle tras el famoso “tic, tac,…” de la Puerta del Sol de enero.
Por Roberto Laxe
El 14 de abril de 1931 la coalición Republicano Socialista no ganó las elecciones, pero si lo hicieron en las principales ciudades, y fue la traducción electoral de una crisis social y política de gran calibre, jalonada de grandes movilizaciones estudiantiles y obreras, donde se acumulaban los nubarrones que estallarían con toda su virulencia el 18 de julio de 1936, y la contestación obrera y popular del 19 de julio.
Las fuerzas políticas que encabezaron la “transición” de una dictadura apolillada por la crisis del 29 tuvieron la claridad de plantear el 14 de abril como un referendo entre monarquía y república; ya partiendo del mismo nombre de la coalición, si ganaban las fuerzas republicano socialistas era obvio que el rey tenía que irse, si eran los monárquicos los que triunfaban, estaba claro que no habría transición.
Fueron las ciudades y villas grandes, donde se agrupaba lo fundamental de la clase obrera española del momento, así como los campesinos pobres, los que dieron el triunfo a coalición Republicano Socialista, y terminaron con siete años de dictadura, con la monarquía, y constituyeron la república.
Más de 80 años después, desde el 15M y más agudizado, tras el 22 de marzo de 2014 y la posterior dimisión del rey, vivimos unas circunstancias sociales semejantes a las que el 14 de abril provocó la caída de la monarquía. Crisis económica aguda, crisis social de gran calibre y crisis política, expresada en el tira y afloja para la constitución de un gobierno tras las elecciones del 20D. Qué hay de diferente entre estos dos 14 de abril. Muy sencillo, la claridad política con la que se abordan los problemas políticos.
No será el firmante de estas páginas quien defienda la coalición Republicano Socialista, pues como se demostró en los años posteriores, defraudaron las expectativas de la población trabajadora, dando paso, primero a “bienio negro”, donde se forjaron los criminales que poco después organizarían la guerra civil. No es cuestión de adornar nada; pero lo que si es cierto es que frente a un profunda crisis del régimen, como fue en aquél momento, plantearon las soluciones con claridad meridiana, o monarquía o república.
Afortunadamente para ellos, no se habían inventado todavía los “significantes flotantes”, los “relatos y los mitos” que construyen los sujetos sociales y políticos del cambio. Cuando se hablaba, se hablaba claro, sin circunloquios seudo intelectuales y menos, en las alternativas políticas ante una crisis de gran calibre.
A 85 años de la proclamación de la II Republica seguimos con las mismas tareas políticas que se encararon en aquél momento; la ruptura con la monarquía, el derecho a decidir de los pueblos, el derecho a la tierra de los campesinos, la superexplotación de una clase obrera empobrecida por un capitalismo corrupto y rapiñento, que se basa en un régimen caciquil.
Es obvio que formalmente vivimos en un mundo relativamente diferente al que provocó el 14 de abril de 1931; es cierto, pero también lo es que los problemas centrales de la sociedad siguen siendo exactamente los mismos.
En 1931, a dos años del estallido de la crisis del 29, el mundo veía resurgir los nacionalismos opresores e imperialistas que habían provocado la I Guerra Mundial, regímenes enteros se venían abajo bajo los golpes de la movilización de masas y el ascenso del fascismo, no olvidemos que Hitler triunfa en 1933. Las formas han cambiado, pero el contenido brutal del capitalismo, el hundimento de sus instituciones por las guerras que ellos provocan no ha cambiado: Lesbos e Idomeni es para la Unión Europea lo que fueron Alsacia y la Lorena para los años 30, la demostración de los limites del propio capitalismo, de sus relaciones internacionales.
La “devaluación” del 14 de abril se expresa, con toda la claridad del mundo, en que mientras el 14 de abril de 1931 supuso la expulsión del rey y la proclamación de la república; las elecciones del pasado año solo sirvieron para estabilizar un régimen en estado critico tras la dimisión del rey en junio del pasado año.
¿Quiénes son los responsables de esta devaluación?, esta es la pregunta que la población trabajadora debe hacerse, porque el futuro es incierto y está por construir.