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Aniversario de la muerte de Lénin

A 93 años de la muerte de Lenin, en los días en que la potencia imperialista dominante hasta ahora en el mundo, los EE UU cambian de jefe, no está demás recordar, a modo de homenaje, las palabras de Lenin hace 100 acerca del Imperialismo como Fase Superior del Capitalismo.

Por Roberto Laxe*

No es un recuerdo académico, sino político, pues el mismo simplismo que llevó a Trump a la Casa Blanca, «el pueblo contra la casta política y financiera» es lo que atraviesa a todo un sector de la izquierda, que con el mismo simplismo, «todo el que se enfrente a los EE UU (el imperio) es progresivo y antiimperialista», asi sea un burgués expansionista como Putin, o una potencia proto imperialista (China), con las nefastas consecuencias del aislamiento de las revoluciones árabes en general, y la siria en el concreto.

Vayamos a las palabras de Lenin.

“… conviene dar una definición del imperialismo que contenga los cinco trazos fundamentales siguientes: 1) la concentración de la producción y del capital llegó hasta un grado tan elevado de desarrollo, que creó los monopolios, los cuales desempeñan un papel decisivo en la vida económica; 2) la fusión del capital bancario con el industrial y la creación, sobre la base de este “capital financiero”, de las oligarquías financieras; 3) la exportación de capitales, la diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia particularmente grande; 4) la formación de asociaciones monopolistas de capitalistas, los cuáles se reparten el mundo, y 5) la terminación de reparto del mundo entre las potencias capitalistas más importantes”. Del que extraía la conclusión confirmada por la I y la II guerra mundial, “a partir de ahora sólo caben nuevos repartos”.

Lenin, el Imperialismo y la Mundialización

Decía Trotski que el marxismo es una herramienta que de tanto afilarla, se puede mellar; y esto es lo que le esta sucediendo; de tanto “adecuarlo”, está perdiendo su filo revolucionario, dejando de ser la ciencia de la revolución y una guía para la acción. Lo están transformando en un simple método para explicar el mundo, ya desde el punto de vista filosófico, económico o social, pero no para servir a su objetivo central, la transformación socialista de la sociedad.

Tras la caída del Muro de Berlín y el “descubrimiento” de que tras él no había socialismo, sino unos estados que aún no siendo capitalistas, habían sufrido un profunda degeneración, se produjo un triple movimiento en la intelectualidad y las organizaciones que se reivindicaban del marxismo, unas, la mayoría, lo abandonaron formalmente y se disolvieron como el PC Italiano, otros, lo mantuvieron formalmente, pero en realidad asumieron las tesis del keynesianismo, y los terceros, intentando librarlo de la degeneración stalinista que lo había convertido en un catecismo, rompieron el nexo de unión entre Marx y el presente, el leninismo.

De éstos han desaparecido los grandes aportes de Lenin al marxismo, como la definición de la fase actual del capitalismo como Imperialismo, la teoría del estado, la ligazón entre conciencia sindical y conciencia revolucionaria a través del partido o la definición de “centralismo democrático” imprescindible para un partido que se plantea la toma del poder por la clase obrera y los oprimidos.

La burguesía, a través de sus ideólogos y “estudiosos”, para matar el carácter revolucionario del marxismo tiene que silenciar a Lenin, puesto que fue el leninismo como heredero directo del marxismo, el que demostró en la práctica toda la fuerza del pensamiento de Marx. Como dice un documental argentino, Lenin, Trotski,… y los bolcheviques “se atrevieron” a hacer la revolución; esa que Marx señalaba como el primer paso para superar la prehistoria de la humanidad y entrar en la historia, disolviendo las clases sociales.

La combinación entre degeneración stalinista y propaganda burguesa fue letal para el leninismo a lo largo de los últimos 20 años, pues ésta se apoyó en su campaña en la “momificación” que la burocracia soviética hizo de la figura de Lenin y la degeneración del estado surgido en la revolución de Octubre.

Para desgracia de todos ellos, la crisis detonada en el 2007 y sus consecuencias de crisis políticas generalizadas, con los picos de las revoluciones árabes, ponen de nuevo al orden del día la necesidad de volver a Marx, pero no al Marx como si fuera un pensador individual ajeno a la lucha de clases y la organización, sino al marxismo revolucionario, del que Lenin y el leninismo es una de sus patas imprescindibles.

¿Modifica algo el concepto de “mundialización”?

En el prólogo al libro de M. Husson El Capitalismo en 10 Lecciones, los autores hacen una afirmación que suena a novedosa: “El capitalismo ha conquistado todo el planeta y ésta mundialización ha modificado profundamente la arquitectura del mundo”… Y lo explican, “La textura del sistema económico en la era de la globalización y la financiarización de la economía es, en sus aspectos fundamentales, la del modo de producción capitalista”. Cierto, y hasta ahora los marxistas lo conocíamos como el Imperialismo, por eso surge la primera pregunta, cuando cambió “la textura” de la economía, en qué momento el imperialismo capitalista dejó paso a la “mundialización”.

A esta costumbre de inventarse “nuevas eras”, “arquitecturas” (vaya palabrita), cada vez que aparece un fenómeno nuevo, es a lo que Trotski se refería, por querer afilar tanto la herramienta del marxismo, se la puede mellar.

Veamos lo que decía Lenin sobre esa “mundialización” en El Imperialismo Fase Superior del Capitalismo: “El imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en que ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero, ha adquirido señalada importancia la exportación de capitales, ha empezado el reparto del mundo por los trusts internacionales y ha terminado el reparto de toda la tierra entre los países capitalistas más importantes”, en conclusión, “el imperialismo es la fase monopolista del capitalismo”.

¡Este texto está escrito en 1916! Y sospecho que la “arquitectura” de la economía no ha cambiado mucho. Pero ahora los “marxistas” no leninistas nos vienen descubriendo la mundialización de la economía.

Entonces, qué sentido tiene sustituir “imperialismo” por “mundialización” o en otros casos por “globalización capitalista”. Para ello tenemos que salir de la economía para pasar a la política, a la renuncia a hacer la revolución socialista, que es el mellado que tanta revisión introduce en el marxismo.

La definición expuesta del capitalismo “mundializado” o “globalizado” excluye, como luego veremos, la existencia de países imperialistas y naciones oprimidas o colonias. Si el mundo está “globalizado” o “mundializado”, bajo el dominio de las multinacionales, como se dice ahora, la definición se queda en la primera parte, descriptiva, del razonamiento de Lenin, “El imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en que ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero…”, pero excluye el segundo, la conclusión política de la caracterización: “…y ha terminado el reparto de toda la tierra entre los países capitalistas más importantes”.

Porque este es el problema de fondo, político

Las palabras no se usan por casualidad, sino que tienen un profundo contenido y unas consecuencias.

Hablar de “globalización”, “mundialización”, es una manera descriptiva de referirse al desarrollo de las leyes del capitalismo, el imperialismo; y como consecuencia de este carácter aséptico, se termina por negar la necesidad de la revolución para acabar con él.

El imperialismo como fase del capitalismo no niega las leyes de la economía descubiertas por Marx, sino que las desarrolla hasta el final. De hecho, fue Marx el que entrevió estas tendencias cuando habló de los “rentistas”, que vivían del corte del cupón, refiriéndose al que en aquel momento ya apuntaba esos rasgos, Gran Bretaña.

Obviamente, ni Marx ni Engels podían prever hasta donde llegarían esas tendencias. Fue Lenin quien tras un debate que duró años y en el que participaron marxistas como Kautski, que defendían que el imperialismo era una política del capitalismo, y que luego elaboró la teoría del hiperimperialismo, otros, como Rosa Luxemburgo, que lo definían como la única manera que el capitalismo tenía de salir de su crisis, enfrentando a los pueblos y saqueando sus riquezas, mientras Hilferding, del que Lenin toma la caracterización central, defiende que el imperialismo es el capitalismo actual.

Por las consecuencias que tuvo para las luchas de liberación nacional y las revoluciones en los países coloniales como China, Cuba o Vietnam, quizás sea uno de los debates más importantes de la historia reciente.

Podría afirmarse que si, que Lenin tuvo razón, pero que ahora estamos ya en la fase de la “globalización capitalista”, en un momento distinto al analizado por él.

Como toda discusión, para no ser escolástica y sin fin, tiene que ser comprobable en la práctica por lo que veamos los elementos que Lenin planteaba para definir al imperialismo.

Decía en la obra citada:

“… conviene dar una definición del imperialismo que contenga los cinco rasgos fundamentales siguientes: 1) la concentración de la producción y del capital ha llegado hasta un grado tan elevado de desarrollo, que ha creado los monopolios, los cuales desempeñan un papel decisivo en la vida económica; 2) la fusión del capital bancario con el industrial y la creación, sobre la base de este “capital financiero”, de las oligarquías financieras; 3) la exportación de capitales, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia particularmente grande; 4) la formación de asociaciones monopolistas de capitalistas, los cuales se reparten el mundo, y 5) la terminación de reparto del mundo entre las potencias capitalistas más importantes”. De lo que extraía la conclusión confirmada por la I y la II guerra mundial, “a partir de ahora solo caben nuevos repartos”.

Continuaba más adelante, “La exportación del capital, una de las bases económicas más esenciales del imperialismo, acentúa todavía más este divorcio completo entre el sector rentista y la producción, imprime un sello de parasitismo a todo el que vive de la explotación del trabajo de unos cuantos países y colonias de ultramar”. Países que llama “estados usureros”, y que ahora con las crisis de la deuda pública adquiere todo su sentido.

Nadie niega la necesidad de revisar las aportaciones al pensamiento humano, de hecho se hace necesario cuando los cambios que se dan en la realidad van dejando obsoletas esas aportaciones; sea cual sea el ámbito. Pero lo que es irracional es abandonar una aportación, hasta que la práctica, la realidad no haya superado sus límites, y lo que nos dicen los datos actuales es que la caracterización de Lenin, de que el Imperialismo es la fase superior del capitalismo no ha sido superada.

De la misma manera que la superación dialéctica de El Capital podría ser El Imperialismo de Lenin, ¿la realidad nos conduce a necesitar ahora una superación de la obra de Lenin? Dicho de otra forma, las definiciones de los defensores del término “mundialización” o “globalización” añaden algo a las cinco características establecidas en la definición de Lenin, o son simplemente un retroceso a las políticas pre leninistas.

Porque esta es la cuestión. La revisión es bienvenida si aporta algo al programa de la revolución, como hizo Lenin con el Imperialismo, pues al hacer consciente el carácter de la época permitió a los bolcheviques tener una política clara frente a una guerra, la I, que era básicamente interimperialista.

¿Sustituir “imperialismo” por “mundialización” ayuda a comprender, y a tener una guía para la acción, frente a los conflictos entre las potencias europeas, entre la Unión Europea y los EEUU, entre los BRICS y la “Troika”, EE UU, Japón y la UE, y el saqueo al que están sometiendo todos ellos a África y América Latina? Está claro que no. Del concepto de mundialización solo se deduce una descripción: “el capitalismo se ha mundializado”, como nos dicen los prologuistas que reivindican a Marx, pero es una verdad de Perogrullo que no aporta nada para la práctica necesaria para su destrucción.

Pero esta descripción los sitúa en la estela de aquellos que, aún denunciando las “injusticias” del sistema, no se salen de sus márgenes. En el Veredicto Del Tribunal Internacional de los Pueblos sobre la Deuda del 2003 se puede leer que además de la legítima anulación de la deuda, se establece que los países del Norte (no imperialistas, simplemente del Norte, como si esta fuera una categoría política y económica) deben compensar “razonablemente” a los países del Sur.

Puede ser que un no marxista tenga una concepción de la deuda como un mecanismo, una política del Norte, para saquear el Sur y que con su anulación y devolución “razonable” se resuelve el problema. Pero para un marxista este análisis de la deuda está superado por el leninismo. Primero, ya fue Kautski quien defendió que el imperialismo no era una fase del capitalismo, sino una “política” para dominar el mundo. La misma Rosa Luxemburgo no llegó a entender el imperialismo como el capitalismo actual, sino como la “forma” que adopta para salir de las crisis, saqueando a los pueblos no capitalistas.

La deuda es la esencia del mecanismo de funcionamiento del capitalismo ya antes de su transformación en Imperialismo. Los bancos, desde siempre, hacían préstamos a los estados y las grandes empresas para desarrollar las infraestrcuturas, las guerras y lo que fuere necesario; así se financiaron todas las grandes líneas ferroviarias que se construyeron a lo largo del siglo XIX en los EEUU, en la India, en África, etc. El capital bancario -los bancos- prestaban dinero a cambio de un tipo de interés, lo que generaba deuda pública y privada, el fracaso de muchas de esas infraestructuras llevaba a la quiebra a la empresa… Nada nuevo bajo el sol.

Pero con la aparición del imperialismo, esas infraestruturas, esas industrias, que comenzaban a tener un gran tamaño y precisaban de grandes inversiones de capital, se fusionaron con el capital bancario, dando origen al capital financiero, que vulgarmente se confunde con los bancos,… pero es algo más que los bancos, aseguradoras y entidades financieras. Éstos, de “simples” prestatarios de dinero se convirtieron en accionistas de esas empresas, y viceversa; los grandes industriales se hacen accionistas y propietarios de esas entidades financieras.

La deuda deja de ser el único método de extracción de beneficios de los bancos, una manera indirecta a través de los tipos de interés que se fijan en los préstamos, para hacerlo directamente en el reparto de beneficios año tras año.

Cuando Lenin afirma que la esencia del imperialismo es la exportación de capital de las potencias hegemónicas a los países dependientes, está analizando justo ese mecanismo por el que los grandes bancos hacen préstamos a los países dependientes, y éstos se comprometen a comprar las mercancías producidas por los trusts/corporaciones/multinacionales de los que los bancos son accionistas. La extracción de beneficios, en el imperialismo, se produce de estas dos maneras, directa, al ser el mismo quien vende la mercancía que el que presta, e indirecta, a través de los tipos de interés del capital prestado. Y hay de quien no cumpla y no se limite a pagar la deuda, cae sobre él toda la fuerza del imperialismo, sea en forma de bloqueo, de guerra comercial o, en los casos más agudos, de guerra y ocupación.

Esto es lo que la caracterización de “mundialización” excluye, las relaciones entre el Norte y Sur, entre potencias imperialistas y países oprimidos, no son “asépticas”, sino relaciones profundamente jerárquicas y de poder. Cualquiera que ose levantarse contra esta jerarquía, sea bajo un programa revolucionario, sea bajo una dirección política nacionalista, conocerá la “ira de Zeus”, solo que su rayo ahora esta sustituido por Drones y marines.

Porque el capitalismo, como dijo Marx, se “construyo a sangre y fuego”; sobre las decenas de guerras que asolaron Europa a lo largo de siglos se construyeron los estados que en el siglo XIX conformaron el continente, y que tuvieron un efecto que “fue un apoyo para el desarrollo de las fuerzas productivas de la humanidad, en el proceso para liberarse del feudalismo” (Lenin, Bajo una Bandera ajena, 1915).

Estos estados, ahora convertidos en imperialistas (no “mundialistas” o “globalizados” como dirían algunos “marxistas” sin Lenin, en las construcciones lingüísticas podemos ver el carácter absurdo de ese lenguaje), han pasado a convertirse “en un obstáculo para el ulterior desarrollo de las fuerzas productivas”. El imperialismo, para Lenin, es el cambio cualitativo del carácter de la burguesía, de una clase “ascendente y avanzada”, se ha transformado en “una clase que se hunde, decadente, internamente muerta, reaccionaria”, “… en el más reaccionario estorbo del desarrollo humano”.

Se puede decir más alto, pero no más claro. Y qué aporta a esto, a la dinámica del desarrollo social las concepciones de “mundialización o globalización”, excepto en esa ideología profundamente reaccionaria, ahistórica, según la cual el capitalismo fue genéticamente “malo” y “destructivo” –como repiten los críticos del supuesto eurocentrismo del marxismo-. Una de las grandes aportaciones de Marx fue justo el desmontar el carácter “natural” del capitalismo, como si fuera una consecuencia de la “naturaleza humana” por encima de los tiempos y las circunstancias. El capitalismo, como toda forma de organización del ser humano, es histórico, nace, crece, se desarrolla, agoniza y muere en condiciones concretas. Y en cada uno de sus periodos, cumple un papel en la sociedad.

Lenin con su análisis del Imperialismo como fase superior del capitalismo establece el comienzo de esa agonía, “… es el capitalismo marchitándose, pero aún no se ha marchitado, agonizante, pero no muerto”, y en “cierto aspecto, una fase de transición hacia el socialismo”.

¿El imperialismo como fase del capitalismo ha muerto ya, estamos en el socialismo, como anticipaba Lenin, o en que se ha transformado, qué relaciones sociales dominan ahora, para que se introduzcan nuevas definiciones? Para no dar saltos en el vacío, es importante establecer los momentos nodales, los momentos históricos en que se producen los saltos de cualidad de las cosas; sino son eso, saltos en el vacío, escolásticos, que solo desarman frente a la realidad.

Por este motivo Lenin, que era más serio y no podía hablar por hablar, tenía el objetivo concreto de construir una herramienta política y organizativa para tomar el poder, afirmaba: “El imperialismo, en realidad, no transforma ni puede transformar el capitalismo de arriba abajo. El imperialismo complica y acentúa las contradicciones del capitalismo, “embrolla” el monopolio con la libre competencia, pero no puede eliminar el cambio, el mercado, la competencia, las crisis, etc.”. Es decir, Lenin situaba la superación del capitalismo no en el melifluo “otro mundo es posible”, sino en la revolución socialista que Marx defendiera a lo largo de su vida.

Imperialismo, naciones oprimidas y mundialización

Junto a esta caracterización del imperialismo como capitalismo “agonizante, pero no muerto”, las categorías leninistas introducen otro elemento que no se deduce de la definición de “mundialización” o “globalización”, la división del mundo entre naciones opresoras y oprimidas, entre metrópolis imperialistas (no mundializadas o globalizadas, pues estos términos disimulan la brutalidad con la que actúan los imperialistas) y colonias o semicolonias.

Husson justifica la modificación de la teoría leninsita por el nuevo tríptico introducido por la “mundialización” o la “globalización” –“países ricos, países emergentes, países pobres”, dice en la página 200-, a causa de la decadencia del imperialismo yanki, su dependencia de los capitales chinos y extranjeros para sostenerse. Husson hace una verdadera trampa intelectual, confunde conscientemente el todo –el imperialismo capitalista- con una de las partes –el imperialismo yanki-. Si fuera cierta su lógica, ya en la época de Lenin la afirmación de Husson sería aplicable, pues Lenin habla de cómo una potencia que ahora llamaríamos emergente, los EE UU, estaban sustituyendo a la hasta ese momento primera potencia mundial, Gran Bretaña, que estaba importando capitales.

Inglaterra y Francia han vencido (en la I Guerra), pero están empeñados hasta la camisa con América, la cual ha decidido que, por más vencedores que se consideren los franceses y los ingleses, ella ha de llevarse la nata y percibir, con creces, los intereses de su ayuda durante la guerra; y eso debe asegurarlo la flota americana, que se está construyendo ahora y por su fuerza adelanta a la inglesa” (Informe en el II Congreso de toda Rusia de las organizaciones comunistas de los pueblos de Oriente, 1919). Porque compañero Husson, “El capital sale ganando con la bancarrota del capitalismo rival o de la nación rival, concentrándose aún más” (La Bancarrota de la II Internacional), pero esto no modifica las raíces del imperialismo, solo cambia quien manda.

Por ello, qué cambia el endeudamiento británico y francés de las características centrales del imperialismo. Pero es más, en un alarde de eurocentrismo, Husson nos dice que hay “países pobres”; sí, es cierto, pero no nos dice porque son pobres, cómo han llegado a esa situación, solo la describe, “El capitalismo globalizado es enormemente excluyente” nos dice en la pág. 94.

Eso lo sabemos desde que Marx (y antes) escribiera el Manifiesto Comunista, que las hay ricas y pobres, avanzadas y atrasadas… Pero cuales son las relaciones que se establecen entre ellas, puesto que estas cambian. No es el mismo capitalismo en de la época de Marx, donde como sistema dominante se ceñía a Europa y poco más, a la actualidad donde tras su restauración en los estados obreros, es el único sistema existente a nivel mundial. Volvemos a la pregunta del millón, ¿han cambiado tanto estas relaciones desde que Lenin revisara a Marx en el Imperialismo Fase Superior del Capitalismo, para que éste sea conocido ahora como “capitalismo globalizado”?.

De la misma manera que el concepto de “mundialización” no nos permite conocer cuáles son las relaciones de poder entre las potencias “mundializadas”, que son capaces de destrozarse entre ellas para dominar una sobre otra, como sus contradicciones por el reparto del mundo entre ellos, que llevó a dos guerras mundiales, y a multitud de guerras comerciales, “pacíficas”. Este concepto tampoco nos permite escudriñar en otra de las grandes aportaciones de Lenin a raíz de su concepción de Imperialismo, la división del mundo entre naciones oprimidas y naciones opresoras.

Simplificando, Marx dividía el mundo entre países civilizados, capitalistas, y atrasados, no capitalistas, y señalaba que la revolución iría de los primeros, donde el proletariado se había desarrollado, a los segundos. Es a partir de la famosa carta en la reconoce que toda su posición respecto a Irlanda estaba equivocada, que en el marxismo se abre la puerta a otra perspectiva de la dinámica de la revolución: «Durante mucho tiempo creí que sería posible derrocar al régimen irlandés por el ascendiente de la clase obrera inglesa… Pero un estudio más profundo me ha convencido de lo contrario. La clase obrera inglesa nunca hará nada mientras no se libre de Irlanda. La palanca debe aplicarse en Irlanda. Por eso es que la cuestión irlandesa es tan importante para el movimiento social en general» , y Engels afirmaba «La historia irlandesa le recuerda a uno lo desastroso que es para una nación el haber subyugado a otra nación» . El marxismo estaba incorporando a su acervo teórico y político el aforismo de Dionisio Inca Yupanqui, diputado americano ante las Cortes de Cadiz, quien, el 16 de diciembre de 1810, dijo: » UN PUEBLO QUE OPRIME A OTRO NO PUEDE SER LIBRE»

La tesis de Lenin, de que el Imperialismo es la fase superior del capitalismo, profundiza lo que Marx y Engels solo entrevieran. Al ser el capitalismo el modo de producción dominante en todo el mundo, la diferencia entre países “avanzados/capitalistas” y “atrasados/no capitalistas” queda tocada de muerte. Si todos son capitalistas, la economía está “mundializada” como se diría ahora, todos serían avanzados, y como mucho lo que estaría generando esa mundialización de la economía seria un simple “aumento de las desigualdades”, como afirma Husson, dando origen al “tríptico” de “países ricos, países emergentes, países pobres” como surgido de la nada. ¿No es así?

Pues, no. “El imperialismo es la progresiva opresión de las naciones del mundo por un puñado de grandes potencias” (El Proletariado Revolucionario y el derecho de las naciones a la autodeterminación). Esto es bastante más que un aumento de las desigualdades.

Lenin, en una descripción que desgraciada y trágicamente se manifiesta día a día, nos muestra las dos maneras que tiene el imperialismo de saquear, dominar naciones (y no solo el simple “aumento de las desigualdades”, eso es eurocentrismo, lo demás aproximaciones) por ese “puñado de grandes potencias”, una la más directa, la colonial, cuando dice:

Y vosotros sabéis que, aparte de la dependencia directa, jurídica y estatal, la dependencia colonial presupone una serie de relaciones de dependencia financiera y económica, presupone una serie de guerras, que no se consideraron guerras porque muy a menudo no pasaron de simples masacres, cuando las tropas imperialistas europeas y norteamericanas, armadas con las más perfectas armas de exterminio, masacraron a los inermes e indefensos habitantes de los países coloniales” (II Congreso de la Internacional Comunista, Informe sobre la Situación Internacional).

Pero el imperialismo introduce en libro del Imperialismo otra forma de dominación entre las naciones, indirecta pero la más extendida en al actualidad tras las guerras de liberación de los años 60, que Lenin define como semicolonias, “independentes formalmente”, pero “dependientes por miles de hilos financieros, políticos y diplomáticos”.

En ambos casos, estas naciones se ven sometidas a un brutal saqueo de sus riquezas humanas y naturales, a la explotación de la clase trabajadora y la expoliación de las materias primas, imprescindibles para que las grandes corporaciones mantengan su papel en el mercado mundial.

La lucha de estas naciones por su independencia, real y formal, por el control de sus riquezas, ha generado desde que Lenin escribiera su libro en 1916 decenas de guerras de liberación, revoluciones y enfrentamientos, que han marcado no solo el siglo XX, sino que lo siguen marcando ahora, en el XXI. Las revoluciones árabes son la expresión más reciente de esta lucha de las naciones oprimidas por el imperialismo, por ese “puñado de potencias imperialistas”.

El concepto de “mundialización” o “globalización” no aporta nada nuevo a la necesidad de los pueblos de conocer a su enemigo; antes al contrario, lo diluye, lo suaviza, lo disfraza, abriendo las puertas a que “otra mundialización es posible” en contra de la única salida posible, la derrota del imperialismo, que es la derrota del capitalismo en su fase monopolista.

Nuevamente Lenin situa la salida a la barbarie imperialista en un terreno objetivo, el de la lucha de clases, “Los capitalistas no se reparten el mundo llevados de una particular perversidad, sino porque el grado de concentración a que se ha llegado les obliga a seguir este camino para obtener beneficios”. Y la lucha de clases solo conduce a un final, de nuevo, la revolución socialista: “ (…) los movimientos de liberación nacional de las colonias y de los pueblos oprimidos, que se convencen por amarga experiencia de que no existe para ellos otra salvación que el triunfo del Poder de los Soviets sobre el imperialismo mundial” (Esbozo inicial de las tesis sobre los problemas nacional y colonial, 1920).

Para la clase obrera en el imperialismo, ¿sirve de algo el concepto de mundialización?

Desde los años 60, un amplio sector de la intelectualidad post marxista viene intentando demostrar que la clase obrera habia perdido su papel central en la sociedad, y por consiguiente su papel revolucionario fruto del desarrollo técnico, que los sustituía por la famosa “clase media”, los trabajadores de cuello blanco que ya no era el “viejo” proletariado industrial. Fueron los Bernard Henri Levi, los André Glucksmann o los Alain Touraine quienes más ardientemente defendieron esas tesis, y fueron los neoliberales con sus politicas antiobreras (liberalización de la economica, odio visceral hacia las organizaciones obreras, despidos masivos de obreros, como los mineros en Gran Bretaña, etc.) los que se encargaron de demostrar por la negativa, que la clase obrera no había desaparecido y la necesidad que tiene el sistema de ella.

La crisis del “petroleo”, fruto de la caída de la tasa de ganancia como bien demuestra Husson en su libro, provocó el furibundo ataque neoliberal contra los derechos de los trabajadores y los pueblos. El retroceso de los salarios y la perdida de derechos como única vía para la recuperación de la tasa de ganancia pone a las claras que para el capitalismo en su fase monopolista, el trabajo humano –es decir, la clase obrera y la producción de valor- sigue siendo el único criterio de acumulación de capital. Es cierto, que la formula del capital, D-M-D’ tiende sobre todo en esta fase de dominio del capital financiero, a su simplificación, D-D’; pero las recurrentes crisis generadas por la caída de la tasa de ganancia, se empeña en contrarrestar esta tendencia: el capitalismo sigue siendo capitalismo, solo que en su fase agónica con todas sus contradicciones agudizadas hasta el extremo.

Tras aquellos intelectuales del post marxismo, a consecuencia del “redescubrimiento” de la financierización y la mundialización de la economía, otros, ahora desde el campo del marxismo, nos dicen que el papel de la clase obrera retrocede dentro de la sociedad, deslumbrados porque ante los ojos de todos, es más “fácil” enriquecerse en los mercados financieros y la especulación que a través de la producción de mercancías fruto del trabajo humano, en un proceso de autonomización, de divorcio entre lo que ha dado en llamarse “economía de casino” y “economía productiva”.

Es cierto que este fenómeno, bajo los golpes de la crisis, está manifestándose como una de las contradicciones más importantes a las que se enfrenta el sistema; la baja rentabilidad de los sectores productivos (la caída de la tasa de ganancia) hace que el dinero se oriente allí donde las rentabilidades son superiores (desde la deuda soberana hasta los jugadores de fútbol, todo es objeto de especulación). Pero…. ¿esto modifica cualitativamente las relaciones sociales de producción, como para que podamos hablar, como se dice en el prólogo, de una “nueva arquitectura”, una “nueva era”, etc.?

Además, las mismas burbujas especulativas cuya detonación pone de manifiesto una crisis del sistema, no solo aparecen cuando ésta explota, como se ha visto; sino que la burbuja especulativa es la manifestación más clara de que la tendencia decreciente de la tasa de ganancia esta actuando como el “viejo topo” de Marx. Cuando la economía se encuentra en una fase expansiva, con varios sectores de la producción generando una tasa elevada de beneficios fruto del aumento de la explotación de los trabajadores/as, los capitales se orientan masivamente hacia esos sectores, generando justo… una “burbuja especulativa” que hace crecer de manera exponencial esos capitales con una gran rentabilidad. El menor síntoma de debilitamiento de los beneficios generados por esos sectores productivos, provoca una huida, la estampida, el estallido de esa burbuja, y el comienzo de la crisis con todas sus consecuencias.

Pero nuevamente volvamos a Lenin, puesto que en la caracterización del Imperialismo como fase monopolista del capitalismo analiza, también, cuáles son las consecuencias de las superganancias generadas por la “mundialización” (aquí si vale el termino descriptivo de los “marxistas” post leninistas) en la clase obrera, introduciendo un concepto realmente novedoso, una herramienta sociológica fundamental para explicar el deslumbramiento de algunos “marxistas” post leninistas, la aristocracia obrera; porque su existencia explica el retraso de la clase obrera de las potencias imperialistas en el camino revolucionario que se les “supondría”, por su gran concentración, su organización y su tradición.

Es evidente que tan gigantesca superganancia (ya que los capitalistas se apropian de ella por encima de la que exprimen a los obreros de su “propio” país) permite corromper a los dirigentes obreros y a la capa superior de la aristocracia obrera. Los capitalistas de los países “adelantados” corrompen, y lo hacen de mil maneras, directas e indirectas, abiertas y ocultas.

Esa capa de obreros aburguesados o de “aristocracia obrera”, enteramente pequeño burgueses por su genero de vida, por sus emolumentos y por toda su concepción del mundo, es el principal apoyo de la II Internacional, y, hoy día, el principal apoyo social (no militar) de la burguesía ” . (Prefacio a las ediciones francesa y alemana de El Imperialismo Fase Superior del Capitalismo).

Pero no nos quedemos en la descripción del fenómeno social, sino que veamos que conclusiones políticas extrae Lenin en el mismo Prologo:

Porque son verdaderos agentes de la burguesía en el seno del movimiento obrero, lugartenientes obreros de la clase de los capitalistas, verdaderos vehículos del reformismo y el chovinismo. En la guerra civil entre el proletariado y la burguesía se colocarán inevitablemente, en numero considerable, al lado de la burguesía, (…)

Sin haber comprendido las raíces económicas de este fenómeno, sin haber alcanzado a ver su importancia política y social, es imposible dar el menor paso hacia el cumplimiento de todas las tareas prácticas del movimiento comunista y de la revolución social que se avecina.”

El “marxismo” post leninista, al considerar superado a Lenin en su caracterización del Imperialismo, sustituyéndolo por palabras huecas de contenido político, como “mundialización” o “globalización”, se convierten en exponentes ideológicos de esa “aristocracia obrera”, reformista y chovinista.

Reformista porque esas palabras huecas suponen una renuncia expresa a que la transformación socialista de la sociedad solo puede venir por la vía de la revolución, de esa “guerra civil entre el proletariado y la burguesía”, y se enfrascan en un política “por otro mundo” intentándolo justificar teóricamente. Al no decirle a “ese mundo” cuál es el enemigo, disuelven cualquier alternativa revolucionaria poniéndose en los hechos del lado de la burguesía.

Pero también es expresión del chovinismo de la aristocracia obrera de las potencias imperialistas. Volvemos con ello al “tríptico” de Husson: el mundo está dividido en “países ricos, países emergentes y países pobres”. Pero cuál es el motivo de que los pobres sean pobres, y no solo un simple aumento de las desigualdades generada por la “mundialización”, por el carácter “excluyente” del capitalismo globalizado. De nuevo adornan lo que es un saqueo, dependencia y guerras del “puñado de potencias”, que se enriquecen de una manera “gigantesca” a costa de los países pobres. El capitalismo no es “excluyente”, es una sanguijuela que vive de la sangre de la clase obrera y los pueblos oprimidos.

Si solo aumentan las desigualdades, con una política keynesiana en la que el Estado “rico” haga algunas concesiones, el problema se resolvería. Pero desde 1916 sabemos que el problema no son las desigualdades, sino que el imperialismo es la fase monopolista del capitalismo que explota, saquea y “viola la democracia”, los derechos de las naciones oprimidas, por lo que como tal, solo una revolución puede acabar con esas desigualdades.

Hay una tercera consecuencia de haber tirado al “agua sucia” –el stalinismo- con “el niño” –el leninismo-, se confunde “aristrocracia obrera” con clase obrera, y la ideología que los primeros destilan, “no son obreros, asalariados, sino que son clase media”, cala en los intelectuales marxistas post leninistas. Confunden, nuevamente, la parte –aristocracia obrera- con el todo –clase obrera-, y en sus cabezas disuelven esta última en la ideología de la primera.

El problema es que los aparatos corrompidos, sindicatos y partidos institucionales, trasladan esta ideología al conjunto de la clase obrera, “convenciéndolos”, en el colmo de la alienación, de que los “obreros ya no existen”. Sobre la base de los cambios “jurídicos” en la relación laboral (precarización, externalización, deslocalización), se supone que han cambiado las relaciones sociales de producción, la relación capital/trabajo y el trabajo asalariado como fuente de valorización del capital.

Las características de la crisis actual, y la misma insistencia desde la clase capitalista, de que para salir de ella, es decir, recuperar la tasa de ganancia que haga volver al dinero a los sectores productivos, es preciso reducir los salarios, retroceder en las conquistas de la clase obrera, confirma que el papel de la clase obrera sigue siendo central en y para el capitalismo en su fase imperialista.

Cuales son las “tareas prácticas del movimiento”

Lenin termina este prólogo diciendo que “sin haber comprendido las raíces económicas de este fenómeno (el imperialismo y la aristocracia obrera) … es imposible dar el menor paso hacia el cumplimiento de todas las tareas prácticas del movimiento comunista y de la revolución social que se avecina”.

Tanto el Prólogo como el libro de Husson terminan con una frase: “el capitalismo quiere volver a su funcionamiento anterior a la crisis, pero es imposible”, cosa que es totalmente cierta. Pero para llegar a esta conclusión no era preciso tirar por la borda todo el marxismo del siglo XX, el leninismo, porque al hacerlo los autores han retrocedido a antes de 1916, al siglo XIX, y en un eterno recomenzar, nos ubicamos en lo que Lenin ya anunciaba, que el Imperialismo era la fase agónica del capitalismo, que no podía ir más allá, y el movimiento comunista debía encarar las tareas de la “revolución que se avecina”.

Aquí, lógicamente, termina la critica al libro de Husson, pues no va más allá de afirmar lo que ya sabíamos desde 1916, que el imperialismo no da más de si, que o solo “caben nuevos repartos” o la revolución socialista. Esto marca las tareas que se “avecinan” que son la reorganización del movimiento revolucionario, armado de las herramientas necesarias; teóricas, el marxismo revolucionario, políticas, la táctica de cara a la toma del poder, y organizativas, el partido revolucionario. ¿Se sitúan los compañeros en esta perspectiva?

Mucho me temo que no; las alternativas políticas y organizativas que cada uno levanta, se corresponde con las tareas que se deducen de las caracterizaciones, y si una caracterización es similar a la que dio origen hace casi 150 a la socialdemocracia, la propuesta más que obvia es la de reconstruir ese tipo de organización, socialdemócrata, y una perspectiva no de revolución social, sino de reforma del sistema capitalista.

La crisis actual, que se ha comparado con la del 29 y menos con la gran olvidada, la del 74/75, la del petroleo, ha puesto en la agenda social la disyuntiva “socialismo o barbarie”, y con ella recuperar las principales aportaciones del que al frente del Partido Bolchevique, junto con otros grandes revolucionarios, se “atrevieron” a llevar hasta el final esas tareas, expropiando a la burguesía e inaugurando la era de las revoluciones socialistas.

La degeneración y posterior destrucción de los estados construidos a partir de esa revolución son motivo de otro análisis, el que hizo León Trotski y el trotskismo, pero no nos puede llevar a hacer lo que muchos intelectuales y marxistas han hecho todo estos años, “tirar al niño –el marxismo revolucionario- con el agua sucia –la degeneración stalinista-“.

Tampoco nos puede llevar al derrotismo y al escepticismo impuesto por la propaganda burguesa. Los más benévolos críticos burgueses del marxismo lo critican diciendo que “es una utopía bien intencionada”, pero sin posibilidad de aplicación práctica, como lo demuestra la degeneración de la URSS y los estados “obreros”.

La primera cuestión frente a esto es histórica: la burguesía tardó 300 años en asentar su poder desde la primera revolución burguesa triunfante, y no nos vamos a referir a los estados italianos dominados por la burguesía comercial o la Hansa, sino al primer estado burgués en “regla”, la república holandesa. 300 años de victorias y derrotas, de guerras y de acuerdos “contra natura”, con los revolucionarios norteamericanos apoyados por monarquías absolutistas como la francesa o la española, o con Santas Alianzas entre la muy burguesa Gran Bretaña y absolutistas tiránicos como los Prusianos o los austrohúngaros contra la revolución francesa.

La burguesía, que antes de su revolución, ya controlaba los resortes del poder, universidades, ciudades, bancos y comercios, y eran los prestamistas de los reyes absolutistas, tardó 300 años en asentar su poder; y a la clase obrera que por definición solo posee “sus cadenas”, se le exige que en 100 años asiente su poder y transforme el mundo.

El que quiera entrar en esta trampa es porque intelectual y socialmente está predispuesto a hacerlo, de lo contrario, con simplemente echar un vistazo a la historia, se resolverían muchas contradicciones que hoy atenazan la reconstrucción del movimiento revolucionario, de su partido.

Dejemos de mellar la herramienta del marxismo revolucionario con aportaciones que solo significan un eterno recomenzar que conduce a caminos sin salida.

* Nota del editor: Los textos firmados son de responsabilidad del autor y no reflejan necesariamente la opinión de Corriente Roja

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