Luego de meses en que parecía estar “estancada”, la aparición en escena de Rusia comienza a mostrar cambios tangibles en el tablero militar de la guerra civil siria.Por Daniel Sugasti
En los últimos días, los incesantes bombardeos de la aviación y la marina de Putin están allanando el camino a las tropas del dictador Al-Assad en las provincias de Idlib y Hama (oeste) y en Latakia (costa mediterránea), feudo de la familia gobernante y región donde Moscú defiende la base naval de Tartus.
Protegido por cazas rusos, el ejército regular sirio adelanta sus líneas junto con miles de combatientes de la milicia libanesa Hezbolá y con centenares de “guardias revolucionarios” iraníes.
A pesar de las repetidas declaraciones del alto mando ruso, los ataques de su fuerza aérea y naval no están siendo dirigidos contra el Estado Islámico (EI) sino contra posiciones de milicias antidictatoriales.
Al respecto, Vladimir Putin expuso sin medias tintas el objetivo de su participación en la guerra siria: “estabilizar a las autoridades legítimas y crear las condiciones para una salida política al conflicto”[1]. En otras palabras, esto significa mantener a Al-Assad en el poder.
Movida por este interés central, Rusia ha entrado decididamente en el conflicto. En su mira está la posibilidad de desnivelar la correlación de fuerzas en favor de su aliado sirio y ganar la guerra.
Si la ayuda de Hezbolá e Irán siempre fue importantísima para Assad, la intervención rusa es cualitativa. Moscú, hasta ahora, destinó al menos treinta de sus mejores aviones de combate Sujói 34, 24-M y 25SM en la campaña siria. Al mismo tiempo, su marina dispara misiles crucero desde el mar Caspio a más de 1.500 kilómetros de distancia de sus objetivos en tierra. Por otro lado, especialistas militares rusos, que desde hace mucho están integrados en las filas del ejército sirio, ahora actúan abiertamente para manejar los nuevos misiles tierra-tierra que su país suministra a Damasco.
Putin no parece escatimar esfuerzos ni medios. Si sobre su par sirio pesan denuncias sobre uso de gases químicos y bombas de barril, recientemente la organización Human Rights Watch acusó a Rusia de utilizar o de suministrar bombas de racimo en Siria, que al diseminar miles de pequeños proyectiles causan estragos entre la población civil.
Aupado por este abanico de fuerzas externas, Assad ha avanzado en las últimas semanas tal vez mucho más que los últimos meses.
El Observatorio Sirio de Derechos Humanos informó los progresos de las tropas dictatoriales tras los bombardeos rusos, como en la estratégica localidad de Kafer Nabuda, en la frontera entre las provincias de Hama e Idlib, por la cual es posible atacar posiciones rebeldes a lo largo de la carretera M5, que atraviesa el país desde la frontera jordana, en el sur, hasta la disputada Alepo, en el norte. Además, las tropas de Assad, junto con las de Hezbolá, retomaron otras cuatro localidades de la provincia de Hama y la ciudad de Jub al Ahmar, en Latakia.
Por otra parte, si restan dudas sobre el supuesto “combate” al EI, en estas semanas de bombardeos rusos, los seguidores del “califato” no solo no han retrocedido sino que avanzaron en suelo sirio. En efecto, los “milicianos de negro” también aprovechan los ataques rusos a las milicias rebeldes y, menos frecuentemente, a posiciones del Frente Al Nusra, filial de Al Qaeda en Siria, para ganar terreno en las inmediaciones de Alepo, sitio donde los rebeldes deben enfrentar simultáneamente a las huestes del eje Al Assad-Rusia-Hezbolá-Irán y también al EI.
Si a todo esto sumamos las declaraciones de varios políticos y líderes militares israelíes sobre la necesidad de armar al dictador Al-Assad para “salvarlo, pues una posible caída del régimen sirio provocaría una mayor “desestabilización de la zona”, especialmente en la frontera sirio-israelí de los Altos del Golán, podemos percibir que el sostenimiento de la dictadura siria, al menos como un “mal menor”, es una política más global[2].
El imperialismo sostiene al dictador Al-Assad
Hilando los hechos, es posible notar la existencia de un amplio acuerdo contrarrevolucionario entre EEUU, Israel, Europa y Rusia basado en que, para estabilizar la situación revolucionaria, sería necesaria no solo la concurrencia sino la permanencia de Assad en el poder.
En ese marco, el acuerdo “nuclear” que EEUU selló con Irán también comienza a mostrar sus fines más políticos en la región.
Hace más de un año que EEUU, si bien continúa criticando a la dictadura siria y responsabilizándola de ciertos crímenes “humanitarios”, no promueve la renuncia de Assad o algo similar. Al contrario, desde que comenzaron los bombardeos de EEUU, tanto Obama como altos jefes militares de ese país han dejado muy claro que el “objetivo inmediato” es derrotar al EI, no la caída de Assad. La cuestión de la permanencia o no del dictador sirio pasó así, como mínimo, a un segundo plano.
En este sentido, pocos días atrás el gobierno de Obama anunció el término del programa de “entrenamiento” de una fuerza combatiente para intervenir en Siria, que había sido anunciado en diciembre pasado. Ese programa contaba con un fondo de 500 millones de dólares. Washington, en pleno auge de la intervención rusa, reconoció que de los 15.000 soldados que debían “formarse” durante los tres primeros años –5.400 durante el primer año–, solamente “cuatro o cinco estaban en combate” en setiembre de 2015[3].
Al abandonar aquello que había sido presentado como la “estrategia” de los EEUU en Siria, el Pentágono reiteró que está enfocado en detener el avance del EI y que, en ese sentido, se dedicaría a ayudar a las fuerzas “locales”, no a “crear” la suya. En el marco de esa perspectiva, mucho más limitada y comedida, el domingo 11 de octubre la prensa informó que aviones cargo C-17 norteamericanos lanzaron en el norte de Siria unas 50 toneladas de “armas ligeras y granadas”[4].
Estos hechos no solo demuestran que “la salida” de Assad ha dejado de ser una “prioridad” para Obama sino que, además, echan por tierra toda la cantaleta de las organizaciones estalinistas y castro-chavistas, a las que se sumaron incluso partidos dichos “trotskistas”, sobre que las milicias rebeldes eran entrenadas y “financiadas” por el imperialismo.
Por su parte, el imperialismo europeo, presionado por los miles de refugiados sirios (580.000 aprox.) que tocan a sus puertas, también se muestra presuroso por “estabilizar” la situación en Siria. En las altas esferas, la discusión sobre ese asunto se mantiene: ¿qué hacer con Assad?
El lunes 12 de octubre, representantes europeos firmaron una declaración en la que expresan: “el régimen de Al Asad no puede ser un socio en la lucha contra Daesh [denominación árabe para el Estado Islámico]”, pero admiten que tiene un papel a desempeñar en una eventual transición política en Siria[5].
En efecto, los ministros de Exteriores de la UE pidieron a Rusia el “cese inmediato” de los bombardeos a la oposición al régimen sirio, al tiempo en que abogan por un “proceso de diálogo” en el que no descartan incorporar al dictador.
En este sentido, Federica Mogherini, alta representante para la Política Exterior Europea, insistió en que era necesario ser “pragmáticos” y declaró: “La UE apoya el proceso de la ONU para la paz en Siria y Staffan de Mistura [el enviado especial de ese proceso] ya está hablando con el régimen. Yo misma no excluyo mantener conversaciones conjuntas con todas las partes junto a de Mistura”. El jefe de la diplomacia española también expresó esta posición: “[hay que] sentarse a negociar con el régimen de Assad para llevar a cabo altos el fuego parciales que pudiesen generalizarse hasta llegar a un alto el fuego total”.
La revolución siria atraviesa un momento difícil. El frente contrarrevolucionario se amplía y comienza a experimentar logros sobre el terreno.
La izquierda mundial, que mayoritariamente sigue apoyando al dictador sirio, debe analizar la realidad y replantearse sus posiciones. No es verdad que la política de Israel y EEUU pase por “derrocar” a Bashar Al-Assad. Si este puede garantizar cierta “estabilidad” o, como mínimo, un escenario “menos caótico” que el actual, el imperialismo y el sionismo no dudarán en sostenerlo.
El propio Assad no cesa en sus “llamados” a las potencias imperialistas para “luchar juntos” contra el “terrorismo” –calificativo en el que Damasco incluye tanto al EI como a las milicias rebeldes–. Para todo aquel quiera oír, el mensaje de Al-Assad para el imperialismo es claro: Si caigo será peor para ustedes; ¡solamente mi mano de hierro puede volver a ordenar la casa y garantizar sus negocios!
Preguntamos: ¿dónde está el supuesto líder “antiimperialista” y “antisionista” que el castro-chavismo defiende? No existe y nunca existió.
Sobre el terreno, la unidad entre rebeldes árabes, y de estos con los kurdos para derrotar a la dictadura, al EI y al imperialismo es decisiva, una condición para la victoria.
Fuera de Siria, la gran tarea es organizar la solidaridad activa y exigir a cada uno de nuestros gobiernos la ruptura de relaciones con la dictadura de Al-Assad y el envío incondicional de armas pesadas, medicinas y todo tipo de avituallamiento para las tropas rebeldes.
La solidaridad internacional con la revolución siria es urgente. Rodear a la revolución de solidaridad, realizando acciones concretas de apoyo a su causa, ciertamente puede inclinar la balanza a favor del pueblo sirio. Esta es nuestra tarea inmediata.
[1] Ver: http://www.efe.com/efe/america/mundo/putin-la-tarea-de-rusia-en-siria-es-estabilizar-a-sus-autoridades-legitimas/20000012-2735297
[2] Ver: http://litci.org/es/lit-ci-y-partidos/partidos/corriente-roja-estado-espanol/israel-pide-armas-para-el-regimen-de-assad/
[3] Ver: http://internacional.elpais.com/internacional/2015/10/09/actualidad/1444395848_897355.html
[4] Ver: http://www.clarin.com/mundo/EE-UU-arroja-paracaidas-armas-para-rebeldes-sirios_0_1447655455.html
[5] http://internacional.elpais.com/internacional/2015/10/12/actualidad/1444641865_422912.html