Si algo demuestra la crisis afgana es que los «cantos de sirena» de los demócratas occidentales, burgueses, respecto a las libertades políticas y los derechos humanos es que son eso, «cantos de sirena» para ocultar sus verdaderos objetivos, los negocios y los intereses geopolíticos (Biden dixit).
Solo hipócritas como los gobiernos europeos, con la soberbia típica del que fue todo y ahora no cuenta para nada (entre el imperialismo yanki y el chino, que son los que deciden), son los únicos que se creen esos «cantos de sirena».
Ver a Pedro Sánchez mendigar ante la UE y los EEUU un pequeño papel en la huida de Afganistán es tan ridículo como a Aznar hablando «texano» y poniendo los pies en la mesa con Bush cuando atacaron Irak. Es la soberbia de un imperialismo venido a menos, el español; que sigue soñando con los laureles de Carlos V y Felipe II, y no pasa de un mero comparsa en todo lo que se cuece.
Porque lo que se cuece en Afganistán, como en todo Oriente Medio, es el control del mercado mundial y la resolución de la crisis de gobernanza que tiene el mundo entre las dos cadenas imperialistas, de la que el Estado español no es más que un eslabón.
Los pueblos del mundo, comenzando por el afgano, no tienen nada que ganar de esos «cantos de sirena» de las democracias capitalistas que solo tienen negocios, y como las sirenas de la historia, solo conducen al desastre.
O levantan su propio programa de defensa de las libertades, independiente de esos «cantos de sirena», o entraran en el circuito de los «estados fallidos»; pues ningún imperialismo tiene en su programa de acción liberar a los pueblos: ¡Afganistán es la confirmación!
¡NO!, Afganistán no es Vietnam
Hay una tendencia a equiparar la derrota del imperialismo yanki en Vietnam con la de estos días en Afganistán. ¡Que la semejanza en las imágenes no confunda! En estos momentos son precisos más pensadores que desentrañen la madeja (el famoso nudo gordiano) y no caigan en objetivismos simplistas: como el imperialismo yanki ha sido derrotado, la revolución avanza.
En Vietnam, cuando el pueblo expulsó al ejército estadounidense, como antes había hecho con japoneses y franceses, se conquistó la reunificación nacional, la independencia del imperialismo y se avanzó en la expropiación del capitalismo.
Hoy en Afganistán el imperialismo yanki ha sido derrotado por una banda de fanáticos religiosos, financiados en principio por los mismos estadounidenses cuando se trataba de luchar contra el «comunismo», y que han sabido aprovechar las contradicciones entre las dos cadenas imperialistas (la euronorteamericana y la chinorusa), para colarse y tomar una parte de la tarta.
El capitalismo chino tiene 400 millones de dólares en Afganistán en diversas inversiones (minas de cobre…), que la situación de guerra que existía le molestaba. El capitalismo chino necesita un gobierno estable en Afganistán, pues este país es parte de su gran proyecto de expansión, la Nueva Ruta de la Seda.
«Dado su peso político y militar en Afganistán, se espera que [Los Talibán] desempeñen un papel constructivo en el proceso de paz, estabilidad y reconciliación del país» dijo el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, al recibir a Mullah Abdul Ghani Baradar, jefe político del grupo. Mientras se quejaba de la «retirada irresponsable y caótica» de EEUU.
Afganistán comparte frontera con China, Rusia e Irán… Los tres grandes aliados que están en conflicto abierto con el imperialismo euronorteamericano: su despliegue militar desde el Báltico hasta el Mar de China, pasando por Oriente Medio, lo demuestra.
La retirada de los EEUU, y de sus peones europeos, de Afganistán es el símbolo de la decadencia de su papel como gendarme mundial, hasta el punto de que sectores de la prensa norteamericana reconoce abiertamente que solo China puede poner orden en Afganistán.
Por todo ello, ¡NO!, Afganistán no es Vietnam, sino es el signo de unos tiempos confusos, en los que una fracción del imperialismo retrocede, mientras lo que eran potencias emergentes piden su parte del pastel del mercado mundial.
Los talibanes han tenido la inteligencia para moverse en este mundo, pero no para hacer avanzar la lucha contra el imperialismo capitalista, sino para instalarse en sus márgenes y enriquecerse.
La derrota del imperialismo no viene de la mano de un pueblo en lucha por su independencia, Vietnam, sino de una fracción ultrarreacionaria de la pequeña burguesía lumpen (de los «monstruos» de Gramsci), y eso no significa ningún avance de las fuerzas revolucionarias («el enemigo de mi enemigo, NO ES MI AMIGO»), sino todo lo contrario, a corto plazo fortalecerá esas fuerzas reaccionarias.
No, Afganistán no es Vietnam; es lo contrario. Y dentro de esto habrá que ver como se mueven los «nuevos» talibanes, porque es de prever que de la misma manera que navegaron entre las olas de las contradicciones interimperialistas (pactaban con los USA al tiempo que visitaban China), no van a caer en los mismos errores que les llevó al enfrentamiento con los USA y su desalojo del poder.