Hace algo más de un año, se conformó el actual gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos. Este acuerdo fue inédito desde la II República, levantando no pocas expectativas por la presencia en el Consejo de ministros de miembros de Podemos, Izquierda Unida y el PCE. Por su parte, la derecha reaccionó histéricamente, desatando una oposición virulenta al gobierno, que tratan de “comunista”.

Sin embargo, igual que el hábito no hace al monje, ni la propaganda gubernamental ni los epítetos de la derecha definen al gobierno. Para ello, es necesario hacer balance de sus actos. Y el resultado es tremendamente escaso.

En primer lugar, la mayor parte de los compromisos centrales han quedado en agua de borrajas. La Reforma Laboral no se ha tocado, la Ley Mordaza tampoco. El precio de la luz se multiplicó como cada año en plena ola de frío, castigando a los hogares más humildes. El alquiler no se ha regulado, porque, aunque el gobierno lo considera como un “derecho humano”, impera más que es un valor de mercado. Es decir, un negocio hecho con un derecho humano. Aunque anunciaron el fin de los desahucios, en 2020 se produjeron más de 29.000. Aunque anunciaron la prohibición de los despidos, el desempleo alcanzó los 4 millones de personas, después del negocio redondo que hizo la gran patronal con los ERTEs y la propia SEPI (dependiente del gobierno) firmó EREs, como el de Alestis o Indra. El Estado español sigue a la cabeza de Europa en infracciones ambientales. La Monarquía sigue campando a sus anchas, los presos políticos independentistas siguen en prisión y no hemos avanzado ni un milímetro en el derecho a la autodeterminación.

Las medidas sociales aplicadas por el gobierno han tenido un impacto discreto, completamente insuficiente para la situación. El mejor ejemplo es la medida estrella, el Ingreso Mínimo Vital, que sólo alcanza a una quinta parte de las familias que el propio gobierno había presupuestado. De hecho, los niveles de pobreza, la desigualdad y las colas del hambre han aumentado evidentemente durante el último año.

Hay muchos/as que opinan que mejor este gobierno, a pesar de los pesares, que otros que pudieran conformarse. Este razonamiento es extraño. ¿Alguien aceptaría que lo azotaran con una vara mejor que con un bate de béisbol, por mucho que sea un poco mejor? Este gobierno, sea un poco mejor o no que otros que pudieran conformarse, sigue machacando a la clase trabajadora. Es un gobierno burgués, patronal; no es nuestro.

Cloacas y correlación de fuerzas: no valen excusas

Pablo Iglesias acepta públicamente que las posibilidades de UP en el gobierno son limitadas, debido a la correlación de fuerzas en el Consejo de ministr@s. Y pone encima de la mesa las dificultades que provocan los continuos ataques de las cloacas mediáticas y del Estado. Ambos elementos son reales, pero la pregunta es ¿cómo enfrentar esas situaciones?

La política para las cloacas del Estado por parte del gobierno ha sido de completa y total permisividad. Mientras hay más de 150 condenados por delit@s de opinión y Hasél entra en prisión, mientras hay decenas de luchador@s sociales pres@s (la mayoría en Cataluña, pero no únicamente, también en Madrid, Andalucía…), mientras se prohíbe el 8M en Madrid… no ha habido ninguna depuración de fascistas en el ejército o la policía, que sí tienen libertad de expresión para decir que “hay que fusilar a 26 millones de hijos de puta” o para hacer apología del fascismo de uniforme; tampoco se han depurado responsabilidades por la represión a las movilizaciones, que han llegado a vaciar otro ojo (Barcelona) o a causar dos heridos por fuego real (Linares); y los grupos nazis y falangistas han podido seguir haciendo manifestaciones con toda tranquilidad.

De la misma manera, aceptar pasivamente la “desfavorable correlación de fuerzas”, resta toda credibilidad a UP a la hora de excusarse por esa situación como la explicación de las políticas del gobierno. Las correlaciones de fuerza se cambian con lucha. El problema real es que Unidas Podemos aceptó voluntariamente circunscribirse al redil de las instituciones del régimen monárquico del 78. No sólo ni se plantea llamar a la movilización social para arrancar las conquistas que no consigue en el gobierno, sino que es un factor importante de desmovilización y su única estrategia se resuelve en “vótenos en las próximas elecciones”.

La tragedia de la situación es que, por mucho que UP dijera que conformaban el gobierno para ser una muralla frente a la ultraderecha, están consiguiendo justo lo contrario. Las encuestas son inapelables: mientras Unidas Podemos baja, la derecha, y muy especialmente Vox, se crecen. No es de extrañar. La gente trabajadora se encuentra desorientada y desmoralizada: ven como los dos partidos de izquierda que conocen, no dan soluciones, incluso los que entienden como “más radicales”. Mientras, la derecha se envalentona con una oposición contundente y se moviliza, apretando sus filas.

De continuar esa dinámica, el futuro cercano no es halagüeño. Es necesario cambiar de rumbo radicalmente. Unidas Podemos debe salir del gobierno y las calles deben volver a llenarse de lucha.