El 20 de agosto de 1940, Ramón Mercador, por orden de Stalin, asestó el golpe que acabó con la vida de León Trotsky. No fue el primero sino el último de una serie de ataques, que comenzaron a mitad de la década del 20 del siglo pasado con la difamación, la persecución política, y que continuaron con la expulsión del partido y del país, con el encarcelamiento y asesinato de sus familiares, amigos y seguidores políticos, con atentados contra su vida, y así hasta culminar con el picahielo asesino de Ramón Mercader.
Es que Trotsky representaba el hilo de continuidad con la Revolución de Octubre, con el programa y la tradición leninista, e implicaba un enorme peligro para la burocracia que se había apoderado del poder en la ex Unión Soviética.
Stalin se propuso cortar ese hilo histórico y lo consiguió. Pero su triunfo fue relativo, logró acabar con la vida del gran revolucionario, pero no consiguió acabar con su legado.
Su gran aporte programático
Trotsky presidió el soviet de Petrogrado en la revolución rusa de 1905; dirigió el Comité Militar Revolucionario del soviet que orquestó la toma del poder en octubre de 1917; fue el creador del Ejército Rojo y lo llevó al triunfo en la guerra civil; a partir de 1917, formó con Lenin el equipo central de la conducción del partido y del Estado soviético; fundó la IV Internacional como continuidad de la Tercera. Pero hoy lo queremos recordar a partir de su gran aporte teórico- programático: la teoría de la Revolución Permanente, la teoría de la revolución socialista mundial.
¿Qué dice esa teoría? Que en la época del imperialismo, es imposible resolver totalmente ninguna tarea democrática por dentro del sistema capitalista. Que la única forma de completar esas tareas (la independencia nacional, el problema de la tierra, acabar con el machismo, el racismo, la xenofobia, la lgtbfobia, etc.) es si la clase obrera se adueña del poder político, instaura la dictadura del proletariado y se inicia el camino hacia el socialismo.
Dos aspectos centrales de esa teoría son: 1- Que esa tarea no se puede completar en la esfera nacional, sino a través de la derrota del imperialismo con el triunfo de la revolución mundial; 2- Que la única garantía de triunfo es si todo ese proceso está encabezado por la clase obrera y por el partido marxista revolucionario.
¿Por qué no se pueden resolver esos problemas si no se rompe definitivamente con la burguesía?
En relación a la independencia nacional, porque en la actualidad, en la época imperialista, las burguesías nacionales son socias menores del imperialismo, por lo que pueden tener roces, con tal o cual potencia imperialista, pueden ejercer alguna resistencia, pero nunca irán hasta el final porque eso significaría expropiarse a sí mismas. Y algo parecido pasa con el problema de la tierra, ya que los mismos burgueses que son dueños de las fábricas y los bancos, son los propietarios de los grandes latifundios.
En relación a las otras opresiones (el machismo, el racismo, la xenofobia, la LGTBfobia) porque la burguesía las utiliza para dividir a la clase y aumentar la explotación y por lo tanto sus ganancias.
La Permanente y la lucha contra las opresiones
La teoría de la Revolución Permanente, nos permite entender y explica tanto a la Revolución Rusa, a partir de la cual se originó, como las que se dieron en la pos Segunda Guerra Mundial y a los procesos revolucionarios más cercanos, como la revolución nicaragüense, así como a las últimas revoluciones del norte del África. Pero no es sólo una herramienta para analizar e interpretar la realidad, sino para responder programática y políticamente, por eso la definimos como una teoría- programa
Según esa teoría, no nos podemos identificar como trotskistas si no estamos al frente de las luchas contra el machismo, el racismo y todas las opresiones. Pero tampoco seríamos fieles al legado de Trotsky si al participar en esos procesos, como el gran ascenso por las reivindicaciones de la mujer que se está desarrollando hoy en día, no lo hacemos con un corte de clase, llamando a las trabajadoras a organizarse junto a su clase y a no confiar en las propuestas burguesas.
Al mismo tiempo que llamamos al conjunto de la clase obrera y a sus organizaciones a incorporar las reivindicaciones de la mujer y a desarrollar un combate implacable contra el machismo.
Y algo similar podemos decir sobre cómo encarar la lucha antiimperialista, contra el racismo, la xenofobia, y toda discriminación sexual.
Por lo tanto, nada tiene que ver con el legado de León Trotsky, los llamados a la sororidad, (hermandad de las mujeres) que hacen organizaciones que se reivindican trotskistas. De la misma manera que no tienen nada que ver con la Revolución Permanente, los que con el argumento de enfrentar al imperialismo o al fascismo, dan su apoyo a gobiernos o a dirigentes burgueses.
La historia ha confirmado la teoría de la Revolución Permanente. La mejor prueba por la positiva son las grandes conquistas para la mujer logradas por la Revolución Rusa de octubre de 1917, superiores a todo lo que se haya podido conseguir hasta en la fecha en los países capitalistas más avanzados. Y por la negativa, la teoría se confirma, con el retroceso de esas conquistas con el triunfo de la contrarrevolución estalinista. Y lo mismo podemos decir en relación a las nacionalidades oprimidas.
Entonces, si la única forma de resolver definitivamente las demandas democráticas es con el triunfo de la revolución obrera internacional, no tendría que haber dudas sobre cuál debe ser la actitud de los trotskistas frente a las luchas democráticas (antiimperialista, por la tierra y contra todas las opresiones): intervenir con fuerza en ellas, impulsando que la clase obrera las encabece y con un programa de independencia de clase que las oriente hacia el poder obrero y la construcción del socialismo. Al tiempo que construimos el partido nacional e internacional que las pueda llevar al triunfo.
Esa es, para nosotros, la forma de honrar la memoria de León Trotsky.