Hoy, 25 de enero, se cumplen 30 años de la muerte del trotskista argentino Nahuel Moreno. En 1944, en Argentina, fue el fundador de la corriente política que luego sería conocida como “morenismo” y, en 1982, de la Liga Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional (LIT-CI), del que fue su máximo dirigente hasta su fallecimiento. Su entierro fue acompañado hasta el cementerio de Chacarita (Buenos Aires) por una compacta columna de10.000 personas, incluyendo varias delegaciones internacionales.
Por Alejandro Iturbe
Treinta años después de su muerte, Nahuel Moreno sigue presente en la vida política de importantes sectores de la izquierda latinoamericana y mundial. Actualmente, numerosas organizaciones políticas de Latinoamérica y Europa se reivindican “morenistas” y, al mismo tiempo, otras organizaciones trotskistas y de izquierda conforman su perfil político criticando (y a veces falsificando) sus posiciones.
Esa presencia política actual fue construida en sus casi 50 años de militancia nacional e internacional y seguramente será recordada en muchos países del mundo a través de actos, charlas y artículos. En Argentina, el PSTU (sección de la LIT-CI en el país) realizará un acto en su homenaje el día 4 de febrero en el Hotel Bauen, y Ediciones Marxismo Vivo ha lanzado una reedición especial del libro “Conversaciones con Nahuel Moreno”.
En estos actos y publicaciones se lo recordará desde las distintas y amplias facetas de su actividad política. En este artículo, entonces, queremos enfocarnos en lo que consideramos unos de los principales significados de su larga trayectoria militante y algunos criterios centrales que, desde nuestro punto de vista, conforman el “morenismo” como una corriente específica dentro de la izquierda en general y del trotskismo en particular.
Más obreros que nunca
Este enfoque para interpretar el significado de Nahuel Moreno y el morenismo se refiere a un consejo que él daba a las organizaciones que orientaba, especialmente en momentos de crisis o de dudas. Él decía que había que tratar de ser “más obreros, marxistas e internacionalistas que nunca”. En esa corta frase resumía una verdadera orientación para la construcción de esas organizaciones.
Con respecto a ser “más obreros” fue algo que comenzó a aplicar desde los inicios de su militancia, en la década de 1940, cuando rompe con el “trotskismo bohemio de café” y traslada el pequeño grupo de adolescentes que formaban el GOM a Villa Pobladora, en el corazón más obrero e industrial de la Argentina de la época.
Él afirmaba que el trotskismo y su programa debían ser la expresión política de la clase obrera y, especialmente, sus sectores más concentrados y explotados. Que esa era la única base de clase posible para que un partido obrero revolucionario se construyese y pudiese avanzar en su estrategia.
Para él, construirse en la clase obrera (aunque podían y debían aprovecharse coyunturas de construcción en otros sectores pero siempre para volver después con esas fuerzas a la clase obrera) surgía de dos razones muy profundas. La primera es que, si bien otros sectores sociales podían ser más dinámicos y explosivos en sus luchas, la clase obrera (especialmente el sector del proletariado industrial) era mucho más sólida y consecuente en su combate contra el capitalismo. Por eso, el partido que crease fuertes raíces en la clase obrera sería también mucho más sólido y consecuente, mucho menos sujeto a los vaivenes coyunturales y a las cambiantes “modas teóricas”.
La segunda razón es profundamente estratégica. Él señalaba que nuestro modelo de revolución socialista solo podría llevarse adelante con la movilización autodeterminada y permanente de la clase obrera. Aunque tardásemos más tiempo (“20 o 30 años o más” decía en Conversaciones), allí debíamos construirnos e impulsar ese proceso. No se puede engañar a la historia buscando atajos y construyéndonos como una corriente campesina o plebeya urbana porque eso nos llevaría inevitablemente a profundas desviaciones respecto de nuestra estrategia.
Más marxistas que nunca
Con respecto a ser “más marxistas” se refería, en primer lugar, a la necesidad de estudiar con profundidad, sobre la base de las herramientas teóricas del marxismo, los nuevos fenómenos y procesos que no se encuadran en los viejos esquemas y, de ser necesario, corregir esas herramientas teóricas para que respondan a las nuevas realidades. Se trata de combinar aquellas elaboraciones centrales del marxismo que continúan con plena vigencia en la realidad (sin capitularle a las “modas teóricas” o a los escepticismos impacientes) con una mirada siempre crítica y alerta sobre aquello que no se verificó o ya ha quedado superado. Tal como dijo en su artículo “Ser trotskista hoy”: “Eso es lo primero, ser trotskista es ser crítico, incluso del propio trotskismo”.
Esto le permitió a Moreno la correcta caracterización del peronismo como gobierno burgués y llevó a su corriente a mantener una postura independiente de otros gobiernos nacionalistas burgueses posteriores como el chavismo, al contrario de la mayoría absoluta de la izquierda latinoamericana.
De ese equilibrio que siempre buscó entre la reafirmación teórica, estratégica y principista del marxismo, la mirada crítica, y la búsqueda permanente de intervención en los procesos reales, surgieron algunos de sus mejores escritos polémicos contra posiciones de Ernst Mandel. Uno de ellos, El Partido y la Revolución (1973) (también conocido como “El Morenazo”), que polemiza con la desviación guerrillerista, ultraizquierdista y vanguardista de moda en las décadas de 1960 y 1970. Algunos de sus capítulos, como “Partido Leninista o Partido Mandelista” (con su análisis de la relación entre acción, experiencia y conciencia, el método para elaborar consignas y su relación con el programa), educaron a toda una generación de cuadros.
Otro escrito es La Dictadura Revolucionaria del Proletariado (1978), que polemiza con una nueva desviación-moda de Mandel: un intento de adaptar el concepto de dictadura del proletariado al contenido de la democracia burguesa. Junto con una clara sistematización de qué significa la dictadura del proletariado y sus diferentes variantes, Moreno realiza un pronóstico: si el SU profundizaba ese camino, acabaría abandonando el campo del trotskismo y de los revolucionarios para pasar al del reformismo. El pronóstico, lamentablemente, se cumplió. Como veremos, el SU, además, fue seguido en este camino por gran parte del trotskismo, incluyendo corrientes que aún hoy se reivindican “morenistas”.
Una escuela de tácticas
Por otro lado, se trata de estudiar con profundidad las situaciones del mundo y de cada país para, recién a partir de allí, elaborar las políticas y orientaciones correctas. Él señalaba que había que hacer política revolucionaria como actúa un buen médico que solo indica un tratamiento después de realizar los análisis necesarios y de elaborar un cuidadoso diagnóstico. Varias veces criticó a dirigentes nacionales de su propia corriente y los calificó de “curanderos” por no cumplir con este requisito y trabajar solo sobre la base de intuiciones y golpes de vista que, inevitablemente, los dejaba sujetos a las presiones, modas o falsas apariencias de la realidad.
Sobre la base de análisis rigurosos de las diferentes situaciones de Argentina y de otros países, las numerosas tácticas propuestas, “posibles” y “aplicables”, conforman, en su conjunto, un verdadero “catálogo” de construcción revolucionaria. Abarca desde las intervenciones en los procesos electorales y el aprovechamiento de la legalidad hasta la militancia en la más absoluta clandestinidad en la lucha contra las dictaduras, pasando por la participación en las luchas y la organización sindical de los trabajadores.
Sería muy largo enumerarlas todas. Queremos destacar especialmente aquellos momentos en que las organizaciones orientadas por Moreno consiguieron “romper el cerco” de la marginalidad y ser partícipes destacadas de importantes procesos de la lucha de clases.
Entre 1956 y 1958, el pequeño POR argentino edita, junto con activistas obreros peronistas combativos, el periódico Palabra Obrera del que se vendían miles de ejemplares. Su influencia en las fábricas permitió que el POR tuviese un peso muy importante en las principales huelgas de esos años y codirigiese la Resistencia Peronista contra la dictadura militar.
En los primeros años de la década de 1960, Hugo Blanco (estudiante peruano captado en la Argentina por el grupo de Moreno) vuelve al Perú donde organiza y dirige los sindicatos y la lucha de los campesinos del Cuzco por la reforma agraria. Se transforma así, según palabras del propio Moreno, en “el más importante dirigente de masas trotskista después de Trotsky”.
En 1979, el PST de Colombia impulsa la formación de la Brigada Simón Bolívar que va a combatir en Nicaragua contra la dictadura de Anastasio Somoza, junto a las fuerzas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). En los combates, tiene tres muertos y varios heridos. De esta forma, militantes y simpatizantes trotskistas tienen el orgullo de intervenir directamente en un gran proceso revolucionario y en el derrocamiento de uno de los más sangrientos dictadores del continente latinoamericano.
Ese mismo año, en el Brasil, los militantes de la Convergencia Socialista llaman a construir un Partido de los Trabajadores. En el IX Congreso de los Metalúrgicos del Estado de São Paulo, José Maria de Almeida propone un manifiesto que llama a “todos los trabajadores brasileños a unirse en la construcción de su partido, el Partido de los Trabajadores”. La moción es aprobada a pesar de la posición de Lula en ese momento (participar en el MDB, un frente opositor con la burguesía). También fue levantada por los morenistas la política de construir una nueva central, la CUT, derribando a los burócratas amarillos. Así, fueron vanguardia en las propuestas de construir uno de los mayores partidos obreros del mundo y la nueva central, en aquel momento una de las más dinámicas y democráticas del mundo. Gracias a eso se pudo forjar una sólida inserción de los morenistas brasileños en la clase obrera. Es importante destacar que la Convergencia Socialista (nombre de la organización morenista de la época) fue la principal oposición de izquierda a la dirección lulista del PT. Nunca capituló a ella como luego como hicieron (tarde o temprano) la gran mayoría de las corrientes de izquierda. Por eso, fue expulsada del PT en 1992. Más tarde, la oposición a la política del PT en el movimiento de masas (ya como PSTU) se transformaría en oposición intransigente de clase por la izquierda a los gobiernos burgueses encabezados por el PT.
A partir de 1982, aprovechando las condiciones de legalidad electoral, su participación en las luchas obreras y su intervención en las listas sindicales antiburocráticas, el MAS argentino va a transformarse en el partido más importante de la izquierda de su país y en el partido trotskista más grande del mundo.
Más allá del curso posterior de estas experiencias, ellas quedan como importantes enseñanzas de que, con una política correcta y audaz, el trotskismo puede dar importantes saltos en su construcción, incluso en momentos aparentemente muy difíciles.
Una batalla cada vez más actual
En la década de 1950, las batallas políticas de Moreno dentro del trotskismo eran esencialmente dirigidas contra la capitulación de sectores de la IV al estalinismo y a los movimientos nacionalistas burgueses. En las décadas de 1960 y 1970, lo fueron contra la “fiebre” ultraizquierdista y guerrillerista. A finales de los años ’70 e inicios de los ”80 comenzó una nueva batalla que se extendería mucho más tiempo que las anteriores: la batalla contra el oportunismo y la capitulación a la democracia burguesa y los frentes populares. La fecha no es casual: fueron los años en que comenzó la aplicación de la política burguesa, que hemos denominado “reacción democrática”, para frenar las revoluciones.
En cierta forma, el debate al que nos hemos referido con Ernst Mandel sobre el contenido de la Dictadura del Proletariado anticipaba esto. Después se dio, de modo menos teórico y más concreto, con la capitulación de la OCI –dirigida por Pierre Lambert– al gobierno burgués de Frente Popular de François Mitterrand, a partir de 1981.
En su trabajo “La traición de la OCI” (1982) desnuda todos los argumentos, falsos razonamientos y maniobras con que el lambertismo pretendía vestir de trotskismo su traición. El contenido del capítulo “Trotskismo y oportunismo ante los gobiernos de frente popular”, y el análisis comparativo que en él realiza Moreno, puede aplicarse, palabras más o menos, a lo que sucedió en el Brasil con el gobierno de Lula, en otros países con Chávez o Evo Morales, en Grecia con Syriza, etc., en los mecanismos con que la mayoría de la izquierda le capituló a estos gobiernos burgueses.
El problema se ha profundizado mucho más ya que, en un verdadero “vendaval oportunista”, la gran mayoría de la izquierda avanzó más en su giro hacia la derecha y abandonó la perspectiva de la toma del poder y de la revolución socialista como única alternativa real para cambiar el mundo, reemplazándola por la de “humanizar el capitalismo” o “radicalizar la democracia”. Han acabado transformándose en la “pata izquierda” de este capitalismo en completa bancarrota y han limitado su accionar a la “resistencia” dentro del régimen democrático burgués.
Varias organizaciones no han avanzado tanto en los “papeles” y mantienen en su programa, nominalmente, la estrategia del poder y la revolución. Pero, con argumentos como “la relación de fuerzas desfavorable”, el “atraso en la conciencia de las masas” o el “giro reaccionario”, acaban confluyendo con los anteriores en las políticas concretas de capitulación y, en muchos casos, construyendo en común los mismos partidos.
Más internacionalistas que nunca
Con respecto a ser “más internacionalista”, en “Conversaciones…” (1984), Moreno señala que el centro de las preocupaciones de su extensa actividad estuvo dedicado a la intervención en las diferentes organizaciones internacionales en las que militó. Como Trotsky, él consideraba que no podía haber militancia u organización trotskista nacional que no se desarrollase como parte de la construcción de una organización internacional. Y desde 1948, año en que participa como delegado del POR en el II Congreso de la IV Internacional, fue fiel a este principio.
Durante largos períodos estuvo en minoría en esas organizaciones. Así ocurrió en la IV unificada hasta 1953, en el Comité Internacional hasta 1963 y en el SU entre 1963 y 1979. Pero nunca abandonó esa militancia internacional ni dejó de participar activamente en las polémicas y debates que surgían. En 1979 comienza la construcción de su propia corriente internacional: primero con la Fracción Bolchevique (FB) y, desde 1982, con la LIT-CI (Liga Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional).
Al mismo tiempo, a pesar de que en la década de 1980 la LIT-CI se había transformado en la corriente trotskista internacional de mayor desarrollo y dinámica, nunca cayó en la tentación de autoproclamarla “la IV”. Por el contrario, desde sus propios estatutos, siempre puso ese desarrollo al servicio de la tarea de reconstruir la IV Internacional como alternativa de dirección revolucionaria para las masas.
Podemos decir que la LIT-CI es el “legado objetivo” de Moreno. En tiempos en que no es moda construir partidos revolucionarios nacionales según el modelo leninista ni, mucho menos aún, una internacional revolucionaria, la LIT-CI trata de construirse sobre el modelo de la III y la IV Internacionales.
La LIT-CI también sufrió las consecuencias del “aluvión oportunista”, y después de la muerte de Nahuel Moreno pasó por una profunda crisis que casi llevó a su desaparición. Pero, intentando seguir sus consejos, superó esa crisis y salió adelante. Hoy, en el marco de la peor crisis económica internacional desde 1929 –que desmiente categóricamente el triunfo o la superioridad del capitalismo–, sus secciones y militantes buscan intervenir activamente en los procesos reales de la lucha de clases, con presencia de partidos, organizaciones y grupos en más de 25 países de América, Europa, Asia y África. El legado de Moreno y su principal construcción están en pie y en combate como el embrión de la dirección revolucionaria que necesitamos para cambiar el mundo desde sus raíces.
Tal como él nos enseñó, el marxismo no es una religión ni Moreno un profeta que jamás se equivocó. Por el contrario, tomamos la profunda capacidad de autocrítica que lo caracterizó durante toda su vida militante, a la que, según sus propias palabras, definió como una trayectoria de “muchos errores y algunos aciertos”.
Tampoco somos autoproclamatorios con su principal legado (la LIT-CI): ponemos nuestra construcción al servicio de la reconstrucción de la IV Internacional como alternativa de dirección revolucionaria para las masas, en momentos en que esto es cada vez más necesario. Por eso mismo, hoy es imprescindible construir la LIT-CI.
Hemos dicho que no somos “religiosos” de la revolución. Sin embargo, con el entusiasmo y la convicción revolucionaria que lo caracterizaba, decimos con Moreno:
“… no creo que sea inevitable el triunfo del socialismo. Creo que el resultado depende de la lucha de clases, en la cual estamos inmersos. Y que, entonces, lo indispensable es luchar, luchar con rabia para triunfar. Porque podemos triunfar. No hay ningún Dios que haya establecido que no podemos hacerlo”.
Publicado originalmente en: http://litci.org/es/morenismo/a-30-anos-de-la-muerte-de-nahuel-moreno/