Que la derecha catalana es tan burguesa y, como menos, igual de corrupta que el resto de la burguesía, nadie lo duda; pero la operación desatada en Catalunya (y Madrid, por cierto) contra la corrupción viene a tapar algo mucho más grave, las grabaciones del ministro del Interior para utilizar el aparato del estado contra enemigos políticos, y, sobre todo, lo que toda la prensa seudodemocrática ha silenciado hasta la nausea, el envío de la policía a un medio de comunicación, para requerirle las grabaciones… ¡Sin orden judicial!.
Por Roberto Laxe
Si estos franquistas del tres al cuarto que tenemos en el poder no entienden la diferencia entre que la policía lleve o no orden judicial, es que no han entendido nada de lo que es una democracia. En una democracia, por muy burguesa que sea, la policía no tiene ningún derecho a investigar nada que no sea bajo orden judicial. La Orden Judicial es lo que diferencia la dictadura de la democracia.
Que el PP no haya exigido la dimisión del ministro se entiende; eso fue lo que estuvieron haciendo sus padres ideológicos (los Fraga, Martín Villa, Villar Mir, etc. etc) durante 40 años, detener, torturar, asesinar, cerrar periódicos, despedir trabajadores y trabajadoras, cerrar universidades y facultades… sin orden judicial; la policía, tanto la uniformada como la Brigada Político Social, campaban a sus anchas… Como ahora.
Lo grave es que las fuerzas que dicen apostar por la regeneración democrática se han limitado a meros comunicados de prensa, y poco más. Están más preocupados por los millones de votos desaparecidos, que por las amenazas a las libertades democráticas.
Lo que el Ministro del Interior ha hecho no es corrupción, que es grave, si; sino algo mucho peor que la misma corrupción: se ha cargado las libertades democráticas de un plumazo, años de lucha por ellas por el desagüe, y todos mirando para otro lado. Ha demostrado el verdadero carácter antidemocrático de este régimen y las fuerzas que, por la activa o la pasiva, lo sostienen. Un régimen en el que el ministro del interior se pasa por donde sea las más mínimas garantías democráticas, y nadie mueve un dedo, más allá de cuatro comunicados para consumo de la prensa.
No es que el poder judicial sea independiente, que no lo es; pero en la base de la democracia burguesa está la división de poderes, según el cual una investigación no la puede realizar la policía a su albedrío, si no media una orden de un órgano, el juez, que se supone tiene como objetivo la defensa de esas libertades.
Los verdaderos demócratas no podemos dejar pasar un atentado de este calibre, por mucho que la derecha catalana sea corrupta. Las libertades, su defensa a ultranza bajo el mismo criterio de Voltaire, «no comparto tu opinión, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirla», son herramientas fundamentales para derrotarla. La corrupción va de la mano del recorte de libertades, y el ministro el Interior, mientras se lanza contra unos corruptos para justificar lo que le gravaron diciendo, mantiene en el poder un partido que un auto judicial ha calificado de «organización criminal».
El problema es que en la conciencia de las masas la defensa de las libertades no está ni en la lista de la compra. En el Estado español bajo el populismo de defender «lo que la gente quiere», la izquierda ha olvidado que sin libertades es imposible conquistar eso de lo «que la gente quiere».
Cómo se va a regenerar un régimen cuyas instituciones, comenzando por el propio gobierno y siguiendo por los partidos de la oposición, no consideran las libertades democráticas tan importantes como el trabajo o la vivienda. Los demócratas deberíamos estar en la calle exigiendo la dimisión inmediata del ministro Neofranquista del Interior, llevando a los centros de trabajo, a los barrios, etc., que sin libertades no hay conquistas sociales que valgan, pues sin ellas volveríamos a estar en manos del albedrío del Baron Scarpia de turno (jefe de policía de la ópera Tosca).