Hay un tremendo apagón informativo sobre lo que está pasando en Francia, con la lucha de clases manifestándose como es, clase obrera contra capital, y las clases medias, ahí, en medio, como lo hubo cuando en Argentina varias organizaciones trotskistas se agrupaban en el FIT y sacaban 1 200 000, y hacían actos bajo la pancarta del «gobierno de los trabajadores», desmintiendo a Laclau en su patria.
Por Roberto Laxe
De la misma manera que mientras a Podemos y sus 1 200 000 votos de aquella le dedicaban todos los informativos, al FIT, no. Los primeros eran la «nueva politica», los segundos, «vieja política». Ahora con lo que sucede en Francia, tres cuartos de lo mismo, la «nuit debout» a la que dedicaron páginas, era la «nueva política», las huelgas y cortes de carretera, la «vieja»; y la sociedad española, pequeño burguesa hasta la médula -todavía no ha superado el hidalguismo, eso de ocultar que uno es pobre tras una capa y un sombrero de ala ancha-, mirando para otro lado.
A los que se creen clases medias, tapando su carácter obrero bajo una capa y un sombrero de ala ancha como los hidalgos del Siglo de Oro: les guste o no son clase obrera. Viven de un salario y si se lo quitan o rebajan, son desahuciados, sufren ese eufemismo de clase obrera pobre que es «la pobreza energética», tienen que dejar de ir de vacaciones, etc. Puede que a base de muchas horas extras, hace unos años, consiguieran parecer que no lo son. Que a base de hipotecarse pudieran ir de viajes de novios a Cancún, como cualquier pequeño burgués, que cambiaran de coche, … No eran más que sus capas que ocultaban lo que realmente eran.
Con la crisis todo eso se acabó, el capital quitó la capa que tapaba las miserias. La fiesta terminó y ahora toca reconocerse como lo que uno es, una persona asalariada, es decir parte de una clase social que depende para lo más mínimo de su vida de ese salario que le han reducido a base de reformas laborales, como la que ahora quieren endilgarles a los franceses.
El espejo en el que debemos mirarnos es en el de la clase obrera francesa, no creernos las estupideces seudo intelectuales que vienen de las universidades anglosajonas, yankis principalmente, destinadas a hacernos olvidar que somos clase obrera, asalariada; y que solo tenemos nuestra fuerza en el papel que cumplimos en la producción y distribución de mercancías, como demuestran la clase trabajadora francesa, parando las refinerías, las centrales nucleares, el transporte colectivo, etc, etc.
En el estado español también hay refinerías, centrales térmicas, nucleares, papeleras, conserva, textil, hornos de aluminio, grandes almacenes y grandes empresas de transportes (el Metro de Madrid y Barcelona están en huelga), y los franceses demuestran que una lucha no se da si no es para ganar.
Aquí hicimos varias huelgas generales, como si de un fetiche se tratara: un día de huelga, y después desmovilización… Como el enemigo de clase no cede por un día de huelga, lógicamente, puesto que lo recupera después a base de horas extras y con el descuento de salario, la conclusión de la clase obrera española es que las huelgas no sirven para nada. Y la burocracia sindical tan contenta, porque así no tiene que volver a convocar nada, limitándose a tomar café con la patronal.
Esta es una concepción de la lucha bien pequeño burguesa, formal, como todo en el Estado Español. «Las formas son todo, el contenido nada», sería el epitafio de la izquierda española.
La clase obrera francesa hizo una huelga general, que no fue tan general, pero tenían voluntad de luchar, y mantuvieron hasta la fecha las huelgas parciales desorganizando la producción, los transportes y la distribución de mercancías. Porque ese es nuestro poder: desorganizar la producción burguesa de mercancías, y también, cuando se toma conciencia de clase, organizarla de otra forma, socialista, como apuntaban los trabajadores y trabajadoras de las eléctricas francesas, desconectando a los ricos y conectando a los pobres. Miren, por cierto, señores reformistas que fácil se acaba con el eufemismo de la «pobreza energética», sin subvenciones ni nada de ongs subvencionadas; expropien a las eléctricas y ya está. Como todo, el problema es de voluntad política, de enfrentarse a las eléctricas o ir de apagafuegos socializando el pago de los que no pueden pagar.
Aquí el día después de una huelga general hay una paz, que es la paz de los cementerios de la lucha. En el fondo, fruto de su atraso político, la clase obrera ha sustituido la reverencia hacia la iglesia por la reverencia hacia el día de huelga. No compañeras y compañeros, las luchas se dan para ganar, y sino es mejor no darlas, luchar por luchar es fuego de artificio, son formas sin contenido. Y derrotar a un enemigo como la UE y los gobiernos no es cosa de un día, ni un problema formal, sino de una movilización constante, con los objetivos bien precisos.
Está claro que una lucha se puede perder; no está escrito en ningún lado que el resultado de una lucha, salvo si ésta se convoca para perder como ha hecho la burocracia española siempre. Convertir en un fetiche la huelga general es vaciarla de contenido, para convertirla en un día de fiesta, no de lucha. Para que esto no suceda, hay que seguir el ejemplo francés, antes y después del día de huelga, hay movilizaciones en sectores estratégicos de la producción como las refinerías, las centrales de energía, el transporte,… que fortalecen la conciencia de la clase en su propia organización.
La clase trabajadora podrá perder porque el enemigo a batir es muy fuerte, el gobierno imperialista francés y la UE, y los medios de comunicación con el apagón informativo (si esto sucediera en Venezuela, sería titulares día si y día también), con unos aliados inestimables, las burocracias sindicales de la propia Francia y del resto de Europa y, sobre todo, las fuerzas políticas del «cambio», como Syriza, Podemos, el Plan B, etc. etc., que la contundente respuesta de la clase obrera ha cogido con el pie cambiado, unos convertidos en los Hollandes de Grecia, y los otros buscando en las elecciones lo que Francia o Grecia demuestran que son un callejón sin salida para los trabajadores y trabajadoras. Tanto Hollande como Syriza llegaron al gobierno con programas y políticas antiausteridad que ganaban por la izquierda a la de Unidos Podemos, y ya vemos como están.
La clase obrera europea, como desde la Comuna de París hasta las ocupaciones de refinerías del 2010, pasando por la revolución en 1936 o el mayo del 68, haría muy bien en aprender de uno de sus sectores que siempre ponen en el centro lo que es lo decisivo para la sociedad: la lucha de clases, que existe, por mucho que a nuestros intelectuales pequeño burgueses les de por negarla. El día que les explote en las narices que no se digan que no avisamos: Francia lo demuestra.