Brasil vive uno de los momentos más delicados y complejos de su historia reciente, solo comparable a los años 80, cuando la combinación de crisis económica y ascenso obrero derrocó la dictadura militar que había gobernado el país durante 20 años y permitió la creación del PT y la CUT (Central Única de los Trabajadores), dos de las organizaciones clasistas más fuertes del mundo.
Por Gabriel Huland
La CUT es comparable a CCOO en el Estado español; la CNA sudafricana, que derrotó el apartheid, y el sindicato Solidaridad, una de las piezas fundamentales en el derrumbe de la dictadura del Partido Comunista de Polonia.
Ambas organizaciones (PT y CUT) se han convertido en aparatos burocráticos íntimamente vinculados y al servicio de la burguesía brasileña, funcionando actualmente como las mayores trabas para el desarrollo de las luchas y la consciencia de clase. Defienden un gobierno en el que participa directamente la gran patronal y que aplica en Brasil el proyecto neoliberal a rajatabla; un gobierno que ha sido durante muchos años presentado como modelo por parte del FMI y el Banco Mundial y que nunca fue de izquierdas pero afirma gobernar en nombre de lxs trabajadorxs.
La clase trabajadora y el pueblo pobre brasileños confiaron en este gobierno durante más de 10 años, no obstante ahora se produce un fenómeno que la mayoría de la izquierda mundial se resiste a ver. Se observa en Brasil una ruptura con el PT, que se expresa en las fábricas y los centros de trabajo, y se combina con el rechazo a la mayoría de los políticos y partidos. Casi 70% de la población está insatisfecha, no confía en las instituciones, quiere nuevas elecciones y no acepta el cambio de Dilma por Michel Temer, el vicepresidente que asumiría caso el proceso de impeachment siga adelante (cambiar seis por media docena, como dicen lxs compañerxs del PSTU).
La crisis política en Brasil ha generado un debate en la izquierda y una confusión en gran parte de la vanguardia mundial. Como no podía ser de otra manera, los momentos que anteceden a las grandes convulsiones sociales provocan reordenamientos y crisis en el interior de las organizaciones de la clase.
La división en la clase dominante de Brasil
Los principales medios de comunicación españoles repercutieron la escandalosa y circense votación del impeachment de Dilma Roussef en el congreso brasileño. Muchos se preguntan ¿qué es lo que realmente sucede en el país latinoamericano? Hay dos discursos hegemónicos. Por un lado el discurso del PT, que gobierna el país desde 2002, y afirma que Dilma se enfrenta a un intento de golpe por parte de las fuerzas conservadoras del país, que quieren desestabilizar su gobierno para llegar al poder. El golpe se justificaría, según esta versión de los hechos, por un supuesto carácter popular y progresivo de los gobiernos del PT. Por otro lado, está el discurso de la oposición de derecha, representada por el PSDB, que gobernó el país antes de Lula llegar al poder, que afirma que Dilma es corrupta, responsable del caos en que se encuentra el país y que debe dejar el poder para que vuelva la estabilidad y el crecimiento económico.
En Brasil hay un dicho que dice “el sucio hablando del mal lavado”, que se aplica a una situación en que dos personas muy parecidas se acusan mutuamente de hacer algo que en realidad las dos hacen. No hay mejor manera de describir la actual situación en Brasil.
Parte de los partidos que ahora son oposición a Dilma hasta muy poco tiempo eran sus aliados incondicionales y socios de gobierno, como es el caso del PMDB, un partido burgués conservador, reaccionario, vinculado al caciquismo rural brasileño y que en los últimos 30 años nunca estuvo en la oposición. Formaron parte del gobierno no simplemente por voluntad propia, sino porque Lula los convocó a entrar en su equipo para de esta forma conseguir la mayoría parlamentaria. El PT viene gobernando el país en conformidad con los intereses del gran capital y, como sabemos, no se puede gobernar para todxs. O se está con la patronal o con la clase obrera.
La economía en caída libre y un ajuste contra la mayoría de lxs trabajadorxs
Brasil es la sexta economía mundial. Un país de dimensiones continentales, con una gran cantidad de tierras cultivables, minerales, ríos caudalosos y una biodiversidad que despierta la codicia de las multinacionales. Además, tiene un parque industrial poderoso con una clase obrera numerosa, concentrada y muy combativa.
La industria brasileña abastece sobre todo el mercado interno. De todas las exportaciones brasileñas en 2015, que han bajado en más de 15% desde 2011, solo cerca de 10% son productos industrializados. Lo restante se trata de commodities como petróleo, carne, azúcar, café y minerales.
La crisis económica noqueó duramente el país latinoamericano. La demanda de China y de la UE se derrumbaron en los últimos años y el sector de la construcción se desplomó a causa de la corrupción y de la reducción de los proyectos de infraestructura financiados con recursos públicos. Además, los bancos cortaron las líneas de financiación, como consecuencia de la incertidumbre en los mercados financieros mundiales y porque el número de familias endeudadas (60%) y que no tienen condiciones de pagar sus deudas (10%) es insostenible. Igual al que sucedió en el Estado español, los bancos han disfrutado estos años de grandes ganancias concediendo préstamos hipotecarios y de consumo a tasas de intereses exorbitantes y ahora el riesgo de quiebra es inminente.
Las previsiones más optimistas indican un decrecimiento de casi 4% en 2016. En 2015 la economía se contrajo más o menos lo mismo, lo que genera el drástico aumento de los despidos y la precarización de las condiciones laborales. Desde octubre del año pasado más de 2 millones de puestos de trabajo fueron eliminados.
La producción industrial de Sao Paulo, el estado más rico del país, ha caído cerca de 25% en los últimos dos años. La tasa oficial de paro ronda el 11% y uno de cada cinco jóvenes no tiene trabajo. La reducción salarial es otro elemento de deterioración económica en Brasil.
Las similitudes entre Brasil y España no se limitan a las altas tasas de paro y a la burbuja inmobiliaria. La deuda pública brasileña consume más de la mitad de todo el presupuesto público y supera el billón de dólares, cerca de 67% del PIB. El déficit público del gobierno de Brasil es de 10%, como el español en 2012.
Dilma Roussef aplica un ajuste durísimo en la economía, atacando a la mayoría de la clase trabajadora. El gobierno planea cortar cerca de 6 mil millones de dólares para “ajustar” las cuentas, corte que se da sobre todo en áreas sociales, las pensiones y el salario del funcionariado, como fue aquí con el corte de la paga extra. Este plan nada novedoso viene impuesto por el FMI como condición para prestar dinero al país.
El discurso oficial es que se trata de un momento de sacrificios para todos (¿nos acordamos de la mentira de que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades?), sin embargo los bancos brasileños nunca han conseguido tantos beneficios como en los últimos gobiernos del PT. El Itaú, segundo banco del país, obtuvo beneficios de más de U$6 mil millones. El mismo Lula se ha jactado públicamente de que los bancos nunca han ganado tanto como durante sus dos legislaturas.
Aparte de los recortes, el gobierno prepara una reforma de las pensiones, un paquete de incentivos a los empresarios y medidas represivas contra los movimientos sociales. En medio de la pugna del impeachment, Dilma hizo aprobar una ley todavía más dura que la Ley Mordaza de Rajoy. Da casi igual si gobierna el PT o la oposición de derecha (ambos bloques burgueses), el programa político y económico que aplican no difiere en prácticamente nada.
La salida está en las calles, en la construcción de un tercer campo clasista e independiente, «Fora todos eles»
La crisis política actual es producto de la crisis económica, de la división interburguesa y de la ruptura de la mayoría de la clase obrera con el PT. Pero así como en otros países, no existe solo estos dos campos burgueses. Hay un tercer campo que se debe fortalecer, el campo independiente de la clase trabajadora, el de aquellos que no están por el impeachment ni por la defensa del gobierno Dilma. La salida que interesa a los que sufrimos diariamente las desgracias del capitalismo se construye en las movilizaciones, huelgas y ocupaciones de escuelas (hay decenas de escuelas ocupadas en Brasil).
El PSTU, sección de la LIT-CI en Brasil, es parte del esfuerzo de no dejar la marcha de la historia en manos de los partidos hegemónicos, sean de la falsa izquierda sean los viejos partidos tradicionales de la derecha. Defiende el “Fuera Todos” como la única solución para esta grave crisis. Exige junto con otras organizaciones como la Conlutas y el Espacio Unidad y Acción nuevas elecciones con reglas democráticas, defiende un gobierno de lxs trabajadorxs apoyado en consejos populares que rompa con los grandes capitalistas y los grandes bancos para construir una alternativa popular contra este orden económico que solo hace aumentar la miseria del pueblo.
Más información en la página web de la LIT-CI