La irrupción de Podemos vino marcada por el discurso reiterado de “acabar con el bipartidismo”, con los “partidos de la casta”. En términos muy similares, “contra el bipartidismo”, una y otra vez se manifestó Alberto Garzón.
Por Ángel Luis Parras
Retomaban, a su manera, lo que era un clamor en la calle, el rechazo a los dos grandes partidos que durante 33 años se fueron turnando en el Gobierno. De los 38 años transcurridos desde las primeras elecciones generales allá en el año 77, durante 5 años hubo Gobiernos de la extinta UCD, durante 12 años, gobiernos del PP, y durante 21, Gobiernos del PSOE. Eso sin contar Gobiernos autonómicos como el de Andalucía donde el PSOE gobierna desde hace 37 años.
Así pues sobraban razones cuando en medio de la crisis económica desatada desde 2008, de la mano de las huelgas y manifestaciones obreras, las mareas o el 15M el grito “PSOE-PP la misma mierda es” o “no nos representan” expresaran esa indignación popular y el Congreso de los Diputados estuviera dos años cercad por la Policía ante el temor a los manifestantes.
Quien expresó con buena pedagogía qué es esto del bipartidismo fue el propio Alberto Garzón. En su Blog (Diciembre 2014). Garzón explica como durante la breve II República francesa (1848-1852) los dos grandes partidos “orleanistas” y “legitimistas” se acabaron uniendo en lo que se llamó “El Gran Partido del Orden”.
Eran partidos diferentes, uno representaba a la burguesía industrial, otro a los terratenientes. Ambos eran monárquicos pero defensores de distintas y enfrentadas dinastías. Lo paradójico es que ambos acabaron defendiendo la República frente a los levantamientos de obreros y estudiantes, las revoluciones europeas de 1848, para aupar como Presidente a Luis Napoleón Bonaparte, que en 1851 protagonizaría el golpe militar.
Las diferencias entre Orleanistas y legitimistas no les impidieron unirse para defender “su orden”.
A partir de este hecho histórico, Garzón dice: “Esta relación con el orden, empeñado en no cambiar sus cimientos, aunque estén carcomidos… es lo que les proporciona una identidad compartida.. Son partidos de orden, aunque sus dinastías, colores, banderas e historias sean diferentes. Sus intereses concretos encajan en la defensa común de ese orden. Y a eso, que no a otra cosa, se le llama hoy en España bipartidismo”
Se podían poner más ejemplos de la historia, pero nada que objetar y suficiente ilustración a tan lúcido ejemplo que pone Garzón para explicar el sentido del bipartidismo.
Que PSOE y PP son “distintos” en el mismo sentido que orleanistas y legitimista, responden a banderas distintas, historias distintas y hasta sectores burgueses distintos, aunque no tan distintos como sus predecesores galos. Baste recordar los vínculos de Felipe González y Aznar con Gas natural Fenosa y con Endesa, respectivamente. El primero un lobista de la multinacionales españolas en América latina, el segundo un hombre de New Corporation, el imperio mediático de Rupert Murdoch. O baste recordar sus relaciones con la banca y hasta con la Iglesia, más estrecha en el caso de los populares, más distante en el de los “socialistas” aunque no le hayan faltado en sus filas hombres del clero y los terratenientes como José Bono.
Lo que hace al PSOE y al PP iguales es precisamente en que ambos son los defensores más fervientes del “orden” monárquico, de las instituciones heredadas del franquismo, son Partidos de la Unión Europea, del Euro y la Troika, de la OTAN, del sistema capitalista en esencia.
Y a eso, repitamos a Garzón, se le llama bipartidismo.
Y es aquí donde viene la paradoja, cuando más en crisis esta ese “sistema bipartidista”, cuando más descredito social tiene, cuando peor resultado electoral han sacado… Iglesias y Garzón se empeñan en rescatar el bipartidismo, echando mano del PSOE.
Por más que lo disfracen de “Gobierno progresista”, “gobierno de izquierdas” o “acabar con el PP”, lo que están proponiendo es rescatar al PSOE y con él la continuidad del bipartidismo.
Lo que Garzón e Iglesias proponen es que sigamos optando entre “orleanistas” y “legitimistas”, entre Pepsi cola y Coca cola.
“Pero si no vendría un Gobierno PP-Ciudadanos” responden. Y a ese argumento “infalible” habrá que responderle ¿y qué? ¿No era que son iguales? ¿o ahora ya no son iguales? Cuando la calle era un clamor, cuando en ciudades como Madrid teníamos 10 manifestaciones diarias, el Congreso cercado por la policía y la bronca social contra la crisis y la corrupción era un clamor, vinieron a reconducir al terreno electoral (con una ley echa como un traje a medida para los del orden) toda la situación, ahora tras el resultado electoral hay que cerrar el círculo y lo “pragmático” lo “posible” lo de “sentido común” es rescatar el PSOE y ponerlo en el Gobierno. ¿Que Gobiernen los mismos que lo hicieron durante 21 años para impedir que lo hagan los que lo hicieron durante 12? ¿Los mismos, todos, que destruyeron la mayor parte del tejido industrial del país, que a golpe de reformas laborales desmantelaron los derechos sociales, que endeudaron hasta las trancas al país entero, que arremetieron contra las nacionalidades, que regalaron la educación a la Iglesia y desmantelan la sanidad pública; que engordaron a base de millones y prebendas a la burocracia sindical para maniatar a los trabajadores/as, que nos llenaron de corruptos que hicieron fortuna robando a manos llenas los bienes públicos?. Trocar seis por media docena no es cambio alguno. Defender y proponer un Gobierno encabezado por el PSOE es un recambio no un cambio. Lo que Iglesias y Garzón están proponiendo es el rescate del bipartidismo.
Quien quiera hablar de cambio debería salir de la aritmética parlamentaria y situarse en el único terreno posible de cambio, el de la lucha, el de la movilización obrera y popular. Que “Orleanista” y “legitimistas” se devoren los sesos para formar su gobierno de orden. Los demás pongamos el empeño en recuperar la calle para exigir Pan, Trabajo y Techo, para decirles que venga quien venga queremos la derogación de las reformas laborales, el fin de los desahucios, la sanidad y la educación 100% públicas, que no pagamos su deuda, que No a Troika y si al derecho de los pueblos a decidir… y poner todo el empeño en el apoyo a las Marchas de la dignidad, en la solidaridad con las luchas obreras y estudiantiles en curso. Poner en marcha el movimiento social desde la calle, que coordinado y unificado se convierta en la verdadera alternativa de cambio.