Para conservar lo que se posee es necesario conquistarlo cada vez de nueva cuenta (Goethe)
Esta idea de poner un signo igual a todos los partidos y a tod@s l@s polític@s sobre la base del brochazo simplificador en los análisis está muy extendida en la sociedad española, y es alimentada sistemáticamente por los medios de propaganda burguesa, mal llamados de “comunicación” o de “información”.
La simplificación del “todos son iguales” solo alimenta la despolitización de la sociedad, enfrentando las salidas colectivas a las individuales y anulando su capacidad crítica, objetivo final de los medios de propaganda burguesa. Como dijera Malcom X, «si no estáis prevenidos ante los medios de comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido”; aprender a diferenciar lo que es distinto y a reconocer lo que es igual, es clave para no caer en esta trampa.
Por ello, es importante delimitar a qué responde cada partido, qué intereses defiende y las diferencias entre ellos para poder avanzar en la lucha por los derechos sociales y políticos que están en peligro, pues “en los matices se esconde el diablo” del individualismo más reaccionario que se manifiesta en una idea generalizada, “total, para que implicarme, si todos son iguales”.
Así, alrededor del progresismo se reagrupan todos aquellos sectores de la economía y sociales, así como una parte de la clase obrera, que no ofreciendo un proyecto social alternativo a la crisis del capitalismo, apuntan a una salida “verde”, “feminista”, “diversa” y “mestiza”. En el caso del Estado español se concretan en el PSOE, las diversas variantes de la “nueva política”, las organizaciones sindicales mayoritarias (CCOO y UGT) y no sin tensiones, la pequeña burguesía de las naciones (BNG, Bildu, ERC), a las que en ocasiones se une la mediana y gran burguesía vasca y catalana.
Frente a ellos aparecen las viejas estructuras económicas que sustentaron el franquismo desde el Plan de Estabilización de los años 50, el turismo y la construcción, junto con una banca especialmente rapaz. Unas estructuras que se ha dado en llamar “capital castizo” cuya sede social se ubica en el “palco del Bernabéu”, que viven del saqueo sistemático de los presupuestos generales del Estado. Junto con ellas, y como herramienta fundamental para su existencia, son sus ligazones con el viejo aparato del estado heredado de la dictadura, especialmente el poder judicial. Son la columna vertebral de los dos partidos de la caspa reaccionaria, Vox y el PP.
La Monarquía, con todos sus vaivenes, sigue siendo presentada como una institución neutral por encima de estas contradicciones que solo sale a la palestra cuando alguno de esos sectores apunta a la ruptura de las instituciones del régimen, como se demostró el 3 de octubre del 2017 con el rey a la vanguardia de la represión del pueblo catalán.
Unas Elecciones plebiscitarias
Cuando Pedro Sánchez adelantó las Elecciones Generales tras la derrota electoral de las municipales, lo hizo de tal manera que las situó como un plebiscito entre la “caspa” reaccionaria de VOX y PP, y el progresismo representado por el gobierno PSOE-UP. Dijo, literalmente, que la ciudadanía debía decidir qué “proyecto de país quiere”; el de las mejoras sociales de su gobierno o el del retroceso de décadas que supondría un gobierno PP-VOX.
Al situar a la población delante de esta disyuntiva busca agrupar a su alrededor a todos aquellos sectores que han impuesto parte de sus reivindicaciones, como el colectivo LGTBI, el movimiento de mujeres o los pensionistas.
Esto nos da una pista de cuáles son las principales diferencias entre la “caspa” de VOX-PP y el progresismo del PSOE y sus aliados; las reivindicaciones sociales que, aunque con matices, son asumibles e integrables para mantener la paz social. Recordemos que la puntilla al gobierno del PP de Rajoy se lo dio el movimiento de mujeres y los pensionistas cuando salieron a la calle masivamente contra la sentencia de la “manada” y contra el insulto de la subida del 0.25 de las pensiones.
Lo que Pedro Sánchez no dijo es que en el paquete del progresismo van, también, la no derogación de la Ley Mordaza, de la Ley 15/97, que permite la privatización de la Sanidad, la presencia del Estado español en la UE, que ya ha anunciado la vuelta a los recortes en los gastos sociales con el límite del 3% de déficit público, o la pertenencia a la OTAN y el aumento de los gastos militares acordados en la Cumbre de Madrid el pasado año a un mínimo del 2% del PIB.
El progresismo asume todas aquellas reivindicaciones que no atentan de manera directa contra las relaciones sociales de producción capitalistas. Pero lo hace de manera formal, sin garantizar las medidas presupuestarias y sociales necesarias para atenderlas.
La lona de Vox
Vox no oculta lo que piensa un sector muy importante de la burguesía, y la lona de la vergüenza que desplegó en Madrid demostró que tiene muy claro quienes son sus enemigos. La bandera LGTBI, sí; la feminista, también, la de la «agenda 2030» como símbolo de la crisis climática, no les podía faltar como buenos negacionistas que son al estilo Trump o Bolsonaro, … o del PP, al que Ayuso representa en su baluarte madrileño. Pero, ¿por qué incluyeron la de la independencia catalana y, sobre todo, la comunista?.
Vox nace de las entrañas del PP y del Régimen del 78, expresa las necesidades del aparato del estado centralista español que tiene una de sus patas en la opresión de las naciones y en la marginación de regiones periféricas como Andalucía, Extremadura, etc… En la bandera catalana resumen a todos aquellos sectores de las naciones vasca y gallega que luchan por su autodeterminación.
Por otro lado, sabe que el comunismo es su principal enemigo, porque significa un proyecto social opuesto por el vértice al suyo. Son sus verdaderos enemigos a batir, porque el comunismo supone acabar con las relaciones sociales de producción capitalistas sobre las que se sustenta este régimen. Sin ellas, que incluyen la opresión de las minorías nacionales, de género o raciales, y que son la raíz de la crisis climática, Vox, como el PP, y muchos otros partidos como el PSOE y el propio Podemos, no tendrían ningún sentido.
El comunismo significa, en fin, acabar con la explotación del ser humano por el ser humano; por esto la incluyen. Y también por esto mismo, los medios, cuando criticaron la lona de Vox, silenciaron que entre todas las banderas arrojaban también a la basura la comunista.
Qué les une
Al final, unos por la activa, echándola a la basura, y otras por la pasiva, silenciando su existencia, se unen en su odio al comunismo. ¿Será casualidad? Pues va a ser que no.
El ejemplo de la no derogación de la Reforma Laboral, y la paz social que de ella se deriva, es paradigmático de que es lo que les hace iguales ante amplios sectores de la mayoría social que es la clase obrera. No se puede olvidar que la abstención se produce, mayoritariamente, dentro de los trabajadores y trabajadoras. De hecho e incluso en el terreno electoral, cuando los barrios obreros entran en efervescencia y van a votar masivamente, al revés de lo que sucedió en las pasadas del 28-M, la caspa reaccionaria retrocede.
Pues bien; cuando Sánchez convoca a las Elecciones para el próximo 23-J, Feijóo anuncia que va a “derogar el sanchismo”, es decir, toda legislación promulgada estos años por el gobierno PSOE-UP. Ante este anuncio, la patronal, la UE, la Banca y los sindicatos le gritaron: ¡la Reforma Laboral no se toca!
Para la patronal se podrá derogar la Ley si es si, la Trans, la de las pensiones que liga su subida al IPC, la de los impuestos al patrimonio, etc…, pero la que les ha beneficiado económica y políticamente, pues sirvió de base para mantener la paz social mientras Francia, Gran Bretaña o Alemania se sumían en crisis sociales, no se toca salvo, probablemente en los contratos fijos discontinuos.
No es que estos contratos acabaran con la precariedad, ésta no tiene que ver con la rapacidad de la patronal española, sino con el carácter estacional de su economía, su dependencia del turismo y la construcción. Aquí la patronal seguramente quiera volver al sistema anterior de obligar a los trabajadores y trabajadoras que ahora tienen una cierta estabilidad por el carácter de los contratos fijos discontinuos, a mendigar cada verano un puesto de trabajo, no sabiendo si va a ser contratado o no y así imponer sus condiciones de trabajo; se acabarían las quejas de la patronal sobre el que no tienen a quién explotar. La burguesía sí sabe defender sus conquistas, y al tiempo que abona el camino para un gobierno PP-VOX, le establece los límites en la derogación de “sanchismo”.
Por sintetizar, les une la defensa de las relaciones capitalistas de explotación, el Régimen del 78 y su Constitución que le da estabilidad, la pertenencia a la Unión Europea, que los liga al club de potencias imperialistas más poderosas como Alemania o Francia, y la adhesión a la OTAN como paraguas militar ante los complejos cambios que se están produciendo en la jerarquía entre los estados.
Un programa de independencia de clase y de ruptura con el régimen
Como se ha visto, tan cierto es que no sean exactamente iguales todos los partidos y todos los políticos, como que sean opuestos por el vértice; como se ha visto, les une lo fundamental y cambian las formas.
Por hacer un poco de historia; fue la socialdemocracia alemana la que derrotó la revolución de 1919, asesinando a Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, fue la socialdemocracia la que abrió las puertas al nazismo, votando incluso la ilegalización del PC alemán tras la quema del Reichstag con los nazis (el papel del PC en Alemania debe ser motivo de otro estudio). Más próximo en el tiempo y en el espacio, el PSOE es el partido del GAL, el terrorismo de estado contra el pueblo vasco, y la OTAN.
A estas alturas el PSOE no va a cambiar su orientación de defensor de los intereses del capital imperialista español, es la pata “progresista” necesaria para su sostenimiento, como el PP lo es para mantener a raya a una extrema derecha que tiene sus raíces en el franquismo, en un juego del “policía bueno” y el “policía malo” más conocido como “bipartidismo”.
El Régimen del 78 tendría serias dificultades para sobrevivir sin ninguno de los dos, pero tampoco lo puede hacer si por la izquierda del PSOE no hay una fuerza política que establezca los límites que no se pueden traspasar.
Como decía el ABC en marzo del 2004, pocos meses antes de la salida de Corriente Roja de IU por su apoyo al gobierno del PSOE de Zapatero: “IU ha ejercido, desde su refundación a partir del viejo PCE, como factor de estabilidad que ha cargado a sus espaldas con los distintos impulsos de izquierda alternativa que se han ido configurando tras la crisis del marxismo tradicional, evitando que se produzcan tentaciones escapistas y rupturistas al margen de los cauces de la democracia». Traducción; el “marxismo tradicional” para el articulista es el estalinismo o su versión socialdemócrata, el eurocomunismo. Nada que ver con el marxismo revolucionario.
El 15M fue una de esas “tentaciones” de ruptura con el régimen (“democracia” en términos del ABC); ante este ascenso de la lucha social y la más que evidente crisis del proyecto de IU del 2004, Podemos repitió, como si lo conociera, la recomendación del mismo artículo del ABC cuando llamaba a «(…) devolver a IU a ese papel de referente ético de la izquierda, tal como funcionó durante el liderazgo de Julio Anguita. La función de conciencia crítica de un poder de centro-izquierda ha sido siempre más eficaz para IU que la aproximación bajo el ala del PSOE, implacable fagocitador de esas veleidades en cuantas ocasiones ha necesitado vaciar las alforjas de su suplicante aliado.»
Ahora, agotado el proyecto reconciliador de Podemos, surge una nueva rueda de recambio, Sumar, aunque cada vez más a la derecha y ante la descomposición de los viejos aparatos políticos como el PC, sostenido estructuralmente por el de CC.OO. En todos los casos, siguiendo el consejo del articulista del ABC: «hay que evitar que «(…) se produzcan tentaciones escapistas y rupturistas al margen de los cauces de la democracia”, enredando en la madeja del electoralismo y el voto útil frente a la derecha, extrema o no, a todas aquellas personas que puedan sentir esas “tentaciones”.
En la rueda de prensa en la que el presidente Sánchez anunció la convocatoria de Elecciones dijo que “vivimos tiempos complejos”; y es totalmente cierto. La guerra, la crisis sanitaria, la crisis climática, la propia crisis de la Unión Europea, como se puede comprobar día a día en uno de sus estados centrales, Francia, son manifestaciones de una que las subsume a todas, la profunda decadencia que vive la sociedad capitalista incapaz de resolver ninguna de esas manifestaciones de su crisis.
Más allá de los vaivenes electorales, no se puede caer ni en simplismo del “todos son iguales”, ni en la teoría del “mal menor”, sino construir una tercera vía que desde la independencia política de la clase obrera, construya el programa de la transformación socialista de la sociedad.
Galiza, 05/07/23
Eusebio López