Adiós, León, adiós querido e incomparable amigo. Tu madre y yo nunca pensamos, nunca esperamos que el destino nos fuera a imponer esta terrible tarea de escribir tu obituario. Vivíamos firmemente convencidos de que mucho tiempo después de que nos hubiéramos ido serías tú el continuador de nuestra causa común. ¡Pero no pudimos protegerte! Adiós, León. Legamos tu recuerdo irreprochable a las generaciones más jóvenes de los obreros del mundo. Con justicia tú vivirás en los corazones de todos aquellos que trabajan, sufren y luchan por un mundo mejor. ¡Jóvenes revolucionarios de todos los países! ¡Aceptad de nosotros el recuerdo de nuestro León, adoptadlo como vuestro hijo – es digno de ello – y dejad que, a partir de ahora, participe invisible de vuestras batallas, ya que el destino le ha negado la dicha de participar de vuestra victoria final!
El 20 de febrero de 1938, en México, León Trotsky escribía estas dolorosas palabras para despedir a su hijo León Sedov, asesinado por el estalinismo el 16 de febrero de ese mismo año en París a sus treinta y dos años.
De niño a revolucionario
El joven “Liova” – es como lo llamaban Trotsky y Natalia Sedova – se convirtió desde niño en un revolucionario. Fue testigo de la Revolución de febrero y de la Revolución de octubre. Ingresó muy tempranamente en Komsomol, la Juventud Comunista fundada por los bolcheviques en 1918 que, en una época tan agitada social y políticamente, echaba chispas de rebelión.
Liova fue un ejemplo de tenacidad, perseverancia y rebeldía durante su corta vida. Además de ser un destacado militante de la Komsomol, en 1923 empezó a trabajar con la Oposición de Izquierdas y fue ideólogo y dirigente del Boletín de la Oposición. Acompañó, en varias ocasiones, a L. Trotsky y N. Sedova en el exilio político y fue un importante colaborador de Trotsky durante toda su vida. No es casualidad que Trotsky escribiera: “Sin mi hijo, no podría haber realizado ni siquiera la mitad de este trabajo […] El nombre de mi hijo, con justo derecho, debe ir al lado del mío en casi todos los libros que escribí a partir de 1928”.
Pero, aunque Liova fue un importantísimo colaborador de Trotsky y su vida estuvo inevitablemente vinculada a su padre, no podemos recordarlo solo por su ligazón. El joven revolucionario fue el organizador de la Comisión de Investigación sobre los Procesos de Moscú (la campaña contra la represión estalinista) y, desde 1931 hasta su muerte, fue miembro del Secretariado de la organización internacional dirigida por Trotsky. En 1936 escribió su texto más importante: el Libro Rojo sobre el Proceso de Moscú, especialmente dedicado a la campaña contra los dieciséis (que desmentía las calumnias que los estalinistas lanzaban a Trotsky, Kamenev, Zinoviev y a todos los dirigentes de la revolución rusa).
La lucha contra la brutalidad estalinista
Parte de la brutalidad estalinista fue la destrucción de la vieja guardia bolchevique, esto es, aquellos/as militantes que pensaron, organizaron e hicieron la revolución y lucharon incansablemente contra la reacción. Toda la generación de luchadores/as que iniciaron la transformación socialista de la sociedad fueron calumniados primero y aniquilados después por el estalinismo.
Pero el estalinismo se propuso también destruir cualquier vestigio de resistencia, haciendo desaparecer – mediante el exilio o el asesinato – de la nueva generación de revolucionarios/as que se opusieron a las reaccionarias políticas estalinistas que no tenían otro objetivo que desarticular las conquistas de la revolución. El asesinato de Liova fue parte de ese plan pues, en los Juicios de Moscú, su nombre aparecía invariablemente junto con el de Trotsky.
Antes de matarlo, los estalinistas vertieron sobre su nombre numerosas difamaciones e iniciaron una guerra contra su moral. Liova tuvo que soportar el suicidio de su hermana mayor, apartada de su familia por órdenes de Stalin. Tuvo que digerir la pesadilla de las acusaciones durante el Juicio a los Dieciséis en Moscú; el encarcelamiento de sus padres en Noruega, la ausencia de noticias, el robo de sus archivos y su documentación; la desaparición de su hermano Sergei (acusado de envenenar a obreros); la muerte de camaradas y amigos/as y la persecución y atentados de la GPU.
El 16 de febrero apareció un breve comunicado en los diarios vespertinos de México; decía que León Sedov había muerto después de una operación quirúrgica. Absorto en un trabajo urgente, no vi estos diarios. Por iniciativa propia, Diego Rivera verificó y confirmó por radio este comunicado y vino a traerme la terrible noticia. Una hora más tarde le avisé a Natalia que nuestro hijo había muerto, en el mismo mes de febrero en que, hacía 32 años, ella me trajo a la cárcel la noticia de su nacimiento. Así terminó para nosotros el día 16 de febrero, el más negro de nuestra vida personal.
Liova fue asesinado por Mark Grigorevich Zborowsky (Etienne), un ex miembro del PC polaco, agente de la GPU desde 1932 e infiltrado en las filas trotskistas desde 1934. Zborowsky logró ganarse la confianza de Liova y se convirtió en su colaborador. Se descubrió que el anestesista y director de la clínica donde se operó Liova de apendicitis, Boris Girmunsky, era agente de la GPU. Además de organizar este asesinato, Zborowsky habría participado en otros asesinatos tales como el de Rudolf Klement o el de Ignace Reiss así como también fue quién alentó la relación entre Sylvia Ageloff y Jacques Mornard (Ramón Mercader) quien asesinaría a L. Trotsky en 1940.
Su asesinato fue un durísimo golpe contra Trotsky y Sedova y también contra el trotskismo y la Oposición de Izquierdas. Sus padres vivieron un infierno (sumado a la cacería que ya vivían) y lloraron su muerte como cualquier padre o madre lloraría la pérdida de un hijo/a:
Su madre, que había intimado con él más que nadie, y yo estamos viviendo estas horas terribles recordando su imagen, rasgo por rasgo, sin poder creer que él ya no está, y llorando porque es imposible no creerlo. ¿Cómo nos podemos acostumbrar a la idea de que en esta tierra ya no existe este cálido ser humano, ligado a nosotros por vínculos indisolubles de recuerdos en común, de mutuo entendimiento y de tierno cariño? […] Mientras escribo estas líneas con la madre de León Sedov a mi lado, continúan llegando de distintos países los telegramas de condolencia. Y para nosotros cada telegrama suscita la misma pregunta aterradora: “¿será posible que nuestros amigos de Francia, Holanda, Inglaterra, Estados Unidos, Canadá, Sudáfrica y acá en México acepten como consumado el hecho de que Sedov ya no existe?” Cada telegrama es una nueva señal de que él murió, pero nosotros aún no lo podemos creer. Y no es sólo porque fue nuestro hijo, fiel, abnegado, amante, sino, y sobre todas las cosas, porque él, más que nadie en la tierra, se había convertido en parte de nuestra vida, entrelazado con todas sus raíces, nuestro camarada partidario, nuestro colaborador, nuestro guardián, nuestro consejero, nuestro amigo.
Es de justicia recordar la historia de Liova, su lucha y su trágica muerte. Nos debe servir de ejemplo para sacar las lecciones pertinentes de lo que fue el aparato estalinista y lo que significó la lucha contra el mismo.
A 85 años de su asesinato queremos homenajearlo y reivindicar la necesaria participación de los/las jóvenes en la inmensa tarea que es la de construir un partido obrero, revolucionario e internacional.
León, Sedov, hijo, amigo, luchador. Desde México, Trotsky le dedicó estas líneas a León Sedov. Es, además de una carta de homenaje y despedida, un folleto dedicado a la juventud proletaria, publicado por la Liga de Jóvenes Socialistas (internacionalistas de la Cuarta) en marzo de 1938.