Reproducimos en dos partes el artículo de Au Loong Yu, activista marxista de Hong Kong, debido a su interés para el análisis de la situación de Hong Kong y de China más en general.
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En Hong Kong está produciéndose una gran purga. Un total de 153 personas han sido procesadas al amparo de la Ley de Seguridad Nacional impuesta por Pekín el pasado mes de julio. Las amenazas de Pekín han llevado a muchas organizaciones a disolverse. Entre enero y finales de septiembre de 2021, 49 organizaciones han optado por disolverse ante las amenazas o posibles medidas represivas, incluida la oposición política, grandes y pequeños sindicatos, organizaciones estudiantiles, ONG, iglesias y medios de comunicación. El 11 de septiembre pasado, el Professional Teachers’ Union (PTU, Sindicato Profesional de la Enseñanza) votó por disolverse. Lo mismo ocurrió con la Confederation of Trade Unions (CTU, Confederación Sindical) el 3 de octubre.
Una purga que no se limita a Hong Kong
La actual ola represiva está destinada a generar una gran purga para aplastar a la sociedad civil, incluida la libertad de expresión, y también una purga cultural con el fin de controlar el pensamiento y el alma de la gente. No es extraño que el gobierno de Hong Kong, después de obligar a prestar juramento de lealtad en la función pública, trate ahora de hacer lo mismo con las maestras y maestros. Esto lleva su política, desarrollada desde hace tiempo, al paroxismo de intentar sustituir el cantonés por el mandarín como lengua vehicular de la asignatura de lengua china. El sector cultural, que gozaba de libertad de creación, se encuentra de pronto a merced de la censura y el acoso, hasta el punto de que ver documentales sobre la revuelta de 2019 en las comunidades constituye un delito punible. Si el Hong Kong de libre mercado merecía ser defendido por la clase trabajadora, ello se debía a que la ciudad también albergaba una variedad vibrante de movimientos sociales locales, por mucho que todavía se hallaran en pañales. En apenas un año, Pekín ha destruido este espacio público.
Esta gran purga no se limita a Hong Kong. La interacción de la sociedad civil hongkonesa con la del continente muestra que lo que sucede en una también tiene profundas repercusiones en la otra. La víctima más reciente ha sido la Alianza de Apoyo a los Movimientos Democráticos Patrióticos de China, profundamente odiada por Pekín por el continuo apoyo de la gente de Hong Kong al movimiento democrático del continente. Durante más de tres decenios celebraba un memorial del Cuatro de Junio en la ciudad, siendo este el único lugar de China que se permitía recordar la trágica represión de entonces, hasta que el año pasado las autoridades prohibieron el acto. A esto le siguió el acoso contra la Alianza, que se vio forzada a disolverse el 25 de septiembre.
Hay un sector de organizaciones civiles que se han disuelto o desactivado en los últimos dos años sin que apenas trascendieran los hechos. Esta sector estaba formado por organizaciones hongkonesas que apoyaban a la sociedad civil china, desde la asistencia a abogados represaliados del continente hasta el apoyo al activismo sindical. Se hallan entre las primeras víctimas de la represión desatada por Pekín, pero estos hechos se suelen ocultar. Durante treinta años, estos grupos (redes de autoayuda y ONG que abarcaban un amplio espectro de ámbitos, desde el medioambiente hasta el sindicalismo, el feminismo y trabajos comunitarios) han sido cruciales a la hora de introducir prácticas de autoorganización civil en el continente.
Estoy más familiarizado con la situación de los grupos que se han comprometido a apoyar el activismo sindical en China. Desde comienzos de siglo, unos diez grupos hongkoneses han estado trabajando en este campo. La mayoría de ellos gestionaban centros comunitarios o sindicales en el delta del río de las Perlas, algunos optaron por apoyar a otros centros del continente, o ambas cosas. Al principio, las autoridades locales los toleraron, y algunos incluso mantenían una discreta colaboración con las oficinas locales de la Confederación de Sindicatos de Toda China (ACFTU [sindicato oficial]). Pero esto no duró mucho. Ahora, ante la creciente hostilidad en el continente, la mayoría de organizaciones hongkonesas han visto cancelada su inscripción en el continente. Tras la promulgación de la Ley de Seguridad Nacional, algunas incluso han tenido que cancelar voluntariamente su inscripción en Hong Kong.
Sin embargo, su desaparición ya comenzó en 2015, cuando el 9 de julio de ese año la autoridad del continente empezó a detener a casi 300 abogados que habían ayudado a defender los derechos legítimos de gente marginada o de disidentes. Alrededor de esa fecha también fueron detenidos una serie de abogados laboralistas. Tres años después se desató otra ola de detenciones, esta vez centrada principalmente en las y los estudiantes que se habían manifestado masivamente en apoyo del personal de la fábrica Jasic Technology Co. de Shenzhen, que pretendían organizarse. Durante esta operación, las autoridades también detuvieron al personal que trabajaba para grupos de apoyo creados por ciudadanos y ciudadanas de Hong Kong, pese a no estar implicados en la lucha de Jasic. Desde entonces, estos grupos han sufrido acosos y la mayoría de ellos abandonaron o tuvieron que reducir significativamente sus actividades. Los pocos que quedaron tuvieron que enfrentarse a crecientes dificultades. Este fue el comienzo del fin de los grupos hongkoneses de apoyo al movimiento sindical en China.
Con la promulgación de la Ley de Seguridad Nacional, algunos de estos grupos también empezaron a preocuparse por su presencia en Hong Kong, sobre todo cuando medios del Partido, como era habitual, no solo atacaron a organizaciones que recibían financiación de EE UU, sino que también señalaron por primera vez a organizaciones europeas que prestaban ayuda económica al desarrollo de los grupos de Hong Kong, desde sindicatos hasta grupos eclesiásticos. Por eso, algunos de ellos también se autodisolvieron. Con la muerte de Hong Kong, el hundimiento de la recién nacida sociedad civil china es casi seguro, al menos de momento. Cabe preguntarse si este era justamente el propósito de Pekín.
Un puñado de personas siguen en la brecha
Bajo los golpes de Pekín, la oposición y la sociedad civil se han visto forzadas a pasar a la defensiva a fin de minimizar las futuras pérdidas. Ha sonado la hora de una retirada táctica. Hay momentos en que hay que sacrificar los alfiles para salvar la reina. El problema, sin embargo, es si la retirada es ordenada o caótica, dominada por el pánico y facilitando la completa aniquilación de las propias fuerzas. Acontecimientos recientes hacen temer cada vez más que las cosas pueden caer en esta deriva, aunque la represión en curso también ha puesto a prueba a quienes todavía tienen la voluntad de resistir, pese a que su resistencia es de naturaleza más simbólica y moral.
La disolución del PTU –el mayor sindicato de Hong Kong– representa la vía de retirada más controvertida. Técnicamente, la propuesta de disolución fue aprobada finalmente en una votación democrática de delegados y delegadas de las bases. Sin embargo, previamente la dirección ya había decidido que el sindicato debía disolverse ante las amenazas verbales de ciertos mediadores que hablaban en nombre de Pekín (el PTU lo había hecho público). A fin de llegar a este objetivo, la dirección se apresuró a cambiar los estatutos del sindicato, de manera que en vez de requerir una mayoría de dos tercios de todos y todas las afiliadas para aprobar la disolución, ya solo se requería una mayoría de delegados para aprobarla. Al final, en vez de permitir que unas 100.000 personas afiliadas votaran sobre la propuesta de la dirección o que participaran como observadoras en la reunión si así lo deseaban, tan solo votaron 140 delegados, con 132 a favor, 6 en contra y 2 abstenciones.
El principal argumento formulado por la dirección para disolver el sindicato deprisa y corriendo y con tantas manipulaciones era el de disolución a cambio de indulgencia. Irónicamente, incluso cuando la dirección dio a conocer públicamente su decisión, los medios de comunicación del Partido Comunista Chino (PCC) dejaron claro de inmediato que incluso si se disolvía el sindicato, Pekín seguiría persiguiendo a las y los sindicalistas.
Una palabra más sobre los mediadores de Pekín. Su misión consiste en congeniar con algún miembro de la organización que ejerza cierta influencia o sea potencialmente peligroso para Pekín y después cooptarlo: este es uno de los pilares de la conocida estrategia tongzhan (literalmente frente unido). En Hong Kong ha adquirido proporciones increíblemente amplias y lleva mucho tiempo practicándose, pero también es muy meticulosa, a menudo hecha a medida para adaptarse a cada persona. Los mediadores de Pekín primero traban amistad contigo, averiguan qué es lo que más te interesa (no necesariamente dinero), y después te ofrecen ayuda que no puedes rechazar. La persona que tienen en el punto de mira se halla entonces en una pendiente resbaladiza sin ser plenamente consciente de ello. Incluso en los casos en que esto no funciona, el régimen todavía puede manipularla a base de chantajes y amenazas. Esta es probablemente una de las razones de que hoy, entre la mayoría de organizaciones de masas y partidos democráticos de Hong Kong, siempre podamos encontrar a algunas figuras destacadas cuyos discursos y actos son tan parecidos a los de quienes apoyan a Pekín.
Pero también hay gente incorruptible. El modo en que la Alianza de Apoyo a los Movimientos Democráticos Patrióticos de Hong Kong (HKA) fue desmantelada resultó ser un poco más edificante. Aparentemente aplicó una pauta similar a la del PTU, pero en la fase de deliberación en el seno de la dirección hubo una oposición más fuerte a la propuesta de disolución: esta se aprobó por una exigua mayoría de cuatro contra tres. La oposición estuvo encabezada por Chow Hang-tung, una joven abogada y activista. Cuando se procedió a la votación de las bases, ella ya estaba detenida, pero antes había escrito un llamamiento público a las bases pidiéndoles que no cedieran. Alegó que la táctica de disolución a cambio de indulgencia era una trampa y que al negarse a capitular se mostraría al mundo la determinación del pueblo de Hong Kong de mantener viva la lucha. Sus seguidores perdieron la votación, pero ella y sus compañeras y compañeros salvaron el honor de la resistencia de Hong Kong. Para mucha gente, ella es el nuevo símbolo de la resistencia.
En cuanto a la CTU, no parece que hubiera una oposición manifiesta a la propuesta de disolución, solo hubo rumores de que el vicepresidente estaba en contra. El 3 de octubre, la convención aprobó la moción de disolución con una mayoría de 57 a 8. En contraste con el PTU, tanto la HKA como la CTU permitieron a sus miembros ejercer su legítimo derecho al voto. Comprendemos lo difícil que es resistir a Pekín en estos momentos, pero también saludamos a las pocas personas que siguen enarbolando la bandera de la lucha.
El desmantelamiento de las organizaciones de masas ha causado una profunda desmoralización. El 7 de octubre, el Sindicato de Estudiantes de la Universidad China de Hong Kong (HKCU), un centro muy importante, por no decir el más importante, del movimiento estudiantil, también se disolvió. En menos de una semana, otro sindicato estudiantil afiliado anunció asimismo su disolución. En realidad, solo fue la propia universidad la que ponía trabas a la actividad del sindicato (forzándolo a desapuntarse de la universidad), cuando el gobierno todavía no la había emprendido con él. No se ve la razón de que tuviera que disolverse con tanta prisa.
A diferencia de anteriores casos de disolución de organizaciones civiles, esta vez el desmantelamiento del sindicato estudiantil fue criticado no solo por parte de estudiantes, sino también de personas ajenas. La crítica más destacada fue la que formuló el profesor de la HKCU Dr. Chow Po Chung, un conocido académico progresista muy activo en el sindicato cuando estudiaba en la universidad. En la misma fecha en que se anunció la disolución, explicó en Facebook que de acuerdo con los estatutos del sindicato, la dirección no estaba facultada para declarar el desmantelamiento y que la decisión requería como mínimo una consulta entre las bases, seguida de un referéndum.
Hubo quienes respondieron a su comentario con hostilidad, recordándole que no era quién para formular esa crítica, ya que la medida no le afectaba directamente. Chow replicó con mucho decoro diciendo que tal vez no se había expresado bien y que solo quería reiterar que la decisión de la dirección del sindicato no tiene efectos legales para ningún o ninguna estudiante de la HKCU que quisiera resucitar el sindicato en el futuro. En otras palabras, su mensaje pretendía informar a quienes quisieran mantener vivo el sindicato. El mensaje caló al poco tiempo, ya que un mes después del anuncio de disolución, un estudiante apeló al Comité Jurídico del sindicato y le convenció de que declarara que los estatutos no otorgan poder alguno al sindicato para autodisolverse y que por tanto la decisión era nula.
Pekín ha destruido el sistema electoral hasta tal punto de que el legislativo reformado no es más que una marioneta de Pekín: los candidatos potenciales han de pasar el filtro de la Ley de Seguridad Nacional, por no hablar ya de que Pekín ha retrocedido en el tiempo y la proporción de escaños de elección directa se ha reducido de la mitad a un mero 22 %. Además, Pekín ya ha aplicado los nuevos criterios de la Ley de Seguridad Nacional para descalificar a una serie de concejales municipales.
Lo que ya resulta cómico es que el portavoz de Pekín llamó públicamente al Partido Demócrata a presentarse a las elecciones para dar más credibilidad a su espectáculo de marionetas. El vicepresidente de la Federación Nacional de Chinos Retornados del Extranjero, Lu Wenduan, advirtió de que Pekín consideraría la negativa del Partido Demócrata a concurrir como un acto hostil. Sin embargo, esto podría ser contraproducente, ya que ni siquiera el grueso de los Demócratas conciliadores están dispuestos a participar en el espectáculo.