Publicamos un artículo de finales de octubre, escrito por una compañera de nuestro partido internacional la LIT-ci (Liga Internacional de Trabajadores-cuarta internacional), sobre la hipocresía de las cumbres del clima, en concreto la pasada COP26, que tanta indignación y críticas ha recibido por redes en estos días:

La COP26 está convocada para ocurrir entre el 31 de octubre y el 12 de noviembre. Pero, antes de ella, ya ocurrieron encuentros preparatorios donde el objetivo era discutir propuestas a ser presentadas en la propia conferencia. Greta Thunberg, la activista del Fridays for Future, en su discurso en uno de los encuentros, dijo que las autoridades no hacen más que prometer bla, bla, bla, y no hacer nada. Entonces, ¿para qué sirven esos encuentros preparatorios? Las vueltas de las COPs son de larga data…

¿Qué son las COPs y para qué sirven (o deberían servir)?

La COP es la Conferencia de Partes, reunión anual entre los países que adhirieron a la Convención-Marco de las Naciones Unidas sobre Cambios en el Clima, o UNFCCC (por su sigla en inglés), un tratado ambiental internacional adoptado en 1992 para discutir las emisiones globales de gases de efecto invernadero.

Pero antes de ese tratado ocurrió la Conferencia de Estocolmo, realizada en 1972, que es considerada la primera conferencia ambiental en el mundo. Esta primera conferencia de 1972 tuvo como base el estudio elaborado por un grupo de científicos, denominado Club de Roma, al cual dieron el nombre de Límites del Crecimiento. En ese estudio, la conclusión a que se llegaba era que si la humanidad continuase consumiendo los recursos naturales como en la época, estos se agotarían en menos de cien años. En la conferencia, la discusión se centró en la cuestión de la reducción inmediata del ritmo de industrialización de los países, lo que obviamente no llevó a ningún acuerdo, pues a pesar de intentar pasar la idea de preocupación, tanto los gobiernos como la clase dominante de los países desarrollados, así como la de los países considerados en desarrollo, no tenían ninguna intención de disminuir el ritmo de devastación de los recursos naturales y con eso el crecimiento de sus ganancias.

Pasados 20 años, la conferencia denominada ECO-92 o Rio-92 retomó los puntos abordados en la Declaración de Estocolmo (1972) y con base en el informe Informe Brundtland (1987), que trajo nuevas informaciones sobre el tema, reafirmó la misma conclusión, o sea, constató que ese modelo de desarrollo vigente en la sociedad, que visa la explotación máxima de los recursos naturales para obtención de lucros, no conseguiría sostenerlo en el siglo siguiente. En esa Conferencia fue aprobado otro famoso documento denominado “Agenda 21”, que supuestamente orientaría las acciones de los países para alcanzar el desarrollo sostenible y se abrieron dos tratados multilaterales para la firma: uno sobre biodiversidad y otro sobre cambios climáticos que proponía metas para la reducción de la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, pero no fueron discutido plazos para la concreción de las metas.

A partir de entonces comenzaron a ocurrir las Conferencias de Partes; en 1995 la COP1 en Berlín; en 1996 la COP2 en Ginebra; y en 1997 fue realizada en Kyoto la COP3, donde se elaboró el protocolo de Kyoto. El protocolo de Kyoto solo comenzó a valer el 16 de febrero de 2005, cuando fue firmado por 141 países, ya que establecía que solo entraría en vigencia cuando por lo menos 55% de los países signatarios de la convención del clima, responsables por 55% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, ratificasen el acuerdo.

En el protocolo de Kyoto se establecían las primeras metas de reducción de gases contaminantes en el planeta, pero solamente 38 naciones industrializadas estarían sujetas a las metas, que variaban de un país a otro y significaba comprometerse en reducir hasta 2012 sus emisiones de dióxido de carbono en 5,2% (en media), en comparación con 1990. Estados Unidos nunca lo ratificó y se retiró de las negociaciones sobre el protocolo en 2001, alegando que su implementación perjudicaría la economía del país. Canadá hizo lo mismo en 2011.

El resultado del protocolo de Kyoto fue un fracaso, pues el balance hecho en 2012 constató que “las emisiones de los países industrializados cayeron 20% en relación con los niveles de 1990… En el mismo período, con todo, las emisiones globales aumentaron cerca de 38% (destacado nuestro). Tal resultado fue justificado por el hecho de que los países en desarrollo, como China y la India, que tuvieron en ese período una aceleración de la industrialización, no estaban entre los países sujetos a las metas.

Durante todo ese período las COPs continuaron ocurriendo y se mantuvieron las negociaciones alrededor de la propuesta de un nuevo acuerdo del clima aplicable a todos los países, considerando que participan de las Conferencias anuales los delegados gubernamentales representantes de los países signatarios de la Convención, que son los únicos que tienen el poder de voto y las deliberaciones son tomadas por consenso. Participantes integrantes de organizaciones no gubernamentales (ONGs), entre otros, lo hacen solo como observadores.

Así siendo, solamente en la COP21 de 2015 fue que se llegó al aún válido Acuerdo de París, actualmente con 195 países firmantes, y que entró en vigencia el 4 de noviembre de 2016, en el cual se estableció un objetivo de limitar el calentamiento global debajo de 2°C en este siglo, en relación con los niveles preindustruales, y hacer esfuerzos para limitarlo a 1,5°C.

En ese acuerdo, los países firmantes deberían crear sus Contribuciones Nacionales Determinadas (NDC, en la sigla en inglés), o sea, compromisos para colaborar con la meta global de reducción de emisiones. En lugar de obligatorias como en el protocolo de Kyoto cada país presentaría su compromiso de metas de acuerdo con las realidades nacionales y el acuerdo tendría validez indefinida. Para evaluación de las metas planteadas en el Acuerdo de París, cada cinco años los gobiernos deben comunicar, de forma voluntaria, el curso de sus metas y si ya estuvieren alcanzando las metas previstas, deben crear mecanismos para elevarlas, tornándolas más ambiciosas.

La COP26 será la vigésima sexta reunión, que debería haber ocurrido en 2020 pero fue postergada debido a la pandemia. Ocurrirá este año 2021 en Glasgow, Escocia, y ha generado mucha discusión, ya que pasaron cinco años desde la firma del Acuerdo de París y, como determina el documento, es hora de hacer un balance de lo que se hizo en los primeros cinco años de su vigencia.

Como una previa de la Conferencia, de acuerdo con informaciones vehiculadas en los medios, hasta finales de 2020 apenas 75 países firmantes del Acuerdo de París presentaron a la ONU sus Contribuciones Nacionalmente Determinadas, donde especifican las medidas y metas que serán adoptadas a corto, medio y largo plazo para disminuir las emisiones de gases. Eso significa menos de la mitad de los países signatarios, o sea, cerca de 38% solamente y, además de eso, las propuestas de metas y medidas no son nada animadoras. En la evaluación del secretario general de la ONU, António Guterres, en comunicado publicado el 26 de febrero de 2021: “Los gobiernos están lejos del nivel de ambición necesario para limitar los cambios climáticos a 1,5°C y cumplir los objetivos del Acuerdo de París”. Los planes de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero que las naciones mantienen llevan a un calentamiento de cerca de 3 grados.

La COP y sus encuentros preparatorios

Como se puede concluir de las informaciones hasta ahora, la COP26 ocurre en un contexto de agravamiento de la crisis climática. En agosto de este año 2021, el Panel Intergubernamental sobre Cambios Climáticos (IPCC, en la sigla en inglés) emitió un informe donde revela que la temperatura media del planeta puede exceder el límite de 1,5° Celsius hasta 2040, 2°C en 2060 , y hasta 2100, mantenido el nivel de emisiones actuales, llegaría a 2,7°. Ese informe, aliado a los eventos climáticos extremos, que vienen aumentando su frecuencia e intensidad, han obligado a los medios a colocar la COP26 entre las principales noticias.

El último 25 de octubre, faltando pocos días para inicio de la 26° Conferencia, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) publicó un boletín donde comunica que en 2020 la concentración de CO2 en la atmósfera alcanzó el pico de 413,2 ppm (parte por millón), lo que significa un aumento de 0,6% en relación con 2019 y de 149% comparado con el año 1750.

De acuerdo con la web oficial de la COP26, la Conferencia trabajará cuatro metas: asegurar la “Red Cero” carbono (neutralidad en carbono) hasta mediados del siglo y mantener la temperatura del planeta en 1,5 grados; adaptarse para proteger comunidades y hábitats naturales; movilizar recursos financieros; trabajar en conjunto para cumplir esas metas finalizando el Libro de Reglas de París (reglas detalladas que tornan el Acuerdo de París operativo) y acelerando la acción climática. Boris Johnson (primer ministro del Reino Unido) que tiene la presidencia de la COP26, resumió los cuatro objetivos principales como “carbón, autos, dinero y árboles”.

Antes de la COP26, ya ocurrieron encuentros preparatorios, uno de ellos reunió a 400 jóvenes activistas ambientales (dos de cada uno de los países de la ONU), del 28 al 30 de setiembre, en un foro llamado Youth4Climate Driving Ambition (“Juventud por el Clima: Estimulando la Ambición”), en Milán, organizado por el gobierno italiano y con la participación de especialistas. Y, enseguida, ocurrió la Cúpula Pre-COP26, que reunió a ministros del medio ambiente y de energía, representantes de los organismos de la ONU relacionados con el clima y también a representantes de la sociedad civil involucrados con el tema, del 30 de setiembre al 2 de octubre, también en Milán.

El documento final presentado por la Youth4Climate plantea propuestas relacionadas a los cuatro ejes de discusión que fueron definidos para el encuentro y se centran en reclamar la inclusión de los jóvenes en las decisiones, exigir, en la recuperación económica pos pandemia, una transición energética para 2030 con la utilización de energías renovables, empleos decentes, respeto a las poblaciones locales y financiamiento transparente para el clima. Que el sector privado establezca metas de emisiones cero y que la industria de combustibles fósiles sea cerrada hasta 2030. Además, también reclama de los gobiernos a que se comprometan con más inversiones en un sistema educativo que incorpore los cambios climáticos y a incentivar y permitir mayor participación de la población en la cuestión climática. El documento con todas las propuestas fue presentado en la abertura de la Pre-COP26, que tiene como objetivo hacer discusiones, entre un grupo selecto de países, de las principales propuestas para ser llevadas a la conferencia.

Las propuestas discutidas en esa Pre-cúpula fueron presentadas en una conferencia de prensa del ministro de la Transición Ecológica de Italia, Roberto Cingolani, y el presidente designado de la COP26, Alok Sharma (ministro del Gabinete de Gobierno del Reino Unido). Según las informaciones provistas, las propuestas se centraron en el abandono del carbón en 2030 para los Estados del G7 y en 2040 para los otros, la necesidad imperativa de permanecer debajo de 1,5° de aumento de temperatura, revisión nacional de las NDCs y destinar por lo menos U$S 100.000 millones para evitar la desigualdad social.

Además de los varios encuentros previos, también hay varios documentos dirigidos a la COP26 como, por ejemplo, el documento firmado por religiosos y científicos, organizado por el papa Francisco y entregado al presidente de la COP26, que pide para actuar “con urgencia y ofrecer respuestas eficaces a la crisis ecológica sin precedentes”.

Discursos, apelaciones y propuestas… ningún resultado

Greta Thunberg, la activista sueca que ganó notoriedad con el Fridays for Future, participó del Youth4Climate e hizo varias críticas a la postura de los gobernantes como que eventos como el Youth4Climate sirven solo para que los dirigentes políticos “finjan” que están dando atención a los jóvenes. También dijo que sobre la crisis climática, en los últimos 30 años, solo oímos palabras de los líderes mundiales… bla, bla, bla… y que las emisiones continúan aumentando.

El 30 de setiembre, como planificado, coincidieron los dos encuentros y la juventud entregó a los ministros un documento conclusivo del Youth4Climate. Algunas partes de los discursos de las autoridades presentes fueron los siguientes:

El primer ministro de Italia, Mario Draghi, dijo: “Esta generación, su generación, es la más amenazada por los cambios climáticos. Usted tiene razón en pedir responsabilidad, pedir cambio. La transición ecológica no es una elección, es una necesidad”. Roberto Cingolani, ministro de la Transición Ecológica de Italia, dijo: «Recibimos de Youth4Climate muchas contribuciones importantes. Vamos a tomar esas sugerencias de los jóvenes y llevarlas a la COP26. Esa será la primera respuesta a sus propuestas […]. Espero que el Youth4Climate en Milán sea el primero de una serie de eventos semejantes con los jóvenes. Y a continuación, dijo: “Las protestas de los jóvenes contra los cambios climáticos son útiles, pero necesitamos trabajar juntos para encontrar una solución…”; mientras, Boris Johnson dijo: “Los jóvenes en todo el mundo ya están pagando el precio por las acciones imprudentes de los mayores”.

El papa Francisco también se manifestó a través de un tweet, diciendo: ”Dar respuestas concretas al grave fenómeno de calentamiento global es un imperativo moral. La falta de acción tendrá efectos secundarios, especialmente entre los más pobres, que son también los más vulnerables”.

El ganador del premio Nobel de física (2021), Giorgio Parisi, presente en la Pre-COP declaró: “Lamentablemente, las acciones tomadas por los gobiernos no están a la altura de ese desafío y los resultados hasta ahora han sido extremadamente modestos […]. La humanidad debe hacer elecciones esenciales, debe combatir fuertemente los cambios climáticos. Durante décadas, la ciencia nos advirtió que el comportamiento humano estaba lanzando las bases para un aumento vertiginoso de la temperatura de nuestro planeta”.

En ese mismo evento, durante el discurso del primer ministro de Italia, algunos jóvenes acreditados para la conferencia Youth4Climate comenzaron a gritar: “El pueblo unido jamás será vencido”, y fueron inmediatamente apartados por la seguridad presente. Y del lado de afuera del centro de convenciones otros jóvenes también organizaron una protesta que igualmente fue reprimida por la policía italiana.

Es necesaria la organización y la lucha independiente de l@s trabajador@s y la juventud

Como se puede deducir del histórico de las Conferencias ambientales y sus resultados, y de los encuentros preparatorios para la COP26, esta será una reunión más de los representantes de los ricos del planeta para que una vez meas permanezca todo como está y la crisis climática siga agravándose. Mientras se hacen discursos y apelaciones, el propio presidente de la COP26 concluye que de acuerdo con los compromisos (NDCs) hechos por los países hasta el momento, en lugar de reducir hasta 2030 en 45% las emisiones de gases de efecto invernadero en relación con 2010, lo que ocurrirá, en nivel global, es un aumento de 16%.

Los discursos y la práctica de los poderosos no dejan dudas sobre que el objetivo es disimular la realidad y buscar cooptar a la juventud, que salió a las calles a protestar, buscando involucrarla en un engaño que la haga creer que está siendo oída. Y no solamente siendo oída sino que es responsable por ayudar a resolver el problema. No es una novedad, pues la clase dominante busca callar las voces de las calles hace mucho tiempo a través de esa práctica, como hace con los movimientos contra la opresión, como el de mujeres, LGBTI, y negros/as.

Se trata de involucrar a aquellos que comienzan a luchar y orientarlos hacia salidas institucionales, buscando convencerlos de que la cuestión ambiental es de responsabilidad de toda la población del planeta, de forma igualitaria, y de que es necesario entablar una lucha única y unificada entre todos/as para resolver el problema. Como parte de ese convencimiento, en general se ubica a los principales referentes de lucha en cargos en las organizaciones gubernamentales y gobiernos y se desencadena una fuerte campaña ideológica para el convencimiento de que es necesario que lleguen a cargos políticos (parlamentos, gobiernos, etc.), para que puedan cambiar la realidad.

Mientras tanto, aún es posible percibir alguna desconfianza y conciencia en el discurso de Greta Thunberg, cuando dice que precisamos de “soluciones radicales” y que “nuestros dirigentes, deliberadamente, no están actuando”, o en el discurso de la activista por el clima Vanessa Nakate, de Uganda, cuando dice que aquellos que menos tienen responsabilidad en las emisiones globales, como África, son los que más sufren las consecuencias. Pero es necesario que la juventud que lucha por la sobrevivencia del planeta y de las nuevas generaciones concluya que estamos en un mudo dividido en clase sociales, en el que los ricos, además de ser los responsables por el calentamiento del planeta, son aquellos que no garantizarán medidas para impedir el colapso, pues no quieren abrir mano de sus ganancias obtenidas con la destrucción del planeta. Y, por otro lado, que las consecuencias solamente recaerán en los pobres, pues son los pueblos indígenas, la población negra marginalizada, los inmigrantes, los/as trabajadores/as y la juventud pobre del planeta los que ya sufren con los eventos climáticos extremos, que no solo destruyen directamente sus pocos bienes, sino que está llevando a la destrucción de los recursos necesarios para tener alimentación, vivienda y todas las necesidades básicas para garantizar la vida. Además, sufriendo las pandemias, como la de Covid-19, que ya quitó la vida de casi cinco millones de personas en el mundo, en su gran mayoría pobres.

Por eso, solamente la lucha conjunta de la juventud y los/as trabajadores/as podrá garantizar una planeta en condiciones de vida para el futuro. También es necesario elaborar propuestas para resolver el caos en que los ricos están llevando al planeta; no obstante, para que esas medidas sean puestas en práctica será necesario que derrotemos a la clase que hoy domina y dirige este mismo planeta. Es una ilusión creer que los ricos resolverán esta cuestión, pues ellos son los que mantienen y usufructúan el sistema capitalista, verdadero responsable por la catástrofe ambiental.

Es preciso que la juventud y los/as trabajadores/as luchen por el fin de la explotación de una clase por otra, que solo permite a los ricos hacerse más ricos mientras los pobres son cada vez más pobres, y construyan una nueva sociedad que permita el fin de esa explotación y una relación ecológicamente equilibrada del ser humano con la naturaleza. Nosotros afirmamos que esa sociedad solo podrá construirse sobre bases socialistas y llamamos a la juventud y a los/as trabajadores/as a que vengan a luchar por la construcción de esa sociedad junto con nosotros.

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