Liev Davidovich Bronstein nació el 26 de octubre de 1879 en el pueblo ucraniano de Yanovka, Imperio ruso. Judío, hijo de campesinos medios, adhirió al marxismo a los 19 años y pasó a reunir a los obreros de la región en una organización político-sindical denominada “Unión Obrera del Sur de Rusia”.
Trotsky (seudónimo tomado de su carcelero en 1902) vivió tres largos exilios fuera de Rusia (1902-1905, 1907-1917 y 1927-1940), pero también participó de tres revoluciones (1905, febrero de 1917 y octubre de 1917). Fue dos veces presidente del soviet de Petrogrado (1905 y 1917). Trabajó como periodista en dos guerras: en los Balcanes, en 1910, y durante la Primera Guerra Mundial, en 1914. Miembro del Comité Militar Revolucionaria durante la insurrección de octubre de 1917, dirigió los operativos que llevaron los bolcheviques al poder. Después de la victoria de la insurrección, asumió el Comisariado del Pueblo para Asuntos Extranjeros y estuvo en la cabeza de las negociaciones de la paz con Alemania en 1918.
Formó y dirigió el Ejército Rojo, cuyo contingente llegó a cinco millones de hombres y mujeres, en 1920. Venció 14 ejércitos extranjeros durante la guerra civil. Después de 1921, se dedicó a las cuestiones económicas del joven estado obrero.
Inspiró, junto a Lenin, la formación de la III Internacional, redactando sus principales documentos y declaraciones. Tras la muerte de Lenin, trabó una batalla política contra la burocratización del estado soviético y la degeneración del Partido Bolchevique. Expulsado de la URSS, en 1927, por denunciar el curso anti-proletario de la fracción de Stalin, Trotsky recorrió el mundo durante 10 años en busca de asilo, hasta tener su pedido aceptado por el gobierno mexicano en 1937.
El hombre
Trotsky era de estatura mediana, tenía pelos negros y rizados, grandes ojos azules, voz metálica y habla rápida. Al discursar, gesticulaba rica y elegantemente. Trabajó con Lenin en Londres en el equipo de redacción del Iskra, el primer periódico bolchevique. Después de la ruptura entre bolcheviques y mencheviques, en 1903, se alejó de Lenin por varios años. Nunca fue, sin embargo, menchevique.
Tuvo cuatro hijos, de dos matrimonios. Todos murieron antes que él, dos de los cuales asesinados por el stalinismo. Conoció la más absoluta gloria y el más terrible fracaso. Nunca encaró, sin embargo, ni uno ni otro, desde un punto de vista personal. Para Trotsky, su suerte era la suerte del proletariado en lucha, sus glorias y fracasos eran las glorias y fracasos de la clase obrera mundial y, por lo tanto, de carácter esencialmente político.
En los tempestuosos días de octubre de 1917, en vísperas de la toma del poder, abordado por un periodista para que le diera una declaración en nombre de los bolcheviques, Trotsky respondió: “La única declaración posible en este momento es la que hacemos por la boca de nuestros cañones”, y siguió a pasos apresurados para la sed del Comité Militar Revolucionario. Así hablaba Trotsky. Y del mismo modo que hablaba, actuaba.
La obra
Trotsky era un hombre de acción, pero no de acción sin verdad. Para él, la actividad práctica revolucionaria era inseparable del estudio y del trabajo intelectual. A los 26 años, en base a la experiencia de la revolución de 1905, formuló la “Teoría de la Revolución Permanente”, en la que previa que, en la Rusia retrasada y semi-feudal, con una burguesía débil y vacilante, la revolución democrática contra el zarismo conduciría inevitablemente a la dictadura del proletariado. Doce años más tarde sus pronósticos se cumplirían de manera categórica.
Pero su trabajo teórico más importante es, sin duda, “La revolución traicionada”, de 1936. En este libro, en que Trotsky analiza el proceso de burocratización de la URSS y del Partido Bolchevique, sentencia: o la clase obrera soviética, bajo la dirección de un partido revolucionario, hace una revolución política, que saque de los soviets a la burocracia stalinista parasitaria, o el capitalismo será restaurado en Rusia. Cincuenta años después, la restauración del capitalismo en todos los países con economía planificada confirmó, de modo dramático, la previsión de Trotsky.
Trotsky posee una vasta obra sobre un infinidad de asuntos. Escribió sobre literatura, psicología, opresión de la mujer, moral y muchos otros temas. Analizó y nos dejó valiosas lecciones sobre cada uno de los procesos revolucionarios que presenció: la revolución alemana (1923), la revolución china (1927), la revolución española (1931-36) y el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Nos dejó también dos obras bellísimas de inestimable valor histórico y literario: “Historia de la revolución rusa” y “Mi vida”, su autobiografía.
El mayor legado
Para Trotsky, no obstante, su mayor hecho no fue la victoria de la Revolución de Octubre, ni la formación del ejército rojo o la construcción de la III Internacional, sino el hecho de haber dado la pelea por la continuidad de la tradición marxista mediante la fundación de la IV Internacional, en 1938. Trotsky solía decir que si él no estuviera presente en Petrogrado en octubre de 1917, Lenin aún así hubiera asegurado la victoria de la insurrección. Lo mismo habría pasado en la guerra civil y la III Internacional. Pero la construcción de la IV Internacional era una tarea que solo él podría cumplir, una vez que Lenin ya había muerto. Sin la construcción de una nueva Internacional, la tradición marxista y proletaria se perdería para siempre, producto de la degeneración de la III Internacional, ya controlada por el stalinismo.
Las duras condiciones en que la IV Internacional se construyó hacían su fundación aún más necesaria. El stalinismo había triunfado en la URSS y el nazismo había llegado al poder en Alemania. Era necesario formar una Internacional capaz de continuar, cuando las condiciones lo permitieran, la lucha de Marx, Engels, Lenin, Rosa y del propio Trotsky.
El asesinato
Después de ser golpeado en la cabeza con un piolet por Ramón Mercader, un agente de la GPU, la policía política stalinista, Trotsky aún luchó contra la muerte por 22 horas y murió el 21 de agosto de 1940. Miles comparecieron a su velatorio.
En el hospital, antes de perder definitivamente la consciencia, Trotsky pidió a su secretario que registrara su último mensaje: “Estoy próximo a la muerte por el golpe de un asesino político. Él me golpeó en mi sala, luché con él… nosotros entramos….él me golpeó…por favor, diga a nuestros amigos….tengo confiaza…en la victoria…de la IV Internacional….adelante!”
A los 75 años de su asesinato, las ideas de Trotsky permanecen vivas en la lucha y la organización de la clase trabajadora mundial. Trotsky murió. Viva Trotsky!
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