Reproducimos uno más de los artículos elaborado por nuestr@s compañer@s de la LIT-ci, siguiendo de cerca la situación de Afganistán:
El 7 de septiembre, el Talibán anunció un gobierno interno para Afganistán. Los 21 integrantes son dirigentes políticos y militares del Talibán, 90% de la etnia pashtun y sin la presencia de ninguna mujer o trabajador urbano o rural.
Representantes del Talibán ya habían anunciado que el nuevo régimen no sería una democracia liberal ni operaria, y sí una dictadura teocrática. Pero había una señal de que otras fuerzas políticas serían incluidas, lo que no ocurrió.
El motivo no está claro. Hay analistas que atribuyen esa formación 100% Talibán a la acomodación de disputas internas. Otros, la atribuyen a la política totalitaria con la que el Talibán gobernó durante cinco años el país, entre 1996 y 2001.
Países imperialistas criticaron esa formación pues esperaban la inclusión de dirigentes ligados a ellos, como el ex presidente Hamid Karzai, el representante del consejo de reconciliación nacional Abdullah Abdullah, y el propio Ahmad Massoud, señor de la guerra del valle de Panjshir (tomado por el Talibán el último 6 de setiembre). Pero las críticas se dirigieron principalmente a la ausencia de mujeres en el gobierno.
El régimen iraní también criticó la ausencia de afganos de la etnia Hazara, que son musulmanes de orientación chiita, la misma de su país, y que fueron perseguidos durante el primer gobierno del Talibán.
Reconocimiento internacional de hecho
Nada de eso impidió que los países imperialistas, la ONU, Rusia, todos los países vecinos (Pakistán, Irán, China, y tres ex repúblicas soviéticas), además de la India, Turquía, Catar, Emiratos Árabes estén relacionándose diplomáticamente con el Talibán, lo que implica el reconocimiento de hecho del nuevo régimen, aunque no haya aún un reconocimiento formal, de derecho.
Los mismos que hablaban de defender las libertades democráticas y parecían preocuparse con la opresión de las mujeres, ahora como buenos capitalistas no tienen problema en dejar de lado esos temas para privilegiar sus intereses geopolíticos.
El secretario de Estado norteamericano Antony Blinken resumió bien la cuestión cuando afirmó estar en contacto directo con el Talibán para garantizar tres objetivos: la salida libre de extranjer@s y afgan@s del país, la no instalación de bases de grupos “terroristas” en el país, y ayuda humanitaria frente a la crisis alimentaria y de salud que tiende a tornarse una catástrofe social a corto plazo.
El presidente Joe Biden enmendó afirmando que el eventual descongelamiento de fondos del Banco Central afgano (cerca de U$ 10.000 millones) además de U$ 440 millones de reservas de emergencia junto al FMI dependerán de las acciones del Talibán.
El nuevo ministro de Relaciones Exteriores de Afganistán, Amir Khan Muttaqi, reclamó de la posición americana: “Ayudamos a los Estados Unidos hasta la evacuación de la última persona, pero lamentablemente ellos, en lugar de agradecer, congelaron nuestros activos”. Y concluyó: “Los Estados Unidos son un gran país y entonces deberíamos pacientemente ayudarnos mutuamente”.
El secretario general de la ONU, el portugués António Gutterres, pidió a todos los países para donar ayuda humanitaria y relacionarse directamente con el Talibán, en el que fue seguido por la Unión Europea. El régimen francés no solo se comprometió a donar U$S 118 millones sino también se reunió con el Talibán en Doha, donde tiene asiento una representación del Talibán.
China ya había enviado U$S 31 millones en alimentos y medicamentos, además de un primera leva con 3 millones de dosis de vacuna contra el covid-19. El régimen chino cuenta con el Talibán para impedir que grupos por los derechos de los Uigures, una nacionalidad túrquica y musulmana que sufre un proceso de limpieza étnica en la provincia de Xinjiang, operen a partir de Afganistán. Además, China tiene interés en integrar a Afganistán en la “nueva ruta de la seda” (Belt and Road Initiative – BRI en inglés) y en explorar reservas minerales, particularmente de litio. Un representante del Talibán afirmó que la “inversión extranjera beneficiará al país”.
El régimen ruso promueve el 16 de septiembre en Dushanbe, Tayikistán, dos importante reuniones diplomáticas: la primera es de la Organización de Cooperación de Shanghái (CSO) que une a Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Uzbekistán y Tayikistán, la India y Pakistán, además del propio Afganistán que tiene el estatus de observador. La segunda es la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (CSTO) que reunirá a los presidentes de Tayikistán, Kazajistán, Kirguistán, Belarus, Rusia y el primero ministro de Armenia.
El objetivo de ambas reuniones es el reconocimiento diplomático, las relaciones bilaterales y la cooperación con el régimen del Talibán. Ellos quieren que el Talibán se comprometa a no albergar ni auxiliar a grupos opositores de los países vecinos (uno de los nuevos ministros, Fazel Mazloom, tuvo relaciones con el grupo opositor Movimiento Islámico de Uzbekistán). A cambio, el régimen de Tayikistán cesaría su apoyo a grupos de la etnia tajik que hacen oposición al Talibán.
Estas reuniones fueron antecedidas por ejercicios militares conjuntos en Kirguistán, la semana anterior. El ministro de Relaciones Exteriores ruso explicitó que Rusia aún tiene como objetivo impedir que los Estados Unidos establezcan acuerdos con las ex repúblicas soviéticas para el establecimiento de bases militares.
El embajador indiano Deepak Mittal se reunió con Sher Mohammad Abbas Stanekzai, el jefe de la oficina política del Talibán en Catar, el 31 de agosto. Fuerte aliado del antiguo régimen títere afgano, el régimen indiano está muy preocupado con la posibilidad de que el Talibán sirva como punto de apoyo para grupos que luchan por la independencia de Cachemira. Además, el régimen indiano y las empresas del país invirtieron U$S 3.000 millones durante los 20 años de ocupación. El Talibán señaló positivamente para las cuestiones planteadas. Anteriormente, el Talibán ya había pedido al régimen indiano que no cerrarse su embajada en el país.
El 8 de septiembre, los ministros de Relaciones Exteriores del Pakistán, Irán, China, Uzbekistán, Tayikistán y Turkmenistán se reunieron virtualmente. La principal cuestión fue la seguridad regional y el esfuerzo para impedir que grupos “terroristas” se instalen en suelo afgano para intervenir en los países vecinos. Otro tema fue la cuestión de refugiados.
Por fin, Catar y los Emiratos Árabes están en contacto permanente con el Talibán. La Catar Airways ya efectuó diversos vuelos para Kabul y trabaja junto con los turcos para normalizar el funcionamiento del aeropuerto de Kabul, que ya recibió vuelos del Pakistán y de Tayikistán.
Paz con el orden mundial capitalista y guerra contra el pueblo trabajador
Mientras flirtea con el orden mundial, el Talibán, y ahora su gobierno interino, señalan que no aceptarán cualquier disidencia en el país.
El 10 de septiembre, la portavoz de derechos humanos de la ONU, Ravina Shamdasani, denunció que la respuesta del Talibán a las protestas pacíficas, la mayoría de ellas de mujeres, se tornaron cada vez más violentas con el uso de tiros al aire, casetes y latigazos, y que cuatro manifestantes fueron muertos. Ravina agregó que manifestantes fueron procurados de casa en casa y que periodistas fueron golpeados.
Posteriormente, el gobierno interino prohibió protestas sin autorización previa del régimen.
Las mujeres tienen razón en protestar. El gobierno interino anunció que las mujeres no pueden practicar deportes pero podrán estudiar desde que sea separadas de los estudiantes hombres, con el uso obligatorio del velo y un nuevo currículo. Lo mismo vale para el trabajo. En la práctica, esta decisión ya impedirá a gran parte de las mujeres trabajar y estudiar. En cuanto a las prácticas bárbaras, como el apedreamiento o ahorcamiento de mujeres acusadas de adulterio, azotes en público y el pago de la dote prematrimonial, el gobierno interino aún no tomó posición.
Otro sector que salió a las calles fueron los tres mil habitantes desalojados en Herat el 14 de septiembre. Ellos recibieron órdenes de desalojo para cumplir en tres días. La mayoría son familiares de militares y policías.
La clase trabajadora afgana y los campesinos y campesinas tendrán grandes desafíos por delante.
Por un lado, la crisis humanitaria con falta de alimentos y suplementos médicos debido a la sequía y el colapso económico, además de millares de refugiad@s en las ciudades sin condiciones adecuadas de vivienda. Hoy un tercio de la población vive con menos de U$S 2 por día, y este número puede explotar aún en este mes si la ayuda humanitaria de U$S 1.100 millones de la ONU no llega o no es distribuida.
Por otro lado, están las cuestiones relativas a los derechos de las mujeres y a las libertades democráticas que no están garantizadas por el gobierno interino.
Otra cuestión estratégica es la posesión de la tierra. El Talibán nunca defendió una reforma agraria, única forma de poner fin a la pobreza en el campo y de garantizar los alimentos para las ciudades.
La nominación para el gobierno interino de líderes del Talibán que se asociaron a la producción, procesamiento y explotación del opio y la heroína apunta al mantenimiento del país como principal productor mundial. En su primer gobierno, el Talibán prohibió la plantación de amapola, lo que no se repetirá en este momento.