Cada vez que en Cuba se mueve una mariposa, el mundo se pone patas para arriba. Salen todos los gusanos de sus madrigueras a gritar como energúmenos, «cubalibre» (para las Ayusos y Abascales debe ser el colmo de la libertad, que los bares madrileños puedan vender libremente «cubaslibres» en el Malecón de la Habana), abajo la dictadura de los Castro, etc.

Desde todas las cancillerías del imperialismo euro norteamericano, con matices entre los dos lados del Atlántico, porque los «euros» han hecho muy buenos negocios en la isla gracias al bloqueo norteamericano, se le «pide» o «exige» que el régimen se abra a la “democracia” capitalista… para que tras ella entre el capitalismo.

Le «piden» y «exigen» al régimen cubano lo que no hacen ni de lejos a Arabia Saudí, a Israel con los palestinos, a Colombia y sus «falsos positivos», a Marruecos, etc. Es obvio, como dirían los propios yankis, «estos son nuestros hdp» mientras que Cuba, de aquella manera, mantiene cierta independencia. Por lo que es obvio lo que pretenden, que Cuba pase a ser parte de ese «nuestros hpd».

Pero esto no es mitología, es política imperialista clara y sin ambages. Para la clase obrera mundial el problema no está sólo en saber lo que hace el imperialismo yanki, atacar a los pueblos para saquearlos y debilitar a sus competidores, porque dejaría de serlo si no lo hiciera; por este orden los principales socios comerciales de Cuba son: Venezuela, China, España, Canadá, Holanda, Brasil, México, Estados Unidos, Italia y Francia.

Para la clase obrera mundial y la causa del socialismo el problema está en que un estado capitalista como el cubano, abierto de par en par a la inversión extranjera, actualmente en la isla hay operando 280 compañías extranjeras de unos 40 países, y a la explotación capitalista -recordemos que desde hace varios años es legal el trabajo asalariado privado en la isla-, habla en nombre de la revolución y el socialismo. Ese y no otro es el motivo de la importancia de Cuba en el mundo, es la oportunidad del imperialismo capitalista de acabar con la mitología de la “revolución” y el “socialismo”.

Para defenderse en esta contradicción, los defensores de la Cuba castrista no se basan en el método leninista de «análisis concreto de la realidad concreta»; sino en la mitología y los símbolos. Como la cúpula cubana habla en términos de «independencia nacional», de «defender la revolución», de «antiimperialismo», de «construcción del socialismo», esos sectores cierran filas en el “conmigo o contra mí”, se quedan en las palabras y no profundizan en lo que hoy sucede en realidad con Cuba.

Es cierto que la revolución cubana fue todo un hito latinoamericano y mundial -fue la primera revolución que expropió al capitalismo en América Latina, a escasos 100 km de los EEUU-. Es cierto que los EEUU hicieron con Cuba lo que los imperialistas hicieron con todas las revoluciones triunfantes desde la Rusa del 17 hasta la vietnamita en 1975, atacarlas y aislarlas para intentar ahogarlas militar y económicamente. Es cierto que la expropiación del capitalismo en Cuba -esta es una diferencia cualitativa con la Venezuela de Chávez, donde esto no se hizo- supuso una conquista histórica cuya inercia todavía se mantiene en educación y sanidad.

Todo esto es cierto, pero también lo es que incluso estos dos rubros, educación y sanidad, también están tocados por la restauración del capitalismo y, profundizando, por la forma en la que esa revolución se desarrolló, que no se defienden con palabras altisonantes, ni recurriendo a la “mitología” revolucionaria de Sierra Maestra, Fidel Castro y el Che, sino con políticas revolucionarias.

En Cuba hubo una encrucijada clave que la marcará, y tal y como se desarrollaron los acontecimientos, favoreció el camino de la restauración del capitalismo y la situación actual, cuando se produce un debate interno que conducirá a una mayor dependencia de Cuba de la URSS y al mantenimiento del monocultivo industrial alrededor del azúcar.

El 26 de marzo de 1965, poco antes de su salida de Cuba, el Che dirigió a Fidel una carta de balance de la revolución cubana, donde exponía cuatro puntos: Errores en la Política Económica, El Sistema de Financiamiento Presupuestario, La Función del Partido, y Recomendaciones Generales.

Por las consecuencias políticas actuales, el punto central es los “errores en la política económica”, pues determinaron un tipo de desarrollo e industrialización del país que el bloqueo norteamericano y el hundimiento de la URSS han puesto en evidencia.

Dice el Che en la mencionada carta:

“Al empezar todos nosotros el aprendizaje de esta marcha hacia el comunismo, establecimos, con la ayuda de los checos, la Junta Central de Planificación [Juceplan]. Creo que está claro para todos que la planificación es una categoría implícita al socialismo y también a este período de transición que estamos viviendo. Lo malo es que, hasta ahora, no hemos podido organizar una planificación que sea realmente un canal conductor y no una válvula loca que a veces deja pasar libremente los gases y otras se cierra herméticamente poniendo en peligro de explotar la caldera”.

Después de un repaso a los proyectos industriales que el gobierno levanta, concluye:

“Insisto en que aun cuando se haga una división de todos estos errores en más o menos graves, más o menos fatales, lo fundamental está dado por la política de bandazos y la política de bandazos está dada por el tratamiento superficial por un lado y subjetivo por otro, de todos los problemas de la economía. Sin embargo, la economía ha demostrado que tiene una serie de leyes y que violentarlas cuesta muy caro”.

(…)

A todo esto hay que agregar los errores de la Junta Central de Planificación. Como ya dijimos, el error primero ha consistido en copiar de los checos su sistema organizativo (ellos hoy lo han desechado, pero a nosotros eso no nos debe preocupar, porque lo han desechado por uno mucho peor y claramente capitalista, pero sí el hecho de que se consideraba la posibilidad de control extremo de toda una serie de índices que la organización cubana no estaba en posibilidades de hacer).”

Disculpar la extensión de las citas, pero la carta no tiene desperdicio para los que defienden la “mitología” oficial de la izquierda alrededor de la revolución cubana. El Che, ya en 1965, veía que el camino adoptado por la burocracia checoeslovaca era “claramente capitalista”. Por ello, lo mejor es leer la carta al completo donde el Che pone al desnudo muchos de los debates claves en la lucha por el socialismo.