La independencia de Grecia vino de la mano de la derrota del Imperio Otomano en 1828 a manos de los ejércitos británico, francés y ruso. Su constitución como estado independiente fue formalizada en 1831 en el Protocolo de Londres, en el que las potencias europeas impusieron como rey al germánico Otón I. El período posterior vino marcado por una sucesión de disputas entre distintos sectores de la burguesía griega, asociados a una u otra potencia europea. En la I Guerra Mundial hubo dos gobiernos: uno pro-alemán, en torno al rey, en Atenas y otro, pro-británico, en Salónica.
Los años que siguieron a la I Guerra Mundial y a la humillante derrota del ejército griego (1924) en su intento de conquistar las ciudades griegas de Asia Menor (Turquía), terminaron con el golpe de estado del general Metaxas (1935) que, bajo la protección del imperio británico, impuso una sangrienta dictadura fascista y restauró la Monarquía.
La ocupación nazi
La dictadura de Metaxas duró hasta la II Guerra Mundial, con la invasión de las fuerzas del Eje en 1940. Bajo la ocupación nazi Grecia fue devastada, saqueada y sometida a las mayores atrocidades. Obligada a suscribir un préstamo para financiar la ocupación nazi y con su producción industrial y agrícola requisada, Grecia sufrió una gran hambruna que entre 1941-42 provocó 300.000 muertos.
En respuesta a la ocupación alemana, diversas organizaciones de izquierda fundaron el Frente de Liberación Nacional (EAM) y el Ejército Popular de Liberación (ELAS). El Partido Comunista de Grecia (KKE), que era un partido supeditado a Stalin, se integró más tarde en estos organismos y, a partir de la ruptura del pacto Hitler-Stalin y la invasión nazi de la URSS, pasó a controlarlos. En Grecia hubo dos gobiernos enfrentados a los nazis: el gobierno monárquico de la burguesía pro-británica en el exilio, con base en Egipto, y el gobierno clandestino de la Resistencia, establecido en las montañas y apoyado en el EAM y el ELAS. La clase obrera y el pueblo griegos fueron un ejemplo de combatividad y heroísmo. Como ejemplo, la huelga general por la que consiguieron que Grecia fuera el único país ocupado que no envió trabajadores forzados a las fábricas alemanas.
La guerra civil griega
A pesar de que el KKE rechazaba que la lucha tuviera nada que ver con la «liberación social» e insistía en que sólo se trataba de la «liberación nacional» y que ésta debía hacerse «junto a nuestros grandes Aliados», la incorporación masiva de los trabajadores y campesinos pobres unió la liberación nacional y social en una sola lucha. La derrota de los nazis en el campo era también la victoria de los campesinos sobre los terratenientes y lo mismo ocurría cuando los obreros se hacían con el control del cinturón rojo de Atenas. Es por ello que el gobierno monárquico griego, bajo dirección británica, organizó la entrada de tropas reaccionarias en Grecia, no para luchar contra los nazis sino contra el ELAS. Del mismo modo, disolvió, reprimió y encerró en campos de concentración al ejército griego que se había reagrupado en Egipto y quería «combatir al fascismo», negándose a ser dirigido por oficiales fascistas de Metaxas.
En 1944 los nazis habían sido derrotados y el ELAS, con 50.000 partisanos armados, era en todas partes el verdadero poder. Pero Stalin, en su reparto de las zonas de influencia con americanos y británicos, dejó a Churchill las manos libres en Grecia. Este, con el acuerdo de Stalin, organizó la entrega del poder al gobierno de Papandreu, al que los británicos habían traído del exilio con sus tropas. Después de refunfuñar, el KKE aceptó las órdenes de Stalin y accedió a entrar en dicho gobierno.
Bajo las órdenes británicas, el gobierno Papandreu se lanzó a desarmar el ELAS mientras conservaba intactos los batallones de los colaboracionistas. El ELAS se negó a entregar las armas y el 3 de diciembre de 1944 la población se rebeló en masa, la policía disparó a matar y se inició la «batalla de Atenas» (33 días). Churchill en persona se desplazó a Grecia para dirigir las operaciones e impedir lo que él llamaba “la victoria del trotskismo abierto y triunfante”. Derrotado el ELAS, el gobierno títere tomó el control de las principales ciudades. Pero la resistencia se desplaza al campo.
En febrero de 1945 Stalin impone al EAM/ELAS la firma del Acuerdo de Varkitsa, que reconoce el referéndum fraudulento y la monarquía y prescribe el desarme militar, aunque la resistencia se mantuvo en la montaña. El pueblo griego lo pagó muy caro, pues los miembros y simpatizantes del EAM y el ELAS fueron presa del «terror blanco». La derrota política y militar en la guerra civil dio lugar a un régimen de abierta persecución.
A partir de 1947, ya en plena “guerra fría”, los británicos, con el imperio colonial maltrecho y alborotado, traspasaron su responsabilidad a los norteamericanos, que dirigieron y financiaron la reconstrucción del ejército griego, que pasó de 20.000 a 150.000 soldados. En 1952 incorporaron Grecia a la OTAN.
Un país sometido y dependiente
Grecia, convertida en una semicolonia privilegiada, fue también agraciada con el Plan Marshall, que nunca alcanzó a cambiar la estructura productiva del país marcada por un gran predominio agrícola y el retraso de su industria. La «edad de oro» del capitalismo griego fue en los años 60, cuando se dio un desarrollo de la manufactura, mientras se mantenía la represión de los derechos laborales y políticos. En los 60 se inicia también un proceso de movilizaciones obreras y de cambio gradual hacia un régimen parlamentario, que duró muy poco debido al golpe de los coroneles en 1967, que dio lugar a una nueva dictadura militar.
La burguesía griega aprovechó la dictadura para disfrutar de altas tasas de ganancia durante el «boom» económico internacional, con una industria de bajo nivel tecnológico volcada al consumo interno y una marina mercante asociada al transporte internacional de crudo. El fin de la dictadura coincidió con el agotamiento del «boom». Entonces, el gobierno de «Nueva Democracia» (ND) negoció la entrada a la CEE (antesala de la actual Unión Europea) como una tabla de salvación para la burguesía griega. El PASOK firmó la adhesión en 1981.
Pero la entrada en la UE significaba entregar el débil y maltrecho tejido industrial griego, basado en la pequeña empresa, a la competencia de los grandes oligopolios de las grandes potencias europeas. Solamente en la minería fueron cerrados 132.000 puestos de trabajo entre 1981-2005. No sólo hubo desindustrialización. También los agricultores griegos se han visto degradados. Son el 3º productor mundial de aceite de oliva, pero exportan el 60% de su producción a Italia que la envasa y se queda con el 50% del precio de venta.
En los 80, la lucha obrera arrancó conquistas salariales, laborales y sociales importantes, con décadas de retraso respecto a los países del centro y del norte. Estas conquistas se acompañaron de grandes concesiones fiscales a los empresarios, que apenas pagaban impuestos, para evitar que decayeran sus ganancias. El segundo gobierno del PASOK, en 1985, quiso contrarrestar la crisis con un programa de austeridad que neutralizara las conquistas de los trabajadores. En 1990 ND regresó al gobierno y mediante fondos europeos, gastos en infraestructura y especialización en turismo, parecía que superaba la crisis, pero en realidad preparaba la posterior explosión. Tales inversiones profundizaban la dependencia griega. En realidad, se apoyaban en préstamos que venían del superávit comercial alemán (y francés), que era cada vez mayor conforme mayor era la desindustrialización del país. La entrada en el Euro llevó este proceso de desindustrialización, endeudamiento y sumisión a un extremo en que llegó lo inevitable: el brutal estallido de la deuda griega.