Este es el primer artículo de la serie “Crisis y degeneración del PT”, lanzada en la edición n.° 495 del periódico Opinión Socialista. El objetivo es ofrecer a nuestro lector un análisis sobre la historia y los orígenes de la bancarrota del proyecto petista.

En junio de este año, el Partido de los Trabajadores (PT) realiza su Congreso en medio de una profunda crisis. Al conmemorar 35 años de su fundación, el PT ve al gobierno Dilma alcanzar el más alto índice de desprestigio después de aplicar un ajuste fiscal contra los trabajadores.

La crisis de gobierno y el involucramiento de los dirigentes partidarios en enormes denuncias de corrupción en la Petrobras alcanza duramente al partido. Millones de trabajadores se sienten engañados por las promesas del PT, decepcionados, traicionados, y se alejan de la organización. La derecha gana confianza y hasta incluso sectores que defienden la vuelta de los militares salen a las calles para disputar la insatisfacción popular.

El PT actual no es siquiera una caricatura del partido que generó una gran expectativa en millares de militantes: la de que era posible construir un verdadero partido de los trabajadores, defensor de los explotados y oprimidos, que combatiese la corrupción y fuese capaz de liderar un cambio social profundo en el país.

Esa esperanza se fue. No se trata, por lo tanto, de una crisis circunstancial, pasajera. Es la crisis de un proyecto político, de una estrategia de gobierno, de un programa, de una política de alianzas, de un modelo de partido. Frente a una conmoción de tamaña proporción es preciso buscar las explicaciones más profundas para la degeneración del PT.

El PT fue adaptándose a la política burguesa y terminó aplicando los mismos métodos que decía combatir. Eso es parte de la verdad. Pero, ¿por qué se adaptaron? ¿Por qué se corrompieron? ¿Por qué no hubo resistencia de sectores dirigentes? ¿Cuál fue la lógica política y la ideología que sustentaron ese camino?

La respuesta a esas y otras preguntas es decisiva para el futuro de la clase trabajadora en el Brasil. La etapa abierta con la fundación del PT y de la CUT en el comienzo de los años de 1980 llegó a un callejón sin salida. Es preciso encontrar una nueva estrategia y un nuevo camino que retome la lucha histórica de los trabajadores y de los oprimidos de este país. La serie de artículos que comienza en este número de Opinión Socialista se propone abrir este debate.

El proyecto estratégico del PT

La estrategia que orientó la política de los gobiernos del PT en estos 13 años no nació de hoy ni fue fruto de una traición. Fue fruto de un proyecto que comenzó a ser elaborado mucho antes.

Es verdad que en su fundación y en los primeros años de su existencia, el PT se decía un partido que defendía los derechos de los trabajadores y demás sectores explotados, luchaba contra la dictadura militar y contra el imperialismo (defendía, por ejemplo, la ruptura con el FMI y la moratoria de la deuda externa) y se autodenominaba, genéricamente, socialista. La contradicción es que su dirección, encabezada por Lula, procuraba desde el inicio imponer una concepción de alianza con partidos burgueses para gobernar.

La caída del estalinismo

A partir de 1989, con la derrota de Lula ante Fernando Collor y con la nueva situación creada a partir de [la caída de] los regímenes estalinistas en el Este europeo y en la Unión Soviética (URSS), esa concepción estratégica se impuso plenamente. ¿En qué consistía?

Para la dirección del PT, el diagnóstico de la situación mundial era claro. Afirmaba que la caída de la URSS y de los demás regímenes estalinistas significaba que el socialismo había fracasado. Que, por lo tanto, el capitalismo había demostrado ser un régimen fuerte y poderoso, incuestionable. En este marco, el socialismo era una utopía inalcanzable. Los trabajadores deberían abrir mano del objetivo de tomar el poder y formar su propio gobierno.

La única estrategia posible sería llegar al gobierno por medio de elecciones y alianzas con sectores burgueses “progresistas”. Esa política se materializó en la elección de Lula que tuvo como vice a José Alencar, el mayor empresario textil del país, y, después, en las alianzas con partidos de derecha, como el PMDB, el PTB y hasta el PP, para gobernar.

Esa estrategia obligó al partido a defender el sistema capitalista y el régimen político antidemocrático que existe en el país, esto es, la Constitución actual, el Estado de Derecho y sus instituciones como el Judicial, el Legislativo y, principalmente, las Fuerzas Armadas, que defienden claramente a las clases explotadoras.

Supuestamente, esas alianzas estarían justificadas para que un gobierno del PT pudiese realizar reformas que mejorasen la situación de los trabajadores y disminuyesen la desigualdad social por medio de una mejor distribución de la renta, sacando a un sector de la población brasileña de la miseria absoluta.

El mito del “emprendimiento”

El PT y sus gobiernos inculcaron entre los trabajadores la idea de que sería posible un ascenso social duradero a través de políticas distributivas. Entre ellas estaban las políticas sociales compensatorias como la Bolsa Família. De otro lado, estaba el acceso al crédito para facilitar el consumo, la educación superior privada (ProUni – Universidad para Todos, que otorga bolsa de estudio, integrales o parciales) y el empreendedorismo (emprendimiento) individual de los pequeños negocios. Con eso, se creó el mito de que estaría surgiendo una nueva clase media.

Pero no se puede gobernar dentro del capitalismo sin privilegiar a los dueños del capital, o sea, a las multinacionales, los bancos, las grandes industrias, el agro-negocio y las contratistas. En el gobierno, el PT hizo eso de diferentes maneras: manteniendo las altas tasas de interés que favorecieron a los bancos; aprobando exenciones fiscales a sectores empresariales como el automovilístico; con las privatizaciones disfrazadas bajo la forma de concesiones, etc. Además, el BNDES [Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social] actuó como instrumento del fortalecimiento de grandes grupos nacionales; las contratistas fueron enormemente favorecidas con las obras de infraestructura y de la Petrobras, y los grandes grupos privados del sector educativo fueron beneficiados con el ProUni y otros programas.

Relaciones internacionales

En relación con el lugar del Brasil en el mundo, la dirección del PT sembró ilusiones de que el país podía llegar a ser una nación capitalista desarrollada, una gran potencia, un país soberano e independiente sin romper con el imperialismo y sus organismos y tratados. Por el contrario, en buenas relaciones y en acuerdo con los Estados Unidos.

La Carta a los Brasileños, publicada por Lula antes de las elecciones de 2002, en la que él se comprometía a respetar los acuerdos firmados por el país (léase: pagar la deuda externa e interna a los banqueros nacionales e internacionales y respetar la propiedad capitalista), fue la manifestación más clara del compromiso del PT con el capital financiero nacional e internacional.

Cooptación de las centrales sindicales

Para levar a cabo este proyecto era esencial para el PT no solo el apoyo de los sindicatos y de los movimientos sociales al gobierno sino también su actuación para impedir posibles movilizaciones. Para eso, utilizó varias medidas de cooptación: ganar a los activistas para priorizar las elecciones; tener como objetivo la elección de parlamentarios; integrar sindicalistas a los cargos de confianza y en puestos clave del gobierno; el control por los sindicatos de los fondos de pensión, como la Previ (Caja de Previsión de los empleados del Banco de Brasil) y la Funcef (Fondos de Pensión de los empleados de la Caja Económica Federal); destinar parte del impuesto sindical para las Centrales Sindicales, etc. Con eso, las principales centrales y gran parte de los movimientos sociales pasaron a ser meros instrumentos de desmovilización de los trabajadores y de defensa del gobierno.

Gestores de la crisis del capitalismo

El discurso de la dirección del PT procura aparentar una mezcla de reformismo (de que es posible reformas dentro del capitalismo) con el antiguo discurso burgués nacional-desarrollista. Pero, ¿por qué ese discurso no surte más efecto y es repudiado como hipócrita por millones de trabajadores?

Porque la realidad habla más que miles de palabras. La práctica del gobierno del PT es opuesta a su discurso. El gobierno ha sido el principal agente del imperialismo y de la burguesía para hacer el ajuste económico, que no es nada más que obligar a los trabajadores a pagar por la crisis. Para eso, el gobierno Dilma encabeza el ataque a los derechos sociales como el seguro de desempleo; aumenta la tarifa de luz y los combustibles; y pone como ministro de Hacienda al banquero Joaquim Levy, para negociar el PL [Proyecto de Ley] de las tercerizaciones [PL 4330] en el Congreso.

En el gobierno de un Estado capitalista el PT no puede huir de la lógica de un gerente de negocios del capital. Cuando llegan las crisis se produce, inevitablemente, una reducción de la renta nacional. La burguesía procura aumentar la explotación y destruye las políticas de distribución de renta anteriores. En el plano internacional, el imperialismo aumenta la explotación de los países dependientes para intentar superar la crisis económica mundial. El gerente obedece las órdenes del patrón. El PT cumple las determinaciones de los verdaderos dueños del poder de Estado, defiende el capitalismo y ataca a los trabajadores. Esa es la esencia de la crisis actual del gobierno.

Corrupción

El involucramiento del PT en los grandes esquemas de corrupción y en la formación de los cárteles de grandes obras y servicios, además de la obvia corrupción de sus dirigentes, obedece a la misma lógica. La corrupción es un instrumento al servicio de la acumulación capitalista burguesa, basada en el saqueo del Estado. En todos los países capitalistas, en el Brasil tal vez de forma exacerbada, la corrupción y el robo hacen parte del juego democrático. Al colocarse al frente del Estado burgués capitalista, la dirección del PT pasó a reproducir los métodos burgueses de gestión pública.

Una alternativa al PT

La conclusión es evidente: el proyecto del PT falló y entró en crisis junto con el partido. Es preciso que surja una nueva alternativa partidaria que represente los intereses históricos de la clase trabajadora. Están abiertas las condiciones para que esa alternativa se desarrolle.

No obstante, no es ninguna solución el surgimiento de nuevos partidos de izquierda que repitan y privilegien la misma estrategia del PT. ¿Qué tipo de partido, programa y organización de clase necesitamos? Comenzar este debate para construir un fuerte partido socialista de los trabajadores será una tarea de millares de activistas del movimiento sindical y popular. Esta serie de artículos es nuestra modesta contribución a esta discusión.

Traducción: Natalia Estrada.