Se termina un año que fue marcado por las consecuencias de la pandemia de Covid-19 y su impacto sobre la dinámica de la economía y de la lucha de clases mundiales. ¿Cuál es el balance y cuáles son las perspectivas?

Este año que ahora está terminando comenzó con una continuidad de dos procesos combinados, que ya venían del año anterior. El primero era una dinámica recesiva y descendente de la economía mundial. El segundo, una oleada de procesos revolucionarios y de rebeliones de masas recorría el mundo, y se manifestaba con mucha fuerza en Latinoamérica, con un lugar destacado para Chile. En ese marco, en febrero de 2020, ya era evidente la expansión acelerada de la pandemia de Covid-19, cuyo brote inicial se había dado en una ciudad de China, dos meses antes.

La vida cotidiana pareció transformarse en una película de ciencia ficción, al estilo de Mad Max o Los 12 monos: miedo al contacto con otras personas, mascarillas faciales para no contagiarse, encierro obligatorio y separación de familias y amigos, desabastecimiento de productos que pasaron a ser esenciales, como el alcohol en gel… Los habituales titulares de los diarios fueron reemplazados por los números de los contagiados y muertos diarios. La dura realidad de la clase trabajadora y el pueblo se tornaba aún más dura.

Asustados ante el monstruo omnipresente que habían dejado diseminar, el capitalismo imperialista y los gobiernos burgueses adoptaron diversas medidas restrictivas a la circulación de personas. Estas medidas resultaron insuficientes para parar la pandemia (a veces siquiera para frenarla un poco) porque no eran parte de una emergencia sanitaria ni de una verdadera estrategia de combate a la misma.

Tal como lo hemos denunciado en diversos artículos, fue un combate “con una mano atada”: sistemas de salud deteriorados por décadas, falta de inversiones necesarias para realizar testes masivos, millones de trabajadores obligados a tener que concurrir a sus trabajos (fueran realmente esenciales o no), “vista gorda” frente al incumplimiento de las medidas sanitarias por parte de las empresas… Al mismo tiempo, con la excusa de hacer cumplir el aislamiento obligatorio, montaban operativos represivos contra los trabajadores y el pueblo mientras “los ricos y famosos” tenían, en los hechos, “carta libre”.

Otros gobiernos, directamente se “ataron las dos manos” con una criminal política negacionista sobre la gravedad de la situación y su dinámica. Fue el caso de Donald Trump en los Estados Unidos y de Jair Bolsonaro en el Brasil, que expresaron, en frases similares: “Nada para por la gripe”.
El derrumbe de la economía y los ataques a la clase trabajadora
Las medidas restrictivas (aunque fueron insuficientes para derrotar la pandemia) potenciaron al máximo la dinámica recesiva de la economía mundial que ya venía desde 2019 y provocaron un verdadero derrumbe, con cifras de retroceso en el PIB mundial que no se veían desde la crisis de 1929.

Como siempre sucede en estas crisis, este derrumbe recayó sobre las espaldas de la clase trabajadora y el pueblo, a través de durísimos ataques y con sus consabidas consecuencias: despidos masivos, rebajas salariales y eliminación compulsiva de conquistas, fortísimo aumento de la pobreza, la miseria y el hambre…

Pero los capitalistas no solo descargaban el costo de la crisis sino que también aprovechaban para avanzar en planes más estratégicos de reestructuración productiva y de consolidación de un descenso del nivel de vida de las masas.

Mientras aumentaba el sufrimiento de la clase trabajadora, los sectores más concentrados del capitalismo imperialista y de otros países obtenían fabulosas ganancias, y los burgueses más ricos del mundo acumulaban diariamente cantidades obscenas, como Jeff Bezos (dueño de Amazon).
La “nueva normalidad”
Sin embargo, si estos sectores minoritarios lucraban más que nunca en medio del desastre, la burguesía en su conjunto veía disminuir sus ganancias. Por eso, a partir de junio/julio comenzaron a impulsar la criminal política de la “nueva normalidad”. Es decir, la reapertura cada vez mayor de las actividades económicas y la eliminación progresiva de las restricciones y de los testes masivos.

Esta política de la “nueva normalidad” mostró el verdadero rostro del capitalismo: la salud y la vida de la clase trabajadora importaban menos que la recuperación de sus niveles habituales de explotación y ganancias. Todos los gobiernos burgueses avalaron esta política, y en eso no se diferenciaron los “negacionistas reaccionarios” como Trump y Bolsonaro de los “progresistas preocupados” como algunos gobiernos europeos o el de Alberto Fernández-Cristina Kirchner en la Argentina.

Decimos que fue una política criminal porque sin haber derrotado (en algunos casos ni siquiera se había frenado) la primera oleada de la pandemia se sentaron las bases para una segunda oleada superior y más letal que la primera. Las fábricas y otros lugares de trabajo, al igual que los medios de transporte público, sumado al incumplimiento de verdaderas medias de seguridad sanitaria por parte de las empresas, se transformaron en fuentes de contagio masivo.

En ese marco, se produjo lo que hemos denominado la “carrera por la vacuna”: la búsqueda de una vacuna efectiva que pudiera ser de aplicación masiva. Una carrera que estuvo marcada nuevamente por las características más negativas del capitalismo. Por un lado, una inversión real que resultaba escasa para su necesidad y, por el otro, una feroz competencia entre empresas y gobiernos para “llegar primero” y no una acción colectiva y cooperativa en nivel internacional, como la situación requería. Nuevamente, la búsqueda de la ganancia o del rédito político se imponía sobre las necesidades de la humanidad.

Lo cierto es que una vacuna efectiva de aplicación masiva es esperada con ansiedad por la burguesía, por intereses que no son “humanitarios” sino mezquinos. Pero también por la clase trabajadora que necesita ir a trabajar con menores riesgos para su salud y para recuperar sus pocos momentos de esparcimiento.

En este tema, los burgueses y sus gobiernos vuelven a ser mezquinos cuando se trata de invertir en la salud de la clase trabajadora y el pueblo. Algunos, como el de Jair Bolsonaro en el Brasil directamente se niegan a impulsar la vacunación. Otros, supuestamente “preocupados”, como el de España o el de la Argentina, han anunciado planes de vacunación para 2021 muy inferiores a los porcentajes de población requeridos por la OMS (Organización Mundial de la Salud) para lograr lo que se denomina “inmunidad de rebaño” (70%). El reclamo de una vacunación gratuita y obligatoria para todos, en especial para la clase trabajadora, pasa entonces a ser una lucha de vida o muerte.

Lo cierto es que entre este fin de año y una verdadera vacunación masiva se abre una “tierra de nadie”, en la que la pandemia amenaza alcanzar sus peores picos en muchos países. Así lo señalan, por un lado, los científicos. Por ejemplo, la neumonóloga brasileña Margareth Dalcolmo (considerada la mayor especialista en Covid-19 de su país) declaró: “Brasil tendrá el enero más triste de su historia” por una potente segunda oleada de la pandemia. Por el otro lado, un gran burgués muy inteligente como Bill Gates, expresó: “Los próximos 4 o 6 meses podrían ser los peores en Estados Unidos”.
La dinámica de la economía mundial
Hemos dicho que 2020 se inició con una dinámica recesiva y descendente de la economía mundial, y que las medidas restrictivas adoptadas para combatir la pandemia (así fueran parciales) provocaron un salto en esa dinámica. También, que la política de la “nueva normalidad”, impulsada por empresas y gobiernos, estaba destinada a intentar revertir esa dinámica.

En este sentido, desde el punto de vista de la burguesía, esa política tuvo un éxito parcial. Por un lado, logró una reversión de la dinámica descendente y el tercer trimestre de 2020 mostró indicadores positivos de crecimiento del PBI mundial y del de casi todos los países. Al mismo tiempo, esa tendencia se mantendría en 2021.

Pero fue una recuperación menor que la caída anterior, y 2020 cerrará con saldos negativos para el PBI mundial y de la mayoría de los países (con excepción de China) y, en las previsiones más optimistas, recién a finales de 2021 se recuperarían los niveles producción de 2019, año en que, como vimos, se gestaba una nueva recesión. En ese marco, incluso con esta recuperación, las burguesías preparan y desarrollan nuevos y más duros ataques a la clase trabajadora.
Las rebeliones antirracistas en los Estados Unidos
La oleada de revoluciones y rebeliones de masas que recorría el mundo sufrió un impasse con el impacto de la pandemia, por las difíciles condiciones de la clase obrera y el pueblo y por el riesgo de contagio que implicaban las movilizaciones y manifestaciones. Las masas pasaron a estar a la defensiva frente a los ataques de la burguesía y las propias consecuencias de la pandemia. Pero las causas estructurales y políticas que generan sus luchas (ahora aún más agravadas) no tardaron en volver a empujarlas para salir nuevamente al combate.

El proceso más explosivo se dio en los Estados Unidos con las rebeliones antirracistas –luego del asesinato por la policía del joven George Floyd– y sus duros choques con la represión. La juventud negra actuó como la chispa que encendió la bronca acumulada de numerosos sectores de la población explotada, negra, latina, y de la juventud blanca empobrecida.

Estas rebeliones agudizaron las grietas que ya mostraba un régimen político bipartidista deteriorado y originaron una nueva situación cuyas características pocas veces se habían visto en el país. Fue un proceso muy importante por sus repercusiones en todo el mundo y por tratarse de la principal potencia imperialista del planeta. Aunque menos visible que estas rebeliones, otro proceso estaba en curso: desde el inicio de la pandemia se registró un récord de conflictos y de huelgas en el país, especialmente en el sector de la educación y de los servicios y el comercio. Luchas que surgían desde abajo y que reflejaban el hartazgo de los trabajadores por los bajos salarios y la falta de protección sanitaria por parte de las empresas.

La burguesía estadounidense buscó utilizar la campaña electoral presidencial en curso como una herramienta para intentar “apagar el incendio” o al menos desviarlo hacia el falso camino de las elecciones burguesas. Temporariamente consiguieron un primer objetivo: el número de votantes totales (y el de cada candidato de modo individual) fue récord en la historia del país.

La burguesía estadounidense también definía cuál sería el estilo táctico para la tarea de cerrar la situación descrita y volver a una “normalidad” de explotación de los trabajadores: si el frontal y más brutal de Trump y los republicanos o el más hipócrita de Joe Biden y los demócratas. En ese marco, gran parte de la izquierda estadounidense y del mundo cayó en la trampa de llamar a apoyar al “democrático” Biden contra el “fascista” Trump. Por su parte, las organizaciones de la LIT-CI en el país, a la vez que mantenían su impulso a la lucha contra Trump, llamaron a no votar por ninguno de los dos candidatos de la burguesía imperialista.
Un primer triunfo en Chile
El proceso revolucionario chileno contra el régimen político surgido luego de la salida del pinochetismo y su herencia socioeconómica (mantenida por todos los gobiernos posteriores, como las miserables jubilaciones pagadas por los fondos privados), también sufrió el impasse provocado por la pandemia. Habían quedado muchos presos políticos como resultado de la feroz represión del gobierno de Sebastián Piñera. Sin embargo, poco a poco volvió a expresarse, con movilizaciones que ganaban en masividad y recuperaban espacios simbólicos de lucha como la “Plaza de la Dignidad”.

Las movilizaciones revolucionarias y su continuidad en 2020, obligaron al gobierno de Piñera a convocar un plebiscito que aprobaría o rechazaría la convocatoria de una Asamblea Constituyente para elaborar una nueva Constitución. La victoria de la aprobación fue aplastante. Fue un triunfo que solo puede entenderse como una expresión de la dura lucha popular, con un alto costo de presos y muertos.

Sin embargo, al mismo tiempo que expresa un gran triunfo, la convocatoria a la Asamblea Constituyente también representa la trampa de intentar desviar la revolución hacia el estéril camino de las elecciones burguesas y el parlamentarismo, con la colaboración de la izquierda reformista y la burocracia sindical. Frente a esa trampa, el MIT, sección chilena de la LIT-CI, mantiene su llamado a la lucha para echar al asesino Piñera y juzgarlo por sus crímenes.

Al mismo tiempo, dialoga con las expectativas de las masas en esta Constituyente, y disputa su conciencia: presentará la candidatura independiente y revolucionaria de María Rivera, dirigente del MIT y reconocida defensora de los presos políticos. Y llama a conformar una Plataforma Obrera y Popular, con una clara propuesta programática, para impulsar de modo unitario a María y otras candidaturas independientes.
Otros procesos de lucha
Nos hemos detenido en las situaciones de los Estados Unidos y Chile por la importancia que ellas tienen en el contexto mundial. Pero no son los únicos procesos de lucha en el mundo.

En Latinoamérica, debemos referirnos a la lucha del pueblo boliviano que derrotó el régimen golpista surgido del derrocamiento de Evo Morales; a la toma del Parlamento de Guatemala por parte de manifestantes; a las numerosas huelgas y luchas parciales en diversos países, y la continuidad de la lucha por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito en la Argentina. Es necesario destacar la situación peruana, en la que las movilizaciones populares acaban de derribar a varios gobiernos, y aquel que consigue mantenerse (el de Francisco Sagasti) no logra estabilizar la situación.

Este retorno de las luchas obreras y populares también se manifiesta en otras regiones en el mundo: en Bielorrusia [Belarús] (una pequeña república muy industrializada independizada luego de la restauración del capitalismo y la disolución de la ex Unión Soviética) los trabajadores de numerosas fábricas y la juventud salieron a enfrentar la dictadura pos-estalinista de Aleksandr Lukashenko, aunque ahora el proceso parece haber retrocedido como resultado de la represión. En otra república de la ex URSS, en Kirguistán acaba de estallar un proceso revolucionario contra el régimen, que habría obtenido un primer triunfo. En Francia, movilizaciones juveniles contra la nueva Ley de Seguridad se enfrentan con la represión policial. En el continente africano, hay procesos de lucha muy importantes en Nigeria y Sudán. En el mundo árabe, continúa la lucha en El Líbano y nunca ceja la heroica resistencia del pueblo palestino.

No queremos terminar este panorama, seguramente incompleto, sin referirnos, aunque sea brevemente, a lo que está sucediendo en la India, el segundo país más poblado del mundo: a finales de noviembre se realizó una huelga nacional, de la que participaron 250 millones de trabajadores, por la derogación de los códigos de trabajo antiobreros. En varios artículos de esta página, escritos por militantes de la LIT en aquel país, hemos presentado el marco en que se produce esta gigantesca acción de la clase trabajadora indiana.
Balance y perspectivas
Este año 2020 quedará seguramente como un triste registro en la historia contemporánea: la crisis económica y el impacto de la pandemia han hecho retroceder enormemente el nivel de vida de las masas y han aumentado sus sufrimientos hasta niveles muchas veces intolerables. Pero no se trata solo de 2020: es el presente y el futuro que nos ofrece el capitalismo imperialista en la medida que no sea derribado en todo el planeta y reemplazado por un sistema mucho más justo y humano, a través de la revolución socialista.

Desde la LIT-CI, hemos intentado presentar una propuesta programática que parta de las luchas concretas y las necesidades inmediatas de las masas, y que ayude a avanzar en ese camino, con un “Programa de Emergencia contra la pandemia y la crisis económica”. También hemos reivindicado a los que consideramos nuestros maestros y sus enseñanzas, como el Especial que dedicamos a Federico Engels (fundador junto con Carlos Marx de la corriente marxista) en el 200° aniversario de su nacimiento.

Con respecto a las perspectivas, vemos una posibilidad real de reanudación de la oleada de revoluciones y rebeliones de masas que vivimos en 2019. Como hemos visto, ya hay muchos síntomas de eso. La “intolerabilidad” a las que nos hemos referido es la causa profunda de este pronóstico. Por supuesto que esta tendencia no está determinada de antemano ni, mucho menos, el triunfo de esas revoluciones. La burguesía responderá no solo con un aumento de la represión sino también con las trampas de la democracia burguesa y, en ellas, contará con la colaboración de la izquierda reformista y las burocracias sindicales.

Con confianza en las luchas del movimiento de masas y en el avance en su conciencia que estas luchas pueden generar, la LIT-CI pone sus fuerzas al servicio de impulsarlas y, en ellas, intentar avanzar en el camino de la construcción de direcciones revolucionarias nacionales y una dirección revolucionaria internacional que permita a la clase trabajadora y los sectores populares avanzar en la perspectiva de la revolución socialista en cada país y en nivel mundial.