Cuando el Presidente Sánchez anunció el Estado de Alarma, la medida política más importante que adoptaron fue la de centralizar el Estado alrededor del Gobierno, dejando a las CCAA como meros entes administrativos.
Podría tener lógica para centralizar la respuesta, si realmente ese fuera el objetivo; porque vistos los hechos, la centralización decretada sólo ha servido para no cerrar Madrid, foco principal de la epidemia, con más del 40% de los casos y una mortalidad del 7%.
La Ministra de Defensa dice que no se cierra Madrid porque el problema no es de territorios, sino de individuos frente a la epidemia. Pero, si no es de territorios y sí de individuos, ¿por qué han cerrado las fronteras exteriores con Portugal, que tiene una pequeña incidencia el coronavirus y está pegada a cuatro CC AA, y con Francia, pegada a tres; pero dejan abiertos los focos centrales del Estado Español, Madrid y Vitoria?
¿No será que estamos hablando de un problema más profundo? De estructura del Estado Español, ultracentralista y macrocefálico en lo administrativo, que gira alrededor de ese «agujero de donuts» que es Madrid, donde su población crecía en medio de la crisis en 500.000 personas, mientras las “provincias” la perdían a un ritmo de desastre. Una ciudad que concentra la mayoría de la sedes centrales del Estado y de las empresas (el 80%), pero cuyos centros productivos están fuera de la capital. ¿No será el problema de una estructura ultra centralista de una provincia que tiene el 15% de la población del Estado, pero absorve el 34% de los impuestos? ¿No será el problema de una ciudad que actúa como una especie de paraíso fiscal dentro del Estado? Pues sus residentes no pagan la cuota autonómica del impuesto de sucesiones.
Esto genera un verdadero problema ideológico; ¿cómo van a cerrar esta capital macrocefálica? El “155 en los hechos” se adoptó, no como una medida para centralizar la gestión, sino para aprovechar que el Pisuerga pasa por el Valladolid y dar un paso más en lo que es un viejo, viejísimo, proyecto del capital español; acabar con las autonomías, cercenar los derechos de las naciones a decidir, y recentralizar el Estado para desde ahí imponer las lineas de actuacíón al conjunto de los territorios.
Por ejemplo, tras la centralización decretada por el gobierno, saltaron todas las chispas entre el gobierno catalán y el central, entre el andaluz y el central, entre el de Madrid y el central por la gestión de los recursos. Y ahora, Feijoo, ante la falta de recursos como mascarillas, dice que “la compra de material es tarea de la Xunta”. Vamos a ver Sr. Feijoo, usted apoyó como Vox desde el gobierno de Andalucía la centralización que hizo el Sr. Sanchez, ¿para qué? Lo que quiere es tener las manos libres para negociar con sus capitalistas amigos -que no son los mismos que tiene el gobierno central- la compra de recursos.
El gobierno de Sánchez dijo que se centralizaba para gestionar mejor la crisis; pero si la gestión de la compra de recursos sigue en manos de las CCAA, algo no cuadra. Lo que realmente querían centralizar no era la gestión de los recursos; eso, como siempre queda en manos del “capitalismo de amiguetes”, y en eso los dirigentes autonómicos son los maestros.
La centralización es politica e ideológica; como dijo la ministra de Defensa, “no es un problema de territorios”, como dijo el Rey (el que no habla de los negocios de “ese señor que es mi padre”), “somos un gran país”. España es “un territorio”, “un gran país”, y si para demostrarlo no tienen que cerrar el principal foco de la epidemia, su capital, lo hacen; si para eso tienen que negar la existencia de naciones y regiones, con derechos políticos, lo hacen. Todo al servicio de la recentralización del Estado; este, y no otro, es el motivo del “155 por la vía de los hechos” que han aplicado.
Una vez pasada la crisis, que pasará, los veremos salir con esa idea de que “los españoles hemos vencido al coronavirus”. Intentarán demostrar que somos una “unidad de destino en lo universal” (¿a que no adivinan quien dijo esa frase?), y desde las naciones tendremos que salir a luchar por conquistar los derechos políticos que nos han robado.