Hace ya casi 60 años, un 25 de noviembre, las hermanas Mirabal eran asesinadas por enfrentar la dictadura de Trujillo en República Dominicana. Para los registros formales, la ONU decretó esta fecha como Día Internacional para la eliminación de la violencia contra la mujer, pero nosotras lo tomamos como un día de lucha, un día para denunciar la violencia que ejercen sobre nosotras toda la vida y que asesina a decenas de miles al año.
Hoy millones de mujeres en el mundo están peleando contra dictaduras y gobiernos “democráticos”, diciendo que hay que cambiarlo todo porque así no se puede seguir. La mejor forma de luchar contra la violencia machista es que nosotras sigamos al frente de esas peleas en las calles del mundo entero.
La situación en el mundo
Los organismos internacionales quieren presentar programas y discusiones en los cuales mostrar que nosotras estamos mejor, pero hasta sus propias estadísticas indican lo contrario. Según la ONU y la OMS, 120 millones de mujeres fueron víctimas de abuso sexual en algún momento de sus vidas, 60 mil mueren por año en manos de feminicidas, donde casi la mitad son su pareja o algún miembro varón de la familia.
Estremece saber que 1 de cada 3 mujeres en el mundo han sufrido violencia física y/o sexual, y que estas estadísticas se contabilizan tanto en países pobres como en los ricos. Estadísticas incompletas al no tener registrados los transfemicidios, y sabiendo que muchos casos no se denuncian en su mayoría por ser perpetrados intrafamiliarmente.
En todo el mundo se realizan 22 millones de abortos inseguros al año, la mayoría en países pobres y que llevan a muchas mujeres a la muerte o mutilación. Ni hablar la violencia institucional que se sufre en los países que está prohibido completamente, como por ejemplo El Salvador que tiene el extremo de encarcelar mujeres que tuvieron abortos espontáneos.
América Latina es una de las zonas más violentas sobre las mujeres, alberga a 14 de los 25 países con más altas tasas de feminicidio en el mundo, según la ONU en esta región incluyendo al Caribe, 12 mujeres y niñas son asesinadas por día. En la Unión Europea, el 50% de las mujeres desde los 15 años han sufrido algún tipo de acoso sexual; 1 de cada 3 europeos, justifican el abuso sexual en algunos casos. En África central y meridional el 40% de las jóvenes se casan antes de los 18 años y el 14% son obligadas a hacerlo antes de los 15.
Aunque haya mujeres en cargos públicos, o discursos que nos “incluyan”, la violencia machista sigue siendo una epidemia mundial que hay que combatir.
Nosotras también decimos ¡Basta!
La violencia que sufrimos es parte de la violencia general que este sistema capitalista ejerce sobre los pobres, trabajadores y oprimidos. La crisis económica, el hambre y la desigualdad golpean con mucha fuerza sobre las mujeres.
Nos violentan con salarios de hambre, con recortes en la salud y la educación nuestra y de nuestros hijos, ni siquiera nos dejan jubilarnos dignamente. Nosotras somos discriminadas al migrar de nuestra tierra en busca de un poco de pan, somos objeto sexual de las grandes corporaciones para vender sus productos y luego condenadas cuando decidimos libremente sobre nuestra sexualidad.
Las jóvenes sufrimos la falta de trabajo, así como la precarización brutal, que muchas veces va acompañada de acoso sexual en el trabajo. Junto a las niñas somos víctimas permanentes de redes de trata y caminamos con miedo por las calles.
Pero la discriminación laboral y la violencia aumenta sobre las que somos negras, indígenas o migrantes, nuestras muertes pasan sin conmoción alguna en los medios de comunicación y forman parte de una estadística vacía.
Las travestis y trans difícilmente tenemos acceso al trabajo, nos arrojan al flagelo de la prostitución donde la policía nos persigue, golpea y viola sin posibilidad alguna de defensa. Ni hablar del derecho a la identidad de género u orientación sexual que en la mayoría de los países no es aceptado.
Pero el pueblo dice basta y nosotras también. Las masas en Ecuador, Haití, Hong Kong, Irak, Chile o Bolivia han salido a las calles. Allí vemos a las mujeres al frente de la lucha, derribando todos los prejuicios y peleando contra sus gobiernos por una vida más digna. Las mujeres bolivianas, con sus hijos a cuestas, enfrentan el golpe racista de derecha en su país y muestran que ellas son parte de la lucha. Las jóvenes chilenas fueron el puntapié inicial de una revolución en curso, al evadir el metro, movilizarse en las calles, enfrentar la represión de Piñera y organizarse en asambleas populares, derrumbando el mito de que nuestro lugar está en la casa. Las jubiladas caminan por sus derechos en el Estado Español y las jóvenes catalanas se ponen al frente de la lucha por la independencia.
Violencia machista como represión
En Chile las fuerzas militares y policiales están respondiendo con una brutal represión al pueblo movilizado, ya se suman 22 muertos, más de 2000 heridos, entre los cuales se cuentan 200 que han perdido un ojo y miles de detenidos y detenidas.
Los gobiernos tiemblan cuando el pueblo sale a la calle, pero si las mujeres pierden el miedo y se unen, ahí se aterrorizan. Por eso en el país cordillerano utilizan un método de represión más brutal sobre ellas: la agresión machista. Se tienen contabilizadas al menos 50 querellas por abuso sexual a mujeres y jóvenes LGBTI, más de 30 desnudamientos y asesinatos de mujeres en las manifestaciones. Este modus operandi no refleja sólo el machismo recalcitrante de los militares, sino que es un método de amedrentamiento sobre el resto de las mujeres.
El pueblo chileno y la clase obrera mundial deben repudiar con énfasis esta situación, denunciarla y llamar a las mujeres a que se unan con más fuerza a la lucha, organizando con ellas la autodefensa para derrotar la represión. No se trata de una expresión represiva más, es una violencia específica sobre la mitad de la población que debe ser repudiada con destaque.
¡Basta de violencia hacia las mujeres, basta de explotación!
Nuestra pelea por el fin de la violencia machista es y debe ser parte de la lucha de la clase obrera y los pueblos. Nosotras estamos al frente de las barricadas para exigir nuestros derechos también.
La opresión que sufrimos es un instrumento para explotarnos más, para sacar beneficios de nuestro sufrimiento en pos de los grandes capitalistas. Los derechos de igualdad de género deben ser parte de los reclamos de todos y no sólo de nosotras. No hay posibilidad de conseguir cambiar las cosas en Chile, si no se lucha también por las mujeres. Derrotar el golpe en Bolivia implica luchar también por las mujeres, las indígenas, pobres y trabajadoras.
La desigualdad es fundamental para el sistema capitalista y el machismo es una forma de control sobre nosotras. Para darnos los peores empleos, que el cuidado de la familia sea nuestra tarea sin ninguna remuneración, para que la clase obrera se divida y no luche por intereses comunes.
Terminar con la violencia machista implica terminar con este sistema que perpetúa nuestra opresión para el beneficio de los capitalistas. No decimos que la revolución resolverá de inmediato todos nuestros problemas, pero estamos convencidas de que sin ella no habrá salida.
Para nosotras cambiar esta sociedad es de vida o muerte, desde la LIT-CI seguiremos en las calles con las mujeres que luchan junto al pueblo y saldremos este 25 de noviembre a gritar bien fuerte:
- ¡Basta de violencia machista!
- ¡Basta de opresión y explotación!
- ¡viva la lucha del pueblo en las calles!
- ¡Abajo los gobiernos hambreadores y represivos!