El conflicto de Alcoa en defensa de los puestos de trabajo ha destapado la nueva reconversión industrial que se está produciendo. La destrucción de la industria electrointensiva que en Galiza afecta a 5000 trabajadores/as directos (Alcoa, Ferroatlántica, ENCE, térmicas,…), se une a los despidos anunciados en el automóvil; con 600 trabajadores de Nissan afectados por un ERE y 800 en Citroen.
Como en la reconversión de los 80, cuando el PSOE destruyó la industria española al servicio de la entrada en la CEE (actual UE), la lucha se está encarando con dos limitaciones que solo pueden llevar al “sálvese quien pueda”; una, los objetivos no son la nacionalización de las empresas que garanticen todos los puestos de trabajo; dos, aislando las movilizaciones empresa a empresa como si fueran problemas independientes.
Por la nacionalización bajo control obrero
Las cúpulas sindicales de aquél momento (UGT y sobre todo CCOO) no impulsaron la unificación de las movilizaciones en una huelga general estatal en defensa de todos los puestos de trabajo, y, sobre todo, inauguraron el método de desmovilización que ahora es la norma: la lucha se terminó reduciendo a presionar para negociar “indemnizaciones/prejubilaciones por puestos de trabajo”.
Hoy como ayer, la defensa de los puestos de trabajo pasa por poner en el centro la lucha por la nacionalización de todas las empresas con EREs y ERTEs, así como las industrias estratégicas (¡las eléctricas!). No la nacionalización simple en la que el Estado se hace cargo de las empresas, para una vez saneadas, venderlas al capital privado; sino bajo control de los trabajadores/as, al servicio de las necesidades sociales y parte de un plan de emergencia social y nacional que de una salida obrera y popular a la crisis.
Esta perspectiva por la nacionalización no solo está silenciada, sino que ninguna organización politica o sindical la pone sobre la mesa: la ministra del ramo, cuando se le insinuó esa medida, la tildó de “comunista”. ¡Cierto, somos los comunistas los únicos que la defendemos! Pero esto, claro, atenta contra la sacrosanta propiedad privada de los medios de producción.
Cualquier medida que no sea sacarlas de las manos privadas y del mercado, es como mucho “pan para hoy y hambre para mañana”. La situación de Alcoa es paradigmática, consiguieron dos prórrogas en el mantenimiento de los puestos de trabajo, en enero con el pacto para su venta a otras empresas -en octubre del pasado año ya estaban negociando las indemnizaciones-, y ahora con la oferta de los fondos de inversión, que sólo garantizan los puestos de trabajo 10 años en el mejor de los casos, si son rentables (sic), y 2 si no lo son.
Aceptar negociar en estas condiciones es ir a la mesa con las manos atadas, puesto que la espada de Damocles del cierre siempre estará sobre la cabeza de los trabajadores.
Romper el aislamiento de las luchas
Más allá de movilizaciones “unitarias” simbólicas, el hecho es que a un fenómeno de conjunto se responde con negociaciaciones parciales; con el lema “sálvese quien pueda” sólo se garantiza el “aquí no se salva ni dios”.
Bajo el manto de la “economía verde”, en la UE se está encarando una nueva reconversión industrial, como si cerrar térmicas de carbón, madereras, aluminas, … y trasladarlas a otros lugares como Arabia Saudí o África, donde los controles son inexistentes, no siguieran contaminando el mismo mundo en el que vivimos.
Lo que buscan las multinacionales es aumentar sus beneficios sobre la base de los bajos salarios, de las malas condiciones de trabajo o directamente del trabajo esclavo; además de la inexistencia de controles sobre la contaminación. Al final, los trabajadores/as europeas pierden su trabajo, y el planeta se sigue contaminando exactamente igual.
La nacionalización bajo control obrero implica la defensa de unas condiciones de trabajo y por lo tanto de producción, acordes a las necesidades sociales, fundiendo los intereses sociales con los de la clase trabajadora. Al aislar las luchas una de otra se ve como algo utópico, fuera de la realidad.
En esto se apoyan las direcciones de los sindicatos para justificar su “mercadeo de bajas incentivadas/prejubilizaciones”; como no es posible ir a otra salida, negociemos el cambio de propietario o los 40/30/20 días por año.
El camino de la victoria pasa justo por lo contrario, por unir las luchas de todas las empresas en crisis, con EREs, ERTEs o como se llamen en el resto de Europa, por su nacionalización bajo control obrero, enfrentando los planes del capital y sus gobiernos.
Se podrá ganar o perder, pero es la única perspectiva no utópica para defender todos los puestos de trabajo; la de las burocracias sindicales y políticas actuales en realidad son las que son utópicas: la realidad dice que bajo el sistema capitalista en crisis no existe garantía ninguna de estabilidad y condiciones de trabajo dignas.
Como la inmensa mayoría de ellas admiten como “mal menor” los límites impuestos por el sistema, se impone la construcción de nuevas organizaciones que tengan como punto central la lucha por romperlos.