Todos los partidarios de la Europa del capital, a derecha e izquierda, han utilizado el caos del Brexit y la amenaza de la extrema derecha institucional como los grandes argumentos para relegitimar la UE y presentarla como un factor de estabilidad y progreso y como un baluarte democrático. Han completado esta estafa presentando las elecciones como una herramienta mediante la cual los pueblos europeos pueden decidir los destinos de la UE.
Este discurso es un fraude completo. El caos del Brexit se debe, ante todo, a la renuncia de Corbyn a romper con la UE por la izquierda para transformar el país en un sentido socialista. La extrema derecha institucional, por su parte, es componente orgánica e hija legítima de una UE dedicada en cuerpo y alma a imponer la austeridad a los trabajadores y los pueblos. Una UE cuya política de inmigración a escala del continente es la misma que la de Salvini a escala de Italia.
En cuanto al Parlamento Europeo, es una institución de adorno que no decide nada y que, si existe, es ante todo para esconder un entramado institucional antidemocrático donde todas las decisiones importantes las toman las grandes multinacionales, la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y los gobiernos, en particular de Alemania y Francia. El Parlamento Europeo es también, con sus escandalosas prebendas, un medio privilegiado para corromper a los parlamentarios y a los partidos.
Dicho esto y aún reconociendo que los resultados electorales son una expresión extremadamente distorsionada de la realidad, conviene estudiarlos para sacar conclusiones sobre el actual momento europeo y sobre cómo continuar la lucha para demoler esta UE y levantar una Europa socialista de los trabajadores y los pueblos.
Crisis general de los partidos tradicionales
En los diferentes análisis de los resultados, hay un reconocimiento general de la profunda crisis que afecta a los grandes partidos que desde la posguerra y durante decenios han sostenido la dominación capitalista en cada país y el propio proyecto de la UE. Son los mismos partidos de la derecha y de la socialdemocracia que formaron los gobiernos de austeridad tras la crisis de 2008.
Entre los partidos tradicionales de la derecha, los Republicanos de Francia, herederos del gaullismo, se ha convertido en una fuerza marginal. En Gran Bretaña el Partido Conservador ha obtenido apenas el 8,8% de los votos. Otros partidos de la derecha europea, si bien en clara decadencia, han conseguido aguantar. Es el caso de Alemania (CDU-CSU), Austria o Portugal. En Grecia ha renacido Nueva Democracia, apoyándose en el desplome de Syriza, que pasó de ser el héroe de los nuevos partidos reformistas hasta 2015 a convertirse después en el brazo ejecutor de los brutales planes de ajuste de la troika. Al mismo tiempo, han aparecido recambios como el partido de Macron, que recoge el voto útil de la burguesía en Francia. También los liberales británicos apuntan en el mismo sentido ante la crisis del partido conservador.
La crisis de los partidos socialdemócratas
La crisis de la socialdemocracia europea, convertida hace ya muchos años en una fuerza social-liberal, es aún más profunda. El PS francés es, desde la presidencia de Hollande, una fuerza residual. El SPD alemán, socio de gobierno de Merkel, lleva años hundiéndose en cada elección. En esta ocasión ha recibido otro gran varapalo al obtener el 15,8% de los votos, sus peores resultados desde la IIª Guerra Mundial, y quedar por detrás de Los Verdes.
En este cuadro de decadencia, hay desigualdades, pues los partidos del Sur, en particular el PS portugués y el PSOE español, han aguantado el embate. En el caso portugués, con una abstención descomunal del 70%, el PS (cuyo gobierno ha mantenido todos los retrocesos estructurales del anterior gobierno) se ha beneficiado del recuerdo aún vivo de los brutales planes de austeridad de Passos Coelho y, de otro lado, del aval que le han prestado el Bloco d’Esquerda y el PCP.
Al PSOE le ha ocurrido algo parecido. A pesar de haber incumplido las promesas electorales con las que llegó al gobierno hace menos de un año tras una moción de censura, también ha sido avalado por Podemos y ha capitalizado el «voto útil» de presentarse como el gran baluarte frente a la entrada de Vox en el Gobierno. Hace cuatro años estaba en la unidad de cuidados intensivos (UCI). Hoy, con la ayuda de Podemos, ha sido el gran triunfador, mientras Podemos se desmoronaba.
Los partidos Verdes
Un elemento a destacar ha sido el fuerte ascenso de los Verdes. Han sido los grandes triunfadores en Alemania (20,7%), superando al SPD y convirtiéndose en el segundo partido del país. También en Francia ha obtenido un importante triunfo (13,5%). Algo parecido ha sucedido en el Reino Unido, superando al Partido Conservador y a sólo dos puntos del Labour. En Portugal también han obtenido un diputado.
Algunos de estos partidos verdes, cono los alemanes, hace ya tiempo que forman parte del stablishment y cogobiernan en varios lands, sea con la CDU de Merkel o con el SPD. Ahora se preparan para un futuro gobierno nacional de coalición con la CDU. En Francia están lejos de ser una fuerza consolidada, pero ya han dejado bien clara su compatibilidad con el régimen capitalista y con la UE.
Los partidos verdes parecen llamados a jugar un papel creciente como fuerzas de gobierno ante la crisis de los partidos tradicionales. Están canalizando, al mismo tiempo, la preocupación social de un amplio sector de jóvenes ante un medio ambiente que está siendo brutalmente destruido por un capitalismo sediento de beneficio. Sin embargo, su programa procapitalista, de liberalismo verde, es incapaz de detener la catástrofe medioambiental, algo solo posible socializando el sector energético y atacando las bases del capitalismo y de la misma UE.
La ultraderecha institucional
Es verdad que la extrema derecha institucional no ha alcanzado los objetivos que se marcó. Ha pinchado en el Estado español, Holanda o Austria; ha quedado estancada en Alemania; no ha conseguido el número de eurodiputados que perseguía y no ha logrado crear un grupo parlamentario único. Pero esto no debe hacernos olvidar que ha obtenido importantes triunfos en países fundamentales como Francia, Italia, Reino Unido o Hungría.
Como luego explicamos, en Francia, el partido de Marine Le Pen, RN, ha logrado concentrar el «voto útil» contra Macron y la UE, siendo la candidatura más votada (23,3%), seguida por la de Macron (22,4%).
En Italia el discurso xenófobo, racista y chovinista de Salvini ha conseguido arrastrar al 34% de los votantes con un discurso que culpabiliza a los inmigrantes de los desastres sociales cuya responsabilidad recae en el gran capital y en el propio gobierno. El Movimiento 5 Estrellas de Grillo-Di Maio ha perdido más de seis millones de votos que había obtenido prometiendo medidas a favor de los sectores pobres y desempleados, las cuales no eran, en verdad, otra cosa que reclamos electorales. Ahora es el segundo partido del gobierno, el cual ha quedado desestabilizado, mientras enfrenta un creciente movimiento de lucha de profesores, mujeres, antifascistas y jóvenes que quieren salvar el medio ambiente
También ha ganado Orban en Hungría, con un discurso xenófobo y alardes nacionalistas que no se compadecen con un gobierno que entrega el país a las multinacionales alemanas y deteriora brutalmente las condiciones de trabajo de la clase obrera. En el caso británico, el partido del Brexit de Nigel Farage (30,74%) ha sido el principal beneficiario del rechazo popular al patético espectáculo de conservadores y laboristas.
Los partidos de la ultraderecha institucional europea son presentados por los medios de comunicación como una fuerza anti-UE, pero no es así. Su enfrentamiento con la UE es ante todo retórico. Ninguno de ellos defiende romper con la UE ni con el euro. Hace tiempo que abandonaron toda veleidad en este sentido. Sólo buscan mayor margen de maniobra política y mejores condiciones para los sectores de la mediana burguesía de sus países, frente al capital financiero y el dominio germano-francés.
Las lecciones de Francia
Los resultados de Francia tienen una especial relevancia por la importancia del país, su crisis y la movilización de los Chalecos Amarillos, que dura seis meses.
Sin duda, el hecho más grave es que, a pesar de que las reivindicaciones y la dinámica de los Chalecos Amarillos choque abiertamente con el programa de RN, ha sido el partido de Marine Le Pen quien ha concentrado el «voto útil» de sectores obreros y populares contra Macron y la UE.
En esta confrontación Macron-Le Pen, la izquierda ha aparecido dispersa, marginal y sin ninguna alternativa de clase. Lo más relevante ha sido el desplome de la France Insoumise de Mélenchon. En sólo dos años desde las anteriores presidenciales, esta fuerza neorreformista ha caído de 7 millones de votos (20%) a 1,4 millones (6,3%). La razón fundamental de su fracaso es el abandono de su radicalismo contra el régimen y la renuncia a su enfrentamiento directo con la UE, banderas que ha dejado en manos de RN. La campaña electoral de su candidata, Manon Aubry, a duras penas se ha distinguido de los discursos vacíos del resto de la izquierda sobre la «Europa social», la «justicia climática» o la «armonización fiscal». Además, en lugar de hacer bandera de la defensa del movimiento de los Chalecos Amarillos y sus principales reivindicaciones, apenas ha mostrado un tibio apoyo.
En cuanto a las organizaciones que reivindican el trotskismo en Francia, el NPA no se presentó y dio su apoyo a Lutte Ouvrière (LO), que obtuvo un 0,78% de los votos, en una campaña que fue políticamente un desastre. Para LO, la UE es simplemente «una diversión» y el problema es «el capitalismo» en general, como si la UE fuera ajena al capitalismo francés y no, por el contrario, una pieza fundamental para sostener su dominación y para continuar ejerciendo, a la sombra de Alemania, su declinante papel imperialista en el mundo. En lugar de desarrollar un programa social y político, LO, en una caricatura de sí misma, llamó a «dar testimonio» en favor de una revolución social abstracta. En cuanto a los Chalecos Amarillos, toda su preocupación fue desmarcarse de dicho movimiento.
La dirección histórica del NPA ante la derrota electoral de la France Insoumise y las otras fuerzas de izquierda, ha salido en defensa de un «trabajo de construcción política” para unir al conjunto de la izquierda francesa. Por supuesto, nadie puede objetar la urgencia de promover la unidad de acción de la izquierda política y social. Una unidad de acción justificada en la necesidad de medidas prácticas de lucha unitaria frente a la ofensiva antisocial y antidemocrática de Macron y la xenofobia y el racismo de RN. Pero la unidad de acción no equivale, como piensa la dirección histórica del NPA, a la renuncia a un programa anticapitalista y a la construcción de una fuerza revolucionaria internacionalista, alternativa a los partidos reformistas con los que pretende una «coordinación permanente». Más si cabe, cuando la presión es hacia reeditar una nueva «Union de Gauche», ahora en versión ecolo-socio-liberal y pro-UE.
Pero si algo han demostrado las elecciones en Francia es el fracaso de una izquierda que no se ha vinculado a la lucha y las reivindicaciones de los Chalecos Amarillos, ni se ha apoyado en la base sindical combativa frente a la burocracia, ni ha presentado un programa radical de clase frente al capitalismo imperialista francés, a Macron y a la UE.
El desmoronamiento de Podemos y el ocaso de los nuevos partidos reformistas
La suerte de Podemos, que se había convertido en la gran referencia internacional de los nuevos partidos reformistas tras el siniestro giro de Syriza en 2015, ha sido muy amarga.
Las elecciones del 26 de mayo (que en el Estado español incluían europeas, municipales y autonómicas) han marcado el desmoronamiento de Podemos, que ha sucedido a una velocidad vertiginosa. En sólo cinco años, ha pasado de desafiar a un PSOE que estaba en estado de coma, a caer desplomado y en descomposición.
Los dirigentes de Podemos aparecieron como los apóstoles de una «nueva política» que iba a sustituir la anticuada lucha entre las clases por el conflicto entre la «gente y la casta» y la revolución socialista por la “profundización de la democracia”.
Provistos de esta retórica, desactivaron la potente contestación que surgió del movimiento de los indignados (15M), la institucionalizaron y la integraron en el régimen. En este proceso, cada vez más a la derecha y más caudillista, Podemos acabó convertido en el ala izquierda de la monarquía española y, al final, reducido a una mera fuerza auxiliar del PSOE. El eje de la última campaña electoral de Pablo Iglesias ha sido mendigar un puesto en el próximo gobierno Sánchez y abanderar la defensa de la Constitución de 1978, la misma que consagró la impunidad de los antiguos aparatos de estado franquistas. Con una campaña así ¿qué sentido tenía votar a Podemos pudiendo hacerlo al PSOE?
El único partido neorreformista que ha salido bien parado de las elecciones europeas ha sido el Bloco d’Esquerda (BE) portugués (9,8%), que ha superado al PCP (6,9%) y quedado como tercer partido. La campaña del BE se ha basado en defender la Gerigonça (su pacto de apoyo al gobierno Costa, suscrito también por el PCP) y en reivindicar que las cosas buenas del Gobierno eran fruto de su trabajo. El BE ha buscado beneficiarse de la popularidad que aún mantiene el gobierno Costa y ha ligado su destino al del PS.
El BE, en realidad, es ya parte del régimen portugués. No es casual que su dirigente Francisco Louçã, un referente destacado del Secretariado Unificado (SUQI), forme parte del Consejo de Estado. El BE no cuestiona la UE ni el euro y su principal reivindicación electoral ha sido entrar, tras las próximas elecciones generales, en un gobierno de coalición presidido por Antonio Costa.
Los que durante años hicieron apología de Syriza y luego de Podemos están de duelo. Algunos se aferran ahora al BE portugués como tabla de salvación, olvidando que su gran objetivo es exactamente el mismo que el de Podemos: entrar en el gobierno del PS. Su destino final será similar.
La vida ha mostrado que no hay soluciones ilusorias, basadas en la construcción de aparatos electorales y triunfos efímeros. Que nadie nos va a ahorrar el trabajo cotidiano de construir una fuerza revolucionaria arraigada en la clase trabajadora y la juventud. Una fuerza para quien la participación en las elecciones y en las instituciones burguesas sea solo un instrumento al servicio de las luchas y de la difusión de un programa revolucionario.
La crisis de la UE
Las elecciones europeas no han desestabilizado a la UE, como algunos temían. Pero no han solucionado uno solo de sus problemas. Su crisis estructural permanece intacta, sustentada en una onda económica depresiva que dura ya 10 años y en su papel declinante en la división mundial del trabajo, en medio del enfrentamiento entre el imperialismo norteamericano y el capitalismo chino, con Trump amenazando las exportaciones alemanas y alentando la desintegración de la UE. Y con una nueva recesión que amenaza la economía mundial.
Alemania no logra disciplinar a sus socios ni consigue unificar sus proyectos con el capitalismo francés, su principal socio y competidor en la UE. Las advertencias a los gobiernos italiano y español exigiendo nuevos recortes sociales marcan la pauta de la UE. Del mismo modo, el Parlamento europeo, contra los principios democráticos más elementales, se ha negado a reconocer a los diputados electos catalanes presos políticos o exiliados.
Construir la LIT y sus partidos en Europa
Queremos, en primer lugar, manifestar nuestra satisfacción con la campaña llevada a cabo por Corriente Roja en las elecciones europeas. Una campaña modesta pero valiente, puesta al servicio de las luchas y protagonizada por compañeras y compañeros al frente de éstas. Una candidatura que ha levantado un programa de reivindicaciones, ha llamado a la rebelión y defendido la ruptura con la UE. La candidatura ha obtenido cerca de 10.000 votos que son un aliciente en la lucha por construir Corriente Roja en el Estado español.
Queremos también reivindicar el manifiesto que suscribimos junto a compañeras y compañeros de la Tendance Claire del NPA. Un manifiesto que defendía un programa anticapitalista y de transformación socialista, incompatible, por su propia naturaleza, con la UE y el euro.
Queremos finalizar llamando a las y los luchadores/as a unirse a nosotros/as para construir juntos la LIT y sus partidos nacionales, organizándonos para dar respuestas a las luchas concretas y para, en ese camino, abrir la perspectiva de la lucha revolucionaria por los Estados Unidos Socialistas de Europa.
Junio 2019
Liga Internacional de Trabajadores-LIT-CI